Álbum

Sonic Youth

Live In Brooklyn, NYSilver Current-Goofin’, 2023

Cuando Kim Gordon y Thurston Moore anunciaron en octubre de 2011 el fin de sus 27 años de matrimonio, estaba claro que Sonic Youth encaraba el final de su larga carrera de fondo, iniciada en 1981: el monolito de ruido blanco irremediablemente se agrietó y la banda daría su último concierto en São Paulo el 14 de noviembre de ese año. Antes, concretamente el 12 de agosto, subirían por última vez a un escenario en Estados Unidos. Fue en los muelles de Brooklyn, en Williamsburg, en un concierto que abrieron Kurt Vile & The Violators y Wild Flag, el grupo de breve vida formado por miembros de Sleater-Kinney, Helium y The Minders.

Fue, dicen, una noche memorable (en palabras de Steve Shelley: “It turned out to be a pretty special event with a really special song list”), algo que ahora se puede comprobar de primera mano gracias a este “Live In Brooklyn, NY” –con portada a cargo de Ethan Miller, de Comets On Fire, que homenajea a los bootlegs de los años setenta–, diecisiete cortes que resumen la carrera de los neoyorquinos en un majestuoso aquelarre de guitarras y dominio de los tempos rítmicos que nos recuerdan la grandeza de lo que es capaz eso que llamamos “rock alternativo” (cuando lo es de verdad).

Moore, Gordon, Shelley, Ranaldo y Mark Ibold (el bajista de Pavement, integrado en la banda desde 2006) se lanzan sin red, feroces, sobre piezas fundamentales como “Death Valley ‘69”, “Kill Yr Idols”, “Eric’s Trip”, “Tom Violence”, “Kotton Krown” y “Sugar Kane”, partículas elementales para entender la definición del rock en el siglo XX (y parte del XXI), sin olvidar dinámicas trepanaciones como “Sacred Trickters” –que abría “The Eternal” (2009), su testamento en estudio– o las perturbadas disgresiones de “I Love Her All The Time”, uno de los hitos de “Bad Moon Rising” (1985; de este mismo álbum recuperan “Brave Men Run (In My Family)” para abrir el concierto, además de “Ghost Bitch” y el citado “Death Valley ‘69”), e “Inhuman” (de “Confusion Is Sex”, 1983), doce minutos en la cámara de tortura del white noise que ponen broche final a este legado desafiante, flamígero, indestructible. Juventud Sónica forever. ∎

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