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Álbum

Yo La Tengo

I Can Hear The Heart Beating As OneMatado­­­r-Caroline España, 1997

Rockdelux 143

(Julio-Agosto 1997)

Otra vuelta de tuerca. ¿La definitiva? Dos lustros después del estupendo boceto de “Ride The Tiger” (1986), la pareja feliz de Hoboken ha dado nuevo brillo al planeta Yo La Tengo.

Parece mentira que, partiendo de unos parámetros de entrada muy limitados –un rock de andar por casa con The Velvet Underground como santo principal en el altar–, Ira Kaplan y Georgia Hubley hayan construido, pasito a pasito, una de las obras más sólidas y fundamentales del rock norteamericano de la última década. Sin aspavientos ni entregas “seminales”, pero también sin concesiones de cara a la galería y sin descanso.
Mágicos saltimbanquis de la electricidad, han evitado, con modestia pero con decisión, caer en una rutina estéril, mirarse el ombligo o aventurarse sin ton ni son por los cerros de Úbeda. Y así, cada nuevo álbum de Yo La Tengo se ha convertido en una piedra única, preciosa y perfecta, de un edificio creativo firme y gratificante.
“I Can Hear The Heart Beating As One” es, en esta dinámica, una pequeña obra maestra, el certificado de que no hay fórmulas que se agoten, sino artistas que, por dejadez o desfachatez, se aferran a las fórmulas hasta acabar asesinándolas.

En los Yo La Tengo del 97 hallamos nuevamente, flotando, la suavidad de sus caricias de terciopelo, el arañazo atormentado de sus válvulas de repetición eléctrica, el detalle minúsculo pero decisivo, la sabiduría artesanal que da unidad al conjunto. También los homenajes –Beach Boys, Burt Bacharach...–, el single eternamente soñado –“Autumn Sweater”; el CD adicional incluye, para espanto de fundamentalistas, remezclas a cargo de u-Ziq, Kevin Shields y Tortoise (minus John McEntire) con Bundy K. Brown– y, perfectamente integrados, porciones que pueden remitir a Tortoise o Stereolab iluminando un camino cuyo final no se adivina todavía, redondeando una obra de madurez rubricada con el desparpajo de ilusionados principiantes.

“I Can Hear The Heart Beating As One” –¡esos corazones cortesía de Jad Fair!– ofrece el rumor de “the music of love”, una receta infalible cuando la amistad es una niebla espesa que empantana el alma y el amor se convierte, sin avisar, en pura arqueología. ∎

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