MF DOOM: un mundo propio.
MF DOOM: un mundo propio.

Fuera de Juego

Adiós a MF DOOM, el último gran mito del hip hop

En la última curva de 2020 aguardaba un último revés: la muerte de MF DOOM (1971-2020), misterioso hasta para irse para siempre a los 49 años. Despedimos a un MC único, una aparición irrepetible en el relato histórico del hip hop, una personalidad fascinante que en realidad era el producto de muchas personalidades empujando en todas direcciones al mismo tiempo.

Nadie podrá decir que 2020 no ha sido 2020 hasta el último minuto: el 31 de diciembre, unas horas antes de atravesar mental y temporalmente lo que separa un año fatídico de otro que promete estar a la altura, el mundo de la música se enfrentó a su último gran trauma. La mujer de MF DOOM (1971-2020), Jasmine, anunciaba en Instagram su muerte “en diferido”.

Hizo la transición el pasado 31 de octubre”, reza el texto, evidenciando el supuesto desfase temporal entre el fallecimiento y la revelación del suceso. El desconcierto se hizo genérico en las últimas horas del 2020 y los sentimientos a flor de piel se notaron desde todos los ángulos del ecosistema hip hop: Questlove, consternado; Flying Lotus, escribiendo unas sentidas líneas que se observaban improvisadas; DJ Premier, incapaz de articular palabras consistentes. Ellos, entre otros muchos, han creado en las últimas horas una cascada de homenajes que remarcaban la indiscutible influencia de DOOM.

Tienen toda la razón: la causa de la muerte no ha sido esclarecida y el lapso de tiempo entre la nota pública y la muerte del MC no ha hecho más que amplificar la confusión, dejando entrada a las interpretaciones alternativas y agudizar el dramatismo del hecho en sí mismo. Para todos los que estamos en esto, 2020 será siempre (y además) el año que nos quitó al “último gran mito del rap”.

“Rhinestone Cowboy”, la última pieza de “Madvillainy”.

DOOM: la tridimensionalidad y el nacimiento de su excéntrico flow

Lo primero que he hecho al levantarme ha sido reproducir el vídeo para “Rhinestone Cowboy”, el legendario corte final de “Madvillainy” (Stones Throw, 2004), su álbum junto a Madlib como Madvillain. En la acción que plantea el clip, un Doom enmascarado parece divagar en una narrativa no lineal; se encuentra en una habitación marrón sin decoración acompañado de una bailarina y hay aplausos de una supuesta audiencia; pasea ya enmascarado y sin rumbo por campos igualmente solitarios, como si de un momento a otro el villano forajido fuera a cometer su próximo crimen; parece encontrar un sentido a su realidad cuando topa con una máscara perdida en el suelo. Origen, consecuencia y experiencia parecen unirse.

Es la misma persona desde un punto de vista tridimensional, digamos. En un momento de la canción, tras el segundo acto y los aplausos del público, DOOM escupe: “Goony goo goo, loony cuckoo  / Like Gary Gnu off New Zoo Revue, but who knew / The mask had a loose screw? Hell, could hardly tell / Had to tighten it up like The Drells and Archie Bell”. Este párrafo es mi momento preferido de toda la libreta de rimas de DOOM, porque recuerdo que fue al escuchar esta secuencia cuando caí en la cuenta de que realmente estaba ante un rompecabezas, una especie de cubo de Rubik.

DOOM perfeccionó un estilismo y ética de la rima nunca antes concebida en el rap normal y ortodoxo: su flow proponía jeroglífico tras jeroglífico haciendo honor al misterio de su propia existencia e identidad. Creando un léxico a imagen y semejanza del mensaje que mandaba al mundo: referencias escondidas y fragmentadas, metáforas, palabras que parecen recortadas, desincronizadas, su abuso premeditado de las rimas internas (dentro de la frase), su promedio altísimo de sílabas por palabra (que indicaba la complejidad de su vocabulario y contenido) y sus famosas pausas sin previo aviso.

En la misma canción, en el primer verso: “Hold the cold one like he hold a old gun / Like he hold the microphone and stole the show for fun”. Existen múltiples rimas internas y todas las palabras de las frases parecen rimar entre sí y coincidir con el ritmo.

Lo que podría ser un galimatías para cualquier otro MC, en DOOM se convierte en algo endémico y totalmente coherente: su contenido está codificado y obliga a ser descifrado por el oyente, al igual que el propio misterio que lo rodea. No existen hooks, no existen estribillos y tampoco se desperdicia ni una sola sílaba: DOOM sacrifica la “coherencia” de la historia contada en el rap (no se compromete a la narrativa lineal de la que hablaba antes) por una especie de composición de viñetas complejas que esconden diferentes dimensiones o capas de significado.

