Rosa azul.
Rosa azul.

En portada

Xenia Rubinos

El brillo de una rosa en el asfalto

Fotos: Michelle Arcila

22.11.2021

“Una rosa” no solo ha servido para que Xenia Rubinos reconectase con su herencia latina, también la ha colocado en el lugar destacado que merece su talento. Hablamos con la cantante y compositora sobre sintetizadores, Auto-Tune y el movimiento Black Lives Matter.

S

iempre fue difícil situar a Xenia Rubinos en la escena independiente americana. Los medios se empeñaron durante años en definirla como artista latina por la procedencia de sus progenitores, cuando en realidad sus canciones no respiraban apenas el aire de las músicas que llegaron a oídos de sus antepasados. Además, la desprejuiciada mezcla de géneros de sus dos primeros álbumes, “Magic Trix” (Jaba Jaba, 2011) y “Black Terry Cat” (Anti, 2016), complicaban mucho la tarea de los dependientes de las tiendas de discos en el momento de ponerla en una cubeta u en otra: ¿en R&B?, ¿en pop alternativo, quizá?, ¿post-punk?, ¿jazz contemporáneo? Todo esto ya no tiene importancia y salta por los aires con “Una rosa” (Anti-Popstock!, 2021), una obra extraordinaria en la que, ya desde el título y la portada, sí explora decididamente los boleros, el danzón y la rumba cubana que le llegó como herencia directa de sus padres y su abuela. Un trabajo rotundo, perfectamente presentado y elaborado, desapegado y al mismo tiempo muy personal, que merece todos los elogios que ya está recibiendo y la atención de todo el público que, por una razón u otra, aún no se haya acercado a su música hasta hoy.

Hablamos vía videollamada con Xenia en conexión Barcelona-Brooklyn, una hora de diálogo sin pausas que sirvió para ahondar e ir destapando los incontables secretos y detalles que esconde “Una rosa” en su interior.

Tus discos anteriores eran como una mezcla de sonidos e influencias muy diferentes y siempre se hablaba de ti como de una artista difícil de clasificar. Pero esta vez te has concentrado en dos o tres géneros, suena mucho más focalizado. No sé si lo ves igual, si es algo consciente, o si para ti se trata simplemente de una continuación de lo que venías haciendo hasta ahora.

Creo que en cierto modo sí es una continuación: aún sigo teniendo muchas influencias y creo que se perciben en el disco. Pero es verdad que “Una rosa” supone una exploración más clara de mi herencia latina. Tuve mucha fascinación con la rumba y la clave, y se nota, claro. Hablo de canciones como “Amor gitano”, de La Lupe, las de Libertad Lamarque, o el danzón con el que empieza el disco, “Ice Princess”. “Ay hombre”, por ejemplo, es mi homenaje a esas canciones que escuchaba mi abuela, pero luego, justo a continuación, pasamos a un tema que es más hip hop y R&B, así que la mezcla de elementos sigue estando ahí.

Hay una aleación muy interesante de los géneros latinos clásicos con el Auto-Tune y los sintetizadores, que suena muy natural pero que, sobre el papel, es bastante arriesgada…

Le estuve dando muchas vueltas a esa combinación. Al inicio, pensé que no iba a ser un disco de canciones, y durante mucho tiempo estuve buscando referencias de ese sonido que tenía en la cabeza, pero no terminé de encontrarlo. De hecho, lo encontré más recientemente, cuando ya tenía el álbum terminado (ríe). La idea de partida era la de una banda de músicos cubanos tocando rumba tradicional, pero con sintes en lugar de guitarras. De todas formas, no creo que haya hecho algo nuevo, hay otros músicos moviéndose en ese terreno, como ÌFÉ, por ejemplo, o Rosalía, con su mezcla de flamenco, música urbana y electrónica. Pero sí es cierto que para mí fue una exploración nueva de cómo encajar esas ideas.


“La idea de partida era la de una banda de músicos cubanos tocando rumba tradicional, pero con sintes en lugar de guitarras. De todas formas, no creo que haya hecho algo nuevo, hay otros músicos moviéndose en ese terreno, como ÌFÉ, por ejemplo, o Rosalía, con su mezcla de flamenco, música urbana y electrónica. Pero sí es cierto que para mí fue una exploración nueva de cómo encajar esas ideas”



En ese sentido, creo que mencionaste como referente importante el primer disco de Kelman Duran, “1804 KIDS” (2017).

Oh, sí, es tremendo ese disco, lo estuve escuchando muchísimo. Es muy distinto a lo que hago porque, para mí, eso es música de club muy experimental, como un collage de varias cosas. Lo que me gusta es cómo escoge, por ejemplo, un sample vocal de Ozuna, de una canción muy popular y azucarada, y lo pega con un beat que no tiene nada que ver, cambiando completamente el significado de esas palabras, volviéndolas mucho más oscuras. Eso me fascinó y me inspiró mucho en su momento.

