Suena la voz de Jason Molina (1973-2013) y es inevitable que aparezca el nudo en la garganta. Una voz que parece contener en su entonación toda la pena del mundo y que al mismo tiempo sirve de bálsamo para soportar las trampas de la vida.
Molina nos dejó demasiado pronto, pero tuvo tiempo de construir una de las obras más inolvidables del underground norteamericano de los noventa y primeros dos mil: solo hay que ponerse a desempolvar la discografía de Songs: Ohia, la que publicó a su nombre, sus colaboraciones con Will Johnson, Will Oldham o Alasdair Roberts y, por supuesto, todo lo que grabó como Magnolia Electric Co., nombre de su último largo en estudio (2003) con Songs: Ohia y que recuperó para su nueva aventura, iniciada con “What Comes After The Blues” (2005), ocho canciones fijadas en los estudios Electrical Audio con Steve Albini a los mandos.
De los discos “perdidos” de Molina, “Sojourner” (2007) puede considerarse algo así como su particular piedra filosofal. Publicado en cuatro CDs dentro de una coqueta cajita de madera con cuatro sesiones diferentes –“Nashville Moon”, “Black Ram”, “Sun Session” y “Shohola”, más el DVD de “The Road Becomes What You Leave”, mediometraje documental de 21 minutos filmado por Todd Chandler con la banda en ruta por Canadá, y un medallón metálico–, reaparece ahora (sin DVD ni medallón) por primera vez en vinilo, respetando la caja de madera, y es de agradecer: en versión física era prácticamente inencontrable desde hace años.
Grabadas tras la edición de “What Comes After The Blues”, las canciones de “Sojourner” son una auténtica Biblia Molina, un extenso y maravilloso viaje por su rock reptante bañado en country y blues, un mapa casi inabarcable de americana tejida por la mente de un compositor excepcional.
Albini sigue al mando en “Nashville Moon”, con piezas que se engarzarían en el segundo largo de Magnolia (“Fading Trails”, 2006) como “Don’t Fade On Me”, “Montgomery” y “Lonesome Valley”: pura poesía eléctrica que todavía conmueve y sobrecoge.
Los cuatro cortes de “Sun Session” se grabaron en los míticos Sun Studios de Memphis: no se pierdan los efluvios eclesiásticos (ese órgano) que caracolean en “Trouble In Mind” y su canto a la esperanza (“Trouble in mind, I’m blue / But I won’t be blue always / You know the sun is gonna shine / In my back door someday”) o la toma casi góspel de “Hold On Magnolia”, el tema que cerraba el último LP de Songs: Ohia.
Las canciones de “Black Ram” se registraron bajo el mando de David Lowery con una banda que, además del propio Lowery, incluía a Rick Alverson (Spokane) y Andrew Bird, entre otros. Canciones como “In The Human World” –ese “Mountain of the dead, are you listening?” deja helado–, “The Black Ram” y “Blackbird”, por ejemplo, bien merecen una escucha atenta.
La sesión conocida como “Shohola”, cerrando el lote, se despoja de cualquier ropaje y decorado: Molina, su voz y su guitarra frente a un solitario micrófono. Bocetos de “Steady Now” y “Spanish Moon Fall And Rise” (canciones que entraron en “Fading Trails”) y joyas engarzadas con menos es más (“Night Country”, “The Spell”, “The Lamb’s Song”, “Roll The Wheel”) en una ofrenda desnuda e inmediata.
La nueva edición de “Sojourner” no es barata (tampoco lo es la original si están dispuestos a husmear en el mercadeo de la red), pero, lo juro, vale su peso en oro. Y no olviden nunca (o descubran ahora) a Jason Molina, uno de los grandes derrotado por los tóxicos vericuetos de la vida. ∎