oy es 13 de mayo del año 2007 y ella, enarbolando su cepillo, se mira en el espejo y dice: “Dientes, dientes, que es lo que les jode”. Se diría que la palabra “miedo” no existe en su diccionario. Es más, se diría que la palabra “endodoncia” no existe en su diccionario. Tampoco “empaste”. Y, sin embargo, no podríamos decir lo mismo de las palabras “blanqueamiento” y “blanqueo”.
Hace apenas diez días la detuvieron en esta misma casa. Pidió a los agentes poderse arreglar antes de ir a comisaría, acusada, entre otras cosas, de blanqueo de capitales. Se arregló como Superman cuando se esconde como Clark Kent: se puso unas gafas de sol. Dos días después, bajo una fianza de 90.000 euros, volvía a casa. A esa casa llamada Mi Gitana, en Marbella, dentro de la urbanización La Pera. Todo es tan elocuente como ella. “Era yo quien lo mantenía a él”, declararía. El dinero se materializa por ensalmo, como una aparición mariana.
Hoy se cepilla los dientes frente al espejo mientras tararea esa canción dedicada al 13 de mayo: “Que es mi corazón cometa / Y en tu mano está el ovillo”. Sin duda, le espera una buena madeja de causas, un buen ovillo judicial en los próximos años. “Por tu querer, vida mía / voy borracha de cariño” y quizá caiga una manzanilla ahora mismo. Se vuelve a mirar en el espejo, pasa la lengua por su célebre y desafiante dentadura, y dice, como reconociéndose pese a todo: “Yo soy esa”.
Esta advocación mariana no será la última, sino la primera de otras cinco. La Virgen de Fátima se les aparece con aires proféticos y escatológicos para avisarlos de varias cosas. Francisco y Jacinto morirán por la gripe española, mientras que Lucía vivirá para contarlo. Con el tiempo se asociará esa aparición a un doble aviso: la Revolución de Octubre en Rusia (“putos comunistas”, dirá un cocinero del Vaticano) y el intento de atentado en 1981 a Juan Pablo II. Exacto, el que visitó a otra Virgen, en la macrorromería del Rocío, y saldrá achispado diciendo: “¡Todo el mundo debería ser rociero!”.
Acaba de caer mayo y estamos en los primeros meses de junio de 2003. El sol bendice con arrebato el Primavera Sound de las romerías y este Lunes de Pentecostés anuncia otra aparición mariana, aunque su Virgen (la cursiva podría ser irónica) se llame Isabel. La gran caravana de carros, coches, camiones, autobuses que acompaña a la Virgen a su ermita en la provincia de Huelva, arruinando solo un poquito más el Parque Natural de Doñana, luce radiante. Muy en especial uno de los carros, donde viajan el alcalde de Marbella y la folclórica que han contratado para ser la imagen de la ciudad. Ella lleva un traje celeste con flecos multicolores; él, piti en mano, sus pantalones por debajo de las axilas, al estilo Mr. Potato. Todo cascabel y cencerro.
Hace unos días, el 13 de mayo, aún estaban en campaña electoral. El enamorado era el candidato del GIL, partido fundado a su vez por ese tipo, el único indultado tanto por Franco como por los socialistas, que paseaba por el campo de fútbol del Atlético de Madrid a un cocodrilo llamado Furia (“está pequeño porque come huevos, cebolla y pescado”) y que le susurraba a un caballo que bautizó como Imperioso.
Pero ya pasó, triunfaron, y ahora es el momento de airear el amor: “Ay, tus ojos de manzana / Y tus labios de cuchillo / Y las nueve, nueve letras / De tu nombre sobre el mío / Que borraron diferencias / De linaje y apellío”. Se dan, incluso, un beso con sabor a nicotina y jazmín. Son, a día de hoy, los reyes del mundo. Al menos del mundo de los yates, el Moët, el Winston y la grifería de oro. Cuando se compren su nido de amor, al que pondrán por nombre Mi Gitana y cuyas paredes verán de todo, él le dirá: “¿Me quieres, gitana mía?”. Y ella, como en una de sus canciones, quizá alguna compuesta por Perales, contestará: “Más que a mi vida”. Poco después de ingresar él en la cárcel, lo dejará, quizá tarareando aquello de: “Quieres que vaya descalza / Yo me iré por los caminos / Quieres que me abra las venas / Para ver si doy contigo”.
El milagro de la carne (quizá anticipado por el hijo de la protagonista, cuando en un escenario gritó: “Carne, carne”), el milagro de los peces y los vinos, el milagro del pelotazo urbanístico, la fe en el hormigón, el amor recalificado, todo caerá.
Hay algo tragicómico en este país, incluso esperpéntico, que hace que el terrorismo de estado se discuta en “Crónicas marcianas” y dependa de un vídeo erótico de un director de diario (“me apetecería muchísimo”) o de la compra de unos reproductores de vídeo VHS devueltos en El Corte Inglés. Que cada polémica económica huela indirectamente a incienso. La copla de la corrupción, que durante años ha sonado solemne y dicharachera, seria y poco seria, algo así como a Wagner reinterpretado por Luis Cobos (colaborador, por cierto, de nuestra protagonista), parece que ha pasado de moda. A nuestra estrella estrellada podemos escucharla cantar, en sala judicial, en celda provisional, en libertad y en los platós: “Ay 13, 13 de mayo / Clarín de amor y olvido / Por la sangre me corrió / Un toro de escalofrío / Que dejó mi alma clavada / En la plaza del suspiro”.
Primero como tragedia, luego como farsa. La canción, 13 de mayo, el mes del derroche de sol y la brisa cálida, de la Blanca Paloma del Rocío, de la mujer más bella que el sol de Fátima, ahora en manos de la cuenta corriente más blanqueada, de la mujer que grita “dientes dientes” y “cañones a mí” y “cómprate una vida”. La canción del amor entre una tonadillera y un alcalde con los pantalones hasta el cuello y hasta el cuello de dinero sucio: “Que es mi sinrazón campanas / Y tu voluntad sonido / Ay 13, 13 de mayo / Cuando me encontré contigo”.
La canción compuesta para el amor secreto entre Concha Piquer y el torero prometedor, el Belmonte Rubio, tarareada en el baño un 13 de mayo por la mujer que, orgullosa pese a lo facturado, se mira en el espejo y, con tono de no necesito cambiar, como no cambiará este país, le dice a Isabel Pantoja: “Yo soy esa”. ∎