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Con “El mal querer” todavía emitiendo su onda expansiva y justo después de su aparición en la gala de los Goya con su sutil y escalofriante revisión del “Me quedo contigo” de Los Chunguitos en marzo de 2019, Rosalía asombró a medio mundo con esta oda al carpe diem (“vivo rápido y no tengo cura”) a ritmo de reguetón machacón y minimalista, con un inspirado J Balvin que le da la perfecta réplica. Constituye la entronización en su música del ritmo en estado puro: seco y desabrido, con el único edulcorante de su dulce voz y de ese buzz reguetonero que termina por sonar como un mantra. Y El Guincho se luce, claro.
Con su título intencionadamente mal escrito (¡porque ella lo vale!), este es su tema más fashion, aunque no le falta ironía, porque Rosalía nunca da puntada sin hilo. El glamur, la moda, el estilo o el maquillaje son aquí excusas para reafirmar su personalidad de forma vehemente, acusando incluso a aquellas que copian el nail art de sus extravagantes uñas. Lo hace a través de una compleja estructura musical que combina R&B, pop y flamenco, como si se tratara de una Beyoncé con duende.
Yin y yang. “Milionària” y “Dio$ no$ libre del dinero”, las dos piezas del single “Fucking Money Man”, conforman una ambivalente, punzante y profunda reflexión sobre el dinero. “Milionària” es una rumba catalana cantada en catalán (cuya heterodoxia lingüística, léase “cumpleanys”, dio mucho juego a los talibanes de la barretina), que no oculta ciertos ecos de hyperpop y que habla de la alegría que da el dinero. Por el contrario, “Dio$ no$ libre del dinero”, en clave de balada R&B, trata de su poder destructor. Las dos caras de una misma moneda, nunca mejor dicho.
Encuentro en la cumbre entre la de Sant Esteve Sesrovires y el de San Juan de Puerto Rico. Utilizando sus respectivas armas de seducción masiva, ambos se embarcan en esta deliciosa canción de amor obsesivo. Sobre la síncopa del reguetón se alza una balada pop en la que al tono cándido de la catalana se opone el tostado acento boricua del puertorriqueño, mientras todo el conjunto sonoro se ve pespunteado por el consabido gimmick, que esta vez suena a medio camino entre steel drum caribeño y organillo de feria. Rosalía, “¿quién lo diría?”.
Una genialidad. Tras un inicio de pura sensibilidad flamenca y de homenaje a la copla, la canción estalla en una agresiva polirritmia adobada con borbotones en forma de subgraves. Todo ello al servicio de un texto que emana chulería y reafirmación feminista, y que es recitado como si se tratara de un violento susurro, todo un oxímoron. El título hace referencia a los palés del entorno industrial de su pueblo, pero también es un código dirigido a sus haters. James Blake anda por allí poniendo voces y, en el disruptivo final del tema, El Guincho aparece transmutado en Arca, o así.
Más de un año después de la edición de “El mal querer”, las cenizas de esa hoguera seguían vivas en este tema, que fácilmente podría haber formado parte de ese álbum. Con la ayuda cómplice de Joselito Acedo, joven guitarrista trianero con creciente proyección, Rosalía se arranca por tangos para sorpresa y conmoción de los puristas y exégetas de la teoría del apropiacionismo rosaliano. Apostando por la desnudez sonora, tan solo guitarra, palmas y coro abrigan la superlativa voz de la catalana, que, con la dupla amor y cárcel, refrenda y reafirma el estereotipo flamenco. En cierta forma, el reverso de la conocida zambra “Carcelero, carcelero” de Manolo Caracol.
Sutilísima, bellísima y melismática balada de urban pop con querencia psicodélica. Editada justo al principio del confinamiento, demuestra la rigurosa contemporaneidad de la música de Rosalía al conectar perfectamente con la atmósfera depresiva de los tiempos del coronavirus. Una guitarra acústica marca el arranque de un tema de aire unplugged y tono melancólico en el que el uso del Auto-Tune le confiere un toque de ensoñadora irrealidad. En realidad, es una canción de desamor. Hipnótica, de esas que podrías estar escuchando en bucle.
Rosalía en modo gangsta. Ella y Travis Scott sirven un cóctel de reguetón y hip hop maridados con gusto, cultura y contundencia en un tema que no evita ni disparos, ni violencia callejera, ni el sentimiento mafioso de pertenencia al barrio (girl in da hood!). Por no faltar, no falta ni siquiera una referencia al cine violento de Gaspar Noé (que ya aparecía en los agradecimientos de “El mal querer”). Se rumorea que esta canción, cuyo título elimina las vocales del videojuego de lucha japonés “Tekken” (1994), fue el detonante de la ruptura del rapero con Kylie Jenner. Pero eso es algo que ni siquiera a Rosalía le incumbe.
Como si se tratara de un sueño, todo en este tema sucede a cámara lenta. Una historia de amor/desamor relatada por dos de las mujeres más talentosas de la música actual, que con sus voces, diferentes y complementarias, dan vida a una majestuosa balada sobre un fondo ambient construido por El Guincho y por Finneas, el hermano de Billie Eilish. Una canción bañada en una atmósfera somnolienta, neblinosa, evanescente y onírica, que traslada al oyente a algún lugar indeterminado suspendido en el tiempo. O como diría Battiato: “no time, no space”.
Una de cal, una de arena. A menudo, tras lanzar un tema reflexivo y/o dramático, Rosalía sorprende después con otro desbordante de vitalidad. Es lo que sucede precisamente con este vibrante derroche de latinidad, en el que junto a la trapera dominicana Tokischa (sí, la misma que enciende el furor sexual en el tema “Perra” de J Balvin) le canta al amor y a la amistad entre mujeres. Con su ritmo bruto, alegre, minimalista y callejero, “Linda” constituye un cóctel explosivo de reguetón, trap, guaguancó y dembow. Una invitación al perreo más furioso y desaforado.
La carambola final… al menos, de momento. Si creías que el talento de Rosalía para hibridar los estilos más dispares estaba en proceso de agotamiento, aquí llega “La fama”, un prodigio de bachata con ecos arabizantes y leve evocación del rai argelino que parece surgido de un cabaret oriental, con Rosalía esbozando en el vídeo unos pasos de danza del vientre. El receptor de su sinuosa insinuación es Abel Tesfaye, The Weeknd, que le da la réplica con su falsete de contratenor. Es maravilloso cómo esta mujer ha logrado “obligar” a astros como Billie Eilish o The Weeknd a cantar en castellano. Este brillantísimo anticipo de su anhelado tercer largo es una madura reflexión sobre la fama. Y contiene una advertencia final: “Ten cuidado con lo que deseas”. ∎