Después de haber rechazado sucesivas ofertas de Sam Cooke y Tamla, Aretha debutó en la Columbia de John Hammond con esta esbelta colección de jazz vocal, que pretende situar a la cantante en la estela de Dinah Washington y Sarah Vaughan, sin explotar su personalidad. Lo mejor, una garganta que exhibe recursos de madurez creativa en el blues “Won’t Be Long”, el góspel “Are You Sure” y el tema de los Gerswhin “It Ain’t Necessarily So”. Lo más flojo, una anémica recreación de “Over The Rainbow”.
Quizá el mejor trabajo en Columbia, aunque también es su álbum más incardinado en los terrenos del jazz, con una poderosa big band detrás y un repertorio y unos arreglos previsibles, que apenas dejan resquicios para que demuestre su versatilidad. Aun así, la magia emerge en los blues atormentados (“What A Diff’rence A Day Made”) y el genio resplandece en canciones festivas como “Soulville”, que anuncian a una formidable vocalista a punto de estallar en el Planeta Soul.
Primer intento de proporcionar a Aretha un cancionero más cercano al soul que explotaba en Motown, Stax, Chess y Atlantic como el género negro por excelencia en la Década Prodigiosa. Originales de Burt Bacharach (“Walk On By”), Smokey Robinson (“My Guy”), Barbara Lynn (“You’ll Lose A Good Thing”) y Charlie & Inez Foxx (“Mockingbird”), aunque donde mejor se desenvuelve la vocalista es en el tema que da título al álbum, más cercano al jazz, y en la bossa-pop “I Can’t Wait Until To See My Baby’s Face”.
Material góspel grabado en 1956 con escasos medios técnicos, cuatro de cuyos temas fueron publicados en su día por el sello J.V.B. en el álbum colectivo “Spirituals”. En 1965, Chess aprovechó el tirón comercial de Aretha para rescatar las nueve piezas originales, que muestran el talento de una cantante de 14 años, enfrentada a un repertorio de espirituales con su voz y su piano frente a la congregación de su padre en Detroit. Destaca el clásico “Never Grow Old”, favorito personal de Franklin.
Décimo álbum de Aretha, primero en Atlantic. Obra maestra absoluta, un fogonazo mayúsculo de soul sureño, con “Respect”, “Dr. Feelgood”, “Save Me” y las dos grabadas en los estudios FAME de Alabama con Rick Hall y Jerry Wexler: “Do Right Woman, Do Right Man” y el trallazo que da título al álbum. El resto se registró en Nueva York con algunos músicos de Muscle Shoals, el saxofonista King Curtis y unas Sweet Inspirations de lujo (Cissy Houston y las hermanas de Aretha).
Considerado un álbum menor entre dos obras maestras, quizá porque solo produjo un single de éxito (“Baby, I Love You”, de uno de sus compositores de cabecera, Ronnie Shannon). Pero hay mucho y bueno en este disco, desde otra gloriosa canción de Carolyn Franklin –“Ain’t Nobody (Gonna Turn Me Around)”– hasta el tremendo “Going Down Slow”, uno de los mejores blues jamás interpretados por Aretha en clave de góspel. Desluce el repertorio un estándar de Sinatra (“That’s Life”) ajeno al canon del soul.
Tercero de una serie imbatible. Aparte de sus históricas lecturas de “Chain Of Fools” de Don Covay y “(You Make Me Feel Like) A Natural Woman” de Carole King, destacan una vibrante composición de Carolyn Franklin (“Ain’t No Way”) y una emotiva balada de la propia Aretha –“Since You’ve Been Gone (Sweet Sweet Baby)”–, que corta la respiración. En la guitarra, Eric Clapton y, sobre todo, Joe South y Jimmy Johnson. La ferocidad de Stax, el encanto de Motown, la consagración definitiva de Lady Soul.
Aretha ya convertía en oro todo lo que tocaba, fuesen baladas pop de Sam Cooke (“You Send Me”) o cañonazos sureños de Don Covay (“See Saw”). Redondean el sobresaliente nuevos diamantes en bruto de su repertorio, desde ese “Think” militante, que te pasa por encima como si fuera Godzilla, hasta la versión definitiva de “I Say A Little Prayer”, Burt Bacharach rezando en la iglesia. Como de costumbre, aderezan el trabajo los músicos de Muscle Shoals y los arreglistas Arif Mardin y Tom Dowd.
