El poder de las manos. Foto: Tobias Ortmann
El poder de las manos. Foto: Tobias Ortmann

Entrevista

Wallis Bird: “Me he dejado llevar por mi amor por las canciones pop rápidas y bien elaboradas”

Después de repasar el estado del mundo en “Woman”, la irlandesa Wallis Bird regresa con un disco de cariz más introspectivo, “Hands”, en el que rinde homenaje a algunos de sus sonidos favoritos de los 80 y 90. Su corazón sigue siendo el folk, pero en esta entrevista no tiene problemas para reconocer una pasión indomable por las producciones de Trevor Horn o la versatilidad de Janet Jackson.

“Es difícil componer sobre temas políticos”, me asegura Wallis Bird (Wexford, 1982) por videollamada desde su casa en Berlín. Y, sin embargo, su anterior disco –“Woman” (Mount Silver, 2019)– prorrogaba la tradición de la canción protesta con alusiones al ascenso de Trump, el Brexit o el movimiento Black Lives Matter. No sabemos si el álbum inquietó a su familia –“enseguida se preocupan por si me meto en alguna conversación comprometida”–, pero el caso es que “Hands” (Mount Silver-Music As Usual, 2022) gira, sobre todo, en torno a Bird y sus circunstancias; su voluntad de ser mejor persona tras tocar fondo en la pandemia. La celebrada artista (no solo) folk sale del hoyo bailando, surfeando sobre instrumentaciones synthpop y R&B con aromas de la radio de su infancia y adolescencia.

Según la nota de prensa, este disco surge cuando te das cuenta de quién eres, qué eres y qué no quieres. ¿Cuándo llegas a esa conciencia? ¿Fue durante el Gran Confinamiento de 2020?

Fue, diría, una semana antes de entrar en el estudio para empezar a grabar, a mediados de noviembre de 2020. Habíamos pasado el año confinados. Y mis meses de encierro habían sido bastante absurdos. Solo me preguntaba una y otra vez: “¿Qué está pasando aquí?”. Al entrar al estudio en diciembre, mi visión de todo era diferente, estaba en un espacio mental más sano. Llegué con las manos vacías y le dije al productor Philipp Milner: “Hagamos un poco de música juntos y a ver qué sale”. Lo que siguió fue una sucesión de buenas decisiones, muchas risas, experimentos profundos, diversión… Mucha diversión adulta.

¿Hubo alguna canción que abriera la caja de Pandora de la inspiración?

Todo empezó con “What’s Wrong With Changing?”. Nunca había compuesto una canción delimitando tan claramente un momento en el tiempo. Es, en resumen, lo que pasó a esta mujer blanca en Europa entre 2001 y 2021. Una persona que dejó su país de origen, abiertamente gay, etc. Todo muy específico, pero a la vez muy general, porque todos somos diferentes. A nivel musical suena compleja, pero es simple: solo dos acordes y una única instrumentación intensificada o rebajada. La cargué de sintetizadores y la hice bailable y tribal. Sabía que de aquí brotaría el resto del disco.

“What’s Wrong With Changing?”.

¿Y de dónde surge ese nuevo énfasis en los sonidos sintéticos de los 80?

Era una cuestión de confort. El virus nos sacó a todos de nuestra zona de confort. Yo al menos me pasé el primer año durmiendo y siendo incapaz de lidiar con todo aquello. Pero tras tanto tiempo tirada y adormilada y cansada, me dije: “Ha pasado ya un año. He de cambiar mi estilo de vida”. Me deprimo si no hago ejercicio y si no bailo. Así que empecé a componer este disco imaginándome encima de un escenario, rodeada por el grupo más enérgico, bailando como una loca toda la noche.

Volviendo a “What’s Wrong With Changing?”, origen de todo: suena a reivindicación de Janet Jackson como hace tiempo que no se escucha.

Lo es, lo es, y creo que es necesario reivindicarla. De Janet me encanta que fuera capaz de meter tantas ideas en una sola canción; de hacer como cinco canciones en una. Su sonido, ese sonido tan contundente, tan sexual. Pero quiero creer que el disco va más allá del revival nostálgico de los 80. El folk sigue ahí de algún modo, solo que esta vez me he dejado llevar bastante por mi amor por las canciones pop rápidas y bien elaboradas.

“El virus nos sacó a todos de nuestra zona de confort. Pero tras tanto tiempo tirada y adormilada y cansada, me dije: Ha pasado ya un año. He de cambiar mi estilo de vida’... Así que empecé a componer este disco imaginándome encima de un escenario, rodeada por el grupo más enérgico, bailando como una loca toda la noche”

Me hizo feliz leer que “I Lose Myself Completely” es una especie de oda al trabajo del productor Trevor Horn (Buggles, Frankie Goes To Hollywood, Pet Shop Boys…). Tampoco se habla de él todos los días y sus obras son intemporales.