Dijiste incluso que pensabas que el disco iba a ser similar al de Kelman, pero ha acabado siendo un trabajo de canciones más o menos clásicas.

Bueno, pasaron muchos años y muchas cosas entre las primeras ideas y la edición del álbum, y creo que, cuando llegó el momento en el que me vi obligada a focalizar más, volví al formato de canción, que me es más cercano y cómodo para trabajar, partiendo las composiciones en secciones: A, B, C… El formato canción me ayudó a concretar.

Herencia latina.
Herencia latina.


¿Qué pasó en tu vida entre “Black Terry Cat” y “Una rosa”? Sabemos por alguna otra entrevista que pasaste por un mal momento, hasta el punto de creer que no volverías a publicar música nunca más…

Fue una etapa muy difícil en lo personal: murió mi padre y me alejé mucho de todo y de todos. Empecé el 2020 sin saber para dónde ir. Tenía este disco en la cabeza, pero no tenía ni idea de cómo materializarlo. Fue la primera vez que me planteé si seguir haciendo música o no, y eso me descolocó totalmente, porque si no hago música no sé quien soy. Por otro lado, apartarme un poco de esa parte musical y encontrarme desde otro sitio también me permitió bajar a la tierra y enfocarlo con más calma, sin grandes ambiciones, de una forma más fría y práctica. Fue como “OK, vamos a hacerlo, sin más”. Y estaba tan lejos de mí y de lo que quería que acepté las sugerencias que me iba dando Marco (Bucelli, su pareja, también músico y cómplice en el estudio), y me dejé llevar por las situaciones que se iban dando. Fue bastante liberador.

Es curioso, porque no suena frío ni práctico en absoluto, y en cambio sí muy personal…

Sí, es cierto. Pero, si te digo la verdad, hace unas semanas, cuando nos llegó el vinilo, pensé: “No tengo ni idea de cómo hemos hecho esto”. No es que no tuviera ideas al inicio, sí que tenía, muchas; pero era como enfrentarse a una página en blanco, como volver a aprender a caminar. Y supongo que lo logré a base de trabajar, de ir haciendo cosas día a día, durante prácticamente dos años.


“En 2018 o 2019 ya empecé a fantasear con un personaje, llamado Xenia2020, que era como yo pero más diva, capaz de cantar boleros y vivir al límite. Y lo retomé para algunas de las canciones nuevas. En ‘Who Shot Ya?’, por ejemplo, me imaginaba que llevaba puestos varios dientes de oro, y canté la canción con esa actitud. Y el vocoder y el Auto-Tune ayudan mucho también en ese sentido”



¿De qué manera afectó el confinamiento en todo este proceso?

Fue una bendición. Habíamos empezado a grabar en enero de 2020, pero tanto Marco como yo teníamos otros proyectos entre manos, y era difícil darle continuidad. Yo en marzo sentí que el año había empezado demasiado rápido, y no tenía energía para salir mucho ni ir a sitios ni a fiestas ni nada. Y, cuando se cerró todo, lo sentí como uno de esos días de nieve en los que no vas a clase. Y me vino perfecto, la verdad, porque era lo que necesitaba: bajar el ritmo y poder concentrarme en las canciones sin que nadie preguntara ni esperara nada de mí.

¿Empezaste con “I Did My Best”? Es claramente una canción de reconciliación, de borrón y cuenta nueva.

No fue exactamente la primera, pero sí un punto de inflexión muy importante. Creo que la primera fue “Sacude”, porque estaba obsesionada con la rumba y el guaguancó y me puse con ella para dar salida a esa obsesión. Pero “I Did My Best” fue el primer momento en el que sentí algo importante, como una revelación. Al principio pensaba que tenía que ser un tema más fuerte, rapeado o gritado, pero Marco me sugirió que la cantara más suave y bajara el tempo, y, en contra de lo que hubiera hecho en otro momento, le dije: “Dale, OK”, y me puse el vocoder para probar. Y ahí surgió algo raro y mágico, fue uno de esos momentos en los que todo tiene sentido y entiendes por qué haces lo que haces, por qué te dedicas a esto. Además, en ese momento no me di cuenta, pero luego vi claramente que la letra de la canción tenía que ver con mi padre, que se la estaba cantando a él. 

Danzón y vocoder.
Danzón y vocoder.


Lo de usar el vocoder, ¿te ayudó de alguna manera a no ser tú y a entrar en el disco, justo en ese momento en el que te sentías apartada de todo?

