Ilustración: Cristóbal Fortúnez
Ilustración: Cristóbal Fortúnez

Vibra Mahou

El sonido que hacemos cuando nos encontramos

Música y Mahou no solo comparten iniciales, como Miércoles y Morticia: comparten resonancias, brindis, sacudidas, encuentros. Comparten experiencias, que cristalizan a través de la propuesta Vibra Mahou. Un conjuro que hace retumbar géneros en distintas periferias, talento joven, salas y tejido musical de las ciudades de España.

En este número especial en el que repasamos lo mejor del año seguramente encontremos un consenso más allá de los acordes: hemos vuelto. No solo nos referimos a Rockdelux, que vuelve a oler por un momento a papel y se toca con las manos, sino a ese arrullo extraño que se produce con el roce de la música en directo al encontrarse con el público. En este año de retornos que termina hemos recuperado un poco de esa inocencia primeriza y volvemos a vibrar apretados en los conciertos, celebrando, como cantaban Chucho, “que lo mejor de nuestra vida aún está por ocurrir”.

Hoy, por suerte, nos vemos de nuevo ante una avalancha de conciertos, los festivales han regresado más fuertes que nunca y tenemos más claro lo mucho que importan los que nos rodean. Sabemos que lo esencial se mira en los ojos de los otros, y que es necesario que protejamos los espacios de encuentro. Por eso está ahí Vibra Mahou, resonando en distintas frecuencias, modulando su intensidad y su amplitud de onda para contribuir a la euforia contenida de este nuevo estado de efervescencia y ebullición.

En aquel 2019 que se nos hace tan lejano ya que parece otra vida, la cervecera creó este paraguas como una forma de aglutinar su enorme cantidad de activaciones en el entorno musical, especialmente el que sucede en vivo, y de construir una identidad propia sólida que fuera capaz de dirigirse y dar alas tanto a público como a talento joven, un nutriente básico para la vida sonora de las ciudades y signo de su constante evolución. Entrando en 2023 ya se ha consolidado como una de las iniciativas que más universalmente apoya el desarrollo de la música en directo, dejando atrás, solo este año, más de 1500 conciertos en cuarenta y cinco ciudades de toda España.

Natalia Lacunza presentando su último disco, “Tiene que ser pa’ mí”.
Natalia Lacunza presentando su último disco, “Tiene que ser pa’ mí”.

El ritmo del encuentro

Todo sigue a un ánimo incansable por generar encuentros en torno a ella, por captar la energía de los lugares comunes. La intención de Vibra Mahou siempre ha sido tender puentes sonoros entre las personas, mezclar ritmos y tempos diferentes. Romper la cuarta pared entre el escenario y el público, como consiguen en su serie Cómplices: sesiones en las que dos artistas explotan sus afinidades trascendiendo la vieja idea de headliner y telonero en experiencias complementarias. Hacer vela ante la llama de la música en vivo.

Su campaña #VuelveaVibrar, de hecho, había que leerla más como una afirmación que como una invitación: todo volvía a sacudirse porque realmente nunca dejó de hacerlo. Una mínima presión siempre se traduce en la propagación de una onda.

Aplicando cada vez más y más fuerza sobre ese medio continuo que es la música cuando se enchufa y sucede ante la gente, Vibra Mahou ha sido un actor fundamental en el momento siempre efervescente de la ciudad de Madrid, cuna y casa de la icónica Mahou Cinco Estrellas. Pero, como la cerveza, ha ido expandiendo su influencia por toda España hasta asentarse con solidez en la Comunidad Valenciana, en Galicia, en Asturias y en Castilla y León, donde la avala una amplísima oferta de conciertos y ciclos propios –el Moon Project de Salamanca o los distintos Vibra Mahou Fest, por ejemplo–, así como el apoyo a multitud de festivales. Nacho Ruiz, compositor y director del sello independiente Mont Ventoux y de Producciones Brillante, reconoce el valor de esta estimulación periférica: “Sin la vinculación de Vibra Mahou no se podrían hacer muchos de los conciertos que se hacen en salas de toda España”. Y seguramente sin un tercio de Mahou en las manos tampoco se podrían disfrutar igual.

Carolina Durante: crowdsurfing sobre algo más que “Cuatro chavales”.
Carolina Durante: crowdsurfing sobre algo más que “Cuatro chavales”.

