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“Las canciones del agua” es el segundo LP autogestionado tras dos décadas de trabajo con y contra las multinacionales, tema sobre el que se ha hablado suficientemente a lo largo de los años. ¿La autogestión os permite afirmar que los anteriores gestores de vuestra carrera fueron pésimos?
Florent: El problema con los gestores, sean buenos o malos, es que se llevan la pasta.
J: La división del trabajo y la especialización son dos grandes avances del ser humano. Cada uno hace su trabajo lo mejor que puede. Una multinacional como Sony ofrece una macroestructura, yo hago canciones. Asistimos a un cambio de paradigma, el sistema capitalista no gestionará el cambio, los retos que se presentan a la humanidad. “Zona Temporalmente Autónoma” (El Ejército Rojo-El Volcán Música, 2017) ya hablaba del fin del capitalismo de la misma forma en la que Lennon dijo que los Beatles eran más famosos que Jesucristo; una especie de sacrilegio que anticipa un cambio.
A largo de los años hemos conversado mucho sobre este tema. Hemos vertido opiniones sobre ello de manera conjunta y por separado. Con Dios en el centro, el poder debía apelar a lo más íntimo, a las creencias más profundas, para robar las vidas, los bienes y las almas de las personas. Con el dinero en el centro, el poder obtiene todo por la vía rápida, apelando a lo más frívolo y superficial. ¿Es el capitalismo la aberración suprema?
J: Claro. El capitalismo es una regresión respecto a las sociedades religiosas, es la cultura del becerro de oro. Una época oscura, como la edad media. Cómo no iban a matar a Lennon o a Lorca si podían acabar con 2000 años de historia.
¿Y la reacción artística a esa oscuridad? ¿Llegará un nuevo Renacimiento?
Florent: No sé si esa reacción será eficaz. La gente está acojonada, distraída y perdida, poco atenta a la cultura. Hasta el mejor disco pasa desapercibido. Aunque haya una explosión brutal de creatividad, sus efectos serán reducidos.
J: La reacción vendrá de la mano de los artistas, a pesar de la enorme censura.
¿Censura por aturdimiento?
J: Sí, el aturdimiento es una forma eficaz de censura.
¿Al final nunca pasa nada? Mi impresión es que lleváis alertando sobre todo este despropósito desde el principio de vuestra carrera.
Florent: Lo interesante, más que la adaptación al medio, es la anticipación: “lo veo venir, está viniendo, ya viene”; y cómo te preparas para enfrentarte a ello, al “ya ha llegado”.
J: Toda la vida diciendo lo mismo, reformulado según lo que te dice la experiencia, tratando de corregir los errores, pero era más listo de chico…
¿Eras más listo de chico? ¿La experiencia no es un grado?
J: Va supliendo la decadencia, pero no lo suficientemente, creo.
En cualquier caso, vuestra reacción al caos provocado por la pandemia fue rápida y contundente.
J: Por la necesidad de contar aquello en el momento en que sucedía: un acontecimiento histórico que no iba a contarse igual en ninguna parte es la génesis de “La nueva normalidad” y las canciones que publicamos inmediatamente después.
Una noche, cuando empezó el confinamiento, me puse a buscar información y encontré en internet un montón de imágenes, que fui guardando, de asaltos en Nueva York, agresiones… Al principio había mogollón; luego, menos. Fueron desapareciendo. Monté un vídeo con ellas. Pensaba que al día siguiente vería en los telediarios todo aquello, pero en ningún sitio aparecía nada y aquellas imágenes desaparecían de internet, así que decidí hacer una canción a partir del vídeo que había montado con esas potentísimas imágenes de la caída de una civilización. “El negacionista” se publicó días antes del asalto al Capitolio. Fueron canciones grabadas con cierta precipitación y en un clima de miedo y restricciones.
Florent: Había que publicar las canciones lo más cerca posible de las situaciones que describían para que el mensaje tuviera más impacto... y porque en dos meses podíamos estar todos muertos. El asalto al Capitolio fue brutal, como una peli de Carpenter. El fin de esa imagen de los Estados Unidos de América como grandes salvadores, como los buenos. La época de Trump ha sido bastante oscura.
¿Las canciones caducan?
J: Claro que caducan, en cierto sentido. Si no las terminas y expones en el momento en que las compones, por una serie de motivaciones que más adelante pueden desaparecer, existe la posibilidad de que terminen pareciéndote una estupidez. Una vez expuestas ya quedan vinculadas a ese contexto y no caducan. Por eso me gusta tener el estudio en casa, para poder grabarlas en el momento preciso.
Florent: Para el que las escucha no, no caducan. La música siempre está viva, pero cuando acaba de nacer tiene mucha fuerza.