Después de haber firmado un directo menor (“Aretha In Paris”, 1968), la vocalista vuelve a pescar en aguas del jazz, con participación estelar de ilustres como Ron Carter, Joe Zawinul, Kenny Burrell, Grady Tate y David Newman. El resultado es desigual, con momentos sublimes que recuerdan más al repertorio de “Aretha Now” (“Tracks Of My Tears”, “Today I Sing The Blues”, “Bring It On Home To Me”, “River’s Invitation”) y otros que remiten a la intérprete aseada –pero menos explosiva– de la etapa Columbia.
Cuatro de las canciones de este poco valorado álbum fueron grabadas en los estudios Criteria de Miami, que luego alumbrarían otras dos obras maestras de Aretha, “Spirit In The Dark” (1970) y “Young, Gifted And Black” (1972). El calor de los viejos músicos de Muscle Shoals (Roger Hawkins, Eddie Hinton, David Hood, Barry Beckett), un Duane Allman excepcional en “The Weight” y un repertorio country-soul de alto voltaje proporcionan a Aretha el mejor vehículo para firmar otro de sus grandísimos trabajos.
Quizá la cima de su legado discográfico, explosión de gran música negra, la música clásica del pantano, con prodigiosas revisiones de incunables del blues, desde “The Thrill Is Gone (From Yesterday’s Kiss)” (de B.B. King) hasta “Honest I Do” (de Jimmy Reed), que reducen a Mick Jagger al nivel de aprendiz. “Don’t Play That Song” y el tema que da título al álbum son gemas canónicas del soul. Firman la mitad del disco con Aretha los Dixie Flyers de Jim Dickinson, y la otra mitad, los músicos de Muscle Shoals.
Solo por la versión torrencial del clásico “Dr. Feelgood”, este álbum sería imprescindible, el mejor documento de lo que suponía asistir a una de las liturgias mundanas de Aretha, secundada por músicos de primera categoría. El resto del material burbujea casi al mismo nivel, especialmente “Respect” o esa pasmosa lectura góspel de “Bridge Over Troubled Water”. En 2005, Rhino rescató las sesiones originales con King Curtis en el volumen cuádruple “Live At Fillmore West-Don’t Fight The Feeling”.
Producción salvaje de Jerry Wexler, un extraordinario doble LP de góspel registrado en directo en el New Temple Missionary Baptist Church de Los Ángeles con el coro del reverendo James Cleveland y algunos de los músicos habituales de Aretha (Cornell Dupree, Bernard Purdie). El disco soñado por los mandamases de Atlantic Records, luego reeditado en formato digital con todo el material grabado en su día, que incluye viejos espirituales de Thomas A. Dorsey y piezas de Carole King y Marvin Gaye.
Uno de los cinco álbumes esenciales de Aretha, secundada por Billy Preston, Dr. John y Donny Hathaway, con una versión escalofriante de “The Long And Winding Road”, puro góspel derramando sangre, y al menos tres canciones memorables: “Rock Steady”, “Day Dreaming” y “A Brand New Me”. Gran música negra, del pop al jazz, con tributo a Nina Simone en la pieza que da título al disco y referencias a Elton John, Burt Bacharach y dos grandes autores del sonido de Filadelfia, Kenny Gamble y Thom Bell.
La mejor Aretha tuvo el acierto de medirse con músicos de personalidad singular que descubrieron aristas menos visibles de su increíble talento artístico. En este artefacto único, Quincy Jones toma las riendas y produce un álbum esencial, puro jazz con alma de soul heterodoxo, una delicia de principio a fin, plagada de momentos sublimes: “Angel” de Carolyn Franklin, “Sister From Texas” de Aretha, o “Moody’s Mood”. Arropan Billy Preston y Phil Woods, entre otros.
Vuelven Jerry Wexler, Tom Dowd y Arif Mardin, el triunvirato mágico que aupó a Aretha en 1967. Pero la edad de oro del soul está declinando, a punto de diluirse en el funk y en la música disco, y la chispa parece apagarse, a pesar de que Lady Soul resplandece interpretando tanto a Stevie Wonder –“Until You Come Back To Me (That’s What I’m Gonna Do)”– como a Leon Russell (“A Song For You”) o a Bill Withers (“Let Me In Your Life”). Músicos de primera: Donny Hathaway, Eumir Deodato, Stanley Clarke...
Curtis Mayfield le produjo dos álbumes a Lady Soul. El segundo (“Almighty Fire”, 1978) bajó un poco el nivel, pero “Sparkle” brilla a la altura de las mejores entregas de Aretha, un encuentro estelar en la cumbre con aromas del soul de Filadelfia, hermosas fantasías orquestales casi en la antesala de la música disco vestida con sus mejores galas. Basada en la banda sonora del filme protagonizado por Irene Cara, con la garganta cremosa de Aretha sustituyendo a los vocalistas originales. Para enmarcar.
Después de sus trabajos con Quincy Jones y Curtis Mayfield, Aretha se empareja con el legendario compositor y productor Lamont Dozier en un álbum soberbio. La propia vocalista compone cuatro temas, dos de ellos gloriosos: “When I Think About You”, puro sonido Motown, y “Sweet Passion”, una delicadeza de siete minutos al nivel de sus mejores canciones. Dozier dibuja elegantes adornos disco y Aretha remata la faena con una burbujeante versión de “Mumbles”, clásico del trompetista Clark Terry.
Injustamente señalado como el peor álbum de Aretha en Atlantic, “La Diva” es una golosa incursión en los territorios de la música disco. Al parecer, Nile Rodgers y Bernard Edwards se habían postulado como productores, con su propio material, pero ella declinó la oferta y eligió para el trabajo a Van McCoy, que murió poco antes de la publicación del disco. Portada sugerente y un puñado de aseadas descargas disco funk de alta escuela, especialmente el llenapistas “It’s Gonna Get A Bit Better”.
Primer álbum de Aretha fuera de la disciplina de Atlantic. No es el mejor trabajo de su larga etapa en Arista, pero sí el que marcó el camino que luego transitaría la vocalista, alejada ya de los cánones del soul sureño, pero dueña de una garganta privilegiada que saca petróleo del clásico de los Doobie Brothers “What A Fool Believes”, mitad funk aseado, mitad pop negroide, un patrón de medida que crearía escuela en la música negra contemporánea. Chuck Jackson y Arif Mardin a los mandos.
Grabado poco después del asesinato del reverendo C. L. Franklin y dedicado a él, es su mejor trabajo en Arista con “A Rose Is Still A Rose” (1998), una pasmosa colección de pop soul sintetizado producida por Narada Michael Walden, sembrada de canciones imbatibles como “Freeway Of Love”, “Sweet Bitter Love” (una gema de Van McCoy que Aretha interpretó varias veces a lo largo de su carrera) o “Sisters Are Doin’ It For Themselves”, su celebrado dueto con Eurythmics. Soul contemporáneo de alta escuela.
Doble álbum, tercero y último de la carrera de Aretha centrado exclusivamente en el góspel. Registrado las noches del 27, 28 y 30 de julio de 1987 en la iglesia de su padre, fallecido tres años antes, el mismo templo (New Bethel Baptist Church) donde acaba de rendírsele a ella el último adiós. Con Mavis Staples, Joe Ligon de The Mighty Clouds Of Joy, sus hermanos Cecil (pastor baptista), Carolyn y Erma y el reverendo Jesse Jackson al frente de un repertorio impecable, donde caben Clara Ward y Edwin Hawkins.
Aretha cumple 55 años con otro álbum portentoso, infravalorado en relación con las viejas producciones de Atlantic, a las que tiene poco que envidiar. Aquí sabe rodearse de los mejores productores del momento (Sean “Puffy” Combs, Daryl Simmons, Lauryn Hill) para interpretar con rabia y convicción un repertorio impecable, desde el tema que titula el álbum, original de Lauryn Hill, hasta “I’ll Dip” (de Dallas Austin), “In The Morning” (de Simmons) y “The Woman”, original suyo con sabor a clásico. ∎