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Wayne Coyne (son su hijo) al frente de The Flaming Lips ahora. Foto: Black Clothes
Wayne Coyne (son su hijo) al frente de The Flaming Lips ahora. Foto: Black Clothes

Entrevista

The Flaming Lips, veinte años de la madre de las batallas

El grupo de Oklahoma mantiene bien viva su andadura como entidad creativa. Ahora se ha permitido mirar hacia atrás para celebrar los poderes duraderos y el vigésimo aniversario de una de sus obras clave, “Yoshimi Battles The Pink Robots”, con una reedición en forma de boxset. Y muy pronto se publicarán en vinilo dos EPs de la época.

15. 02. 2023

Hablamos con Wayne Coyne –cantante, multinstrumentista y compositor de The Flaming Lips– sobre “Yoshimi Battles The Pink Robots” (Warner, 2002), álbum amenazante pero adorable en el que la banda desarrolló su rock de ciencia ficción deslizando aventurados despliegues sónicos y melodías con ángel. Al boxset que celebra su veinte cumpleaños, publicado a finales del pasado noviembre, se sumarán el 17 de marzo los EPs “Fight Test” y “Ego Tripping At The Gates Of Hell”, ambos de 2003, que van a reeditarse por primera vez en vinilo.

Los robots de color rosa, máquinas intimidantes con perfiles de cómic manga como metáforas de la enfermedad letal que nos amenaza, inspiraron a The Flaming Lips a la hora de construir, dos décadas atrás, una de sus obras de referencia. Ya habían producido al menos un disco para la historia, “The Soft Bulletin” (Warner, 1999), generalmente archivado como el pico su producción: fue el mejor álbum del año para Rockdelux, que además lo situó en el puesto 68º en su repaso a los mejores discos publicados entre 1984 y 2014. Pero su relevo, este “Yoshimi Battles The Pink Robots” que nos ocupa, amplió la narrativa de la banda y –tan o más importante– vendió más ejemplares, además de entregar la que a largo plazo sería su canción más reproducida: “Do You Realize??”.

Wayne escuchando los multi-tracks de “Do You Realize??”.

Por ello, el disco ha vuelto a nosotros convertido en un androide de seis cabezas, tantos como unidades de CD de esta reedición en boxset, que atesora un total de cien canciones y abraza, por tanto, un amplio acopio de extras: maquetas, caras B, remezclas, rarezas de diverso signo y tomas en directo de la gira consiguiente, incluyendo conciertos íntegros en Boston y Londres. Material para suministrar una inmersión profunda en la marejada de ideas que sacudió al grupo en aquel tiempo y descifrar sus claves: ahí están ciertos momentos de clarividencia seminal capturados en las demos o la promiscua ristra de versiones delatoras de su arte pop.

Cuando The Flaming Lips grabaron este disco ya eran unos probos veteranos con casi veinte años de trayectoria, mayormente en el más trémulo underground, y habían sido capaces de evolucionar desde el guitarreo alt-rock con flecos lunáticos de sus primeros álbumes hasta una reformulación de viejas categorías como eran la psicodelia y el rock espacial. En “Yoshimi Battles The Pink Robots” desarrollaron el lenguaje sónico de “The Soft Bulletin” –con esa mayor injerencia de los teclados y la electrónica– y nos deleitaron deslizando melodías diáfanas entre espacios abiertos con vistas a un cosmos enigmático pero acogedor.

“Cuando salió yo tenía 41 años, ya era un poco mayor, pero ahora acabo de cumplir 62. Cuando tienes mi edad, veinte años no parece tanto tiempo como para quien tenga 18 o 35. Me siento esencialmente la misma persona, pero con un poco más de experiencia”
Wayne Coyne

Transmitieron inocencia e invitaron a la alucinación, capturaron ecos sonoros retro y soñaron con el futuro, y tejieron una historia que se las tiene con un concepto tan poco simpático como la mortalidad sin ponerse pretenciosos. Las aventuras de Yoshimi, desafiando al monstruo, representan un punto de referencia para una banda que nunca se ha disuelto ni ha dejado de publicar música y que mantiene el tipo en la actualidad, con notables referencias recientes como “American Head” (Warner, 2020).

