Mad Cool, nuevo recinto y nueva localización. Foto: Andrés Iglesias
Mad Cool, nuevo recinto y nueva localización. Foto: Andrés Iglesias

Coca-Cola

Una Coca-Cola para unir todos los Mad Cool

El festival madrileño cerró su sexta edición con más de 200.000 asistentes a lo largo de sus tres jornadas, después de haber logrado armar un poliédrico y multicolor collage de estilos y formas de entender y de vivir la música que, sí, puede estar vertebrado por el rock y las guitarras, pero esconde mucho más. Todos los Mad Cool posibles, todas sus formas de expresión, tienen algo en común: que pueden compartir una Coca-Cola.

Como Sam Smith en el sonado concierto del primer día del festival, la sexta edición de Mad Cool se (des)vistió de gala para dar la bienvenida al nuevo recinto. Nueva localización y horarios para un abrillantado chispeante que, sin embargo, seguía siendo reconocible y familiar. La noria estaba ahí, igual que el césped, dándonos la bienvenida. Y un oasis de música en directo con alto nivel de eclecticismo iba a encargarse de hacer más llevadero el proceso en que creábamos el hábito. Tres días después, más de 207.000 personas y un plan de movilidad excepcional confirman el éxito de una edición que puede marcar un antes y un después en la historia del evento musical más grande de la capital desde Rock In Rio.

Este ha sido un Mad Cool de contrastes en el que se ha confirmado, una vez más, su evidente inclinación rockera y la fijación por los clásicos noventeros, pero en el que también se ha recuperado el equilibrio generacional, una enriquecedora apertura estilística, una paridad más ajustada a las necesidades –y a la realidad– de la sociedad actual y un espacio para propuestas que ponen la libertad sexual o la reivindicación política en primer plano. Como Coca-Cola, Mad Cool nos ha invitado durante toda su celebración a festejar quiénes somos, cómo somos, a sacar a relucir nuestra verdadera magia y a conectar con gente como nosotros, sí, pero también con gente totalmente diferente. Porque no se trata de Lil Nas X o de Queens Of The Stone Age. Se trata de estar presentes y compartir un mismo espacio, un mismo trago, un mismo sentimiento: al final siempre terminamos brindando con Coca-Cola, una bebida de todos y para todos.

Este espíritu también se comparte con el Bilbao BBK Live, claro, porque esto trasciende la competencia. La marca de Atlanta ha estado presente en los dos festivales de forma activa a través de su plataforma Coke Studio. En Madrid con varias zonas de repostaje estratégicamente situadas entre los escenarios principales y secundarios que nos dieron la vida y un espacio en el que los asistentes podían conseguir su propia canción a través de un mural realizado por la artista gráfica Blanca “Be” Fernández.

El público ha sido testigo y partícipe del triunfo en Kobetamendi de los Arctic Monkeys, de la ceremonia comunional de Florence + The Machine, de la apisonadora de IDLES, del brillo atemporal de Phoenix, de la provocación telúrica de Fever Ray, de una siempre irreverente Róisín Murphy o de una especial jornada completa en Lasai comisionada por Gazzi con vistas privilegiadas a Bilbao. También puede atestiguar que este Mad Cool para el recuerdo puede resumirse en la actuación de Sam Smith, uno de los embajadores de la propuesta #RealMagic con la que el refresco pretende, un año más, tender puentes entre todas las identidades posibles. Hubo muchos Mad Cool pero todos sin excepción –y sin ningún límite– tuvieron en común una cosa: compartieron una Coca-Cola.