Horn ha estado siempre en mi vida. No hay nadie que suene con esa claridad. “Owner Of A Lonely Heart” (de Yes) es una de las canciones con mejor sonido de la historia; quizá la mejor para saber de lo que es capaz un equipo de música. Lo interesante de hacer “Hands” fue que cada vez que intentaba ensuciar el sonido y usar instrumentos más, digamos, realistas, guitarras y cosas así, las canciones no los querían. Lo que querían era claridad y amplitud.

¿Fuiste muy precisa con la clase de tecnología que usaste? ¿Es de las épocas a las que querías hacer referencia? ¿Trataste de replicar algunas de las técnicas de los 80 y 90?

Usé Ableton por primera vez, que fue increíblemente inspirador. Los bancos de sonidos son increíbles y su potencial como juguete es simplemente excelente. En el estudio había 50 teclados y sintes diferentes entre los que elegir. Uno de esos teclados tenía como 80 años. Con tantas cosas por probar, es normal que dejara la guitarra a un lado. Pero una vez en la cabina, nos propusimos un lema: “Todo ha de respirar”. Había que usar el copia y pega lo menos posible. Tocar cada pista de principio a fin para que la canción respirase. Si no podemos estar todos juntos tocando en la misma habitación, debemos buscar otras formas de capturar la sensación del directo, donde no se puede copiar y pegar.

Clara y directa. Foto: Tobias Ortmann
Clara y directa. Foto: Tobias Ortmann

Hablemos de la canción más freak del disco: “No Pants Dance”, en la que el homenajeado parece Prince y, para ser precisos, el Prince desatado de “Partyman”.

¡Me alegra que me hables de esa canción! Sí que entiendo la comparación. Curiosamente, empezó como un blues lento de Nueva Orleans. Que llegué a grabar, pero no salió bien. Quería a toda costa que esta canción se pudiera bailar, así que me dejé llevar por una referencia de los 90: “There’s More To Life Than This”, del “Debut” (1993) de Björk . Tiene un toque de house de los 90 que quería replicar. El house es una música que parece simple, pero en realidad es compleja; no es fácil mantenerte atento con pocos elementos durante siete u ocho minutos y que, cuando se produzca un cambio, lo sientas tan intensamente. Me gustaba la idea de buscar eso. Para el estribillo, hablé con Milner y le propuse un desafío, bastante guarro, aviso: “¿Puedes hacer que suene como si estuvieras en Berghain, alguien se cagara en el suelo y todo el mundo se quedara mirando eso porque cree que es arte?”. Esa era mi referencia para el estribillo (se ríe). “No Pants Dance” trata sobre la belleza fea, sobre estar cómodo con tu desnudez y no conectarla con la sexualidad. Me encantaría que en los clubs pudiésemos ir corriendo desnudos por ahí sin que fuera algo sexual.

El título del álbum y la portada resaltan una parte del cuerpo en concreto: las manos. No hay una canción llamada “Hands” en el disco. ¿Nos explicas esta decisión?

Las manos son algo muy personal. Si te pidiera ver las tuyas ahora mismo, quizá te sentirías un poco incómodo (se las enseño, aunque es cierto que se me hace raro; sonríe). Es algo muy, muy personal, que dice mucho sobre ti. De forma extraña, resulta algo muy privado. En la pandemia no podíamos tocarnos unos a otros; no podíamos comunicarnos; no podíamos estrechar las manos… Eso se nos quitó, y a mí al menos me afectó profundamente. Con el disco quería tocar a la gente, ofrecer una mano.

“‘No Pants Dance’ trata sobre la belleza fea, sobre estar cómodo con tu desnudez y no conectarla con la sexualidad. Me encantaría que en los clubs pudiésemos ir corriendo desnudos por ahí sin que fuera algo sexual”

Tú tienes una relación más intensa con tus manos que el resto de la gente.

Sí, es cierto. Como bien es sabido, perdí todos los dedos de mi mano izquierda cuando era solo un bebé. Me los pegaron todos, más o menos (le falta la mitad del meñique). Durante la pandemia me dio mucho por sobreanalizar mis manos mientras me preguntaba una y otra vez: “¿Qué vamos a hacer?”. Entré en una especie de bucle.

¿Qué supuso para ti aprender a tocar la guitarra?

Nadie me dio clases hasta los 21 o así. Hasta entonces, había estado tocando sola a mi aire. Y cada vez que tocaba delante de alguien, todo el mundo flipaba con que pudiera hacerlo, y a mí no me parecía tan flipante. O me decían “es una pena que nunca vayas a poder ser realmente buena…” y cosas por el estilo. Había reacciones interesantes e inesperadas, algunas que jamás me habría planteado. Ahora toco la guitarra muy fuerte y muy rápido, porque me gusta fardar y poder decir: “Da igual si os falta un dedo o dos todos: puedes tocar la guitarra”. No quiero que la gente sienta lástima por mí. Quizá por eso me esforcé en ser mejor que la mayoría. ∎

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