Decía Eduardo Galeano en su tantas veces recordada cita que “La utopía –esa escurridiza figura en el horizonte que según el uruguayo avanzaba diez pasos cuando tú te acercabas dos– sirve para caminar”, y algunos artistas que ante todo ejercen como inquietos utópicos no dudan en intentar llevar la contraria al escritor. El progreso es utópico, pero nos hace caminar y estar vivos. El progreso es una actitud que sirve para doblegar las utopías. #FutureIsAnAttitude, lo dice Audi en su nueva campaña del utópico Audi Q4 Sportback e-tron.
Los paralelismos entre el progreso en el arte y la tecnología transitan por carreteras similares a las de la automoción o cualquier industria que quiera hacer mejor nuestro día a día. El inconformismo es lo que mueve –nunca mejor dicho– el mundo, pero es lo que hace a ciertos artistas eternos.
Si hablamos de arte y tecnología y de artistas eternos que han trascendido su unión para crear algo futurista y que literalmente ha conseguido ir más allá, el Head-Up display de realidad aumentada del Q4 Sportback e-tron hace que el conductor no tenga que despegar la vista del frente para visualizar toda la información relativa a la conducción –como la velocidad a la que circulamos o indicaciones del navegador–, y esto me hace pensar en el primer concierto de un artista fallecido que la tecnología consiguió revivir mediante un holograma. Hablo, claro, del ya histórico concierto en el Coachella 2012 de Snoop Dogg que contó con la “colaboración” del icónico rapero Tupac Shakur, tiroteado 15 años antes en Las Vegas. El estudio Digital Domain, ganador de varios Óscar por efectos especiales, consiguió, gracias al empeño de Dr. Dre, que 2Pac apareciera en el escenario junto al propio Dre y Dogg con su torso lleno de tatuajes rapeando y saludando “What the f**k is up Coachella!”. La sensación de incredulidad y emoción que debieron experimentar los asistentes a aquel concierto de ciencia ficción seguramente sea similar a la que viva el afortunado conductor del Q4 Sportback e-tron con su pantalla Head-Up de realidad aumentada mientras escucha gagnsta rap en su sistema de sonido Premium Sonos.
La tecnología del concierto de Coachella ha dado lugar a que el fenómeno de los shows de artistas fallecidos que vuelven a las tablas en formato holograma se haya extendido como algo casi cotidiano: desde Elvis Presley hasta Michael Jackson, pasando por Frank Zappa y hasta Maria Callas, la oferta ahora es extensa. Los pioneros y los más avanzados abren los caminos y nos hacen poder vivir experiencias inimaginables, soñadas.
Siempre habrá, claro, quien grite “Judas”, como los más inmovilistas osaron espetarle al nuevo Dylan eléctrico en el Free Trade Hall de Manchester hace ya 55 años, pero el progreso acostumbra a poner a cada uno en su lugar.
Ian Curtis decía emocionado a sus compadres de Joy Division que para él el futuro de la música era lo que hacían los alemanes Kraftwerk, y sin duda Peter Hook y Bernard Sumner le hicieron caso cuando compusieron la futurista (y ya icónica) “Blue Monday”. Solo Ian sabe qué hubiera sido de ellos si hubieran insistido en seguir con el post-punk lóbrego de Joy Division en lugar de convertirse en el futuro con el synthpop de New Order.
Los ejemplos son múltiples en la escena pop, y siempre trascendentes. Si damos un salto de varias décadas podríamos montarnos en el nuevo Audi Q4 Sportback e-tron 100% eléctrico como si fuera un Delorean que deja en tierra a Marty McFly y los 80 para llegar a los 90 de Radiohead y cruzar varios límites estilísticos e industriales (de la industria musical) en apenas unos pasos. El salto sin red que supuso para los de Oxford pasar de “OK Computer” al “Kid A” solo podría ser equiparable a su osadía de regalar su disco “In Rainbows” (a cambio de la voluntad de sus fans) en pleno debate sobre el futuro de la industria discográfica. Para Radiohead, como para todo aquel que tiene el ir un paso más allá como meta, la recompensa no se hizo esperar: “In Rainbows” logró muchos más ingresos que su anterior disco, “Hail To The Thief”, adelantándose al modelo de negocio de las plataformas de streaming más de una década antes.
