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Internet es un constante ejercicio de revisión. Clubhouse sigue siendo insoportable, igual que hace un par de semanas, pero entre los debates que están surgiendo alrededor del uso del block (en el que Clubhouse funciona diferente a otras plataformas, haciendo saber a todos que has bloqueado a tal persona), voy pillando el gusto a entrar en salas, encontrarme con –o evitar a– gente como hacía cuando salíamos de bares y todo era normal. También encontré una sala donde durante dos horas explicaron la vida de Isabel Pantoja, desde 1983 hasta ahora. Otra cosa que ayuda a sobrellevar la estancia en una red social en el que todos los usuarios son iPhoners, con todos los rasgos socioeconómicos que eso conlleva (puesto que sigue sin estar disponible para Android), es el alivio cómico que supone encontrarse con gente que cree que va a ser influencer de Clubhouse por haber llegado antes que nadie. Menudo golpe les espera. En internet nunca se ha colonizado siendo el primero en hacer lo de siempre, sino por mirar con una nueva perspectiva lo de siempre –o por tener una genética excesivamente agraciada, como en todos los lados–.