Wayne Coyne nos atiende vía Zoom desde un salón de su casa en Oklahoma City en el que parecen vislumbrarse instrumentos y artilugios de grabación. “Aquí lo tengo todo. Ahí está mi grabadora de cuatro pistas, ¿puedes verla?”. El autor de todas esas canciones –en alianza con sus colegas de banda Steven Drozd y Michael Ivins, y con el productor Dave Fridmann– se muestra cordial, hablador y puesto en situación para conversar sobre un disco que elaboró hace mucho tiempo. “No me cuesta hacerlo porque es un álbum que nunca nos ha abandonado y no he dejado de hablar de él desde que salió”, indica. Y añade un razonamiento: “Cuando salió yo tenía 41 años, ya era un poco mayor, pero ahora acabo de cumplir 62. Cuando tienes mi edad, veinte años no parece tanto tiempo como para quien tenga 18 o 35. Me siento esencialmente la misma persona, pero con un poco más de experiencia”.

The Flaming Lips en 2002. Foto: J. Michelle Martin
The Flaming Lips en 2002. Foto: J. Michelle Martin

“Yoshimi Battles The Pink Robots” es un álbum que respira una inquietud existencial, cierta melancolía, sentido de la fragilidad de la vida… ¿También una relación conflictiva con la tecnología o no hay que tomar esa batalla con los robots de un modo literal?

Una de las cosas del disco que gustan a la gente es esa idea de la inocencia humana en combate con la pérfida tecnología, pero eso, aunque sea una parte importante de la historia, no es el ingrediente central del álbum. Si hay en el mundo un grupo que adora la tecnología, ese es The Flaming Lips. Cualquier recurso que nos ofrecen las máquinas lo hemos usado y nos ha ayudado y facilitado la vida. Recuerdo cuando hace años hablaba por teléfono con un periodista de España y se percibía el delay. Y ahora es impresionante que podamos estar hablando y viéndonos así. Así que no, el mensaje no es que la tecnología sea mala. En realidad, la mayor parte de la mejor música de The Flaming Lips tiene que ver con la mortalidad, el suicidio… Hay áreas de la condición humana donde la música funciona mejor que el cine, la pintura o la poesía. La música es algo mágico, no te expulsa de la obra como ocurre con otras formas de arte. Creamos este álbum sin ninguna expectativa y esa es una de las grandes cosas de estar en The Flaming Lips, que nunca tratamos de hacer discos que vayan a ser grandes éxitos pop, sino que todo va de soltar tu imaginación. Y resulta que veinte años después la gente sigue hablando bien de ese álbum. Aunque tampoco tengo claro si es relevante que a la gente le siga gustando.

Un catalizador del disco fue la muerte de una amiga del grupo, una seguidora japonesa de The Flaming Lips, ¿es así?

Sí, habíamos actuado en Japón no hacía mucho, en el 2000, y la habíamos visto. Ella nos había venido a ver a los conciertos desde hacía unos años. Ya de vuelta a casa, nos llegó la noticia de que había fallecido. Resulta que estaba muy enferma, tenía una dolencia cardíaca y sabía que se iba a morir pronto, pero no había querido contárselo a nadie. Fue un shock. Nos quedamos destrozados. Y entonces escribí “It’s Summertime” pensando en ella, en su serenidad, su dignidad y en esa manera de querer evitar que los demás estuvieran tristes. Creo que fue la primera canción que surgió, estableciendo la paleta de colores de lo que podríamos hacer. De ahí salió la idea de la rotulación japonesa y la mujer de la portada. Y esa figura, Yoshimi, que es la heroína que sufre por dentro.