J: Las tiradas de singles se agotaron rápidamente. Pensamos que merecían llegar a más gente. Una canción que habíamos preparado con David Montañés vino a dar sentido al conjunto (La canción a la que se refiere J es “El manantial”. En ella, Los Planetas ponen música a un fascinante poema de Federico García Lorca sobre la armonía entre el ser humano y la naturaleza. Más de 12 minutos de idealidad, espiritualidad y belleza que, por las limitaciones del formato, no podía dar continuidad a la serie de singles de 7”, pero funciona como detonante y exacta justificación de “Las canciones del agua”). Además del poder del texto, la idea de manantial, de que la creación, la música, la lírica brota de manera natural en nuestra tierra, encierra una visión tan profética que asusta. El poeta, aún muy joven, decide dedicarse a la poesía, aunque muera, aunque lo maten por ello. Entender a Dios, a la naturaleza y explicárselo a los demás, que los demás lo escuchen. Señala el lugar donde va a morir, donde va a convertirse en árbol, la fuente de las lágrimas, en Aynadamar…
Florent: Como Siddhartha…
J. Esa acequia, la de Aynadamar, pasa por aquí, por el Fargue, por debajo de la casa de mis abuelos, entonces sin agua corriente. De ella cogían, con cubos, el agua. Ese manantial es muy importante en mi vida. Como Lorca. De crío, tal vez, algo contra lo que rebelarme. Más tarde, para asimilar su visión crítica, como la de Rimbaud, Jesucristo o Marx. Es como cuando comprendes que el rock’and’roll, la música con la que has crecido, viene de músicas populares anteriores, y descubres que The Jesus & Mary Chain vienen de The Velvet Underground; ellos, a su vez, de Bo Diddley; este, del blues, y ves que al final todos hacen música con la misma guitarra que tú afinada de la misma forma. Piensas “¿por qué nadie me avisó de esto?”, y empiezas a asimilar.
Y a plasmarlo, en este caso, en un disco que en su cara A es Granada: la creatividad que no deja de brotar en la universidad, en la calle, en la cola del paro o en las cuevas del Sacromonte. Y en su cara B, la crónica del desastre, con un remate irónico en que Los Planetas son los responsables de todos los males que nos azotan.
J: Granada es ese caudal, de Lorca a Khaled, que ha aportado al mundo tanta brillantez. A medida que se pierden las raíces, la esencia, saber quién eres, de dónde vienes, de qué estás hecho, se llega al caos que cuenta la cara B.
Volvamos al manantial. Trabajar un material ajeno, tan hermoso y de tanto valor, incorporarlo al propio discurso sin afectación y exponerlo públicamente supone asumir un gran riesgo y la posibilidad de pagar un alto coste. La grabación, en formato esencial, evoca las de Lorca con La Argentinita.
J: Conocí el poema hace unos años, siete u ocho, no más, y he ido dándole vueltas desde entonces. Durante el confinamiento terminó de brotar. Es un poema muy musical, como Lorca, y con una métrica potentísima. Y David Montañés, muy lorquiano. Al principio, hice un arreglo para cuerdas que compartí con él para que lo transcribiera, con la intención de grabarlo después con todo el grupo y trío de cuerdas, pero cuando empezamos los ensayos para la gira en formato esencial nos dimos cuenta de que funcionaba perfectamente solo con el piano y las guitarras.
Florent: Grabamos uno de los ensayos y al escuchar la grabación nos dimos cuenta de muchas cosas que no apreciamos mientras estábamos enfrascados en esos más de doce minutos. Fue mágico. Después nos preguntábamos si seríamos capaces de volver a reproducirlo de la misma forma. En el disco funciona como “Islamabad” en “Zona Temporalmente Autónoma”.
J: A toro pasado he descubierto conexiones con “Murder Most Foul”, de Bob Dylan; con “Islamabad” y otras cosas de Yung Beef, La Zowi, Khaled y todos estos, con los que compartimos una métrica y unas melodías muy granadinas que están ahí hace mucho más de un siglo.
Florent: A nivel creativo supuso un reto. Es una canción muy larga y exigente, pero encontré mi hueco de forma natural y estoy muy satisfecho. El piano y la guitarra crean una atmósfera que empuja al poema.
J: La interpretación en directo es algo que quiero reivindicar, la música real. Ahora mismo es dificilísimo encontrar música que no esté hecha con una claqueta, con ordenadores. Así se pierde el valor de la interpretación. Yo lo echo muchísimo de menos. Quiero reivindicar el valor de los músicos tocando de verdad, juntos. En este caso son todo cuerdas. El piano, las guitarras, solamente cuerdas reverberando a la vez en una sala. Una interpretación real, cruda, y el poder infinito de lo analógico.
