Uwe Schmidt, el Hombre Átomo. Foto: Colectivo Trimex
Uwe Schmidt, el Hombre Átomo. Foto: Colectivo Trimex

Entrevista

Atom™: cuando llegan las palabras, la música muere

Con más de 300 discos publicados, Uwe Schmidt, el músico alemán asentado en Chile, más conocido como Atom™, no solo vuelve a la palestra con nuevo material, sino que además prepara el retorno a los escenarios de Señor Coconut And His Orchestra, proyecto que, tras un largo silencio, también es parte del cartel de las primeras ediciones de Primavera Sound en Santiago de Chile, São Paulo y Buenos Aires.

El sonido de los sintetizadores, la voz –un susurro– rasga, emerge e impregna el espacio. Una tensa calma. Algo espera. En el horizonte, lo inconmensurable. Frecuencias cruzan de un lugar a otro. Inquietas, se encuentran prestas al desborde. De pronto, la precisión: arpegios, simulaciones metálicas, desplazamientos, ritmos que castigan; la intensidad que se apropia de las cavidades auditivas. Ya nada es lo mismo. Nunca más lo será.

En 1991, Uwe Schmidt, más conocido como Atom™, lanza bajo el apelativo artístico Lassigue Bendthaus el álbum “Matter”. En el inicio de este, “Automotive”, un track tan denso y oscuro que ejemplifica la totalidad del trabajo: una noche de síncopes electrónicos, asombro ante la precisión y las nuevas formas. No hay espacio al error, se fuerza la máquina hasta su dominio. El futuro se trató de eso: subyugar los nuevos artefactos hasta que entregaran el secreto de la escucha.

A más de treinta años de su lanzamiento, el disco sigue incólume, erigido en la supremacía irrestricta y en la firme mirada hacia su propio abismo. Atom™ ha forzado todo lo que se presenta como nuevo. Su música se caracteriza por tomar géneros y destruirlos, crear nuevos sonidos que –desde el industrial al techno, pasando por IDM, ambient, glitch, jazz, pop o vals, e incluso por lo latino o lo caribeño– demuelen la barrera de lo evidente y chocan con lo inédito. Margen, borde, electro latino, electro góspel son resultado de acciones anacrónicas al momento de la historia. Sin embargo, el tiempo dejó a la vista la total devastación a su paso: el derrumbe de las modas impuestas, las ideas preconcebidas quedaron rotas en el suelo. En un paisaje distópico de frecuencias, cruzan, impactan, destruyen y reconstruyen nuevos imaginarios, sonidos e intensidades.

Nómada con actitud. Foto: Colectivo Trimex
Nómada con actitud. Foto: Colectivo Trimex

Con más de tres décadas de carrera, los comienzos de Schmidt se remontan a los últimos años 80 en Frankfurt, en medio de una bullente cultura underground de sonidos sintetizados y máquinas de ritmo. “En los inicios tuve un sello que distribuíamos por correo. No ‘mails’, sino correos, cartas que debías enviar una a una. Hacíamos 100 copias que acompañábamos con un fanzine que fotocopiamos, doblamos a mano y enviamos a cada persona que lo solicitaba por fax. A tres décadas de eso, cuando la tecnología del sonido ha avanzado enormemente, los más jóvenes lanzan sus trabajos igual que en mis tiempos: en casetes, con 100 copias o, a veces, con copias limitadísimas a 25. Entonces, me pregunto: ¿cuánto ha evolucionado realmente la música y la industria que la envuelve?”.

A mediados de los 90, los DJs comenzaron a tener su momento de fama, a transformarse en figuras célebres, rostros impresos en papel cuché, esculturas tiesas hechas de cocaína. La música quedó rápidamente en un segundo plano: “Jamás imaginé ser un músico, ni mucho menos lanzar discos, dar shows o girar por el mundo. Mi acercamiento fue ingenuo y lleno de asombro. Si escuchaba algo en la radio y no sabía qué era ni cómo podía volver a escucharlo o conseguirlo, investigaba hasta dar con él. Las cosas eran así de simples y básicas. Creo que todo era un poco más genuino, porque era guiado exclusivamente por la curiosidad. Pero de pronto todo cambió y lo que a mí me importaba ya no era importante para nadie más. Me refiero a una ética. No con la electrónica ni la música, sino con la creatividad”.

Cansado de la evolución del género, sin hablar español y sin más proyecto que escapar del tedio, decidió viajar y radicarse en Chile. Su llegada en 1997 coincidió con la de numerosos hijos del exilio; jóvenes que crecieron en distintos países de Europa donde sus padres fueron refugiados y que dieron a conocer los sonidos de las drum machines, beats, capas y nuevas texturas. Chile parecía estar lo suficientemente lejos de todo lo que buscaba escapar y le ofrecía, además, un campo desconocido para encontrar nuevas ideas.

