Resulta más que interesante comprobar cómo el surrealista pop disfuncional modelado por The Cure en sus quince primeros años de vida no solo ha ganado matices y peculiaridad con el paso del tiempo, sino que ya puede ser considerado uno de los más grandes actos de originalidad surgidos en el siglo XX. Trabajos irrepetibles como “Faith” (1981), “Pornography” (1982), “The Head On The Door” (1985), “Kiss Me Kiss Me Kiss Me” (1987) y “Disintegration” (1989) son ahora considerado clásicos incontestables de la metamorfosis pop. Los tres últimos LPs citados fueron encadenados en el tiempo, dentro de una secuencia a la que hay que sumar “Wish” (1992), epílogo aglutinador de las diferentes caras de una fórmula equilibrada entre la irresistible ingenuidad infantiloide de “Friday I’m In love” y la épica tenebrosa de “From The Edge Of The Deep Green Sea”.
Jugar a la bipolaridad artística siempre fue el hobby favorito de un Robert Smith que con “Wish” encontró por fin la regularidad de una formación hecha a su medida, con más protagonismo que nunca en la confección de un trabajo que, en su momento, fue el resultado de desechar una idea primeriza: publicar dos LPs, uno llamado “Higuer” y otro con el representativo título de “Music For Dreams”. Si el primero iba a ser un disco conformado por el lado más guitarrero del grupo (tomando la idea del single “Never Enough”, del doble álbum de remezclas “Mixed Up”, de 1990), el segundo estaba pensado para ser un disco instrumental de corte atmosférico con destellos de post-rock ensoñador como “Uyea Sound” y las otras tres piezas, aquí recogidas, ya en circulación desde 1993 en la casete de distribución no oficial “Lost Wishes”.
En esta pertinente reedición de “Wish” (que a punto estuvo de llamarse “Swell”) quizá lo más interesante hubiera sido intentar recoger la idea inicial del disco bicéfalo. No obstante, no cabe duda que, al igual que ocurre con aquellos años de caras B y rarezas brillantes (no hay más que adentrarse en el excelso complemento “Join The Dots” de 2004), la producción desechada por los de Crawley es siempre bienvenida, hasta el punto de generar preguntas de cómo piezas tan sabrosas como “A Foolish Arrangement” o “The Big Hand” no pasaron el corte final de selección, de las que aquí tenemos sus versiones instrumentales. Esta brillante radiografía en bruto de la cosecha recogida en las plácidas sesiones de “Wish” en la campiña inglesa ratifica el estado pletórico del grupo en aquel momento, al mismo tiempo que produce una extraña sensación de tristeza por saber que este fue el último aliento de genialidad exhalado por Smith y los suyos. Reivindicación en toda regla de un álbum sobresaliente que, sin embargo, se mide más por lo que pudo ser que por lo que finalmente fue conocido en su formato oficial.
Esta edición de 30º aniversario, plagada de versiones instrumentales, cumple su cometido de permitirnos fantasear con incluso un disco paralelo o con la idea de un “Wish” maratoniano que bien pudo cerrar una imaginaria trilogía de LPs dobles –junto al ya doble “Kiss Me Kiss Me Kiss Me” y a “Disintegration” (como se demostró en su completa reedición de 2010)– de personalidades totalmente contrastadas entre sí. Eso, y la posibilidad de sentir la grandeza de un grupo ambicioso que con “Wish” se convirtió en el último gran acto pop, justo antes de que el revival britpopero cambiara las reglas del juego para siempre. Uno en el que The Cure siempre fue una de las apuestas más sorprendentes, como bien atestigua tan jugosa resurrección discográfica, que nos transporta hasta las entrañas del proceso creativo. ∎