Esta canción, ¿abre un camino o lo continúa?
J: Es la canción que resume este disco, este momento. Cada canción va marcando tu vida. “Islamabad”, como antes “Qué puedo hacer” o “Mi hermana pequeña”, van determinando lo que pasa a continuación, te van diciendo lo que debes hacer. Dependerá de si tiene repercusión o no, de si al público le gusta tanto como a mí. Podría ser el mayor fracaso de Los Planetas.
Si así fuera, me parecería una gloriosa forma de fracasar. Después de Lorca, sin tregua, Khaled (adaptación de su “Se quiere venir”). Una vez más, Los Planetas reivindican artistas jóvenes y formas de expresión más propias del underground que del olimpo.
J: Artistas que no tienen miedo. Si Los Planetas tenemos miedo, miedo a perder nuestra posición de privilegio, que sentimos amenazada, colaborar con estos artistas nos hace perderlo.
Florent: En ese sentido, somos vasos comunicantes.
J: Esta canción tiene que ver con Natalia (Drago, de Srta. Trueno Negro), que estaba de gira en España cuando empezó la pandemia. Es amiga de todos nuestros amigos de Laptra, El Mató…, 107 Faunos, Las Ligas Menores… pasó el confinamiento conmigo en Granada y, de repente, esa canción se presentó como una revelación, contaba nuestra vida. Ella toca el bajo en esa canción.
Es vuestra segunda reivindicación del trap granadino. En este caso, de un artista que usa el lenguaje y el habla como armas y me hace pensar en una Granada de las Tres Culturas.
J: La auténtica forma de hablar de Granada.
Esa que nos lleva a las “Alegrías de Graná”, en las que los flamencósmicos Planetas de “La leyenda del espacio” (Sony BMG, 2007) y “Zona Temporalmente Autónoma” se abandonan a la bulla y el regocijo de la zambra, y suenan íntegros y reconocibles, incluso sin la guitarra de Florent, y cálidos como pocas veces antes.
Florent: Esto se debe, creo, a un anhelo de J de escuchar su voz en un contexto flamenco puro. Llevamos mucho tiempo utilizando el flamenco como lenguaje musical y ya no tenemos el miedo de antes. La libertad de un artista consiste en eso, hacer lo que te pide el corazón y la cabeza. Llegados a este punto, podemos hacer unas alegrías solo con la voz de Jota, palmas y una guitarra flamenca. No estoy yo, pero sí la idea de Los Planetas. No hay agravio o falta de consideración. La mesa no cojea.
J: Las “Alegrías del incendio” fueron para mí un gran hallazgo, tocadas en un cuatro por cuatro como muestra de que el rock’n’roll y el flamenco son exactamente la misma música. Estas “Alegrías de Graná” son su reverso, una canción de pop tocada como unas alegrías canónicas para volver a demostrar lo mismo.
Yo aprecio una sensibilidad diferente en el flamenco de Andalucía oriental respecto al de la occidental. El occidental es más privado, de familia, de corrala, de mantener la tradición; el oriental, el de Granada en concreto, está hecho para el no experto, para exponerlo a turistas, peregrinos, llámalos como quieras, y se preocupa de que el foráneo, el extranjero, el que no conoce el idioma, lo entienda. Es más comercial en ese sentido, y no es que yo lo prefiera, pero hay que reconocer que es así. El maestro Enrique Morente encuentra el equilibrio perfecto entre mantener la tradición y extenderlo a otro público, esto lo convierte en el artista más grande en Granada desde Lorca.
Al hilo de esta tendencia que atribuyes al flamenco granadino de mostrarse asequible al profano, encuentro en vuestro interés por asimilar el flamenco y hacer que llegue a un público distinto del que le es natural cierto paralelismo con el hecho de escribir en español canciones a la manera del rock independiente anglosajón en el comienzo de vuestra carrera. Una apuesta con cierto propósito didáctico y más oportuna que oportunista.
J: Sí, acercamos a la gente algo que hemos descubierto, nos encanta hacerlo, para que no se pierda ese conocimiento.
Aunque al escuchar las “Alegrías de Graná” cualquiera pueda hablar de “flamenquito”.
J: Es flamenco diluido para la gente. Y Morente fue así también. “Despegando” (1977), “Sacromonte” (1982), “Negra, si tú supieras” (1992) quitan la pureza al flamenco, lo sacan del gueto y lo hacen popular. Popular no significa cutre, puede ser vanguardista y revolucionario. Y cuanto más vanguardista y más revolucionario, más popular.
