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Richard H. Kirk, el alma de Cabaret Voltaire.
Richard H. Kirk, el alma de Cabaret Voltaire.

Entrevista

Cabaret Voltaire: digan lo que digan

Desde que en 2014 el sello Mute anunciara el regreso de Cabaret Voltaire, con Richard H. Kirk como único miembro, para actuar en el festival Atonal de Berlín, estaba claro que no se trataba de una reunión de viejas glorias al uso. Llegado el primer álbum de esta nueva vida, “Shadow Of Fear”, las voces cuestionando el uso de tan histórico nombre no acaban de apagarse. Hablamos con Kirk al respecto.

26. 02. 2021

“No se puede contentar a todo el mundo, Félix”, explica Richard H. Kirk en afable (y escurridiza) conversación telefónica, con instrucciones previas de no preguntar por el pasado ni nombrar a sus antiguos compañeros. “Entiendo que la gente espere que todo siga igual, pero desgraciadamente no es así. La vida cambia, las cosas cambian... No tiene ningún sentido volver con los otros dos tíos, ya hicimos todo lo que podíamos hacer juntos. Para ser sincero, prefiero trabajar por mi cuenta y no depender de los demás. Quien no entendiera a Cabaret Voltaire entonces no lo va a entender ahora. Siempre hubo cambios, tres personas, dos personas; los otros se fueron y la opción de recuperar el proyecto siempre estuvo ahí para mí”.

Que Cabaret Voltaire vuelva a la actividad siempre es una gran noticia, dado su influyente pasado y su irreprochable trayectoria. También es cierto que nunca se les pudo encuadrar en una foto fija. Está el trío pionero de la primera generación industrial que en 1973 empezó a experimentar en un ático de Sheffield, dando lugar a collages rudimentarios que evolucionarían hacia desasosegantes himnos underground como “Nag Nag Nag” o “Seconds Too Late” y álbumes canónicos como “Mix Up” (1979) o “The Voice Of America” (1980). Luego, el giro, pasando antes por el inclasificable free-noir de “Red Mecca“ (1981), hacia la música de club, cuando el neoyorkino John Robie remezcló la arábiga “Yashar” –la versión original iba en el doble maxi “2x45” (1982)–, y, ya como dúo, la tremenda trilogía en Some Bizarre/Virgin formada por “The Crackdown” (1983) –coproducido por un entonces desconocido Flood–, “Micro-Phonies” (1984) y “The Covenant, The Sword And The Arm Of The Lord” (1985), de cuyo batido de dark-electro, neuro-funk, proto EBM, bleep, ethno-techno, sampladelia y mil danzas más se siguen alimentando generaciones de productores. Posteriormente, dos rarezas nacidas del presupuesto multinacional de Parlophone: la colaboración dance industrial con el capo de On-U Sound, Adrian Sherwood, en “Code” (1987) y el viaje a Chicago a colaborar con la crema del incipiente house (Marshall Jefferson, Ten City) que dio lugar al jovial “Groovy, Laidback And Nasty” (1990); lástima que su tardía edición perjudicara su recorrido comercial. De aquel viaje salió también la colaboración con Ministry bajo el nombre Acid Horse, donde cada banda producía su propia versión de “No Name, No Slogan” (Wax Trax!, 1989). Para acabar con la vuelta a la independencia y una serie de irreprochables variaciones de bleep obsesivo que culminó con “The Conversation” (Apollo, 1994), un doble CD (o cuádruple vinilo) en el que ya figuraba solamente “rhkirk como responsable del segundo.

Kirk o la huella del pasado sin nostalgias.
Kirk o la huella del pasado sin nostalgias.

Por otro lado, la carrera de Kirk en solitario desde entonces (y antes) ha sido tan fructífera como la multitud de alias tras los que se ha escondido, en lo que muchas veces parecía un travieso juego al escondite. Es lícito preguntarse qué necesidad tenía de volver a CV: cuando recuperó el nombre entre 2009 y 2010 para rehacer completos los álbumes de Kora y The Tivoli, declaró que lo hizo para ayudar a su amigo Amrik Rai, fundador del sello Shiva, que había trabajado con el grupo en el pasado y con el que acababa de reencontrarse. Y quizás los equilibrios con el lenguaje de Mute para evitar hablar de una reunión de una sola persona (“a new era for the pioneering Sheffield outfit”) sugieran algo que nadie va a querer reconocer: ese largo historial de reediciones que se remonta al nacimiento del CD con la serie The Grey Area –que incluía a CV y sus miembros por separado, Throbbing Gristle, SPK o Can, entre otros– y se retomó desde la década pasada con nuevas reediciones y rescates de archivo. “Me dieron dinero para grabar el disco y no lo escucharon hasta que estuvo completamente terminado. Desde el primer minuto les entusiasmó. Llevaba más de un año preparándolo y dijeron que la espera de más había valido la pena. Siempre se han portado muy bien conmigo, es una pena que hayan tenido que esperar 30 años para publicar algo nuevo porque… bueno, normalmente hemos trabajado con el fondo de catálogo de Cabaret Voltaire y otros proyectos míos y… buah, 30 años, es media vida. No sé, surgió todo en el momento adecuado. Yo tengo mi propio sello y me toca tratar con distribuidoras y promotores, pero mi arte no está ahí. Yo quiero hacer música, no estar liado con todo lo demás” .