“Tocar con Señor Coconut es lo que es. Es algo muy puntual, un instante para recordar lo que hicimos, tocar con una banda y mostrar un show que muchos no han podido ver en vivo. Pero estoy en otras cosas. Me interesa más lo que seguirá”

Los metales se presentan y anuncian. Unos segundos de espera. Todo estalla: ritmos esquizofrénicos de chachachá, junto a llamas que emergen de las profundidades del infierno.

En 1997 hizo su estreno Señor Coconut And His Orchestra: “El coco baile” fue el primer track del disco “El gran baile”. El trabajo abrió un campo inexplorado donde la electrónica comenzó su mestizaje: el chachachá, el mambo y la cumbia se reunieron en el disco en sugerentes propuestas de ritmos tropicales. “Fue una gran sorpresa lo que ocurrió”, admite. “No tenía nada pensado ni planificado, incluso en algún momento pensé que podía ser una idea demasiado loca para tener algún tipo de efecto. Lo vi como algo subjetivo y egocéntrico. El ‘feedback’ hacia fuera excedía lo que era realmente. Cuando me preguntan por qué lo hice, no sé qué responder. Fue muy entretenido embarcarse en esta montaña rusa de sucesos y reacciones del público, de la prensa y de todos en general. Nunca entendí por qué reaccionaron de la forma que lo hicieron. Fue interesante enganchar con todos esos planos. Me abrió los ojos hacia esta noción de las cosas. Todo puede ser más de lo que imaginamos, la recepción crea otro relato, un proceso mayor que está más allá de uno, que no sabes a dónde te puede llevar, porque el mundo absorbe de una manera distinta las cosas que haces”.

Este año, Señor Coconut And His Orchestra se presentará en Primavera Sound de Santiago, São Paulo y Buenos Aires, después de una década en silencio. Sin embargo, la idea no parece asombrarle, más bien lo inquieta, moviliza y fuerza la búsqueda de algo nuevo: “Tocar con Señor Coconut es lo que es. Es algo muy puntual, un instante para recordar lo que hicimos, tocar con una banda y mostrar un show que muchos no han podido ver en vivo. Pero estoy en otras cosas. Me interesa más lo que seguirá”.

Riguroso e incisivo. Foto: Colectivo Trimex
Riguroso e incisivo. Foto: Colectivo Trimex

En tres décadas de serio, riguroso e incisivo trabajo, Schmidt ha creado decenas de alias. Además de Señor Coconut, están Lisa Carbon, Los Negrito’s, The Roger Tubesound Ensemble y Erik Satin, entre otros 70 nombres y más de 300 discos. En el 2000, Atom™ parecía agotado de todo lo que existía alrededor de la música y de la electrónica en particular. Lo que estaba sucediendo ahí no eran precisamente búsquedas creativas, sino una serie de convenciones publicitarias, fiestas con dress code, cerros de cocaína en las narices y espacios donde todo parecía ser superficial. La moda que vivió en el 2000 la música electrónica, más que un aliciente, fue lo que determinó su distancia; lo que parecía haber dejado en Frankfurt volvía en versión chilena: “Los géneros son una trampa. Cuando la música toma forma y posibilita su definición, estamos presentes ante la muerte de ese género. En el caso de la música electrónica, cuando las palabras llegaron y fueron capaces de definirla, fue el momento en que murió”.

Después de tener un breve y feliz descubrimiento de las escenas locales, se revelaron los mismos vicios de los que escapó. El sonido dejó de importar y, para los artistas, lo importante era obtener visibilidad y reafirmar la fantasía y estatus de estrella. Fue en ese momento cuando decidió recluirse y dedicarse a lo suyo: la música. “Me prometí no hablar más de la electrónica, lo que hice antes y lo que hacía en ese momento”, explica. “No tenía absolutamente nada que ver con lo que en esos lugares promocionaban como tal. Para mí, en el instante que pudieron identificar un patrón y explotarlo hasta el agotamiento, murió el género y, desde ese momento, se transformó en nostalgia de un pasado, moda, nada nuevo, el futuro se acabó”.

