Todavía reciente su revelación con “Candlepower” (2021), Marina Allen regresa con otro disco fuera de este tiempo, como exhumado de los archivos de algún sello de los 70 con especial fijación por folk de cámara, pop barroco y jazz. “Centrifics” confirma todo lo bueno apuntado por aquel –intuición melódica, capacidad para absorber con naturalidad referentes clásicos, letras interesantes– a la vez que presenta a una artista más segura, confiada, expresiva, sin miedo a hacerse escuchar.
Según ha explicado en nota de prensa, Allen estaba “harta de esconderse y una fiereza empezó a colarse en las canciones”. En la letra de “Halfway Home”, uno de los últimos temas del disco, se canta a sí misma: “Deja la armadura y el miedo con los cínicos”. A tenor de algunas otras declaraciones y letras, “Centrifics” le ha servido para levantarse a sí misma por encima de los reveses y (empezar a) ser una versión mejorada de sí misma.
Ese camino no lo ha hecho sola, y de hecho, aunque compuso los temas con guitarra y piano, esta vez ha dejado toda la parte instrumental a una banda que incluye al también productor y coingeniero Chris Cohen, Emily Elhaj (bajista de Angel Olsen) o Joachim Polack (Pearl And The Oysters).
La nueva Allen, la que no se esconde, aparece ya desde esa juguetona apertura con “Celadon”, en la que la oímos cantar más alto y agudo de lo habitual. “Estoy hecha de errores, así que estaré llena de perdón”, canta, en pleno modo autosuperación, en un tema con fases vocales propias de Joanna Newsom. El afán de (auto)mejora reaparece en la balada de piano “Getting Better”, que también pudo llamarse, robando un título a la escritora Sheila Heti, “¿Cómo debería ser una persona?” (2010). Allen se prueba diferentes trajes (“piloto de carreras”, “trébol de cuatro hojas”) para tratar de saber cuál la hace mejor. En fase de catarsis, incluso deja escapar un “motherfucker” y una duda agria: “Estoy rabiosa / ¿Me hace eso mejor?”.
Poco después suena “Or Else”, en la que se prueba la tónica conversacional de Laura Nyro para reflexionar amargamente sobre las relaciones. Y “Smoke Bush” es, a nivel sónico, lo más oscuro que haya grabado hasta ahora: escúchese la eléctrica casi drone que recorre la recta final. Pero la artista pasa de concentrarse en exceso en la rabia. ¿A quién ayuda centrarse demasiado en ella?
El fabuloso single “Superreality” redirige el álbum hacia “la inocencia que conlleva empezar de nuevo tras alguna turbulencia”, en palabras de su autora. La transformación incluye una renovada comunión con la Tierra: “Soy una semilla antigua / Puesta en la tierra antes de que fuera concebida / Un jardín crece, crea yo o no / Que soy más de lo que puedo sacarme de la manga”. Y justo después llega la suavemente definitiva “New Song Rising”, una despedida a todo lo malo (“no puedo llevarte donde voy / nuevo amor se filtra, una nueva vida llega”) sobre orgánica e inestable base de improvisación jazz. ∎