La onda se propaga porque vibran las salas

Eran las salas las que parecían quedarse atrás en un entorno dominado por macroeventos y con la engañosa idea, cada vez más extendida, de que se pueden esquivar los primeros peldaños, y ahí ha estado Vibra Mahou. Es en las salas donde se dan las magias primordiales y los elementos se advierten con mayor pureza: sin ellas no tendríamos cabezas de cartel, perderíamos el ensueño ferviente de las primeras veces, correríamos el riesgo de quedarnos sin intimidad. “Las salas solo sobrevivirán con el esfuerzo de todos, y en esta tesitura el papel de programas como Vibra Mahou es fundamental”, sentencia Ruiz.

Sumado a toda su oferta periférica, la plataforma diversificó su apoyo por todo el mapa de la capital hasta participar en aproximadamente un 80% de ellas, y siempre se mantuvo firme en su compromiso para sacar adelante, contra todo pronóstico, una gran edición del consolidado ciclo Sound Isidro, que en 2022 ha recuperado su fuerza con setenta y siete bolos en veintiuna salas madrileñas.

Son solo ejemplos que sintetizan su compromiso transversal con el tejido musical de las ciudades que habita, participando incluso en la rehabilitación de espacios como el Área 12 del Puerto de Alicante o en iniciativas de promoción como Producciones Brillante, que ya ha puesto en marcha un Madrid Brillante que en diciembre enfrenta su segunda edición –Relevo Brillante, con propuestas de futuro como Marta Movidas o Paco Moreno– o el irreductible Festival Brillante de Chapinería. “Sin la ayuda de Vibra Mahou no hubiera podido hacerse –nos cuenta su director–. Por supuesto económicamente, pero sobre todo por creer en nosotros en un momento como ese y por seguir acompañándonos: nosotros les proponemos ideas, unas más locas, otras menos, y siempre nos apoyan. Hemos podido construir juntos esas experiencias que creo que son diferenciales”.

Cupido y Lola Índigo al rojo Vibra.
Cupido y Lola Índigo al rojo Vibra.

Un corazón propulsor hecho de nuevo talento

Nada de esto sería posible sin los artistas. El apoyo hacia ellos es vital para sembrar un vergel en el que los frutos siempre signifiquen nuevos brotes, igual que lo es la diversidad: urbano, pop, rock, punk, electrónica, flamenco o canción de autor son vehículos de una lengua universal, sonidos provocados por el mismo retumbar. La cara musical de la cervecera madrileña conforma una oferta tan heterogénea, fresca y sorprendente como su gama de especialidades, con énfasis en propuestas urbanas como Carrete –con La Zowi o Elio Toffana– y una comprometida y genuina apuesta por las propuestas más jóvenes y novedosas.

A todos los ciclos destinados a propulsar ese talento en bruto hay que añadir iniciativas como Mad Cool Talent, un draft de artistas independientes que abre la posibilidad de actuar en el festival madrileño y que para 2023 se amplía con Mad Cool DJ Talent. O ese interés en hacer realidad las presentaciones de los nuevos discos de Natalia Lacunza, Cupido o Carolina Durante. Manuel Romero, su A&R y product manager en Sonido Muchacho, apunta al respecto: “Nos apoyaron no solo en cuestiones logísticas, también completando el lanzamiento y dándole continuidad y amplificación. Sin su participación estas acciones no se hubieran podido hacer o se hubieran hecho a pequeña escala y sin gran impacto”.

Los madrileños ya han protagonizado una Gira Vibra Mahou en 2022, como lo han hecho Zahara o unos Arde Bogotá en pleno boom de popularidad y como lo hará Dani Fernández en 2023. Lo bonito es que cualquiera entre el resto podrá hacerlo en el futuro: los jóvenes de hoy serán los headliners del mañana.

Arde Bogotá, arde Madrid, arde La Riviera.
Arde Bogotá, arde Madrid, arde La Riviera.
Al final Vibra Mahou se convierte en un elemento más de las junglas urbanas que podemos reconocer fácilmente si nos movemos en la misma frecuencia musical que la ciudad que nos acoge. Las dinamiza y participa de su desarrollo cultural, más allá de edades, algoritmos y géneros. Diametral y transversalmente. Salas, clubes, teatros. Bolos con la proximidad a flor de piel o más oscuros y lynchianos, citas de euforia generacional, celebraciones hedonistas de gustos compartidos, momentos para el descubrimiento o para deleitar sentidos, cuerpo y mente. Está ahí, como los amigos con los que quedas para hacer la previa de un concierto, como esa birra de después con desconocidos que pueden o no, desde ese momento que es un poco como el silencio que hace la lata antes de estallar en burbujeo, pasar a formar parte de tu vida.

Brinda y sé ese armónico, ese agudo tintineo de los botellines al besarse tímidamente que hace que cualquier canción, en directo y con todas tus gyales, suene mejor. ∎

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