Activación de Coca-Cola en el BBK. Foto: Nabscab
Activación de Coca-Cola en el BBK. Foto: Nabscab

Con el skate en nuestros corazones

La jornada del jueves en Mad Cool podía hacer fácil las delicias de cualquier fan del punk-pop californiano. A las siete de la tarde asaltaban el escenario The Offspring, que están retirándose en un estado de forma envidiable y dejando un recuerdo a la altura de su leyenda, refrendada en directo por canciones brutales como “The Kids Aren’t Alright”, “You're Gonna Go Far, Kid” y “Self Esteem”. Pero es que después se subía al escenario principal Machine Gun Kelly, que es de Texas pero vive prácticamente adoptado por Travis Barker, el batería de Blink-182, cerrando una especie de círculo no solo geográfico y estilístico, también generacional, pues Kelly ha sabido combinar el género con el Auto-Tune y sus influencias raperas. Con banda de rock completa, dejó una versión de “Danza kuduro” (Don Omar), una de las curiosidades del festival. Los amantes del hardcore californiano también pudieron disfrutar el viernes de Touché Amoré.

Una fiesta de la libertad y de la diversidad

Porque, sí, en un festival especializado en ese mundo de hombres que es el rock, el mejor concierto de rock lo puede dar una mujer, como fue el caso de King Princess en su primera visita a nuestro país. La de Brooklyn abrió el Mad Cool con una comunión guitarrera en la que sobraron actitud, presencia, vozarrón, intensidad, ruido, calma y una conexión constante y cercana con el público. Pero no solo eso. Mad Cool 2023 también fue el lugar en que Lizzo puso su despampanante coro de góspel-disco al servicio del amor propio y ajeno, y en el que Sam Smith desnudó sus debilidades para convertirlas en fortalezas a través de un espectáculo preciosista y provocador que recuerda a esa estirpe de soul-pop británico formada por Elton John y George Michael. Los dos comparten varias cosas fundamentales: tienen cuerpos no normativos y los exponen con sensualidad, su mensaje invita a admirar la propia belleza más allá de complejos y convencionalismos y están convencidos de que el hedonismo no solo es político, también es una forma de reivindicación.

Ese empoderamiento a través del amor hacia uno mismo pasa también por la libertad sexual, como demostraron Years & Years durante la jornada del sábado, pocas horas antes de que Ava Max completase la cuota más puramente pop tras la cancelación de otros iconos como Rina Sawayama y Janelle Monáe. Pero uno reinó por encima de todos: Lil Nas X, que cerró la jornada del jueves con un show-coreografía en el que todo es gay service, calor y temazos en las fronteras del pop y el rap, de una inicial “MONTERO (Call Me By Your Name)” al final apoteósico de “INDUSTRY BABY” –Dios tenga en su gloria a Kanye West– pasando por alguna “american first rap country song” como “Old Town Road”, con caballo incluido.

Atardecer del jueves en Mad Cool. Foto: Andrés Iglesias
Atardecer del jueves en Mad Cool. Foto: Andrés Iglesias

Propuestas en los márgenes

Hay artistas que prefieren expresarse desde lugares más extremos y también encontraron, cada uno a su manera, su lugar en el Mad Cool. Desde unas Nova Twins que tumbaron la carpa durante el primer día con su grime que no es grime y con su rock que no es rock –en una línea aplastante y de nitroglicerina en la que también se puede hallar a Rage Against The Machine o a Fever 333– a los mongoles The Hu, difónicos cantos rituales de guerra por la gloria hunnu entre la tradición, el metal industrial y el death metal. Puscifer, liderados por James Maynard Keenan –Tool, A Perfect Circle– y Carina Round, aportaron el viernes el punto experimental y arty con una propuesta que en directo combina la electrónica y el rock industrial con la tradición americana del rock alternativo y que descansa mucho en la performance –simulan ser una agencia secreta gubernamental para el desenmascaramiento de aliens– y en la ironía. Y Sigur Rós, el jueves, volvieron a sumergirnos en su canción de hielo y fuego, en su arrullo tempestuoso y en su liturgia telúrica y naturalista: la furia y la quietud, el yin y el yang, el cuerpo y el espíritu. Uno podría quedarse a vivir para siempre, como el genio encerrado en la lámpara, en la gélida inmensidad de “Ný batterí”.

