uedo con Amaia en la terraza de un hotel en el centro de Barcelona. En la terraza, pero en el interior del local. Hay alfombras clásicas y neones ultramodernos de color rosa, curiosa combinación. Me encuentro con el despliegue habitual en este tipo de entrevistas: primero hablo con una asistente y luego con la responsable de prensa, todo mientras la artista está sentada en una mesa lejana chequeando su móvil. Doy por supuesto que hace escasos momentos que ha acabado otra entrevista y que necesita un paréntesis para zambullirse en el teléfono y despejar un poco la cabeza.
Transcurridos unos minutos, me acercan a la mesa y Amaia levanta la vista. Algo cambia inmediatamente en el ambiente. Es magia. O electricidad. O soy yo y la autosugestión. Había oído hablar de esto y, de hecho, es algo que incluso puede apreciarse en televisión o en redes sociales: Amaia tiene una capacidad innata para conectar de forma humana con su interlocutor. Tras las presentaciones de rigor, decido jugar una carta un poco loca y decirle que tenemos unos amigos en común. Ella los localiza al instante y, entonces, la magia eléctrica que ya flotaba a nuestro alrededor se hace más fuerte todavía.
Sé que es un truco un poco barato recurrir a amigos comunes para forzar esa intimidad que es el mejor alimento de cualquier entrevista. Pero es algo que haría con cualquier otra persona… ¿Por qué no con ella también? Al fin y al cabo, es una forma de calmar los nervios que siente todo periodista ante una figura así (y si alguno te dice que no se pone nervioso, miente). También es una manera de lubricar los engranajes de una conversación que va a abordar algo bastante complicado: el lanzamiento de su segundo disco –“Cuando no sé quién soy” (Universal, 2022)– y lo lejos que esto queda ya no solo de su debut en “Operación Triunfo” y su paso por Eurovision, sino incluso de su anterior álbum, “Pero no pasa nada” (Universal, 2019).
Desde el principio, las frases de Amaia se construyen en base a la repetición de ciertas palabras y recursos que, de hecho, he acabado extirpando de la entrevista final casi en su mayoría para no resultar repetitivo. “O sea”. “¿Sabes?”. Esto es “como que” tal cosa. “¿No?”. “Creo que”. “No sé”. Pero todo esto, por extraño que pueda parecer, me hace pensar que está siendo sincera en lo que dice, que no me está soltando un discurso aprendido –como hacen muchos artistas– y que va hablando a medida que piensa. Sin filtro. Con honestidad. Es una sensación reforzada por el hecho de que sus ideas van y vienen. Dejan caer una afirmación, dudan de sí mismas, reculan, sopesan, reflexionan, vuelven hacia adelante pero de forma diferente, probablemente de forma más cierta. Así funciona el pensamiento humano, y tengo que reconocer que desde su primera respuesta caigo en el embrujo de su sinceridad. O puede que me equivoque. No sé. O sea, yo también soy humano, ¿sabes?
“Cuando no sé quién soy” refleja una época muy concreta de tu vida: los dos años justos después de la primera ola de coronavirus. ¿Cómo viviste en la cuarentena?
Creo que la cuarentena me vino bastante bien. Ya llevaba bastante de la gira del anterior disco, así que no es como si hubiera pillado al principio de todo y tuvieran que cancelarse todos los conciertos. O sea, se cancelaron algunos, pero tampoco tantos. Me vino bien para pensar en el segundo disco, empezar a componer y a pensar cómo quería que fueran las canciones. Para armarlo todo un poco. De hecho, me encantó que se parara el mundo, ¿sabes? Me encantaría que nos confinaran otra vez, en realidad.
¡Mujer! ¡No digas eso!
(Se ríe) No, no… O sea, que no pasara nada, pero como que se parara el mundo otra vez.
Tengo la teoría de que el mundo se divide en dos tipos de personas: la gente que vivimos todo aquello en plan “ah, esto es lo que es, pero puedo intentar aprovechar el tiempo” y la gente que no se lo tomó tan bien. Ya veo que, en lo artístico, tú fuiste de los primeros, pero también preguntaba cómo lo viviste en lo humano, a nivel personal.
