Para poder leer el contenido tienes que estar registrado.
Regístrate y podrás acceder a 3 artículos gratis al mes.
La streamer americana Amouranth lleva unos días acaparando conversaciones en la esfera digital. Esta vez la razón no es como otras que la hicieron pasearse por Haciendo scroll, como cuando se hizo viral por vídeos imitando a un caballo en bikini, sino porque de la noche a la mañana se ha convertido en la nueva imagen visible de la violencia machista en la red. Amouranth es lo que se conoce como una hot tub streamer, un formato que en los últimos años la ha hecho ganar popularidad convirtiéndose en uno de los canales de Twitch más vistos del planeta. Con las donaciones de sus fans, en gran medida hombres que incentivan comportamientos provocativos y la falta de ropa, la streamer ha estado ganando alrededor de 1,5 millones de dólares al mes.
Amouranth mantenía en secreto que estaba casada por motivos de branding bastante obvios, y la revelación de esta noticia ha llegado de una forma en la que este dato pasa a un segundo plano: lo ha contado en un vídeo en el que mantiene una conversación telefónica con su marido, quien abusa verbalmente de ella y amenaza con matar a sus perros y quitarle su dinero. Según la streamer, corroborado por mensajes de texto que posteriormente enseña a la pantalla, su esposo es el mastermind de la puesta en escena y de las largas horas frente a cámara encerrada en lo que llama “una celda elegante”. El directo ya ha sido borrado de su canal de Twitch, pero las redes sociales se han volcado en darle apoyo y se están compartiendo grabaciones del momento a modo de protesta.
Por supuesto, también han salido de sus man caves fans indignados, dispuestos a hacernos pasar verdaderos momentos de bochorno, priorizando el mostrarse ofendidos por la ocultación de la streamer al deber moral de apoyar a alguien en una clara situación de abuso. Por suerte, son una minoría y en el directo que hizo el martes Amouranth tuvo la confianza de reaparecer con un jersey enorme que contrasta con los bikinis que suele llevar, tranquila porque se encontraba a salvo, en trámites de separación y habiendo recuperado el control de sus cuentas.
Selena Gomez y Hailey Baldwin han estado siempre enfrentadas por su relación con Justin Bieber, o por lo menos así ha sido en el relato unánime mantenido por la cultura pop internacional. El triángulo amoroso pasó a formar parte de la historia de internet cuando en 2019 se viralizó el conocido como “hilo de Selena” en el Twitter de habla hispana, en el que se explicaba con todo lujo de detalles la línea cronológica de esta relación tumultuosa. De la noche a la mañana todo aquel con acceso a fibra óptica pudo hacerse con un máster exprés en el tema.
Los seguidores del asunto en internet han usado todas las cagadas de Justin Bieber para escribir la narrativa que las retrataba como enemigas, con Hailey intentando conseguir la atención de un Justin que no hacía más que devolver muestras de desprecio hacia ella y señales de que aún seguía enamorado de su ex. Esta interpretación de los hechos, que funcionaba como pólvora en la era del TikTok aunque ponía el foco en las dos chicas, solo iluminaba el machismo latente en las nuevas generaciones de adolescentes presentes en las redes.
La foto de las dos chicas juntas en la Academy Museum Gala ha tardado siete años en llegar, pero se ha sentido en la red como la caída del Muro de Berlín de las mujeres. A los pocos minutos de su publicación, los nombres de Selena y Hailey ya eran trending topic y, por muy branding forzado que parezca, el suyo es un golpe directo a las narrativas machistas que tienen facilidad para expandirse por la red.
Sube el mercurio retrógrado de ser fan de Kanye West. Un día os darán una subvención o algo. En las últimas semanas lleva una racha de grandes éxitos en su cruzada personal para que lo cancelen: ha aparecido llevando unas camisetas con el lema “WHITE LIVES MATTER” en la Semana de la Moda de París, ha hablado de conspiraciones antisemitas ganándose a pulso el baneo de Instagram y Twitter, y ha acabado de enterrarse en su propia tumba para la comunidad afroamericana diciendo que George Floyd no murió asesinado por un policía.
Este lunes continuaba con su lucha, anunciando que había comprado Parler, la red social de los “defensores de la libertad de expresión” conocida por ser refugio de Donald Trump cuando fue baneado de Twitter. El acuerdo definitivo se firmaría a finales de año, por lo que nadie descarta que una de las dos partes se eche atrás, tal y como pasó a principios de año con Elon Musk y Twitter.
La carrera musical de Azealia Banks está lejos de alcanzar la magnitud de su trayectoria online, siempre metiéndose con otros artistas por Instagram y siendo perdonada por haber sacado la canción “212” hace diez años. Luego pasa lo que pasa. Esta vez ha subestimado con quien se metía, queriendo ser partícipe de la pelea entre Latto y Nicki Minaj, donde se ponía de parte de la primera. La tropa “Barbz” –autodenominación de los seguidores de Nicki, conocido por ser uno de los fandoms más salvajes de la red– denunció su cuenta de forma masiva, haciendo que se ganase un baneo instantáneo. Azealia recuperó su cuenta al poco y no tardó en hacer pública su vuelta a la plataforma escribiendo “you thought…lol” sobre fondo negro en sus stories… solo para encontrarse con el giro cómico de ser baneada a las pocas horas. ¿Cuántas horas tendremos que esperar para otro titular sobre su Instagram? Hagan sus apuestas. ∎