Dentro del cómic: “Operation: Doomsday”, el debut de DOOM (1999).
Dentro del cómic: “Operation: Doomsday”, el debut de DOOM (1999).

Escapando de la realidad

Recuerdo entonces que, en una entrevista con ‘The Wire’ en 2005, el propio DOOM admitió que tanto su forma de escribir y concebir su flow, así como la definición de su personaje, había sido inspirado directamente por los cómics: “La forma en que se escriben los cómics te muestra la dualidad de las cosas, cómo el malo no es realmente un malo si lo miras desde su perspectiva. A través de ese estilo de escritura, pensé que si traspasaba eso al hip hop, era algo que los niggas aún no habían hecho”.

Este insight es muy importante cuando queremos intentar comprender la revolución que supuso DOOM: mientras el hip hop del momento se encontraba enclaustrado en una tramposa reivindicación del “mantenerlo real” y el verso-coro-verso clásico, el fantasma de DOOM apareció presentándose como un supervillano de cómic poco vendido tirando el compromiso con la “autenticidad” al retrete.

Tanto en “Operation: Doomsday” (Fondle ‘Em, 1999) como en “Madvillainy”, las viñetas y personajes se entrelazan sin coherencia en una narrativa dispersa y desconcertante, llena de recortes y fantasía tridimensional. Mientras, los herederos de Marley Marl, Pete Rock y DJ Premier, en el que supuestamente es el hip hop de la época, siguen explicando sus experiencias en la calle, hablando demasiado de ellos mismos y dando una importancia excesiva a la “realidad”.

De hecho, ahora que caigo, existe un texto del propio MF DOOM que, según mi crítico preferido de rap, Jeff Weiss, estaba colgado en una pared de Poobah Records en California. Son sus “10 ways to spot a wack emcee”, las diez claves escritas por el propio MC para definir al típico rapero del momento: vulgar, ensimismado, poco dado al perfeccionismo... Es lo único que existe con valor testimonial, como una suerte de manifiesto, de los ideales de DOOM como MC. Todo aquello que él nunca haría.

Daniel Dumile antes de la máscara.
Daniel Dumile antes de la máscara.

Hacia dimensiones paralelas: el origen del villano

La tendencia hacia las realidad es alternativas en la música afroamericana comienza, objetivamente, cuando Sun Ra decide renunciar a la influencia e importancia del catolicismo en su discurso musical. Reniega, como un pagano, de la religión, aunque no de la espiritualidad. No existe ninguna deidad por encima de él, y el peso recae en el espacio exterior.

Después, más adelante, existen episodios como el de Blowfly (el alter ego perverso y vicioso de Clarence Reid); está la figura de Melvin Van Peebles, padre de la blaxploitation o cine de serie B afroamericano, quien introduce la cinematografía en su discurso musical; y tenemos a Prince intentando controlar su compulsión creativa e inventándose proyectos, pseudónimos y personalidades para dar salida a todo lo que componía.

DOOM no era exactamente un alter ego de Daniel Dumile. Más bien, DOOM era en lo que se había convertido Daniel Dumile. Hay que remontarnos a finales de los 80 para dar con la historia que esconde al enmascarado. De origen británico, el joven Dumile transitaba rapeando y pintando grafitis en Long Beach (Nueva York) con su hermano pequeño Dingilizwe. Ya en los 90, ambos habían cambiado sus denominaciones a Zev Love X y DJ Subroc, haciéndose llamar K.M.D. (Kausing Much Damage).

Dumile junto a su hermano pequeño (Subroc) y Onyx, tercer componente de K.M.D. Foto: Arthur Cohen.
Dumile junto a su hermano pequeño (Subroc) y Onyx, tercer componente de K.M.D. Foto: Arthur Cohen.

En 1990 firmaron un contrato con Dante Ross, el A&R de Elektra Records, planteando en poco tiempo su primer single (“Peachfuzz”) y su álbum debut, “Mr. Hood” (1991). Todo se truncó en abril de 1993 cuando su hermano fue atropellado cruzando a pie la autopista de Long Island. Aquella tragedia inesperada hizo hundirse al joven Dumile en una profunda depresión que transformó al MC en alguien más serio y enfadado. A la pérdida se sumaron los problemas con la discográfica motivados por la portada filtrada de su segundo álbum, “Black Bastards”, claramente conflictiva (el sello ya había sufrido polémica con “Cop Killer” de Body Count).

Dumile pasó un año intentando acabar casi en solitario ese segundo álbum como homenaje a su hermano (se cuenta que en su velatorio el joven reprodujo el LP inacabado con un boombox), y la rescisión de contrato con Elektra agravó el trauma al no poder finalmente editar el trabajo de forma póstuma.

