Puro pop para gente de ahora. Foto: Miguel Robres
Puro pop para gente de ahora. Foto: Miguel Robres

Radar

Alavedra, revitalizante pasión por el (punk) pop

Rock y cachondeo. Una dupla duradera, a la que pocos le han sabido sacar punta sin caer en la mera astracanada. Alavedra son jóvenes maestros en el asunto de aguzar el ingenio en paralelo a la electricidad. Hablamos con ellos sobre la emoción detrás del chascarrillo y sobre qué queda del “sonido Carmel”, si es que alguna vez existió.

Tener una charla por Zoom con los miembros de Alavedra es como entrar en uno de esos bares donde los parroquianos se conocen desde hace décadas. Todos se pisan al hablar, son una escopeta de bromas privadas, se respira una complicidad enorme y los unos se ríen de los otros sin ningún tipo de mal rollo: se nota la ausencia de jerarquías y la idea del grupo por encima de cualquier ego creativo. A Daniel Belenguer, Oriol RomaníXiri”, Albert RamsRet” y Genís Pena les une la pasión por sacar canciones divertidas del caos y del absurdo. Llevan relativamente poco tiempo tocando juntos (apenas tres años), pero sí que llevan toda la vida tocando en grupos aquí y allá: Bearoid (Dani), Pantocrator (Xiri), Falciots Ninja (Ret)... Alavedra nació por accidente (por hacer un grupo en coña que nos acabamos tomando más o menos en serio”, explica Dani) y ha terminado siendo una aventura fructífera –tres EPs entre 2018 y 2020 y un LP cortito e intenso, “Uf venga” (The Yellow Gates, 2021), recién salido–. Entre medias se han ido oscureciendo un poco: “Con la pandemia, las canciones han dejado de ser puro chiste y hemos empezado a dejar algo más de nosotros mismos, sin perder el humor, reflexiona Xiri. Las letras parten de la pura urgencia, de un proceso basado en juntarse un par de fines de semanas a componer y grabar cada disco en menos de 24 horas.

Recuerdan la grabación de su debut, el EP “A la merda” (The Yellow Gates, 2018) como el culmen de la etapa más caótica del grupo, con una sesión en el estudio que terminó en borrachera colectiva y llorera catártica. Las cosas han cambiado (levemente) desde entonces. La improvisación sigue viva, como en esa “Playas y piscinas” que cierra el nuevo disco a una velocidad inaudita, fruto del cansancio de unas sesiones de grabación demasiado intensas y la necesidad de “acabar lo antes posible”, según Genís. La recuperación de los conciertos sin distancias de seguridad y con el público de pie hace que puedan recuperar su hábitat natural: sorprender y divertir a partes iguales en directo, “producir estupor es un sentimiento con el que estamos familiarizados –dice Dani–, pero era mucho más difícil conseguirlo en los conciertos con el público quieto. El barullo anima mucho las cosas”. Dani y Xiri han tenido tiempo para buscar analogías de la experiencia de tocar ante un público sentado, siendo dirigir una manguera contra una pared” y “comer una hamburguesa con cuchillo y tenedor” las más acertadas.

Xiri, Ret, Genís y Daniel: la broma infinita. Foto: Miguel Robres
Xiri, Ret, Genís y Daniel: la broma infinita. Foto: Miguel Robres

Xiri fue, precisamente, el artífice de aquella etiqueta que usó cierta parte de la prensa para referirse tanto a Alavedra como a grupos cercanos, como Pantocrator o Diamante Negro, el “sonido Carmel”, en referencia al barrio barcelonés del que han surgido. “Ya hemos matado la idea del sonido Carmel, pero no era más que un chiste para ver si hacían algo más de caso al grupo –confiesa Xiri–. Me acuerdo del día en que lo vimos por primera vez mencionado en un medio escrito. Fue verlo y pensar que habíamos sido capaces de colarlo. Pero en el fondo era una idea sin mucho recorrido”. Reconocen que la cortísima duración de “Uf, venga” –no llega a los veinte minutos– responde a “la ley del mínimo esfuerzo”, pero también a su propia filosofía de sacar lo que salga, sin buscar premeditadamente un formato u otro. “En el fondo hemos sacado cuatro singles por separado, antes de publicar el disco; solo hemos revelado cuatro canciones nuevas ahora –admite Dani–. Ahora mismo, como la gente consume la música sobre todo a través de Spotify, es lo que tiene más sentido. No nos comemos la cabeza con la idea de LP o EP”. Fuera de las fronteras del Carmel se sienten identificados, o al menos cercanos, a grupos como Aiko El Grupo, Mujeres, Kokoshca, Camellos o Lisasinson, y Genís apunta que “es un buen momento para los grupos de guitarras en España. Hay ciertas cosas o ciertos sentimientos que se expresan mejor con el formato de grupo de rock”.

Aunque ellos insisten en su vagancia a la hora de escribir letras, se percibe una coherencia en el tono y en los temas. Según Genís, Alavedra han tomado “la bandera del perdedor, para poder hablar de las emociones de uno a través del autoodio y la ironía, pero también con un punto amargo e inocente”. Desde sentirse un perdedor en una relación poliamorosa hasta los monstruos que crea el exceso de deconstrucción personal, Alavedra recorren en sus canciones las neurosis de la generación de los treintaypocos. No se ven capaces de ampliar el espectro de temáticas en las letras porque perciben que rompería con el espíritu urgente de la banda, y que no tendría sentido en el contexto de Alavedra. Pero entre el gamberrismo y las barrabasadas hay espacio para el sentimentalismo, para, tal y como explica Dani, “echarse a llorar la primera vez que tocamos ‘La jota del poliamor. En última instancia, se ven como un grupo unido por una pasión por el pop, entendido de la forma más amplia y abierta posible, por la querencia por la melodía (no en vano los cuatro miembros cantan y hacen armonías). Tienen como línea roja el pasarse de bufos, el chiste rock: “El único límite que nos ponemos es no llegar nunca a parecernos a los Mojinos Escozíos”, sentencia Dani.

Por encima de todo les une la amistad, y el proyecto de un grupo juntos no es más que la prolongación de esta. Xiri lo resume así: “Si podemos componer y grabar canciones tan rápido es porque nos conocemos muy bien y sabemos muy bien lo que nos gusta. Si no, sería imposible. Nos conocemos desde hace ya muchos años”. Alavedra dan la impresión de, tomándose todo muy a broma, saber muy bien lo que hacen y creer profundamente en sus canciones. Canciones que tan pronto suenan a Fidlar y Jay Reatard como a una especie de blink-182 raritos o a Weezer. Canciones que encajan perfectamente con las tres de la madrugada en un festival levantino, pero también con una llorera resacosa en casa de tus padres una mañana tonta de navidades. Puro pop para gente de ahora, que decía Nick Lowe hace 40 años; eso son Alavedra. ∎

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