Vamos a la música, pues. Un “Shadow Of Fear” (Mute-[PIAS] Ibero América, 2020) que cumple con lo que se podía esperar de Cabaret Voltaire hoy en día. Se percibe la huella del pasado –con autorreferencias como la caja de ritmos primitiva de “The Power (Of Their Knowledge)”–, pero sin nostalgias, buscando algo que no hayan hecho antes. “Es lo que intenté, me alegra oír esto. No había ningún concepto detrás. Compuse mucho material cuando volví a tocar como CV en 2014 y lo he ido actualizando en cada concierto. En septiembre de 2019 empecé a trabajar en el estudio a partir de ese material, añadiendo y quitando cosas, refinándolo para convertirlo en un álbum. En directo hay más improvisación, más libertad. Se trataba de darle una estructura para convertirlo en un álbum que te apetezca escuchar muchas veces y que sigas encontrando cosas interesantes”.

“No tiene ningún sentido volver con los otros dos tíos, ya hicimos todo lo que podíamos hacer juntos. Para ser sincero, prefiero trabajar por mi cuenta y no depender de los demás. Quien no entendiera a Cabaret Voltaire entonces no lo va a entender ahora”

En ese proceso, resultan familiares las cadencias funkificadas de un abanico electrónico desasosegante, sobrevoladas por sus ya característicos sampleos vocales de noticiarios, películas, documentales, discursos o vaya usted a saber. “Grabo mucho de la televisión, es buen material de investigación”. Aunque él se niega a darles ninguna intención. “Simplemente quiero crear una atmósfera usando frases que puedan evocar cierto estado de pánico o miedo. No hay ninguna historia detrás, si alguien quiere darle su propia interpretación, perfecto. No pretendo soltar eslóganes políticos ni nada de eso. Uso las voces por su sonido, porque tienen cierta musicalidad. Me encantan las voces afroamericanas, es un habla muy musical”. Pero algo queda en piezas como “Papa Nine Zero Delta United”, donde se oyen las conversaciones entre el avión de las aerolíneas malayas que desapareció sobre Ucrania en 2014 y la torre de control –“dicen que lo derribó un misil, luego desapareció otro de la misma compañía y todavía no sabe si aterrizó o cayó al mar. Son cosas que me interesan”–, o en el cierre “What’s Going On”, con noticiarios relatando decapitaciones yihadistas y la pregunta del título repetida con perplejidad.

Un contexto de terror que inspira el título. “Es el miedo a la vida moderna. Han pasado muchas cosas desde 2014: el Brexit, que es horrible; Trump en la Casa Blanca. Es aterrador. El tipo parece trastornado. Es una especie de gángster. Y no se quería ir. ‘Tu tiempo se ha acabado, amigo’. Luego tienes a nuestro gobierno cada vez más a la derecha. Ya había un poso importante antes de la pandemia”. Pero es inevitable preguntarle si no habrá también cierta ironía subyacente para evitar tomarse demasiado en serio. “Claro, siempre hubo algo de humor siniestro en Cabaret Voltaire. En nuestros comienzos teníamos una canción llamada ‘Do The Mussolini (Headkick!)’. Es algo que me gustaría conservar. También hay elementos surrealistas, Luis Buñuel siempre ha sido una gran influencia”.

Cabaret Voltaire: la vuelta de un proyecto pionero.
Cabaret Voltaire: la vuelta de un proyecto pionero.

A punto de cumplir 65 años, Kirk abomina de las redes sociales. “No soy la mejor persona para recomendarlas. Me parecen peligrosas. Se ha comprobado que estas empresas consiguen influir en elecciones en algunos países. Y a la gente no le importa dar su información personal; es como la Stasi en Alemania Oriental, gente espiándose unos a otros. No es algo que me apetezca”. Tampoco le entusiasman plataformas de streaming. “Yo crecí escuchando primero los singles, luego el álbum. Lo prefiero así; un buen álbum te cuenta una historia. Lo pones y te transporta durante casi una hora. Es un viaje del que tú también formas parte. Lo prefiero a escuchar canciones sueltas. Cosas como Spotify me parecen horribles. Ni siquiera posees la música, es como una especie de radio”. Y ha vivido la (r)evolución tecnológica con naturalidad. “Es fantástico que ahora puedas llevar un estudio de grabación en el portátil. Si fuera más joven seguro que me impresionaría más, pero es algo que he visto evolucionar lentamente. No es que un día no hubiera ordenadores y al día siguiente sí. Tampoco ha sido un choque cultural tan grande”.