Esta última afirmación bien pudo haberla hecho Carlos Cano. Con vuestra lectura de una de sus canciones más populares, “La morralla”, cerráis este primer bloque del disco, 100% granadino, que se corresponde con la cara A del vinilo. En la obra de Cano, un personaje controvertido, las palabras “popular” y “Andalucía” adquieren un carácter, digamos, singular.
J: Esta canción me ha acompañado toda la vida. De pequeño, con seis o siete años, escuchaba en Radio Granada “La murga de los currelantes” y “La morralla” y me encantaban. Hace unos años participé en un homenaje a Carlos Cano en Granada. Jaime Beltrán, Mafo y Miguel López tocaron conmigo aquella noche y grabaron la canción. La rescaté para redondear este bloque.
Carlos Cano es controvertido por cambiante. Me interesa, fundamentalmente, el primer Carlos Cano, el del Manifiesto Canción del Sur, la contracultura, el amigo de Morente, del tito Paco (Ramírez, responsable cultural de la Unesco en París, donde organizó homenajes a poetas contrarios al franquismo; impulsor y mánager de grupos de rock en Granada). Su producción posterior, la reivindicación de la copla, el desengaño político y el éxito, me interesan menos. En cualquier caso, “La morralla” funciona muy bien como transición a la segunda parte del disco. Anticipa los abusos que sufre la gente y nos sirve para posicionarnos, como él, contra esos abusos y a favor del pueblo.
Un pueblo que en “La nueva normalidad” responde al sometimiento, las vejaciones, las humillaciones y la tiranía del poder con saqueo. ¿Exaltación de la violencia, defensa propia o justicia poética?
J: Justicia poética. Contar lo que no nos cuentan. Hacer una canción que funciona como crónica de una revuelta que los grandes medios estaban ocultando, una revuelta con algo de catártico, pretende poner de manifiesto el problema subyacente, el porqué de esos disturbios, y dar pie a una nueva forma de hacer las cosas. Y también me sirve para comprobar la reacción que provoca. La de la prensa ante una cancioncilla como esta fue desmesurada, los intentos de tergiversar su mensaje esconden miedo.
A continuación, “El negacionista”. ¿Quién niega a quién?
J: Con esta canción sucede lo mismo, se juzga mal. Se tacha de oportunista porque se publica días antes del asalto al Capitolio, aunque, obviamente, está grabada mucho antes. Anticipatoria, si acaso. Lo que se niega es la posibilidad de la crítica. Si niegas la versión oficial, eres un negacionista. Prefiero asociarme con alguien que tenga una visión crítica, sea quien sea, a aceptar una imposición. Los mismos medios que crean y ensalzan a cierto tipo de artistas los destruyen sin contemplaciones en cuanto dejan de favorecer sus intereses. La canción propone la observación y el análisis propios y tomar decisiones en base a ellos, no impuestas y mediatizadas por la propaganda para favorecer el trasvase de rentas de las clases trabajadoras a las especuladoras.
Y las que reciben y transmiten el poder por vía hereditaria.
J. El eterno negacionista, una figura medieval a la que le negamos cualquier autoridad y legitimidad, pero ahí sigue.
Mientras el apocalipsis no termina de llegar.
J: El apocalipsis es el derrumbe del modelo económico, social y apocalíptico. La transición, por el transhumanismo, será un proceso lento, doloroso y violento, pero será. En “El apocalipsis zombi”, una de las favoritas de Florent, el futuro es muy oscuro, como en las pelis de George A. Romero.
Y la culpa de todo la tienen Los Planetas. “El antiplanetismo”, consustancial al grupo, ¿es basura espacial?
J: Amor y odio.
Florent: Desde el minuto cero. Que piensen lo que quieran y digan lo que quieran. La opinión de la gente siempre es interesante, pero que nos dejen tranquilos.
Desde el momento en que bromeáis al respecto queda claro que os afecta poco, pero ¿ha dolido alguna vez?
J: Aramburu captó a la perfección el juego en la portada del single. Todos los estímulos externos te afectan positiva o negativamente, pero hay estímulos mucho más fuertes que lo que diga la gente de ti, algo que tienes asumido en la medida en que expones tu trabajo al público. Ahora las redes sociales te proporcionan mucha información sobre quiénes, dónde y por qué dicen lo que dicen de ti.
¿Al ritmo del algoritmo?
J: La otra noche me desvelé pensando que entre todo lo que desecha el algoritmo está ese pensamiento singular del que debemos aprender. El algoritmo está creado para anularlo, pero deberíamos darle la vuelta y propagar ese pensamiento que acabaría rápidamente con el sistema.
Amén. ∎