El invierno crypto ha barrido la orden del día mientras hacemos scroll de un año al siguiente. Los Dogecoins y Bored Apes han quedado en sueño febril en el mejor de los casos y, en otro documental de Netflix fyrefestiano que se estrenará en unos años, en el peor de ellos. Pasen y lean nuestra selección de los 10 mejores momentos en el ámbito viral de 2022.
La cultura digital de 2022 se ha centrado en crear una realidad aumentada de la cultura popular. Internet es ahora una máquina de crear contenido a la que se puede alimentar con todo: desde juicios mediáticos que recortar y volver a hilar en narrativas que consigan likes o que respondan a una línea editorial, como el de Johnny Depp y Amber Heard, hasta dramas secundarios de famosos que han sido propulsados a la viralidad por su doble hilo humorístico, como Ezra Miller aterrorizando Hawái. Nos ha hecho interesarnos hasta por conspiraciones sobre trampas en el ajedrez. Las tramas que ya estaban destinadas a ser recordadas en el futuro han alcanzado una nueva dimensión: cabe recordar la narrativa monográfica en que se convirtieron las redes sociales tras el bofetón de Will Smith a Chris Rock.
El algoritmo, por su parte, continúa indómito. Las discográficas siguen intentando controlarlo y, aunque a algunas “Motomami” les funcione o de cientos de trucos escondidos en un disco alguno haga su efecto, la red sigue estando repleta de fenómenos inexplicables, como “Cbat” de Hudson Mohawke y “Mi bebito fiu fiu” dominando TikTok por encima de canciones diseñadas meticulosamente para el éxito. El mismo algoritmo y una población cada vez más terminalmente online han hecho también que muchos memes que nacieron hace años salten a primera línea de las redes sociales, como el uso de la desinformación como meme, las backrooms y preguntarse si tu pareja te querría aunque fueras una lombriz.
Quien tiene el algoritmo tiene el poder, y en eso nadie gana a TikTok. Los intentos de cambiar la forma del oligopolio de las redes sociales vienen de mano de gente que, hace un año, nos parecería broma, como Elon Musk comprando Twitter y amenazando con que la luz al final del túnel solo sea otro túnel más largo con carteles publicitarios iluminados.
En medio del barullo y la capitalización de cada segundo de nuestra atención, un trend da esperanza. En 2022, BeReal se ha convertido en el caballo negro de las plataformas: nadie se esperaba que una plataforma tan simple, tan poco explotable por las marcas, llegase a ser un movimiento entero. Tanto, que Instagram y TikTok han hecho sus copias. Mirándolo desde una buena perspectiva, BeReal se alinea con el Wordle de principios de año: todo el mundo unido por un mismo instante (BeReal) y todo el mundo unido por una misma palabra (Wordle). En abril, el subreddit r/place se convertía en un mapa de píxeles abierto al mundo que solo permitía avanzar mediante la organización grupal y la colaboración. En un internet fragmentado en el que el contenido solo se crea para el clout propio, más de seis millones de personas cambiaban un píxel de color a favor por algo más grande. Viendo este grito por la conexión y por buscar el encanto de internet haciendo frente a la atomización, los optimistas crónicos podríamos decir que en 2023 “se vienen cositas”. ∎
Un perro salchicha blanco con ojos juiciosos con una serie de frases ligeramente homófobas –de esas que oirías siendo un hijo gay en la cena de Navidad en el seno de una familia conservadora– se popularizó entre la comunidad LBGTIQ+. Las colecciones de ellas aún se pueden encontrar en TikTok, muchas redimiendo al perro que, poco a poco, sale del armario. El más conocido, “I know what you are”, se sigue usando fuera de contexto, asumiendo que el meme ya ha calado en la cultura popular.
El engranaje de TikTok evoluciona año tras año. Hace solo tres temporadas la plataforma se asociaba automáticamente a bailecitos, pero con la adopción masiva de la app durante los últimos años, el contenido se ha expandido y evolucionado. Canciones como “Cbat”, de Hudson Mohawke, o “Mi Bebito Fiu Fiu” se escapan de toda regla ya conocida para hacerse virales. Y sin embargo ahí están, marcando el 2022, no como la canción de moda que poner a una colección de clips sobre tu verano en Formentera, sino como un meme que se mantiene en pie por sí mismo.
A finales de mayo un post de Reddit desencadenaba el #Swedengate y la mayor crisis de comunicación y relaciones públicas de Suecia en años. El globo entero descubrió que esos vecinos que siempre saludaban desde el extremo civilizado de Europa no daban de comer a los invitados cuando estos cenaban en su casa. El secreto mejor guardado de un país entero se revelaba en efecto dominó, expandiéndose a otras redes a través de memes y haciendo que todo sueco que trabajase cara al público internacional tuviese que intervenir dando explicaciones.
Rosalía siempre entendió el assignment. La campaña de promoción de su álbum “Motomami” ha sido una máquina de memes constantes: el clip de audio clickbait de “Hentai” en TikTok, la cadena de tweets de “Una motomami…”, hasta la famosa cara de desaprobación en sus conciertos. Ella (o su equipo) entienden que la clave de la mejor campaña de marketing viral del año está en dar a los fans materia prima con la que trabajar. Ya harán ellos sus propios memes.
La Inteligencia Artificial daba este año un paso gigante haciéndose accesible para crear imágenes a todo el público con Dall-E Mini. El primer instinto de internet como colectivo, cómo no, fue usarlo para hacer memes. En cuadros de nueve por nueve imágenes que se compartían en redes sociales, la viralidad premiaba la combinación de palabras más loca: desde “9/11 gender reveal party” a “michel foucault’s trip to disneyland”.
Haciendo competencia a medios sensacionalistas a los que no les importa tergiversar noticias para lograr el clic fácil, los integrantes de la generación Z han convertido el hecho de inventarse información en un género de memes en sí mismo.
No ha sido un año fácil para el Reino Unido y por esa misma razón elegir solo uno de sus subgéneros de memes basados en acontecimientos históricos acontecidos durante este 2022 –entre ellos, la muerte de la Reina Isabel, pero también la lechuga que ganó a Liz Truss– sería imposible. El país entero es el momento.
El multimillonario Elon Musk se ha pasado medio año haciendo ojitos a Twitter antes de comprarlo y, una vez realizada la adquisición, ha amenazado a sus usuarios con convertir un espacio que odian, pero del que no pueden escapar, en algo aún peor. Como con cualquier meteorito a punto de colisionar con la Tierra, internet ha respondido de la única manera que sabe: con memes.
Propulsándose hacia la relevancia, cada palabra que ha salido de la boca de Julia Fox durante estos últimos doce meses estaba medida para ser meme: Uncah Jams, su goblin mode, debate sobre ser una musa y su “I actually did it myself”. Estamos ante una diva cien por cien virtual, que controla el medio, las redes y la viralidad como nadie antes lo ha hecho.
El 1 de abril el subreddit r/place se transformó en un marco blanco en el que cada usuario que pasaba por ahí tenía la posibilidad de cambiar de color un píxel cada cinco minutos. Esta velocidad y la cantidad de gente participando a la vez –el recuento final lo sitúa en más de seis millones– hacía que la única forma de crear dibujos en él fuese colaborando, guiados por canales de discord, streamers y demás comunidades online. Si no se estudia en aulas de historia del futuro, por lo menos saldrán videoensayos de YouTube de hora y media y millones de visualizaciones sobre lo que pasó aquí. ∎