Álbum

The Arcs

Electrophonic ChronicEasy Eye Sound-Music As Usual, 2023

Perder a un colega es un acontecimiento bárbaro. Más si pertenece a tu banda. Trabajar en un disco a la espera de que su magia llene los huecos esperados debe ser como rascarse un miembro fantasma. Todo indica que ahí falta algo, algo presente en el recuerdo pero ausente en la carne.

Esa es la sensación a la que The Arcs –banda comandada por Dan Auerbach, de The Black Keys– se ha enfrentado en la aparición de su nuevo disco, “Electrophonic Chronic”. La muerte en 2018 de Richard Swift, percusionista y teclista del conjunto, dejó un profundo pozo de malestar que sin duda retrasó la publicación de un álbum previsto casi desde la aparición de su anterior trabajo, “Yours, Dreamily” (2015). Si bien no se pensó así originalmente, está claro que el nuevo vástago de la banda es ahora, inevitablemente, un sentido homenaje. Y, vaya, menudo pedazo de homenaje…

“Electrophonic Chronic” da el callo con soltura y gracia. En conjunto, las formas han abandonado el blues-garage de sus primeros temas –mucho más próximos a The Black Keys– para adentrarse en una combinación psicodélica donde se despacha un jazz muy chill, emocional y sentimental. La exquisita voz de Auerbach se pliega melosa por todos los temas hasta alcanzar órbitas de falsete intachables. Las distorsiones, las armonías de piano electrónicas aterciopelan una, más que original, elegante soltura pop de textura acaramelada. Una buena vibra cargada con coros de angelitos declarando love en tonalidades agudas.

Adentrándonos más en los temas, alguien con muy buen olfato ha elegido “Keep On Dreamin’” para descorchar el viaje. La canción es una carta de presentación idónea de lo que encontramos en el resto del disco. Ecléctica variedad de estilos que se fusiona con gracia, convirtiéndose en ese suculento aperitivo servido antes de una cena cara que, ya solo por ese primer bocado, se sabe será deliciosa.

Le sigue “Eyez”, abierto con unas voces femeninas dignas de una buena colgada de ácido que invitan al contoneo risueño de las caderas y los brazos en un desliz hacia la serenidad. Onda que se mantiene con el salto a “Heaven Is A Place”, una marcha épica que clama a la pureza trascendental del amor.

Por su parte, “River” suena como un sentido homenaje a la pérdida. No me atrevo a decir que hay relación con el luto de la banda, pero esa letra a caballo entre la poesía romántica y la elegía metafórica seguro fue grabada con el espíritu de Swift bailando en la tierna melodía. Por cierto, con cambios que son caviar a los oídos.

¿Y alguien quiere ponerse de buen humor? ¿Alzar las manos con el espíritu más flower power del ultramarinos de sus emociones? Pues no hay como salir a la calle, mirar al sol reluciente y candoroso, acompañado por Sunshine, una de esas canciones en las que todo el mundo se abraza y que uno elegiría para el final de una comedia romántica.

Eso sí, chicas y chicos, chicos y chicas, no todo va a ser alegría casta e infantil. Por eso saquen a sus parejas al centro de la pista y prepárense para arrumacos enloquecedores, porque “Behind The Eyes” puede ser el tema de concepción para miles de futuros bebés. Críos blueseros, además, porque el solo de guitarra de la canción es hijo legítimo de ese estilo que encumbró en su día la guitarra de Auerbach. Hay que mirar detrás de los ojos y captar la verdad, sí señor.

Pero, atención, volviendo al rollito de “Sunshine” merece la pena aparcar en “Backstage Mess”. Una canción con letra de complejidad a la altura de Chanel, pues se trata de un despacho de onomatopeyas de un minuto y cuarenta y siete segundos. Prueba, otra de tantas, de que en la música no siempre es necesario marcarse una lírica a lo Leonard Cohen para abrirse paso hasta el núcleo de la patata.

Concluimos la aventura con “Only One For Me”. Si alguien lleva tiempo dándole vueltas a un tema de parejita, ese del que se dice en los encuentros es “nuestra canción”, aquí hay material de primera. Compases equilibrados, piano afectuoso, letra moña, estribillo emocionante y… una pequeña sorpresa hacia el final que hará rayarse a más de uno.

En definitiva, “Electrophonic Chronic” es un disco suave y dulce como una manta de borrego perfumada con la que refugiarse a la intemperie de la habitual falta de sinceridad musical. Un trabajo experimental de doce pistas y treinta y ocho minutos de duración, gratificante como un bañito en el Mediterráneo rebozado en un sol de verano con algún que otro tripi en la guantera. ∎

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