Justo el confinamiento lo pasé con dos amigas y fue bastante divertido, realmente.
Qué guay, por favor.
Sí, me lo pasé bastante bien. Pero es verdad que, a la vez, en el confinamiento de repente me di cuenta de que había algo en mí que no iba bien, ¿sabes? A raíz de eso, empecé a ir a la psicóloga. Ir al psicólogo me ha ayudado bastante incluso a la hora de hacer este segundo disco, porque me ha ayudado a conectar conmigo misma, a quererme más, a valorarme más, a estar más pendiente de mí y no tanto del resto de la gente. Ha habido momentos de inseguridad en el proceso, pero todos los procesos así, sobre todo los creativos, requieren un trabajo largo. También son necesarios estos momentos de inseguridades y de bajón para avanzar. Esos momentos yo los he tenido y sigo teniéndolos, la verdad.
Ese tipo de procesos también pueden tener algo que ver con tu edad.
Claro, totalmente. Empecé a hacer este disco con 21 años, ahora tengo 23 y sigo sintiendo que estoy en proceso de evolución. Estos dos años me han ayudado mucho a nivel personal. Siento que he avanzado, que estoy en una buena evolución, ¿sabes? Como persona.
Para mí, que tengo 42 años, escuchar tu nuevo disco es como si tuviera una colega de 23 años que me está contando todo lo que está viviendo.
Creo que estas cosas no van tanto con la generación, sino que es algo humano que nos pasa a todos, ¿no? Bueno, no lo sé, pero no creo que estas inseguridades y este tipo de sentimientos sea algo generacional. Igual más adelante opino otra cosa diferente, pero ahora sí que pienso que es algo humano. Que es algo que no va tanto con la generación, sino con el ser humano en general.
Te lo decía no tanto por la brecha generacional, sino por la cercanía que desprende el disco. Y que tú desprendes como artista. Me sorprende pensar que, con el abanico de posibilidades que se abrió delante de ti después de “Operación Triunfo” decidieras quedarte en Barcelona. De hecho, ha habido veces que iba por la calle y me fascinaba verte tan tranquila en la terraza de un bar echándote unas risas con tus amigos. Creo que todo eso también se refleja en “Cuando no sé quién soy”.
Tampoco es que sea una decisión de vida que yo haya tomado. Es algo que me sale natural, porque me gusta mucho tener una vida sencilla, de estar con mis amigos, de ir a tomar algo en cualquier terraza, ¿sabes? O sea, yo siempre me considero, ante todo, una persona normal. Que tampoco sé bien que es una persona normal, porque todos tenemos nuestras rarezas. Pero sí que me gusta tener una vida sencilla y la he tenido siempre, en mi infancia y en mi adolescencia también. No es una decisión que haya tomado, es algo que me sale solo.
¿De dónde sale el título del álbum?
Está bastante conectado a cómo he vivido todo el proceso de grabación. Básicamente, el título está sacado de la primera canción, “Bienvenidos al show”, que para mí es la que resume un poco todo lo que quiero contar en el disco y cómo me he sentido en el proceso. Cómo me siento a veces. Creo que en esa canción lo reflejo muy bien y que es una de las más sinceras… Bueno, todas son sinceras. Pero es en la que más puedo exponer mis sentimientos. O no sé.
Es que esa canción lo completa todo: el disco se titula “Cuando no sé quién soy”, pero la canción dice “a veces lo bello aparece cuando ya no sé quién soy”. Es muy bonito.
Exacto. Esa es la idea que quiero expresar. En todas las entrevistas que he hecho creo que he dicho lo mismo, pero porque es verdad: que al final estar perdido y no encontrarse no tiene por qué ser malo. Es necesario para la evolución. Cada vez defiendo más la idea de que la vida es una búsqueda continua de uno mismo. Desde pequeños nos inculcan que tenemos que llegar a algo, que tenemos que llegar a una meta, conseguir algo. Y que, cuando lo consigamos, vamos a ser felices. Pero eso no es verdad. Es más bien una búsqueda y una evolución continua hasta que te mueres.
Es una filosofía de puta madre: pensar que la felicidad está en el proceso y no en el resultado final.