Tras aquello, Dumile desapareció de cualquier radar hasta 1997, cuando reapareció ya convertido en una versión embrionaria de MF DOOM. El sello Fondle ‘Em Records, dirigido por su amigo Robert “Bobbito” Garcia, lanzó sus dos primeros singles. Como dijo en la citada entrevista para ‘The Wire’, su personaje era una “mezcla de todos los villanos juntos”, algo así como una personalidad mutable que recordaba al Doctor Doom de Marvel. En la misma entrevista revelaba que en su juventud ya todos lo llamaban “doom” como un diminutivo de su apellido.

El disco que salvó el hip hop independiente

“Madvillainy” llegó cuando Stones Throw más lo necesitaba, en un momento en el que, tras varios fracasos editoriales, el sello se encontraba sin dinero para una oficina (teniendo que mudarse a un refugio antiaéreo de la era Eisenhower, al que bautizaron “Bomb Shelter”, que estaba ubicado en Mount Washington y que Egon, Jeff Jank y PBW usaban como casa, estudio y centro de operaciones) y con la única baza de un Madlib cada vez más descentrado.

Portada de “Madvillainy”: la unión de DOOM y Madlib en 2004.
Portada de “Madvillainy”: la unión de DOOM y Madlib en 2004.

“Madvillainy” fue concebido por dos figuras escurridizas: a Madlib, de hecho, su propio entorno cercano lo llamaba “The Unseen”. Dos personalidades que por naturaleza se alejaban de cualquier órbita que estuviera muy transitada, teniendo la tendencia común de encerrarse en ellos mismos. El productor californiano ya había experimentado otro síntoma que lo acercaba a DOOM: su propensión a los trastornos de personalidad. Quasimoto, inspirado en la obra del ya mencionado Melvin Van Peebles, era el mejor ejemplo.

Hablamos de un trabajo que sale de la cabeza de dos mitómanos: cuentan las historias que, en el atomizado proceso de creación de la primera versión del álbum, Madlib y DOOM se intercambiaron libros y textos sobre Sun Ra, el primer gran mito dentro de esa categoría que ellos encarnaban.

Las grabaciones (en las que, según DOOM, abundó la “telepatía” entre él y Madlib) estuvieron llenas de coincidencias divinas. Desde la forma en que Eothen Alapatt (Egon) se enteró del paradero de DOOM en Kennesaw (Georgia) hasta las artimañas que él y Peanut Butter Wolf tuvieron que poner en práctica para poder pagar el adelanto al MC por acceder a formar parte del proyecto, pasando por la filtración de la primera versión del disco tras el viaje de Madlib a Brasil (con la Red Bull Music Academy).

Mediados de 2003 en L.A.: foto de Eric Coleman durante la grabación de “Madvillainy”.
Mediados de 2003 en L.A.: foto de Eric Coleman durante la grabación de “Madvillainy”.
En aquella habitación aislada por gruesas paredes de hormigón confluyeron dos antagonistas genuinos, hastiados de las tesituras del hip hop convencional, formulando el primer cómic de culto del rap independiente. Confluyeron ellos, la vasta colección de recortes y samples de Madlib y las diferentes personalidades de los dos.

Ambos encontraron su empoderamiento en la solitud del rebelde sin causa, consiguieron armonizar sus órbitas durante unos meses y cambiaron para siempre la historia del género. Tras aquello, vinieron años y años de artistas intentando emular las díscolas dinámicas líricas e instrumentales de “Madvillainy”.

DOOM hasta el final

Existen pocos precedentes o contemporáneos a DOOM con los que podamos ejercer comparación: antes que él, Eazy-E (Niggers With Attitude) también fue un supervillano, aunque sin máscara, y en el mismo contexto destacaron Prince Paul, el Ghostface Killah de “Supreme Clientele” (2000) o Kool Keith. Citar aquí a Rammellzee, quizá el antepasado de todos los citados, se convierte en una obligación.

Aunque nadie como DOOM supo construir un discurso tan extrañamente emblemático. Sus letras estaban llenas de mentiras, de pavoneos ficticios, de alegorías y diálogos ubicados en algún lugar de su propia conciencia. En la supuesta realidad se comportaba igual: el misterio lo envolvía y tan solo encontrarlo era una epopeya. Sin apenas entrevistas o apariciones en público, DOOM era una leyenda urbana y clandestina de la que nada se sabía a ciencia cierta.

Hoy en día la influencia de “Madvillainy” no solo sigue viva en la segunda golden age del hip hop: artistas actuales como Earl Sweatshirt, MIKE, Armand Hammer o similares recurren al mismo campo semántico. Beats añejos, canciones que realmente son interludios o hilos narrativos psicóticos.

Ha desaparecido de la misma forma que apareció de la nada, entre sombras y desconcierto. Sus tribulaciones mentales, las cuales probablemente purgaba a través de sus dimensiones paralelas, construyeron un personaje que acabó llevando a Daniel Dumile a un viaje sin retorno. ∎

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