Cuando se acabe el confinamiento, piensa que no cambiará mucho la cosa. “La música seguirá donde se quedó. La gente querrá salir a bailar y drogarse. Será una liberación. Estarán contentos de volver a estar en un club con sus amigos. No sé, fuera de esa escena igual se vuelve todo más reflexivo y emocional. ¿Qué música haré yo? Bueno, el 26 de febrero saldrá un maxi –“Shadow Of Funk”– de Cabaret Voltaire con temas más techno que no encajaban en el álbum y en marzo y abril saldrán dos álbumes, cada uno de una hora; como un drone, más para la mente que para la pista de baile, con un sonido más cósmico y electrónico. Tenía tanto material que ahora se ha convertido en una serie en tres partes. Nadie lo sabe todavía”. Lo dice con el tono de guiño de quien lo ha ido soltado en todas las entrevistas que ha podido. Justamente se acaban de anunciar los títulos de los LPs: “Dekadrone” y “BN9drone”. Ganazas. ∎

La diáspora CV

3,2,1…

Chris Watson fue el primero en abandonar Cabaret Voltaire para trabajar de sonidista en la televisión regional Tyne Tees, pero le dio tiempo a dejar su firma en ese “Yashar” (1982) que apuntaba a una nueva dirección del grupo. Luego, fundó The Hafler Trio junto con Andrew McKenzie, cuyo primer disco, “BANG – An Open Letter” (1984), se publicó en Doublevision, el sello creado por Cabaret Voltaire para sus proyectos más experimentales. Ya fuera del Trio, su trabajo registrando los sonidos de la naturaleza salvaje para los documentales de David Attenborough en la BBC le ganaron merecida fama de maestro de la grabación de campo, reflejada en una interesante discografía, principalmente para el sello Touch, que ha evolucionado desde las grabaciones sin apenas intervención posterior –“Stepping Into The Dark” (1996)– a montajes fascinantes como “Weather Report” (2003) o “El Tren Fantasma” (2011). Sus conferencias e intervenciones radiofónicas son un dechado de didactismo con sentido del humor.

Stephen Mallinder publicó en 1982 su primer disco en solitario, “Pow-Pow” (Fetish). Dejó Cabaret Voltaire en 1993 durante la grabación de “The Conversation” y se trasladó a vivir a Australia por razones sentimentales. Allí participó en la escena local de Perth cofundando el sello Off World Sounds y participando en proyectos como Ku-Ling Bros (con Shane Norton), Sassy & Loco (con Travis Calley, de Yummy Fur) o Amateur Night In The Big Top, creado alrededor de un Shaun Ryder en pleno retiro desintoxicante. De vuelta en el Reino Unido, le descubrimos a mitad de la primera década del siglo XXI formando el supergrupo Wrangler junto con Phil Winter (de Tunng) y Ben Edwards (Benge, Tennis, John Foxx And The Maths), con tres álbumes ya y la gozosa colaboración del trío con John Grant bajo el nombre de Creep Show. El hecho de que Wrangler incluyan en sus conciertos versiones de “The Crackdown” o “Sensoria” huele a reivindicación sobre el legado de CV, similar a la de Karl Bartos con Kraftwerk. También publicó en 2013 un álbum junto a Steve Cobby (Fila Brazilia) como Hey, Rube! y, por fin, un segundo álbum en solitario, el fantástico “Um Dada” (Dais, 2019).

Kirk publicó su primer trabajo en solitario en 1980 y no ha parado desde entonces. Tres álbumes en los 80 más otro con el excantante de The Box, Peter Hope, dieron paso en 1990 a Sweet Exorcist, proyecto con DJ Parrot que fue de los primeros en fichar por Warp y piedra angular del sonido bleep. En Warp también publicó un par de álbumes a su nombre en los 90. Tras el primer parón de CV, se lanzó a un febril ritmo de publicaciones con numerosos alias, siendo los más constantes Sandoz (en Touch) y Electronic Eye. En 2004, tras el tercer volumen de la serie “URP” (Intone), que recuperaba descartes de diversos proyectos, se pasó a la edición exclusivamente digital con un cuarto volumen de “URP” y nuevas grabaciones a lo largo de la década, además de cuatro directos de Cabaret Voltaire de los años 80. Volvió al físico con el gran “Dasein” (Intone, 2017), especie de reverso/preludio de “Shadow Of Fear”. Antes, en 2013, Mute publicó sendas cajas antológicas de Richard H. Kirk y Sandoz. ∎

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