Este es el final de una era, the end of the world as we know it. El próximo 4 de mayo Yahoo! Respuestas cierra sus puertas digitales, y con ella se enterrarán todas las preguntas que hicimos a los 13 años sobre chicos que nos gustaban, dirigidas al consejo de sabios que conformaban cuatro desconocidos en internet y que al poco de publicarlas rezábamos para que nunca nadie las encontrase. Quizá rezamos demasiado fuerte. Ya hacía tiempo que la página web se había convertido en un cementerio de preguntas clásicas, de un humor trol que hace mucho que quedó desfasado. Su espacio más funcional lo ocupan ahora Quora o subreddits específicos donde cualquiera te responderá tus dudas, pero echaremos de menos ese recuerdo de lo naíf que era Internet en sus principios. Y mientras se cocinan varias recopilaciones de posts indispensables para la memoria histórica, nos adentramos en otra era de internet, dejando de lado el uso de la web como herramienta de ayuda para el mundo real. Esta nueva era viene mucho más autoconsciente y con una mayor necesidad de vivir en la narrativa colectiva que crea la propia red.
Algo así pasaba con el youtuber Sezar Blue (César) durante unas pocas horas la noche del domingo. Sezar es conocido por su canal de YouTube de más de 200K seguidores, en el que critica la comida de todo restaurante al que va, siempre en tono wholesome y lleno de la alegría que da comer cosas ricas. La buena vida. En un momento dado de la noche se viralizó un hilo hecho por el usuario @laforjadeltitan que ataba dos conceptos vagamente relacionados con Sezar Blue: primero, la similitud de su voz con la del casero del escabroso caso en Alcalá en el que apareció el cadáver de una mujer en el arcón congelador. Segundo, una teoría sobre su presunta identidad virtual en Forocoches como “@bitelchus”, que suele hacer bastante comentarios sobre comer carne humana. El hilo, que llegaba a la conclusión de que Sezar Blue es caníbal, presentaba una construcción muy discutible –hoy en día, los hilos de Twitter son un género literario–, pero, sin embargo, daba suficiente juego para que todo aquel al que pillase despierto durante esa madrugada se volcase en la teoría, especialmente cuando los tuiteros pronto encontraron otro vídeo del casero en el que se le veía la cara y se confirmaba que, por macabra casualidad, era Sezar Blue.
Que el hilo fuese borrado la mañana siguiente alimentó esta sensación de haber sufrido un delirio colectivo la noche anterior. Y qué marco tan perfecto para una historia así. En este nuevo internet somos partidarios de la existencia de una realidad de internet, que no tiene por qué trasladarse a la vida real. Somos amigos del I want to believe, del “no me importa si es real o no en la vida real, pero es real en internet”. Quiero creer que una fan de Ariana Grande tuiteó desde un Smart Fridge cuando su madre le quitó el móvil sin que nadie venga a decirme que eso es imposible.
Por supuesto, hay historias cuya relación con internet es simplemente de escaparate de una realidad que está ocurriendo en las calles, y este último par de semanas Amazon y sus botellas de pis han sido protagonistas del discurso serio y no serio de internet. Todos hemos escuchado hablar de la leyenda urbana que corre sobre la megaempresa desde hace años, según la cual sus trabajadores tienen tan poco tiempo para ir al baño que son forzados a orinar en botellas. A finales de marzo, el Twitter oficial de Amazon News respondía un tuit incriminatorio sobre el tema del representante de Wisconsin Mark Pocan con un “no creerás que lo de las botellas de pis es cierto”, abordando por primera vez el elefante en la habitación. Y cómo no: estalla el #botellagate. Numerosos extrabajadores empiezan a afirmar que las botellas de pis son un problema real entre los repartidores de Amazon y, aparentemente, el propio Jeff Bezos ordena que se responda a todas las críticas en redes sociales. Agarraos que vienen curvas. Un usuario de Twitter desarrolla un brillante hilo (mucho mejor que el de Sezar Blue) en el que teoriza acerca de la posibilidad de que los tuits que iniciaron el #botellagate sean obra del propio Dave Clark, jefe de retail de Amazon, y no de su community manager habitual. Es entonces cuando, en una estrategia que lleva años usándose por parte de la compañía, empiezan a salir un montón de cuentas de trabajadores de Amazon que alguno que otro diría que son bots *guiño guiño*. Al parecer, la personalidad de los trabajadores de Amazon es ser personas humanas, escuchar Imagine Dragons y tuitear en contra de sindicatos.
En cierto punto, a estas personas totalmente reales empieza a írseles la olla un poco, al principio tuiteando sobre el hecho de que hay una epidemia de infecciones urinarias teniendo en cuenta cuántas veces va la gente a mear en el trabajo y luego ya equivocándose bajo qué cuenta y con qué nombre estaban tuiteando. Y todo esto en dos semanas: amigos, el nuevo internet nunca duerme. ∎