Álbum

Pyrolator

NiemandslandBureau B-Gran Sol, 2022
Si hay una línea de continuidad sólida en la música electrónica de Düsseldorf durante los últimos cuarenta y cinco años –¡se dice pronto!–, inscrita de origen en la llamada “Neue Deutsche Welle” o nueva ola alemana posterior a Kraftwerk, esa es la que dibuja la saga D.A.F., Der Plan y Pyrolator. En los créditos de todas estas marcas, donde no podemos olvidarnos de las bandas Fehlfarben y A Certain Frank –ambas junto a Frank Fenstermacher, también en Der Plan–, aparece un elemento común: Kurt Dahlke.

Pyrolator es Dahlke en solitario y, lógicamente, su proyecto más personal. Una peculiaridad muy llamativa de su escasa discografía –“Niemansland” es solo el sexto disco no colaborativo del alemán– es el título reiterativo de los álbumes. Traducidos al español más o menos torticero: “Tierra adentro” (1979), “Países extranjeros” (1981), “País de las maravillas” (1984), “País de los sueños” (1987) y “Territorio nuevo” (2011). Todos ellos con una vocación semántica muy terrenal y disponibles en Bureau B.

Más títulos, pero esta vez de piezas como “Djehuti” –faraón de discutida ubicación dinástica–, “Onna Bugeisha” –mujeres samurái coetáneas del machismo feudal japonés–, “Yellow Springs” –pueblecito del sureste de Ohio– o “Acai” –palmera amazónica antioxidante, también efectiva contra la leucemia–, condimentan con su direccionalidad variable y raro exotismo el paisaje intencional conformado por “Niemandsland”: una tierra de nadie en el sentido de zona neutral. Quizá una referencia a algo que no puede pertenecer a nadie por universal, minúsculo, remoto o irreductible. Justo el paradigma de cosa, tangible o no, que nos puede venir como anillo al dedo en la era de la ansiedad.

Dahlke evita repetirse a sí mismo y en “Niemandsland” no hay rastro del microhouse festivo de su disco precedente, ni nada que se parezca a lo anterior, excepto por cierto carácter reivindicativo y extramusical. No es extraño después de once años donde todo ha cambiado enormemente, más bien hacia el pesimismo. Pero la música de este nuevo álbum de Pyrolator no es triste ni amenazante. Al contrario, encontramos una electrónica instrumental que tiende a la abstracción melódica, en general dominada por ambientaciones casi puntillistas, con un poco de olvidado freestyle y patrones analógicos imprevisibles, por improvisados, creados con sintetizadores modulares que también recuerdan a alguna cosa de Roedelius. Todas las piezas fueron grabadas en directo, por lo que “Niemandsland” transmite una gran sensación de apertura y sitúa a Kurt Dahlke de nuevo en la cresta de una refrescante y yo diría que intransferible ola. ∎

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