Exactamente, sí.
También va muy ligado a algo que mucha gente no ve bien: permitirte cambiar, probarte diferentes pieles, ser diferentes personas para ver qué tal te sientes.
Totalmente. Con este disco he querido salir un poco de mi zona de confort y probar cosas nuevas, innovar un poco. Si hace dos años me ponen “La canción que no quiero cantarte” –que es la más extrema del disco, la que tengo con Aitana– y me dicen que va a estar en mi segundo trabajo habría respondido “pero ¿qué me ha pasado?, ¿¡qué es esto!?”. Me habría gustado, pero también me habría sorprendido mucho porque en ese momento igual no me veía haciendo algo así. Salir de mi zona de confort también ha hecho que estos nuevos estilos de música se conviertan en mi zona de confort y que esté muy cómoda haciendo esto. Siento que me representa un montón ahora mismo.
Los dos discos son muy diferentes. Parece que te has permitido dejarte ir en libertad.
En el primer disco también tuve esa libertad de hacer las cosas a mi manera, de querer hacerlo como yo quería, con mis procesos. Me tomé bastante tiempo en hacerlo y en encontrarme. Ese fue el sentimiento que tuve con el primer álbum, y es parecido al sentimiento que tengo con este segundo. Es como el mismo sentimiento pero de dos maneras muy diferentes. En este disco he tenido mucha libertad y la experiencia del primero, pero el trabajo ha sido muy distinto. Ha sido un disco mucho más colaborativo y he trabajado con mucha gente que me encanta. He querido alimentarme de diferentes formas de trabajo de la gente que admiro y que escucho y que me gusta mucho. Siempre voy a intentar ser fiel a mí misma y que no me influyan mucho las opiniones externas, aunque igual a veces me cuesta y no tengo muy claro qué es lo que quiero, pero eso es normal. Creo que cada vez lo tengo más claro y voy sabiendo bien con qué estoy cómoda y con qué no. No solo a nivel musical, sino a nivel de la vida en general también y de la gente con la que me junto.
Igual podríamos decir que esta es algo así como tu fase revolucionaria, aunque sea una revolución contra una imagen que había de ti.
Podría ser, sí. Muchas veces, y no solo en entrevistas, sino también en general, incluso mis amigos, me preguntan si me he querido deshacer de una imagen de niña y si ahora quiero mostrar una imagen más madura. Y no es algo que quiera intencionalmente ni que haya decidido, sino que, al final, es algo que va natural conmigo porque es que tampoco soy esa niña ya. Soy muchas otras cosas. De forma natural ya no me siento tan representada pero esa imagen. Forma parte del proceso que estoy viviendo como persona; y no es que haya decidido dar una imagen nueva, es que esta es la imagen con la que me siento identificada ahora mismo, ¿sabes? Quiero dar un paso más adelante y que se vea la evolución que estoy teniendo como persona.
Tiene que dar un poco de vértigo, ¿no?
¿El qué?
Pues que hayas decidido hacer algo así en el segundo álbum cuando hay artistas que llevan 30 años en el negocio y no tienen ningún problema en seguir habitando la misma zona de confort.
Totalmente. Pero es que yo tampoco digo que haya encontrado mi estilo. Creo que esta es una evolución que quiero tener durante toda mi vida. Con este segundo disco tampoco quiero dar tampoco la imagen de “vale, esta soy yo y esto es lo que voy a hacer siempre”, porque no creo que vaya a ser así. Quiero seguir cambiando y probando cosas nuevas.
Me encanta. La puerta está abierta para el disco de black metal de Amaia. Y para el de trap.
Exactamente (se ríe).
Me gusta mucho cómo hablas de tomar las riendas de lo que quieres porque, al fin y al cabo, se tiende a pensar que esa imagen de la Amaia más niña es algo que podría venir de la propia industria. Un imperativo comercial. ¿En algún momento te has llegado a sentir encorsetada?
Sí, sí que me he llegado a sentir encorsetada. A veces inconscientemente, sobre todo al principio. Yo qué sé… Veía que había cosas de las que decía que hacían gracia y la gente se reía mucho con ellas, así que igual inconscientemente me hacía un poco la tonta, ¿sabes? No era algo intencionado, sino que me salía solo. De repente era estar muy expuesta en muy poco tiempo, y al final te sale actuar de esa forma porque crees que es lo que gusta. Creo que, con el tiempo, también voy lidiando con esto. Por eso me vino tan bien la cuarentena. Para parar y alejarme un poco. Para tener momentos conmigo misma. Para asimilarlo todo mejor.
Me parece supervaliente que admitas esto, pero, a la vez, también me parece que desde los medios hay tendencia a formular esta pregunta como “¿Te arrepientes de aquella época?”, cuando en verdad lo más interesante es preguntarte qué parte de la Amaia de “Operación Triunfo” sigue estando presente en “Cuando no sé quién soy” y, probablemente, seguirá estando por muchos años que pasen.
Es una pregunta difícil… Yo creo que sigo siendo la misma persona. Mi cabeza sigue funcionando igual. Mis procesos mentales son muy parecidos. Muchas veces me han preguntado si me arrepiento o si quiero alejarme de todo aquello. Si reniego de “Operación Triunfo”. Y no es verdad. No me arrepiento para nada. Es algo que forma parte de mi vida. A veces también me preguntan qué cambiaría de lo que he vivido y si no hubiera ido a Eurovisión. Ese tipo de preguntas. Y siempre digo lo mismo: que realmente no cambiaría nada porque todo me parece necesario para haber llegado hasta aquí.
Es que en los medios muchas veces hay la tendencia a hablar por los artistas. Y, en el caso de las mujeres, más todavía. Por suerte también parece que todo está cambiando. ¿Te sientes parte de esas mujeres que estáis escribiendo vuestras carreras en vuestros propios términos?Yo creo que sí. Ahora también es mucho más fácil gracias a internet y las redes sociales. Hay muchas más facilidades. Pero a la vez continúo sintiendo que se sigue criticando mucho a la mujer que expresa sus opiniones. A Britney, por ejemplo, ahora se le ha dado esa visibilidad y esa voz, pero también se la sigue machacando muchísimo y se la critica. Se cuestiona cualquier cosa que dices o cualquier cosa que haces. Te pongo un ejemplo: Rosalía y “Hentai”. Hay muchísima gente criticando porque la letra es muy provocativa, cuando hay miles de canciones de hombres que dicen barbaridades. Y a ellos no se les cuestiona, ¿sabes? De eso no se dice nada. Si esta letra la saca un hombre, es que no pasaría nada. Estaría completamente aceptado. Realmente necesitamos una evolución muy grande.
Centrándonos en “Cuando no sé quién soy” y lo que decía antes, que te pruebas muchas pieles diferentes, resulta que es algo que se percibe incluso a nivel de géneros musicales.
Sí, es algo que iba surgiendo de manera natural. Cristian (Quirante, es decir: Alizzz) y yo cada día teníamos diferentes referencias, nos íbamos enseñando canciones e íbamos seleccionando: este tema en concreto, ese bajo de ahí… A nivel de estilos, también va bastante acorde con el título. En el disco voy probando diferentes cosas. Por ejemplo, la jota de “Yamaguchi” es música tradicional, que siempre me ha influido mucho y que me ha acompañado desde que soy pequeña. Todas esas influencias las hemos cogido Cristian y yo a la vez, y nunca había un estilo concreto al que quisiésemos sonar. Igual en una canción sí que decía que me gustaría que tuviese un sonido en concreto, pero de repente iba evolucionando y se convertía en otra cosa muy diferente.
¿Cómo fue entonces el día a día en el proceso de grabación?
Fue muy diferente al disco anterior. Cristian y yo íbamos cada día al estudio y grabábamos mano a mano. La producción y la composición ha sido bastante en paralelo, a la vez. También ha sido un disco más colaborativo: yo quería quedar con gente a la que admiro y de la que me he alimentado. Quería alimentarme de diferentes formas de trabajo. Y, a nivel de letras, el anterior fue… O sea, lo comparo tanto con el anterior porque es el único que he hecho. En el anterior no me pensaba tanto las letras: lo primero que se me pasaba por la cabeza lo escribía y así se quedaba. En este disco las letras se han pensado mucho más, están mucho más trabajadas. A nivel de sonido, también es más sofisticado. Todo está más pensado. En el primero tenía 19 años, era mi primer trabajo y yo era más amateur.
