eguro que, estos días, están hartos de escuchar que no queda nada del 15-M, que el desencanto llegó muy rápidamente o, como mucho, recordar con nostalgia aquella onda de utopía colectiva que parecía condenada a la entropía. La saturación de voces que se está dedicando a analizar, banalizar, desdeñar o negar el impacto de aquella revolución popular es la mejor prueba de que ese movimiento realmente ha dejado un poso, y que sigue importando.
En lo que respecta a la música, es probable que también escuchen que no se crearon himnos perdurables que se relacionen con aquella explosión social, que no existe una banda sonora del 15-M. Tiro de hemeroteca y de recuerdos personales y, al quedarme con esto último, visualizo a un montón de músicos a los que nunca había oído hablar o cantar sobre política mezclados con la gente en las plazas, en las asambleas, en las manifestaciones, comentando en las redes sociales… Despertando e implicándose, en suma, como todos los ciudadanos que lo estábamos haciendo. En un movimiento que apostó por la horizontalidad sin rostros, por eliminar liderazgos, banderas y pancartas, lo lógico era que no hubiera himnos.
Pero sí los hubo. Y también cambios. En aquel mismo mes, Nacho Vegas se inspiró en lo que estaba sucediendo para grabar “Cómo hacer crac” y, en compañía de otros músicos como Roberto Herreros (Grande-Marlaska) o Marc Balfagón (Nisei), impulsó el proyecto colectivo Fundación Robo, invitando a un montón de artistas a que les enviasen canciones para ir colgando en la red. Publicaron temas hasta 2013 (todavía se pueden escuchar en su Bandcamp), con la intención de firmarlos anónimamente al modo del colectivo Wu Ming. Entre los participantes figuraba gente tan dispar como Oscar Mulero, Sílvia Pérez Cruz y Raül Refree, Albert Pla, Fernando Alfaro, Triángulo de Amor Bizarro, Aries, Xavier Baró, Wild Honey, Fiera, Pablo Und Destruktion, Tulsa o Mursego, entre otros. Reescuchadas ahora, son canciones que, pese a lo urgente y lo coyuntural, aguantan bien el paso del tiempo y documentan con visceralidad el espíritu de aquellos días. Además, es un golosísismo recopilatorio de temas inéditos que reúne a muchos de los artistas más interesantes de nuestra escena.
También entra a golpes en mi memoria emocional, al final de aquel mismo mes de 2011, el histórico “This is for the indignados” que lanzó Jarvis Cocker antes de interpretar “Common People” con Pulp en el Primavera Sound, el mismo día en que la policía había desalojado la Plaça de Catalunya. O el “People of Europe, rise up!” de Michael Gira en el concierto de Swans, uno de los más impactantes que he visto en toda mi vida. La actitud indignada se coló en el discurso colectivo y prendió en canciones, incluso de los artistas más inesperados, a lo largo de los años siguientes. Sin duda, el himno más visible fue “Golpe maestro”, de Vetusta Morla, que, según me informan, ha seguido sonando en los mítines de Podemos (¡y Ciudadanos!) en las últimas elecciones a la Comunidad de Madrid; y también tuvo bastante repercusión “Ratonera”, de Amaral, ambos de 2014. La onda expansiva se deja entrever en discos publicados en los cuatro o cinco años posteriores a la toma de las plazas. Me vienen a la cabeza grupos como Biznaga, El Pardo, Disco Las Palmeras!, Ornamento y Delito, y otros procedentes de una escena indie en la que –al contrario que en el mestizaje, el rap, el punk o el rock urbano– era menos habitual posicionarse políticamente de modo tan nítido. Por otro lado, resulta difícil disociar el influjo de aquella revolución sobre el nacimiento de algunos de los artistas más importantes de los años siguientes. Pienso en Maria Arnal i Marcel Bagés, a quienes, por muchos motivos, siempre he considerado hijos musicales del 15-M.
Sin ninguna duda, Nacho Vegas ha sido el artista más influido por el movimiento. Con “Resituación”, el álbum que publicó el asturiano en 2014, polarizó a sus seguidores y a la crítica como nunca antes había sucedido. Sus canciones se dejaron llevar por el espíritu de las protestas, pero él también tomó decisiones que le han redefinido como artista: el apoyarse por un coro en conciertos y canciones, sus actuaciones-escrache en oficinas bancarias y su apoyo a la PAH... Para muchos, “Resituación” será el álbum más olvidable de su carrera, pero, ojo, el siguiente, “Violética”, es de los que más favorable consenso ha generado, y en él sigue permeando todo el discurso anterior, favorecido por la mayor capacidad de reflexión que ofrece la distancia temporal.
“Enseguida vimos que, aunque fuera un poco paradójico, la carga política de un grupo no se mide tanto por lo que dicen sus letras, sino por cómo construye su proyecto: su modelo de funcionamiento, cómo distribuye y licencia su música”, afirmaba Marc Balfagón en la entrevista que hice a Fundación Robo para Rockdelux en septiembre de 2013. En la actitud de los músicos españoles, en su forma de enfrentarse a un mundo que amenaza con condenarlos a la ruina económica y la desactivación política, siento que ese virus –con perdón– ha quedado inoculado, que son más conscientes de su papel y su situación, que operan de otras maneras con ellos mismos y con la gente que les rodea. Al igual que, en muchos ayuntamientos, han comenzado a ejercerse políticas de transparencia a la hora de, por ejemplo, difundir los cachés de los artistas que contratan o buscar carteles más paritarios. Seguro que siguen convencidos de que el 15-M fue un monumental fracaso, que no consiguió cambiar las grandes superestructuras, pero los datos nos dicen que, en mayo de 2021, Podemos está en la vicepresidencia del Gobierno Central y Ada Colau (proveniente de la PAH y no de la casta política anterior) sigue de alcaldesa de Barcelona, con el músico Daniel Granados (Tarántula, Hijos del Trueno) como parte fundamental de su equipo. A lo mejor, la gran broma final está todavía por llegar. ∎