¡Sí, totalmente! De hecho, en 2018 o 2019 ya empecé a fantasear con un personaje, llamado Xenia2020, que era como yo pero más diva, capaz de cantar boleros y vivir al límite. Y lo retomé para algunas de las canciones nuevas. En “Who Shot Ya?”, por ejemplo, me imaginaba que llevaba puestos varios dientes de oro, y canté la canción con esa actitud. Y el vocoder y el Auto-Tune ayudan mucho también en ese sentido. El Auto-Tune, en realidad, empezó más como un divertimento, no pensé que fuera a terminar en el disco, pero luego nos gustó y vimos que tenía sentido dejarlo.

“Ay hombre” no sería igual sin ese Auto-Tune. Es una canción impactante; al principio pensé que quizá era una versión, porque suena a clásico de toda la vida, a bolero de toda la vida, pero no…

De nuevo, la inspiración para ese tema fue una canción de La Lupe, “Qué te pedí”. Pensé en versionarla, pero poco a poco vi que había una canción mía ahí. Y luego, cuando vino el guitarrista Yasser Tejeda, al que invitamos para meter un solo, me dijo: “Pero Xenia, esta canción se parece mucho a una de Odilio González, Celos sin motivos’, un tema que yo no había escuchado en mi vida. Así que, sí, tiene ese algo de tema de toda la vida; supongo que en el fondo todas esas canciones se parecen entre ellas. También tenía en la mente el disco “808 & Heartbreak” (2008), de Kanye West: la intro del tema, ese sinte, sale un poco de ahí.

Tú naciste en Connecticut, pero tus orígenes están en Cuba y Puerto Rico. ¿Te sientes más de un sitio que de otro?

Norteamericana nunca me he sentido. Cuantos más años cumplo, más va cambiando esa sensación, pero también cada vez le voy dando menos peso. No sé muy bien qué quiere decir ser norteamericana o ser latina. Pasa lo de siempre: en la high school era “la latina”, y cuando voy a Cuba soy “la gringa”. Es muy típico. Y como artista, igual: muchas veces me definían como artista latina cuando mi música iba por otro lado.

Encontrando su sitio.
Encontrando su sitio.


¿Quizá por eso hasta ahora no habías mostrado tanto o dejabas de lado esa parte de tu educación musical?

Sí, supongo. Aunque cantara algunas canciones en español, nunca hice música latina. Y aun así, el headliner siempre fue ese, el de “artista latina”. Eso me trajo algunos problemas. Primero, porque me ponía en un sitio en el que no sentía que debiera estar, pero también porque las oportunidades, por ser “latina”, no son, o no eran, las mismas que por el hecho de no serlo. En el segundo disco no canté ni un solo tema en español y, aun así, seguían diciendo que era un disco latino. Pero esta vez dije: “Va, me da igual, ahora sí voy a hacer música más latina porque así lo siento, y que digan lo que quieran”. No es que todo el disco sea así, pero ahora está muy presente…

Sobre todo en el inicio, con los dos primeros temas largos, y el título, “Una rosa”. Por cierto, ¿por qué ese título y esa versión de la composición de José Enrique Pedreira?

Tiene que ver con mi infancia. La portada es la interpretación de una lámpara de flores que tenía en el cuarto donde dormía en casa de mi bisabuela. Con esa lámpara sonaba una melodía, que era la de Pedreira, aunque yo era muy pequeña y no tenía ni idea. Años más tarde, en la high school, alguien me regaló un disco como de música clásica, y ahí estaba otra vez esa melodía, y reconecté con ella inmediatamente. Luego volví a olvidarme, y en 2019 me vino otra vez a la cabeza, y me di cuenta de que tenía que grabarla de alguna manera, hacer mi versión. No fue hasta hace poco cuando escuché la canción original y supe que era de Pedreira. Empezar así no fue una decisión sencilla, tuve muchas dudas; pero la imagen y la versión iban juntas, y al final dijimos: “Venga, ese es el título y el arranque del disco”. Fue una forma de marcar el mood.

El movimiento Black Lives Matter tiene también su momento importante dentro del disco…

Sí, “Who Shot Ya”, dedicada a Breonna Taylor (mujer afroamericana tiroteada por la policía en 2020), no existiría sin ese verano que pasamos en Nueva York, casi sin dormir por el ruido de los helicópteros y con las calles en plena ebullición. El movimiento ha sido una gran inspiración para el disco y para mi vida.

¿Cómo crees que encajarán las nuevas canciones en directo con las anteriores? Este es un disco que podría interpretarse entero, de principio a fin, pero no sé si lo has considerado.

Aún le estoy dando vueltas. Eso que dices de tocarlo entero sería como un sueño, como si fuera una obra de teatro. Lo puedo visualizar perfectamente. Pero también veo conexiones entre estas canciones y las anteriores. Tengo que trabajar el aspecto más “performático” y de interpretación, ver de qué manera podemos crear un espectáculo en el que pueda tocar y, al mismo tiempo, moverme con más libertad en el escenario. Espero poder venir a España a presentarlo; ese es otro sueño que tengo. ∎

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