Todo sigue a un ánimo incansable por generar encuentros en torno a ella, por captar la energía de los lugares comunes. La intención de Vibra Mahou siempre ha sido tender puentes sonoros entre las personas, mezclar ritmos y tempos diferentes. Romper la cuarta pared entre el escenario y el público, como consiguen en su serie
Cómplices: sesiones en las que dos artistas explotan sus afinidades trascendiendo la vieja idea de
headliner y telonero en experiencias complementarias. Hacer vela ante la llama de la música en vivo.
Su campaña
#VuelveaVibrar, de hecho, había que leerla más como una afirmación que como una invitación: todo volvía a sacudirse porque realmente nunca dejó de hacerlo. Una mínima presión siempre se traduce en la propagación de una onda.
Aplicando cada vez más y más fuerza sobre ese medio continuo que es la música cuando se enchufa y sucede ante la gente, Vibra Mahou ha sido un actor fundamental en el momento siempre efervescente de la ciudad de Madrid, cuna y casa de la icónica Mahou Cinco Estrellas. Pero, como la cerveza, ha ido expandiendo su influencia por toda España hasta asentarse con solidez en la Comunidad Valenciana, en Galicia, en Asturias y en Castilla y León, donde la avala una amplísima oferta de conciertos y ciclos propios –el
Moon Project de Salamanca o los distintos
Vibra Mahou Fest, por ejemplo–, así como el apoyo a multitud de festivales.
Nacho Ruiz, compositor y director del sello independiente Mont Ventoux y de Producciones Brillante, reconoce el valor de esta estimulación periférica:
“Sin la vinculación de Vibra Mahou no se podrían hacer muchos de los conciertos que se hacen en salas de toda España”. Y seguramente sin un tercio de Mahou en las manos tampoco se podrían disfrutar igual.