El maximalismo adopta forma de rave en el espectáculo de M.I.A., agitadora nata que regresaba a Mad Cool tras su espectacular concierto en la edición de 2017. Se vistió de billetes y se entregó al público, invocó las crisis de refugiados y abogó por la paz mundial mientras el DJ disparaba hits propios y ajenos –“Bad Girls”, “Borders”, “Beep”, “Paper Planes”, el “Rumble” de Skrillex y compañía– y los bailarines la partían en el foso. Todos los gustos y todos los moods pudieron converger en una Coca-Cola durante la celebración de Mad Cool.

Habrá que imaginarse la noche

Que el festival cerrara a las dos de la madrugada no impidió que pudiéramos disfrutar, aunque fuera por momentos, de grandes sesiones como las que ofrecieron en The Loop Purple Disco Machine, una máquina –valga la redundancia– de disco pop y house progresivo. O Romy homenajeando el dance de los noventa y los dos mil, pinchando a Rosalía y dando pistas de lo que será su primer trabajo en solitario más allá de The xx. Su compañero en el trío, Jamie xx, cerró el Mad Cool con una sesión finísima en la que luz y oscuridad encontraron el equilibrio sobre un tablero de dubstep, breakstep, 2step, future garage, amapiano, house, soul, pop, disco, Rosalía, glitch, melodic techno, drum’n’ bass, IDM, dance y hasta gqom. Y, mientras tanto, The Prodigy daban una cera más nostálgica en el segundo escenario, que ardió con “Breathe”, “Firestarter” y “Smack My Bitch Up”. El canon inglés, reinterpretado por distintas generaciones.

Los australianos Rüfüs Du Sol, por su parte, pusieron el broche a la jornada del viernes con su revisión contemporánea del synthpop en brazos del techno melódico, uniendo –como unos modernos Cut Copy– a Röyksopp con Moderat y la euforia con la introspección.

Coca-Cola refuerza su compromiso con la música en directo a través de su plataforma Coke Studio. Foto: Andrés Iglesias
Coca-Cola refuerza su compromiso con la música en directo a través de su plataforma Coke Studio. Foto: Andrés Iglesias

Rock en el camino de la americana

Salvo por Kurt Vile & The Violators, que desplegaron su crudo oficio rockero en la jornada del sábado, el viernes fue sin duda el día de los amantes de la música con denominación de origen estadounidense, empezando por una triple apertura que ofrecía distintas formas de entender la música de guitarras. En el escenario principal, Spoon daban clase de matemáticas con su rock anguloso y oblicuo pese a un balance demasiado inclinado hacia las canciones de su último disco; desde el tercer escenario se estrenaban The Driver Era, flamantes ídolos de las nuevas generaciones recuperando la chispa del indie rock con ambición pop, y bajo la carpa desplegaba Kevin Morby las canciones de “This Is A Photograph” (2023) con una banda espectacular que refuerza el carácter folk-rock de este nuevo formato.

Después, Angel Olsen hipnotizó al público con un concierto reposado que culminó por petición popular en la apoteosis de “Sister”, su mejor canción. Y The Black Keys, finalmente, cerraron la jornada desde el escenario Madrid Is Life recuperando parte del lustre perdido de sus grandes noches y mejorando su última presentación por aquí, en un lejano 2015. Sucedían sobre las tablas a los Queens Of The Stone Age de Josh Homme, que se mostraron contundentes como siempre durante un concierto en el que los temas de su nuevo álbum se abren paso entre clásicos cabeceros como una inicial “No One Knows” que puso todo el recinto patas arriba, la más melódica “Go With The Flow” o la caótica “Song For The Dead”.

En la misma jornada y mirándose frente a frente, los islandeses Kaleo –en el Región de Madrid– y los británicos Mumford & Sons –escenario principal– aportaban su particular visión de la tradición folclórica norteamericana, después de que dEUS, desde Bélgica, pusieran la nota más arty de este corpus indie rockero. El indie rock que alcanzó en Europa su versión más brillante y colorida también tuvo una buena representación británica con las actuaciones de Bombay Bicycle Club –un breve y accidentado recuerdo de sus virtudes–; de los consolidadísimos –y divertidísimos, y maravillosísimos– Franz Ferdinand, quizá la banda británica que mejor ha envejecido de su generación, y de The 1975, la nueva bandera generacional del rock con ambición de estadios. Curioso lo mucho que tienen que ver con ellos los surcoreanos The Rose, que abrieron por su parte la jornada del sábado desde el mismo stage.

