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ues sí, habrá un antes y un después en la historia de los shows en directo de la música en España. C. Tangana, con su rutilante “Sin cantar ni afinar tour”, ha puesto el listón por encima de (casi) cualquier cosa vista jamás por aquí. Lo dice alguien que lleva asistiendo a una media de tres-cuatro conciertos por semana desde hace décadas. Aunque “El Madrileño”, el disco del año pasado de Pucho, se quedó a las puertas de la eternidad que prometía –por el desaprovechamiento egocéntrico de la constelación de estrellas panamericanas y con solera de las que se rodeó y, sobre todo, por la inclusión de dos números atroces que desequilibraron el resultado final: obviamente, los atribuidos a Calamaro y Drexler–, en su espectáculo en directo ha compensado con creces esos lastres para erigirse en lo que “El Madrileño” debería haber conseguido. Que, por supuesto, no era quedar situado por detrás del “CLAMOR” de Maria Arnal i Marcel Bagés en las valoraciones de mejor disco del año (en algunos medios, hasta por detrás del “PUTA” de Zahara; que eso ya tiene delito), sino mirar de tú a tú a álbumes eternos de la música española como “Veneno” (Veneno, 1977), “La leyenda del tiempo” (Camarón, 1979), “Blues de la frontera” (Pata Negra, 1988), “No solo de rumba vive el hombre” (Albert Pla, 1992), “Échate un cantecito” (Kiko Veneneo, 1992), “Omega” (Morente y Lagartija Nick, 1996), “Lujo ibérico” (Mala Rodríguez, 2000), “El mal querer” (Rosalía, 2018), etc. Ese era el nivel que prometían las expectativas de un disco que empezaba con las arrasadoras, pero ya conocidas, “Demasiadas mujeres”, “Tú me dejaste de querer”, “Comerte entera” y “Nunca estoy”; además de ese cuarteto, se incluía también la regrabación (y no precisamente mejorándola) de “Un veneno”: es decir, cinco (¿las mejores?) de catorce no eran nuevas. Importante detalle para calibrar en su justa medida un disco que, aun siendo notable, dejó de aspirar al sobresaliente por detalles estructurales. Por ejemplo, y por no afear el asunto un año después ahondando en la opción del mainstream LATAM escogido, ¿cómo no fomentar el desarrollo de la brutal “Ingobernable” hasta el delirio loco en vez de cortarlo a lo seco? Incomprensible, Pucho.
Sin cantar ni afinar ni vocalizar (como los actores españoles a los que no entendemos cuando interpretan a no ser que accionemos los subtítulos en la pantalla). Así es C. Tangana. No lo necesita. Tiene en su cabeza el panorama completo de una película –chulesca, arrebatada y pasional–, la suya, que proyecta en escena en tres pantallas gigantes. Y la presenta de un modo premeditadamente chabacano y, aun así, excelso, pleno de referencias musicales que todo el mundo puede asumir con facilidad. Porque, ante la incógnita de los próximos shows de Rosalía, la otra cara de la moneda de nuestra latinización global –tan contemporánea como rupturista: ahora, más reguetón y menos flamenco–, lo de Pucho en esta gira ha sido tan retro como efectivo, tan castizo como, sí, infalible: un dechado de músicas de vieja escuela que lo alejan de la modernidad para asentarlo en el olimpo de los clásicos, que siempre es una elección preferible por perdurable. ¿Qué es si no revivir el calor de una inconmensurable descarga salsera como si estuviésemos en el Cheetah disfrutando de la Fania? ¿Qué es si no creernos en una sobremesa en Jerez sentados alrededor de una deliciosa juerga flamenca improvisada? ¿Qué es si no sentirnos arropados en un elegante club demodé con encanto, y con diversos niveles de atención, esperando que acontezca the next big thing, como si de un número circense se tratara, en una noche llena de impactos?
Aunque hubo retazos de “Still Rapping”, “Llorando en la limo”, “Baile de la lluvia”, “Tranquilísimo”, “Yelo” y “Antes de morirme”, qué lejos quedan ya el trap y las músicas urbanas asociadas como árbol troncal de su repertorio. Visto lo que tenemos que soportar últimamente en directo –Yung Beef (decepcionante pasotismo contumaz), La Zowi (desvergonzada ley del mínimo esfuerzo por sistema), Bea Pelea (cándido amateurismo), Goa (grunge-emo inconexamente rockero)–, qué bien que sea así. Me lo decía un geopolítico Pablo Und Destruktion –quizá en broma, tal vez en serio– la noche anterior tras su concierto en la sala Wolf de Barcelona: en cinco años, lo del urban va a ir a la baja con la defenestración de Estados Unidos (“mira que dejar perder Siria”, se lamentaba) y la ascensión de Rusia y China. Nunca se sabe, Pablo, pero volviendo al tema que nos ocupa: lo de C. Tangana en España es, ahora mismo, de otro nivel. Superior. Muy superior. Definitivamente.
Tangana estuvo colosal como entertainer y como maestro de ceremonias, brillando y sabiendo dar brillo a los demás. En un escenario con pasarela, barra con camarero solícito (y finalmente payasete) y monísimas mesas con lucecita. Que se apuntaran los hermanos Estopa al carrusel de ilustres fue una sorpresa relativa: Tangana quiere beber de esas mismas fuentes para llegar a todo tipo de públicos y, rindiendo tributo a “Tu calorro”, homenajea una forma de hacer música en España entre la rumba, el flamenco y la canción popular que tiene un largo recorrido histórico y está plagado de joyas grabadas a fuego en el subconsciente de diversas generaciones. Ahí caben los saludos a “No estamos lokos” (Ketama), “Noches de bohemia” (Navajita Plateá), “Corazón partío” (Alejandro Sanz) y “Alegría de vivir” (Ray Heredia), así como el break del “Bizarre Love Triangle” de New Order que se inventó Alizzz (se le echó en falta, por cierto, entre tantos amigos y conocidos) en el famoso Tiny Desk –del que sirvieron el fenomenal “Me maten”, claro; una nueva carta ganadora– e incluso un sutil guiño al “Lobo-hombre en París” de La Unión. Po-pu-lar. Hubo bachata, bossa nova, pasodoble, rumba, bolero, vientos, cuerdas, cuadro flamenco, una treintena de músicos, un estupendo Kiko Veneno con 70 años cumplidos, un Jorge Drexler muy suelto en su papel de estrella invitada, Rita Payés y Lucía Fernanda aprovechando su protagonismo creciente, un Niño de Elche estratosférico, La Húngara con su poderío, el “Suavemente” de Elvis Crespo… En definitiva, fiesta ante 18.360 espectadores (según datos facilitados por la promotora, The Project), excelencia y admiración. Felicidades, Pucho. Conciertazo. Lo dice alguien que bla-bla-bla…
PD: Hubo también un emotivo recuerdo al fallecido Sergio Larrinaga Soler “Larry”, reconocido autor de marchas de Semana Santa que murió el año pasado. C. Tangana utilizó la genial música de su “El amor”, de la Banda de Cornetas y Tambores Ntra. Sra. del Rosario de Cádiz, para dar fuste saetero a su “Demasiadas mujeres”. ∎