Las fotos y posts de fans de Johnny Depp en su juicio por difamación contra Amber Heard parecen el Día de la Marmota. En 2020, cuando la pandemia hizo que todos estuviésemos pendientes del ordenador durante más de un año, la repercusión que tuvo el juicio de Depp contra ‘The Sun’ se propulsó hasta la estratosfera. No es que sus fans se hayan tomado estos dos años como un descanso; durante este tiempo parecían seguir siendo invocados cada vez que publicabas un tuit con el nombre del actor. No imaginamos entonces que eso era antesala de lo que vendría dos años más tarde.
Esta vez el objeto de la difamación ha cambiado y se centra en un artículo que Amber Heard escribió en 2018 en ‘The Washington Post’, en el que aparecía como una víctima de abuso doméstico. Si en 2020 el movimiento digital se centraba en Twitter, ahora se ha trasladado a TikTok, que se ha llenado de edits del vídeo del juicio, reacciones y argumentos casi siempre a favor del actor. Es imposible escapar, todo lo que sé de este juicio lo he aprendido en contra de mi voluntad. Con el cambio de plataformas se nota también una brecha generacional: mientras que los mileniales que tienen más presente el resultado del juicio anterior tienden a no tener a Depp en muy alta estima, los pertenecientes a la generación Z –la que tiene el mando de TikTok– suelen defenderlo.
Cuando hay un tornado de este calibre online, los community managers aprovechan. Las marcas han asumido el “move fast and break things” de Zuckerberg como filosofía que dicta su presencia en la red en los últimos años. Y este episodio del juicio quedará para el recuerdo como cringe corporativo. Por ejemplo, después de que Heard dijese que se tapaba los moratones con una sombra de ojos de su marca, Milani Cosmetics hizo un TikTok viral diciendo que esa paleta no salió hasta un año más tarde. Estamos en un momento rocambolesco de la historia del marketing en el que las marcas creen que promocionarse en el contexto de un juicio de violencia doméstica tiene un pase.
Al final ha pasado. Twitter ha aceptado la oferta de Elon Musk para comprar la compañía por 44.000 millones de dólares.
¿Por qué es importante y da bastante miedo que Musk sea ahora el dueño de Twitter? Más allá de la antipatía general hacia su figura virtual como el edgelord más edgy de esta red social, es porque su visión de Twitter –o por lo menos las explicaciones públicas que ha dado sobre su visión– tiene como tronco una idea de la libertad de expresión muy ingenua. Otras figuras como Yishan Wong, el antiguo CEO de Reddit, ya han remarcado que dejar a todos expresarse sin ningún tipo de moderación es un concepto que no se adapta a las redes sociales en 2022. La moderación es, a día de hoy, uno de los temas de discusión central en el debate sobre nuevas tecnologías, redes sociales y Web 3.0. Su importancia se puede extrapolar de la siguiente manera: con Facebook como uno de los culpables probados en la victoria de Trump en 2016, no nos extrañaría que estos días estuviésemos presenciando el origin story de Trump 2024.
Los usuarios de Twitter están barajando alternativas tras la noticia de la venta. Algunas alternativas se ven en forma de memes, como tuits sobre pasarse a otras redes sociales, como la fallida Jeremy Renner App –que simulaba un Instagram en el que solo el actor Jeremy Renner subía fotos y tú, un fan, podías comentarlas–, o a Tuenti. Otra, más realista y que está saliendo como sustituta directa de Twitter, es Mastodon.
Mastodon es una red social open source y, aunque los titulares la apunten como alternativa a Twitter, su descentralización la hace bastante poco intuitiva para usuarios con más reticencia a experimentar con la tecnología (por lo menos en su forma central). Su funcionamiento es diferente a las redes sociales operadas por grandes compañías. Parte de un código hecho por un programador y, desde ahí, los demás programadores pueden crear nodos descentralizados llamados “instancias” que funcionan casi como servidores. Uno de los nodos de Mastodon más conocidos por el público general es Truth Social, la red en que se cobijó Donald Trump después de que lo echasen de Twitter.
Mastodon ha llegado oficialmente a los 600 millones de usuarios –entre bots y usuarios que solo se habrán hecho la cuenta; los miembros operativos tienen que ser mucho menos– y ha aprovechado el bombo que le están dando desde un Twitter enfurecido para sacar su versión para Android.
Sin que se convierta en una red social hegemónica, Mastodon tiene todas las papeletas de sumarse a las redes sociales que crecen en momentos específicos cubriendo necesidades específicas. Como Clubhouse tras el agotamiento de ver nuestras propias caras en vídeo en el segundo año de la pandemia. O como BeReal, un hit entre la generación Z en estos momentos que responde al desencanto hacia Instagram por parte de las nuevas generaciones. Todas ellas tienden a desinflarse con el tiempo, pero a su paso crean cauces que las redes sociales más grandes pueden seguir e imitar. En el mejor de los casos, el cauce creado por Mastodon será camino para unas redes sociales independientes de las grandes corporaciones. En el peor de ellos, una vía para comunidades sin ningún tipo de moderación cada vez más fáciles de radicalizar. ∎