“Creamos este álbum sin ninguna expectativa y esa es una de las grandes cosas de estar en The Flaming Lips, que nunca tratamos de hacer discos que vayan a ser grandes éxitos pop, sino que todo va de soltar tu imaginación. Y resulta que veinte años después la gente sigue hablando bien de ese álbum”
Wayne Coyne

Yoshimi es también Yoshimi P-We, integrante de la banda japonesa Boredoms.

De ella me inspiró sobre todo el álbum “Feather Float” (1999), el segundo de su otra banda, OOIOO. Lo habíamos escuchado mucho. Ella no hablaba nada de inglés y nosotros nada de japonés, pero la comunicación pudo ser muy profunda. Es una persona muy inteligente y sensible. Tuvimos la suerte de pasar un tiempo de estudio con OOIOO en Austin, Texas, que está a cinco o seis horas en coche de donde vivimos, en Oklahoma City. Fueron solo un par de horas y de ahí salió su voz y sus gritos en el tema “Yoshimi Battles The Pink Robots Pt. 2”.

Un momento del álbum que simboliza la fricción violenta de la mujer con el robot. ¿Es equivocado hablar de un álbum conceptual?

Sí que lo es, aunque depende de con qué álbumes conceptuales lo compares. No es como “Tommy” (1969), de The Who, porque no cuenta una historia per se, pero quizá un disco como “The Dark Side Of The Moon” (1973), de Pink Floyd, tenga más que ver, porque no te cuenta una peripecia sino una visión del mundo, con un poco de filosofía y cierta perspectiva. La portada, las ilustraciones, el título dan a entender que ahí hay una historia, como una película. Durante todo este tiempo, desde 2002, he ido tratando de juntar las piezas de lo que creo que podría ser la historia del disco, y creo que estoy a medio camino de dar forma a una novela gráfica sobre “Yoshimi Battles The Pink Robots” a partir de las canciones.

Steve Drozd, Wayne Coyne y Michael Ivins: robots eternos. Foto: J. Michelle Martin
Steve Drozd, Wayne Coyne y Michael Ivins: robots eternos. Foto: J. Michelle Martin

¿Tienes la impresión de que el paso del tiempo ha ido a favor del álbum?

Sigue sonando espectacular y eso era un motivo de preocupación importante en los años ochenta y noventa cuando hacías un disco. Suena fantástico, como si se hubiera hecho hoy. En aquella época llevábamos trabajando con Dave Fridmann desde hacía tiempo, desde 1988, y de un modo más intenso y gratificante a partir de 1996, cuando construyó su propio estudio. Mucho tiempo trabajando con un mismo productor, y creo que este disco es probablemente la cumbre de toda esa época. Por ello no tuvimos prisa en hacer el siguiente. Fue el clímax de cinco o seis años muy intensos, con mucha gente involucrada siendo creativa en el mismo momento, aunque en ocasiones nos quisiéramos matar unos a otros. Nos sentimos muy aliviados al ver que tenía el éxito suficiente para permitirnos hacer un poco lo que nos apetecía durante un tiempo. Vivimos tranquilamente sin la presión de tener que hacer otro “Yoshimi…”.

Este tipo de boxsets pueden ser irresistibles para los fans, pero también un poco intimidantes y difíciles de digerir. ¿Tienes una buena relación con esta clase de artefactos?

Somos una banda que conserva toda la música que ha hecho, maquetas incluidas. Hay grupos donde eso no ocurre, pero yo lo conservo todo. Y con el tiempo se crea la posibilidad de tener una mirada más profunda a discos clásicos como “Yoshimi…”: cómo se hicieron, cómo eran las cosas entre bambalinas. A mí me pasa también con las cosas de The Beatles o de Pink Floyd; la demo que hizo John Lennon o lo que sea. Y no es que me compare con ellos, pero es divertido y te da un poco más de información sobre los motivos de inspiración y todo eso. La maqueta de “Do You Realize??”, en concreto, es probablemente la primera razón de ser de este boxset.

El gran banquete: boxset con la reedición de “Yoshimi Battles The Pink Robots”.
El gran banquete: boxset con la reedición de “Yoshimi Battles The Pink Robots”.

