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Jamie xx

GoshRomain Gavras
La obra audiovisual de Romain Gavras, el primogénito del cineasta Constantin Costa-Gavras, ha quedado marcada por su afinidad a la controversia, la crítica social punzante implícita en las imágenes, las puestas en escena a gran escala y un pulso cinematográfico aturdidor. Elementos que aquí van de la mano para dar forma al segundo tratamiento visual que recibe el tema del productor londinense Jamie xx. El primero fue este, dirigido por Erik Wernquist.

El de “Stress” –para Justice en 2008– vuelve a dar voz protagonista a los anómalos, a los excluidos, a los marcados por un rasgo racial o físico minoritario. En lugar de la caza al pelirrojo que propuso para el “Born Free” de M.I.A. (2010) –tema que ampliaría en su debut en el largometraje, “Nuestro día llegará” (2010)–, el francés opta aquí por unos albinos encumbrados en líderes de la periferia de la China futurista. Rasgos distópicos florecen en un paisaje dibujado como un cruce entre la estética urbana y los restos salientes de la desmesura del gigante chino, entre los coches tuneados y las marchas marciales, entre lo majestuoso y lo callejero, lo artificial y lo real. En definitiva, un singular choque entre lo nuevo y lo viejo –recogido a través de símbolos visibles: la iglesia abandonada en contraposición a los chavales enganchados a la realidad virtual–, teñido por la alienación y desconexión emocional que emana de la atmósfera.

Filmada en Tianducheng –ciudad china construida con la idea de recrear París, pero actualmente cerca del abandono–, Gavras vuelve a hacer bandera de un alarde técnico excepcional para dar con este espectacular vídeo. Probablemente ayudado por algo de CGI en las tomas aéreas y de cuatrocientos extras que llevan a cabo las elaboradas coreografías, el francés vuelve a perpetrar secuencias impactantes que resuenan tras el visionado. De nuevo trabaja al detalle la puesta en escena, mostrándola tan majestuosa como irreal, fría, con su punto geométrico, bajo cierta simetría, resaltando esa dicotomía latente entre lo nuevo y lo viejo, lo moderno y lo arcaico, la China capitalista y la popular, incluso París y su reverso a pequeña escala al otro lado del mundo. Esa frialdad y fealdad la apuntala a través de los tonos grises y la saturación rebajada, aunque también la estética urbana de tonos blanquecinos y caracterización anime suma para dar con ese ambiente futurista próximo y desolador.

Se repiten varias constantes de la obra del realizador, hay puntos de conexión con sus trabajos anteriores, y también afloran pequeñas sombras de la wuxia interpretada por Zhang Yimou o Ang Lee, así como de “El planeta de los simios” (Franklin Schaffner, 1968), con esa réplica abandonada de la Torre Eiffel. Un obra grandilocuente que no necesita ningún esfuerzo para ser recordada a finales de año. ∎

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