manecía cuando subí al taxi. No había pegado ojo y hacía un frío de mil demonios, pero aquella alegría intensa me acompañó durante el trayecto desde el hotel, en la Via dei Fontanili, hasta la estación central de Milán, donde tomé el Malpensa Express hasta el aeropuerto. Continuó conmigo en el vuelo de regreso a España y el posterior viaje por carretera a casa. Y aquí sigue, desde diciembre de 2012, compensando “los disgustos que comporta la existencia”.
Regresé solo, pero había llegado a Milán con Juan, con J, 72 horas antes. Juntos habíamos grabado años atrás una adaptación de “Personalità empírica”, de Franco Battiato, en el primer disco de nuestro grupo, La Cultural Solynieve (más tarde, Grupo de Expertos Solynieve). “Bandera blanca” o “Pobre patria” son habituales en nuestro repertorio. Nuestro respeto por el siciliano, inquebrantable.
Battiato acababa de publicar en Italia “Apriti Sesamo” (2012) y su discográfica propuso a J adaptar sus textos, firmados por el propio Battiato y Manlio Sgalambro, para la versión española del álbum, una arriesgada empresa que tuvo a bien invitarme a compartir con él. Acepté arrebatado. Otra vez lo apetecible, lo agradable, lo divertido.
Abordamos el trabajo con humildad, entusiasmo, esfuerzo y la inconsciencia necesaria para confiar en nuestras aptitudes y relativizar la capacidad de nuestras limitaciones para perjudicar una obra extraordinaria en cuyos versos residen Dante o Teresa de Jesús. Ante cualquier vacilación, desde su cuarto corte, “Eri con me”, el disco nos recordaba que “lo que vaya a pasar, pasará, por más cosas que hagamos para evitarlo”.
Unas semanas más tarde nuestra propuesta estaba lista. Ábrete, Sésamo.
Durante el proceso de adaptación de los textos habíamos planteado la posibilidad de grabar en Granada las voces para la versión en español del disco. Ajenos a su metodología, fantaseamos un posible encuentro con Battiato en El Refugio Antiaéreo, el estudio de Los Planetas. Que si el Albayzín y Sicilia, que si el Sacromonte y el Etna. Finalmente, el encuentro se produjo en una Milán helada que fue todo calidez.
Llegamos puntuales a nuestra primera sesión de trabajo. Nos recibió un ídolo madrugador, de porte y modales exquisitos, que había adelantado buena parte del trabajo junto a su colaborador habitual, Pino Pischetola, “Pinaxa”. Su eficacia nos permitió centrarnos en los aspectos semánticos y fonéticos más controvertidos de nuestra propuesta para, cotejando opiniones, perfeccionarla. Y nos regaló tiempo para conversar. Sobre Stockhausen y Popol Vuh, el festival de San Remo, “los dineros” y el sufismo, la educación católica y la meditación trascendental.
Compartimos mesa, tres sesiones de estudio, una fotografía y algo más de 24 horas de las 72 que pasé en Milán aquel diciembre. Podría escribir 72 libros sobre aquel breve encuentro con Franco Battiato, pero me limitaré a compartir aquí, fuera de contexto, una sencilla frase que le escuché exclamar y desde entonces me repito cada mañana, como un mantra: “¡Cómo no creer!”.
Ayer, 18 de mayo de 2021, al conocer la noticia de su fallecimiento, un estremecimiento y aquella, esta, alegría intensa.
¡Cómo no creer! ∎