Lista de canciones del programa, éxito seguro en Spotify.
Lista de canciones del programa, éxito seguro en Spotify.

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“La Isla de las Tentaciones”: música para la nostalgia de un pasado reciente

No hay, en la televisión reciente, un terremoto como el de “La Isla de las Tentaciones”. Su movimiento sísmico ha reunido frente a la pantalla a un público transversal y todavía confinado, enganchado a una narrativa propulsada por la libido e hilvanada por una selección de canciones que no da puntada sin hilo y actúa de resorte emocional. Como afirma uno de los realizadores del programa: “La música es un artificio narrativo”.

“La Isla de las Tentaciones” (Telecinco / Cuatro, 2020- ) no hubiese tenido el éxito que ha tenido –y mantenido– si no hubiese sido creado a las puertas del confinamiento. Estoy segura. Por lo menos, no habría tenido una media del 25% del share en una tercera temporada, cuando todos los programas que repiten formato van cayendo por su propio peso. Aunque provenga directamente del norteamericano “Temptation Island”, en España el eco de “La Isla de las Tentaciones” (“La Isla”, para los amigos) nos resuena más por sus similitudes con “Confianza ciega”, que en 2002 ponía a prueba a cuatro parejas con imágenes manipuladas de la otra persona. 18 años más tarde, hay pequeños cambios en el formato: se palpa la herencia de los más de diez años que lleva en antena “Mujeres y hombres y viceversa”. A “La Isla” los concursantes vienen a lo que vienen y nadie necesita editar vídeos para ruborizar a sus novios –ya se encargan ellos solos de caer en la tentación sin ningún tipo de serpiente animándolos–. Hace tan solo unos días, medio año después de acabar de grabar el programa y en medio de su emisión, uno de los concursantes fue detenido por abuso sexual. Empezó la carrera a contrarreloj. En menos de 24 horas reeditaron las dos horas de programa para eliminar toda la trama en la que esta persona estuviese presente y rehacer la historia con los restos. Quedaba a la vista que, en una nube de acciones, la construcción de los relatos está en manos de los montadores y realizadores del programa.

Mientras hablamos por teléfono, Vicente Peña, jefe de realización en Cuarzo TV y realizador en “La Isla de las Tentaciones”, me recalca la parte “audio” del término “fenómeno audiovisual”. Aparte de que, sin música, esto sería un juego de miradas y silencios incómodos, “La Isla” es uno de esos pocos programas que se han apoderado de un sonido y de un momento en la historia de la música comercial; algo que no se veía de manera tan clara desde “Supermodelo”, emitido entre 2006 y 2008. Podría haberse quedado en un “Caribe Mix 2020”, pero con sus pinceladas de hits alternativos, soft-nostalgia y hasta k-pop, los encargados de la música de “La Isla” son las personas más queridas de Twitter semana tras semana. Por ponerle un número al éxito, la playlist de “La Isla de las Tentaciones 3”, en la que se recopilan las canciones que suenan en esta tercera temporada, rebasa ampliamente los 75.000 seguidores en Spotify.


Vicente me comenta que el rol principal de la música es darle impulso narrativo al programa. “El proceso es el mismo que en cualquier otra narrativa audiovisual: se marca directamente el tono desde el montaje inicial y muchas veces son los propios montadores los que proponen música”. Cuando el realizador comenta que buscan, sobre todo, “una letra o un tono musical”, me viene a la cabeza Tom Brusse, seductor máximo de la segunda edición, entrando en escena al ritmo de “bad guy”. Una puyita, el sentimiento en explícito. Como todo lo audiovisual, en el mundo de los realities el lenguaje musical también se adapta al formato: “En las fiestas, por ejemplo, buscamos más marcar pautas con el número de beats y el ritmo, y en las citas no importa tanto la estrofa con la que entras, sino dónde entras. Es como si fueras un pequeño pinchadiscos”.

Tom Brosse, a lo “bad guy”.
Tom Brosse, a lo “bad guy”.

Dejando de lado la narratividad, está claro que la música del programa está dirigida a un target muy concreto que apesta a juventud y actualidad. Vicente cuenta que “muchos venimos de una generación bastante mayor, así que muchas veces nos apoyamos en nuestras hijas y en nuestras sobrinas”, lo que explicaría la inclusión de canciones de BTS mientras afirma que “si fuera por nosotros, meteríamos un tema de Public Enemy”. Los intereses comerciales que rigen el programa también están presentes en otras formas. Por ejemplo, el 26 de febrero, habían pasado escasos minutos de las 00:00 de la noche cuando empezaron a sonar canciones de “El Madrileño” de C. Tangana, que había aterrizado en las plataformas de streaming en ese mismo instante. “Nos pasan un par de canciones que quieren promocionar, pero en la elección del resto de temas tenemos total libertad”, me cuenta. 

En esa libertad para elegir de qué forma articular la narración es lo que permite que ocurran situaciones curiosas. “No nos queremos limitar a la música actual y solemos abrir el abanico”, dice Vicente, haciendo énfasis en que recurren a temas de todas las épocas para acompañar momentos “emotivos, románticos o dolorosos”. No recaer siempre en canciones actuales hace diana con otras generaciones que hasta ahora han pasado un poco desapercibidas. A los hijos de los 2000s, target casual de un programa que va dirigido a público aún más joven, escuchar en “La Isla” canciones como “The Reason” de Hoobastank, “Iris” de Goo Goo Dolls o “Breathe Me” de Sia, nos lleva a una época en la que la música era desvergonzadamente cheesy, y lo que en su momento enmarcaba narrativas de “Anatomía de Grey”, ahora hace lo mismo con estos torsos bronceados.

La dulzura de Ozuna como recurso.
La dulzura de Ozuna como recurso.

Enfatizar momentos “emotivos, románticos o dolorosos” no es tarea fácil en una actualidad en la que el mainstream está inundado del nihilismo típico del trap o el xanax-pop de Billie Eilish; en el que los desamores se gestionan con haloperidol y no llorando durante cuatro meses seguidos. Lo cursi lleva años sin tener espacio en el Top 100 nacional. Ahora los vestigios de una música más emocional se han quedado en artistas con fandoms potentes como Taylor Swift , de quien en el programa utilizan canciones que ni siquiera han sido singles, como “Champagne Problems”, “para sacar más punta y porque tienen más punch emocional”. Después de las mechas noventeras, ¿será la música descarademente sensiblera la protagonista del nuevo revival, como ha pasado con Olivia Rodrigo y su “Drivers License”? ¿O nos han dejado las múltiples cuarentenas sin capacidad de sentir algo que no sea nostalgia?

Viendo “La Isla de las Tentaciones”, noto que los ciclos de las canciones se han acelerado, haciendo que temas recientes se vuelvan nostálgicos en un tiempo récord. Cada vez que suena “Caramelo” de Ozuna –canción que salió en junio del 2020– se apilan en mi timeline cuatro o cinco tuits de gente perdiendo la cabeza. El tiempo parece haberse condensado, y nos aferramos a lo que sea: aunque sea la nostalgia del verano que pasamos con la mascarilla en la muñeca. En este contexto, más de uno hemos cambiado la respuesta a la pregunta “¿te irías a ‘La Isla de las Tentaciones’?” después de la cuarentena: pagaríamos en daños y destrozos con nuestra pareja con tal de volver a donde lo dejamos todo, en marzo de 2020, con un vodka-limón en mano y “Tusa” de fondo. ∎

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