Sr. Chinarro, portada en Rockdelux tras publicar “El mundo según” (2006), confirmación de su mejor momento histórico al ser la continuación de “El fuego amigo” (2005); ambos, discos del año en la revista. Catorce años después de su primera grabación, Antonio Luque se nos aparece con una estatura heroica. Porque nunca se ha resignado. Ha resistido a la precariedad de la industria musical independiente española, a las dificultades para mantener una banda estable y a la tentación de ejercer de eterno genio incomprendido. Y gracias a ello gozamos de uno de los momentos más dulces de la historia de nuestra música popular.
El propio Antonio Luque ha bromeado con la posibilidad de estar escribiendo siempre la misma canción. Pese a lo exagerado de la proposición, hay una serie de recursos y estrategias, tan personales como reconocibles, que se mantienen a lo largo de toda su obra. Cuatro de muestra.
“Don confitero: un monje duerme en su armario, un espino en la maceta, un mal sastre en el percal, una promesa en la garganta, una bruja en el hechizo...”.
Con “Sal de la tarta”, el imaginario de Luque adquiere la levadura popular y terrestre que tanto juego habrá de darle. Como si el pintor José Gutiérrez Solana hubiese escrito canciones.
“En el trampolín de la piscina, desde el mes de junio abandonada, tu cuello es el espejo de las hadas”.
La capacidad casi cinematográfica para entrelazar distintos planos –el cotidiano y el sobrenatural– es pasmosa. Con razón está entre sus favoritas.
“Un fenómeno celeste no es tan espectacular. Sale justo un rayo verde en el horizonte que hoy también se ha vuelto a nublar...”.
Durante más de una década, se ha hablado con frecuencia de la aptitud del sevillano para las asociaciones de ideas insólitas, para el encuentro de metáforas y para la introducción de distintos registros, con especial querencia por el coloquial, en un mismo texto. Pero cada vez más esas mañas sirven para contar una historia. La poesía inquietante que se esconde tras las cosas más cercanas: el rayo verde.
“Y tu idioma, que no sé cuál es, es parecido al irlandés, y el llanto que sí que comprendo”.
Incluso desnudo hasta el esqueleto y en su clave más naíf (está canción es prácticamente una nana), el universo de Antonio Luque continúa siendo inimitable. Ningún tema describe tan bien la nueva piel de Chinarro para la vieja ceremonia. ∎