Producto de proximidad

Y no nos olvidamos de la parte que nos toca, con Cupido dando uno de los mejores conciertos del festival el sábado desde el escenario 3 –kiss cam incluida– o Ralphie Choo el viernes confirmándose como nuestra promesa número uno en una de las carpas pequeñas vía vanguardismo pop. Un poco antes, también pudimos disfrutar un rato de la mezcla de R&B, pop urbano y flow canario de Choclock en otra de las carpas, la misma en la que el jueves presentó Ghouljaboy su nuevo “OH NO SYZYGY” (2023).

Jon Batiste, Camilo, J.I.D, Cat Burns y NewJeans interpretan “Be Who You Are (Real Magic)”.

Y clásicos como la Coca-Cola, para todos los públicos.

El Mad Cool no sería lo mismo sin su desacomplejado amor por los clásicos y sin su empeño por hacer colisionar públicos diferentes, especialmente en lo que respecta a la edad. Dos ejemplos. Primero, el del jefe de una amiga, que había acudido el jueves arrastrado por su hija para ver a The Driver Era, pero ya que estaba allí se quedó para recordar sus años universitarios con The Offspring. Después, un tal Gerard que estaba en front row para Robbie Williams: hacia él se dirigió el cantante británico con la excusa de charlar sobre paternidad; tanto la hija del fan como uno de los hijos de la superestrella andaban por ahí, seguramente disfrutando de otras propuestas. Porque, sí, puede haber distintos gustos y se pueden tener diferentes formas de vivir y entender la música, pero siempre habrá una Coca-Cola para ayudar a recortar cualquier distancia.

Williams, por su lado, dio el jueves desde el escenario principal un concierto-monólogo en el que repasa a través de canciones y anécdotas sus veinticinco años de carrera en solitario y parte de los salseos de su etapa con Take That con un carisma difícil de ver y manteniendo el ritmo como un tahúr. Al final, prácticamente todo el Mad Cool cantó, aunque fuera murmurando, el estribillo de “Angels”. Igual que lo hizo con los hits de Oasis que conjuró Liam Gallagher en la tarde del sábado a través de un repertorio excelso que le hace un sándwich a sus temas en solitario con “Morning Glory”, “Rock ’n’ Roll Star”, “Wonderwall” y “Champagne Supernova”, respaldado por una banda bastante solvente. O, cómo no, con el que fue el gran reclamo de aquella jornada y seguramente de todo el festival: los Red Hot Chili Peppers con la formación original tras el retorno del hijo pródigo John Frusciante. Primal Scream, contraprogramando a M.I.A. el sábado desde el escenario 3, explotaron su dominio de esas fórmulas mágicas como la de la Coca-Cola, convirtiendo su concierto en esa razón por la que todos, como uno, podemos reunirnos en torno a algo especial, a algo inolvidable.

El refresco, que un año más refuerza su compromiso con la música en directo a través de su plataforma Coke Studio, estará presente en otros festivales de nuestro país como Sonorama Ribera o Dcode, además de organizar una edición más de su propio Coca-Cola Music Experience con Quevedo, Villano Antillano, Trueno, Saiko o Ava Max en cartel. También seguirá ofreciendo a nivel mundial nuevos volúmenes de su habitual serie musical, un crisol cultural bautizado este año como #RealMagic del que ya se pueden disfrutar, en su canal de YouTube, varias colaboraciones, y cuyo próximo capítulo reúne a Sam Smith y Jessie Reyez con la promesa británica Cat Burns para una preciosa interpretación de “Perfect”. Una canción que también pudimos disfrutar, combinado con Coca-Cola en mano, durante su concierto en Mad Cool, y que define en mucho la experiencia que vivimos a lo largo de tres intensas jornadas en las que celebramos la música junto a las personas que queremos y mostrándonos como queremos ser. Libres y únicos. ∎

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