Durante dicho proceso de realización –el de “La mida” (Hidden Track, 2022)–, Anna Andreu (voz, guitarra) ha contado con la indispensable asistencia de Marina Arrufat (batería, teclados) y con la producción de Jordi Matas, además de la colaboración de Ferran Palau en “Un son”, el tercero de los ocho temas que dan forma al trabajo. Durante nuestro encuentro un soleado mediodía en el barrio barcelonés de Sants, la principal protagonista del disco explica que la idea de mesura –contención, prudencia– está presente en mayor o menor grado de explicitud en todas estas composiciones. “Pero no me refiero a la mesura en el sentido conservador ni mojigato, a esa cosa del quedar bien…”, matiza. “Yo no pienso que los extremos sean malos, ni que se toquen. Hay extremos que están muy bien y que no se tocan con el contrario para nada, como ocurre con la extrema izquierda y la extrema derecha”.
A la autora le interesa este concepto orientado a una cuestión de cuidado hacia los demás. “Todo el mundo tiene impulsos, pero ¿realmente es necesario hacer o decir en este momento lo que me apetece? ¿Cuál puede ser la repercusión? Puedo hacer daño a alguien. O a mí. Se trata de no hacer daño ni hacerse daño”. Una reflexión de fondo que, de alguna manera, ha ido madurando a medida que las canciones tomaban forma. “Supongo que yo ya estaba dando vueltas sobre esta cuestión y no lo sabía. A veces lo que haces también te enseña donde estás… Es casi como ir a terapia”.
El proceso hasta dar con el nuevo repertorio de Anna Andreu tal como lo conocemos no ha sido sencillo, empezando por la fase de escritura de las canciones. “Yo puedo pasarme seis meses dándole vueltas a una canción: haciéndola, deshaciéndola, quitando una parte para ponérsela a otro tema… y llega un momento en que la cosa deja de ser productiva. Tras todo este tiempo, entra Marina y es cuando decidimos un poco la estética de la canción. Hay un tema del disco que se llama ‘La força i el temps’ que habla un poco de esto. Marina es la fuerza, quién me empuja a acabar las cosas, a veces también a un nivel muy racional. Todo lo que es rigor y disciplina lo aporta ella. Ella es violinista clásica, estudió en la ESMUC y sabe analizar las canciones y detectar rápidamente dónde tenemos que incidir”. La de Arrufat es por tanto una aportación de importancia capital “a todos los niveles, ya que también somos pareja y compartimos mucho. No es exactamente un proyecto al 50 por ciento, porque al final lo llevo yo, pero tampoco es una persona que toca conmigo y ya está. Para mí es insustituible, forma parte de mi vida a nivel personal y profesional”. Entrando en más detalles de la cocina de “La mida”, Andreu enfatiza asimismo el trabajo de Jordi Matas en la producción. “Aunque Jordi tiene un sello muy definido, en nuestro caso siempre ha respetado mucho la esencia del proyecto. Nunca me hizo una propuesta que me pareciera extravagante o que no pudiera entender o que me hiciera estallar la cabeza. Tiene una manera muy inteligente de acercarse a las canciones y con muy poco miedo. A mí a veces me da más miedo que a él cambiar cosas. Donde ha incidido más es en ‘Hores per dies’, que ha cambiado radicalmente respecto a cómo la llevamos al estudio. Fue un proceso muy interesante y de hecho es una de mis canciones preferidas del disco”.
Inspiración, creatividad y complicidades han cristalizado en un temario de menos de media hora donde abundan los encantos y en el que también hallamos atrayentes juegos de contrastes. Si “La mida” es un artefacto musical luminoso y mediterráneo, también tiene un bello sesgo dark en las letras de las canciones. “Sí, me intrigan las cosas más bien oscuras”, admite Anna. “Encuentro en ellas la belleza que también tienen. Por otro lado, teniendo una voz más bien dulce y haciendo melodías más bien bonitas, también entiendo que es necesario e interesante buscar un contrapunto. Si la melodía es muy alegre, me planteo qué palabra, qué sinónimo puedo utilizar para buscar esta oscuridad. No es lo mismo decir ‘cara’ que decir ‘rostro’, ni decir ‘nacimiento’ que decir ‘parto’… Algunas palabras que significan lo mismo tienen una sonoridad más áspera que otras, y juego con esto como si tuviera una paleta de colores. También me gusta jugar con metáforas o frases hechas y ponerles después una réplica literal”.
Lo que también busca Anna Andreu mediante esta estrategia, ya en un plano más personal, es “que las canciones me digan algo a mí misma. Si las cosas van bien haré conciertos y las cantaré muchas veces, de manera que más me vale que sea así para no aburrirme. O incluso que no las acabe de entender del todo… hay imágenes mentales que nunca me aburrirán precisamente porque me intrigan”, confiesa. Una magia de lo críptico que, considera, también puede extenderse más allá del escenario. “No está todo dicho. Me gusta pensar que a cualquiera que escuche una canción le resonará de un modo u otro según cómo sean su vida, su trayectoria vital, sus esperanzas… Son ocho canciones pero, en el fondo, hay tantas como personas que las escuchen. Y esto me parece bonito”, concluye. ∎