Álbum

The Lemon Twigs

Everything HarmonyCaptured Tracks-Popstock!, 2023

Todo fluye, todo encaja. Todo, en efecto, es armonía. Y guitarras cristalinas. Y armonías vocales fabulosas que aprendieron viendo por la tele viejos vídeos de los Beach Boys. “Every Day Is The Worst Day Of My Life”, cantan. Pero no pasa nada. A las penas, puñalás. O estribillos radiantes. Lo que prefieras. The Lemon Twigs, faltaría más, se quedan con lo segundo. Deliciosamente anacrónicos, los hermanos D’Addario, Michael y Brian, siguen operando ajenos a cualquier moda y se descuelgan con un disco que suena a clásico perdido en algún momento entre 1965 y 1972. ¿El grupo que se inventó el escritor David Mitchell para su novela “Utopia Avenue”? Aquí lo tienen, hecho carne y canciones, invocando viejos espíritus y logrando nuevas metas.

Esto es, aseguran ellos mismos, su “disco Simon & Garfunkel”, pero “Everything Harmony” es mucho más que eso. Por aquí desfilan, y no es exageración, The Byrds, Big Star, Teenage Fanclub, los Raspberries, los Carpenters, James Taylor, los Beach Boys y su adorado Todd Rundgren. También los Bee Gees antes de convertirse en un centrifugadora del baile y algo de ese David Bowie al que rendían pleitesía en los arrebatos glam de sus anteriores trabajos. La mezcla final, sin embargo, supera con creces cualquier cosa que los D’Addario, exniños prodigio con papeles en Broadway, series de televisión y películas como “Sinister”, hayan hecho en el pasado. Y eso incluye, entre otras cosas, su notable debut, “Do Hollywood” (2016), grabado siendo aún unos críos, y “Go To School” (2018), imaginativo álbum conceptual protagonizado por un chimpancé que acaba prendiendo fuego a su colegio (¿?) y por el que pasaron Jody Stephens (Big Star) y Rundgren.

La sorpresa, en cualquier caso, es relativa: desde que hace unos meses lanzaron la imponente “Corner Of My Eye”, ya se podía intuir que los neoyorquinos se traían algo realmente colosal entre manos. Material de primera y superproducción sonora que deja atrás el pastiche soft rock de “Songs For The General Public” (2020) para arrojarse a los brazos del ensalmo melódico y convertir el pop en refugio donde escapar de esa extrañeza a la que le cantan en “In My Head”.

Superdotados a la hora de replicar no tanto las canciones como las emociones anudadas al power pop y la balada folk de mediados del siglo pasado, los D’Addario se arrancan sonando como Gorky’s Zygotic Mynci de paseo por Laurel Canyon en “When Winter Comes Around” y, a partir de ahí, barra libre: festín sesentero, canciones de belleza atemporal y tristeza camuflada entre falsetes imposibles, vibráfonos juguetones y guitarras pletóricas. Subidones y bajones para armar el carrusel emocional de un disco que lo mismo trota despendolado junto los Byrds más expansivos (“Ghost Run Free”) que se sienta al piano a reimaginar el “Surf’s Up” (1971) de los Beach Boys (“I Don’t Belong To Me”). Casi todo es posible en un álbum que es pura suspensión temporal, escapismo sonoro y canciones que perpetúan la secuencia genética del mejor pop.

No hay nada nuevo, ni falta que hace, en un “Everything Harmony” que lo fía todo al talento de los D’Addario y a su habilidad para evocar el espíritu circense del McCartney más travieso (“Born To Be Lonely”, “What Happens To A Heart”) y sacarse de la chistera una “What You Were Doing” que, impetuosa y eléctrica, podría haber colado en cualquier disco de los noventa de los Posies o Teenage Fanclub. Incluso cuando parece que se las vaya a ir la mano con el azúcar o el falsete (“Any Time Of Day”, “Still It’s Not Enough”), remontan justo a tiempo para que todo acabe perfectamente equilibrado. Así que, en efecto, todo encaja. Todo es armonía y belleza deslumbrante en un disco en el que hasta baladas cenizas como “Every Day Is The Worst Day Of My Life” dejan un inmejorable sabor de boca. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados