“El verano será eterno” (2020), el primer álbum de Sofía Comas, cantautora española nacida en Montreal en 1985, por el desplazamiento laboral de sus padres, apareció en abril de 2020, con el confinamiento en marcha… Es ahora, en cambio, cuando sale “a un pájaro rojo”, su segundo álbum, el inspirado por el arresto domiciliario al que se nos sometió en la primavera de aquel aciago año.
Lo curioso es que no hay diferencias significativas de estilo entre uno y otro; ambos están compuestos en momentos de dolor e incertidumbre: aquel por la muerte de su padre, este por la estupefacción de una situación inédita e inimaginable. La melancolía de ambos sí contrasta con sus discos anteriores, cuando formaba parte de Tucan Morgan (luego acortado simplemente a Morgan), mucho más rockeros y con elementos electrónicos más intensos. Pero centrándonos en “A un pájaro rojo” hay que convenir que estamos ante uno de los más grandes discos del año, un ejercicio de delicadeza brumosa y etérea del que solo podemos lamentar dos cosas, por un lado su brevedad –ocho canciones, treinta y dos minutos– y por otro que no sea estrictamente un disco sin referentes: sería maravilloso poder decir que ha surgido una personalidad única entre cincuenta millones, pero no es del todo así. A Comas la podríamos inscribir en un territorio similar al de Tarta Relena (especialmente en los aires medievales de “a un pájaro rojo”, el tema que da título al álbum), al universo folk y electrónico de Maria Arnal i Marcel Bagés o, incluso, al encuentro entre Rocío Márquez y Bronquio (fundamentalmente en “arrorró” y su ritmo incisivo que no llega a ser industrial, pero se acerca; el tema ha sido remezclado recientemente por Le Parody). El ritmo es una de las claves: Comas asegura haberse inspirado en lo ancestral a la hora de componer el álbum y no hay nada más ancestral, primigenio y orgánico que el ritmo, que remite incuestionablemente al latido del corazón.
Los nombres citados, que ni siquiera los podemos definir como influencias, solo quiero emplearlos para situarla en una “escena” y sacarla de otra, porque Sofía no tiene nada que ver con el indie de Vetusta Morla ni con Russian Red o Alondra Bentley ni con la experimentación de Crudo Pimento, siendo ella indie y devota de la experimentación (como demuestra haber sido, también, la fundadora de la compañía de danza Zuk). ¡Larga vida a su proyecto! ∎