Te has expandido hacia otros sonidos, otros estilos y también otras personas. ¿Cómo han sido esas sesiones de composición con otros artistas?
Básicamente, es juntarse un día en el estudio con artistas a los que les digo: “¿Te apetece quedar?”. A veces también a través de la discográfica. Entonces, se empieza una canción, puede que a partir de ideas que ya traemos al estudio. Uno dice: “Mira, tengo esta melodía”, y la vamos trabajando. Hay sesiones en las que no sale nada y que incluso llega a ser un poco incómodo, tipo “vale, ¿y qué hacemos? Porque no está pasando nada”. Pero también hay otras sesiones en las que va y sale una canción en un día, o incluso dos.
En esas sesiones trabajaste con gente muy diferente, desde Rigoberta Bandini hasta Marcelo Criminal, pasando por Xabi San Martín.
Sí, sí, Xabi San Martín de La Oreja de Van Gogh. Es que La Oreja de Van Gogh… Para mí eso fue un sueño, de verdad.
E incluso C. Tangana.
Sí. Justamente es muy amigo de Cristian y él siempre me decía que tenía que hacer una colaboración con C. Tangana. La verdad es que fue increíble: compone genial y me encanta trabajar con él.
¿Estás creando tu familia musical?
Sí, un poco. Me encanta quedar con gente nueva a la que admiro y alimentarme de esas personas que ya tienen mucha experiencia. Pero, sí, definitivamente podría ser que esté creando mi familia musical.
Bueno, la familia es como un espacio seguro en el que puedes crear libremente.
Totalmente. Pero, bueno, tampoco quiero cerrarme. Quiero seguir quedando con gente nueva… Y que la familia vaya aumentando.
En esa familia Cristian juega un papel muy importante. Es como si hubierais tenido un flechazo creativo. ¿Cómo os encontrasteis?
Todo fue a partir de la canción “El encuentro”. En ese momento, ya tuvimos una conexión tanto a nivel personal como de gustos musicales. Coincidió que entonces yo ya estaba pensando en el segundo disco y todo fue muy natural. Además, estábamos cerca, porque él también estaba en Cataluña. Era muy fácil quedar en un estudio cerca de casa. Una semana íbamos al estudio cada día. Luego nos pasábamos varias semanas sin ir, pero entonces volvíamos a quedar e íbamos haciendo packs de días que pasábamos en el estudio probando cosas.
¿Y qué es lo que os hizo encajar tan bien creativamente?
Creo que nos entendemos muy bien los dos, ¿sabes? Si yo le decía algo como “me gustaría que esto sonara así” o “quiero este sonido”, él pillaba la idea a la primera. Y a la vez yo también pillaba a la primera las ideas que él tenía a nivel musical. Rara vez estábamos en desacuerdo. Bueno, alguna vez sí, pero es que ese desacuerdo era hasta enriquecedor.
Otra colaboración que se siente especial es la de Rojuu en “Quiero pero no”.
Sí, me encanta. Esta es una de mis canciones favoritas del disco. A él llegué por su Gallery Session, que me gustó muchísimo. Su música, pero también su forma de actuar y de cantar. Me encantó su voz. O sea, todo en él me gustó muchísimo. Como era en el momento justo en que estaba haciendo el álbum pensé que sería muy guay una colaboración con él y le escribí. Le gustó la idea y me dijo que hasta él había pensado en hacer una colaboración conmigo. Fue muy guay.
Bueno, eso tampoco tendría que sorprender…
¿Tú crees? ¿Por qué?
Supongo que, le escribas a quien le escribas, pero más todavía a alguien que está empezando, te va a decir que sí y que alguna vez ya ha pensado en lo guay que sería colaborar contigo.
No sé, no sé (se ríe, entre medio avergonzada y honestamente sorprendida). Puede ser. No lo sé. ∎