En esos mismos años, pero más cercano a nosotros, podríamos encontrar otro ejemplo de progreso con el que seguramente Galeano estaría encantado de compartir versos. Enrique Morente transgredió, quizá como solo Camarón había sido capaz de hacerlo antes, todos los límites que le imponía el hermético mundo del flamenco, logrando hacerlo aún más universal de lo que ya era. Sus colaboraciones con Sonic Youth y otros artistas en las antípodas estilísticas y geográficas, y sobre todo su histórico disco junto a Lagartija Nick, “Omega” (mejor disco del año en Rockdelux), han sentado las bases del progreso no solo en muchas carreras de artistas, sino del futuro de la música en sí con ese espíritu iconoclasta, atrevido, experimentador e inconformista de quienes no temen mezclarse para avanzar.
Nuestra querida Rosalía seguramente no sería quien es si el mito del Albaicín –y toda su saga familiar– no se hubiera empeñado en intentar acercase al horizonte una y otra vez. La artista que más ha internacionalizado a Los Chichos es el ejemplo paradigmático de progreso en el corto plazo. Si ponerse en manos de Raül Refree para potenciar su “Los Ángeles” (mejor disco del año en Rockdelux) ya fue toda una declaración de intenciones, el salto que dio con “El mal querer” (disco del año en Rockdelux) de la mano de El Guincho fue como pasar de la tradición analógica y artesana al diseño del arte del mañana. Puro futurismo.
Hay artistas que, en ese afán por alcanzar el futuro, han conseguido crear un nuevo sonido. Lo consiguió T-Pain aplicando el autotune de Cher (“Believe”) al rap a pesar de las críticas, haciendo ubicuas las voces robóticas en los estilos más urbanos. Y lo han conseguido en sus últimos discos los rejuvenecidos Low, que pudiendo haber optado por perpetuarse entre sus fans con sus himnos mormónicos han retorcido los sonidos para hacerlos avanzar no dos, sino diez pasos. Han alcanzado el horizonte.
¿Y ahora qué? Se preguntarán quienes hayan llegado en este viaje por carreteras poco transitadas a bordo del motor eléctrico del Audi Q4 Sportback e-tron. Ahora todo será más fácil, más accesible. Los gustos musicales, a pesar de haber abierto una enorme brecha generacional (como no podía ser menos), se han uniformado de la mano de la tecnología en el streaming con Spotify (otro progreso en poco tiempo), pero sigue habiendo, como hemos visto, quien vaya más allá. En la música, en el arte, por suerte siempre habrá quien reniegue del mainstream y quien quiera sonar distinto, dar dos pasos hacia el futuro.
La tecnología también ha favorecido que el acceso a la música sea más fácil desde los dos lados del telón: si ahora cualquier artista puede llegar de forma inmediata a su público, también cualquier chaval puede hacer su propia música en su cuarto con un ordenador y mucha creatividad. También tú puedes elegir el diseño de tu nuevo Q4 Sportback e-tron, donde puedes elegir la pintura y llantas que desees, como quien elige meter unos beats o un loop determinados en una pista. Solo hay que tener ganas de caminar. O de conducir, mejor dicho.
El Audi Q4 Sportback e-tron 100% eléctrico es un empujón inconformista a la movilidad del futuro. El diseño, la tecnología y el ya mencionado sistema de sonido Premium SONOS, con sus diez altavoces de alto rendimiento, transforman la música escuchada en su espaciosa estancia en una experiencia que nos hace sentir como si estuviéramos viendo la tierra desde el espacio, algo extrasensorial, y que es un viaje en sí mismo, que nos hace partícipes del progreso. De un futuro más sostenible y mejor que cualquier persona creativa querrá alcanzar. #FutureIsAnAttitude.
Más información en: www.audi.es ∎