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Álbum

Pinegrove

11:11Rough Trade-Popstock!, 2022

11. 02. 2022

A Pinegrove siempre les ha interesado la simetría, la geometría, la medida de las cosas, pero “11:11” alude a ella desde el principio, desde su propio nombre. También es una cifra, o una hora, con amplios significados en numerología que se va repitiendo a lo largo del trabajo. Y Evan Stephens Hall, vocalista, compositor y productor de la banda, ha reconocido –más naíf– que los unos pueden simbolizar árboles, la silueta de un maizal neoyorquino o personas alineadas, imágenes que aluden a los dos grandes temas del disco: la comunidad y la urgencia climática. Más allá, creo que puede ser tomado como una metáfora de la naturaleza contradictoria del ser humano. La pandemia ha visto brillar lo mejor de las comunidades humanas, pero también ha sacado a relucir lo peor, y somos cada día más conscientes de las enormes distancias que se establecen entre extremo y extremo. Yo, personalmente, cuantas más personas conozco más claro tengo que si existe algo capaz de salvarnos de la maldad humana es la bondad humana. Un poco esa es la idea tras la conceptualización del último larga duración de la banda de Nueva Jersey, espoleada por la gestión política de los últimos acontecimientos y sacudidas a los sistemas que conocemos, pero también por la inacción en materia de crisis climática.

Los incendios que asolaron la Costa Oeste estadounidense durante prácticamente toda la segunda mitad de 2020 dan vida a “Orange”, por ejemplo, un waltz sobre los cielos naranjas de Oregón que parece aludir a aquel titular de ‘Los Angeles Times’ que consideraba la tragedia un “apocalipsis climático” provocado por el hombre. “So What” encierra un recuerdo más amargo a las víctimas de la pandemia. Y “Habitat”, suite de dos partes que va de una reivindicación en clave indie ruidoso a una reflexión de folk intimista, habla de conciencia y cooperación sin perder una vis satírica y espíritu crítico (“Never forget / The t-shirt says / With no mask on”). Y aunque el tono de “11:11” sea más bien melancólico, se resiste a ser derrotista y prefiere centrarse en la contemplación de lo bello, como demuestra la enérgica “Alaska”. Con algo de los Arcade Fire más directos y más americana, marca uno de los momentos más vibrantes del disco y revela una faceta que va a entrelazarse bien con otros pasajes taimados y recreados en ese impresionismo. Ahí están “Flora”, country animoso en la línea de los primeros Wilco, o la más intensa “Respirate”, que incide en cómo el confinamiento ha puesto en valor el aire libre. También la salud mental y cómo gestionamos la ansiedad, temas que sobrevuelan “Iodine”, la explosiva “Cyclone” o “Let”, que con “Swimming” nos deja los estribillos más certeros y las progresiones más emotivas.

Esa expansividad, no tan inherente al quinteto, así como la capacidad para sintetizar la tradición del indie rock con el desarrollo contemporáneo de la americana y el folk, se explica entendiendo que este es el primer álbum que graban en un estudio profesional –siempre han grabado en un formato bastante casero– y con un mixer ajeno a la banda, Chris Walla –ex Death Cab For Cutie–.

“When reality explodes / Suddenly we’re sinking / And I’m singing, and I’m old”, canta Hall en “11th Hour”, la undécima y última canción de “11:11”. Y resume lo que es, en definitiva: el testigo de que hemos tenido tiempo de reflexionar sobre nosotros mismos, sobre lo que nos rodea, sobre lo que amamos y sobre el mundo en el que vivimos. Y que quizá es momento de pasar a la acción. ∎

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