Una toma de mínimos, a voz y guitarra acústica.

Ahí hay una magia que hace que la canción sea especial. Luego habrá la grabación con toda la producción, pero sin esa chispa inicial no sabrías por dónde tirar. Por eso pienso que el boxset es esclarecedor y que, si te gustan esas canciones, te encantará todo este material.

Si se puede conocer un poco más a un artista por las versiones que hace, nos sale una nube en torno a The Flaming Lips con nombres como Elvis Presley, Pink Floyd, Radiohead, Beck y hasta Kylie Minogue, de quien ofrecéis dos libres adaptaciones distintas, capturadas de sendos conciertos. ¿No hay que menospreciar el mainstream?

Hicimos este tema de Kylie (se refiere a “Can’t Get You Out Of My Head”) porque lo estuvimos escuchando intensamente durante un tiempo y nos encantaba, creo que sin saber que era tan popular. Es una gran canción y lo divertido es que no sé exactamente por qué la adaptamos. Me ocurre lo mismo con otras versiones, como “Lucifer Sam”, de Pink Floyd: creo que la hicimos porque vimos que sabíamos tocarlo. Diría que vino de una prueba de sonido en la que tocamos una parte del tema y alguien nos pidió que lo tocáramos entero. Esas piezas están en la caja porque nuestro mánager, Scott Booker, siempre ha sido muy diligente con cualquier cosa que hiciéramos, programas de radio, etcétera, y conservaba las grabaciones. Suya fue la visión maestra de este boxset.

“Puedes descubrir a The Flaming Lips a los 50 años y pensar que son estupendos. O a los 15. A mis hijos, que son muy pequeños, uno tiene 3 años y medio y el otro 9 meses, les encantan estos temas porque son fáciles de canturrear”
Wayne Coyne

¿Te preocupa que esta música pueda llegar al público joven del año 2023?

Cuando eres muy joven no sabes si te gusta la música por sí misma o porque es lo que está ahí, en tu contexto cultural. Pero a medida que creces, hacia los treinta, si te sigue gustando ya es por la música en sí misma, no tiene por qué formar parte de un movimiento cultural. Pero todo esto nunca me ha preocupado. No conocí demasiado la música de Miles Davis hasta que tuve casi 40 años. Entonces me impresionó. Pero antes no era fácil tener acceso a música que fuera antigua, yo todavía no tenía una gran colección de discos y a lo sumo me podía llegar algo por la radio. ¡No descubrí de verdad a Miles Davis y a John Coltrane hasta que se reeditaron los discos en CD! Pero, actualmente, cuando tienes acceso casi a cualquier música de la historia con un par de clics, pienso que la música que te toca de verdad, que tiene un fondo humanista, siempre habrá quien la abrace. Y no importa si eso llega a los 16, a los 20 o más tarde. Puedes descubrir a The Flaming Lips a los 50 años y pensar que son estupendos. O a los 15. A mis hijos, que son muy pequeños, uno tiene 3 años y medio y el otro 9 meses, les encantan estos temas porque son fáciles de canturrear.

Habrá conciertos basados en la recreación de “Yoshimi Battles The Pink Robots”, aunque por ahora están circunscritos a Estados Unidos y el Reino Unido.

A lo largo de los años, desde 2002, habremos tocado un tercio de ese repertorio. Y ahora tenemos una decena de shows programados, tocando el álbum entero y otras canciones. Empezamos a ensayar a principios de febrero. Ojalá podamos ir a otros países como Italia o España. Son pocas fechas por ahora, pero espero que haya algunas más.

Tras reencontraste con este material con motivo de la reedición, ¿crees que eso tendrá un influjo en las próximas creaciones de The Flaming Lips?

Sí, porque cada cosa que te ocurre y en la que te sumerges acaba afectándote. Y eso que Steve Drozd y yo muchas veces hemos tratado de aislarnos y de evitar las cosas que nos condicionen. Pero, en este caso, “Yoshimi…” es una buena influencia. ∎

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