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l corazón da un vuelco cuando oyes algo interesante y nuevo. No pasa muy seguido. Hay gente que persigue la modernidad y se deslumbra con la juventud. Para mí la juventud no es una gracia, sino una condición. Todos fuimos jóvenes y todos dejamos de serlo. El ser joven no te hace inmediatamente fresco. Sin embargo, sí creo que la juventud tiene otra energía que se pierde pronto y ya no eres joven.
Mi amigo Tweety González es un sabueso cuando se trata de detectar trufas de modernidad. No por nada su nombre ha estado asociado a muchos movimientos emocionantes de la música argentina. Probablemente, junto con Melero, ha sido el mentor de todas las movidas de la historia reciente de ese país.
Tweety me habló de la Cumbia 420, cuyo nombre es matón. Lo primero que encontré fue a Dillom con L-Gante. A primer golpe, entendí que estaba ante mí el eslabón perdido entre la cumbia y el reguetón. Nadie en ninguna otra latitud había podido amalgamar correctamente estos dos elementos inestables de la tabla periódica de la calle.
L-Gante me dejó sin aliento. Durante muchos años, seguí a la cumbia villera. Tengo un alto respeto por Pablo Lezcano; sin embargo, musicalmente nunca me sentí cercano. La programación y los sinte digitales me daban un poquito de repele. Sobre todo conociendo la cumbia colombiana o la chicha peruana.
L-Gante le da swag a la villa. Cumbia rediseñada para una era de traperos; de Rivotril. En su música hay furia. Hay energía descontrolada. Es punk y salvaje, pero sus letras son inteligentes y agudas. No es un improvisado. A su lado está Dillom. Un niñito pelirrojo (seguro que, si estas junto a él, huele a niño). Los dos saben algo que nadie más sabe. Y están dispuestos a enseñarnos.
Diré una locura, pero desde Virus no había oído algo tan peligroso saliente de la Argentina. Por ahí Los Espíritus, Los Látigos, Juani…, pero poco más. Aquí y ahora. No hay más. Ellos quieren la corona.
L-Gante y Dillom son cabeza de algo muy grande que está pasando por allá abajo. Más gente como Bzrp o DT Bilardo están cambiando el juego. Y pronto, muy pronto, la movida global va a poner la mirada hasta allá abajo. Acuérdense de esto.
De la misma manera, a muchos kilómetros y con otro ph, un singular personaje aparece directamente del mero barrio de la Ciudad de México. Se trata de Eme Mala Fe.
Eme es la voz de la calle. Esa frase puede aplicarse a un buen número de artistas, pero él literalmente representa al México que no sale de Instagram, al México de Tianguis.
Jóvenes en motonetas Italika. De esas que usan los narcomenudistas. Invitaciones por Facebook. Una pequeño gran universo chilango es finalmente representado.
Su música es poderosa. Eme tiene el veneno de los Rolling Stones, la labia de José José y el poder de los corridos tumbados. Decir que es rapero sería ponerlo en una pequeña cajita. Su música deriva del rap a la cumbia con punk, reguetón y, sobre todo, mucha mucha banda.
Así como L-Gante, Eme Mala Fe no está solo. Hay una escena grande junto a ellos. Da gusto pensar que Latinoamérica deja su trauma clasemediero para dar pasar algo que viene de otro palo. Que tiene hambre.
Me emociona saber que existen la Eme y la Ele. Letras prometedoras.
Larga vida a esos dos compas. Ojalá algún día sus caminos se crucen. El internet, el barrio y la clika se lo agradecerán eternamente. ∎