“Los géneros son una trampa. Cuando la música toma forma y posibilita su definición, estamos presentes ante la muerte de ese género. En el caso de la música electrónica, cuando las palabras llegaron y fueron capaces de definirla, fue el momento en que murió”

En 2013, Atom™ lanzó en Raster-Noton “HD” como respuesta a la oleada de masividad plástica. Mezclando pop, abstracción, ritmos apabullantes y las opacidades del techno, consiguió una crítica directa a la industria y se permitió añadir otros elementos a la experiencia: una imagen digital 3D de su rostro que funcionaba como panóptico, mientras que el sonido era la contracara del imperialismo pop: “‘HD’ es un trabajo espiritual, una obra musical, un trabajo científico”, asegura. El disco además contó con colaboraciones de lujo: Jamie Lidell, voz principal en “I Love U”; Alva Noto realizó programaciones adicionales en “Ich bin meine Maschine“; Marc Behrens hizo lo mismo en “Strom“ y “My Generation“; Jean-Charles Vandermynsbrugge puso la voz principal en “Pop HD“; Dominique Depret fue el encargado de las guitarras, y la estrella del pop chileno, Jorge González, de coros, algunas guitarras y bajo. “HD” consiguió ser un trabajo con bastante impacto internacional, pero, al contrario de lo que pudiera esperarse, su música no siguió indagando en la edulcorada fantasía pop, sino en terrenos mucho más oscuros y apocalípticos.

La imposibilidad de la tecnología, su fría, objetiva, aleatoria y contundente forma de concentrar algorítmicamente las nociones del ahora –en una especie de antropología sonora que investiga y recolecta las osamentas del mundo; una dimensión que oscila entre lo humano y digital, que funciona como una interfaz capaz de descifrar las conexiones entre los universos en los que se encuentra– es lo que Atom™ ofrece en “<3”, su penúltimo trabajo, lanzado en Raster en 2020. Es el resultado de la comunicación y el error: glitches, ruidos, intervenciones, frecuencias, ritmos saturados, resonancias, merodeos, prestidigitaciones, sensibilidades, historia y deseos. “Lo que busqué fue extrapolarme a una tecnología tan nueva que no me dejara saber qué podía conseguir. Quería encontrar una nueva tecnología de alta resolución que me permitiera encontrar otro sonido, otra textura y otra profundidad”. El sonido terminó siendo el soundtrack del fin de los tiempos, los viejos modos que comenzaron a ceder espacio a los nuevos. Creada por Atom™, X1N es una entidad que a través de algoritmos genera voz humana. Ella fue la encargada de dar narrativa a la nueva historia propuesta por “<3”.

Trascendiendo la utopía. Foto: Colectivo Trimex
Trascendiendo la utopía. Foto: Colectivo Trimex

El próximo paso era evidente: música hecha por máquinas, con máquinas, para máquinas. Neuer Mensch” (Raster, 2022) es el destello del primer amanecer tras la catástrofe. Después de la exploración algorítmica y el uso de inteligencia artificial que desarrolló en su anterior álbum, este trabajo indaga en aguas aún más profundas, en una desconocida zona abisal y visceral de las frecuencias y sonidos, como si fueran armazones de carne, piel expuesta que revela su interior: “Este trabajo no es distópico, es una visión que trasciende la utopía y la distopía, es un código autónomo, continuamente editado, capaz de definirse a sí mismo y de entrar en un flujo constante, cerca de ser una proyección del horizonte metahumano, un ejercicio para despojarse del exoesqueleto, un tejido muerto que se arranca solo a través de movimientos corporales radicales, donde las ideas muertas son aplastadas por los pies de la danza, que tiene que ser de una elegancia brutal. En palabras simples, es un exorcismo somático a través de superficies hiperrealistas de ruido binario”.

“La música electrónica ha sido un género distinto a los demás, porque en su núcleo habitó el progreso y en su ADN la idea del futuro. Sin embargo, en algún momento, ese futuro se congeló, se convirtió en historia, en una especie de mañana antiguo y en una total contradicción”

“Neuer Mensch” revela un mundo sin sentido, el espacio de la deliberada manipulación –la posverdad–, un universo que nombramos pero cuyos nombres no sirven para describir lo que nos rodea: “Para todos es evidente que el uso que le damos ya no funciona. Hace veinte años que gradualmente comenzó a ocurrir esto. Dejé de usar el concepto ‘música electrónica’ en el 2000, lo hice porque me consideré fuera de esa definición. Esto, hoy, se hace más evidente, al punto de ser grosero”, sentencia.

Los tiempos cambian y las palabras no alcanzan. Vivimos un momento de velocidades y ruinas. Pero ahí, en los cimientos, aún queda algo que se niega a desaparecer. “Me gusta pensar esto a través del exoesqueleto de las arañas; en esa habilidad que tienen de crecer y deshacerse de algo necesario para la supervivencia y, a pesar de eso, no morir en el intento. Palabras como postechno o fintech tratan de postular conceptos o nombres para algo que murió y que sigue existiendo de otra forma. La música electrónica ha sido un género distinto a los demás, porque en su núcleo habitó el progreso y en su ADN la idea del futuro. Sin embargo, en algún momento, ese futuro se congeló, se convirtió en historia, en una especie de mañana antiguo y en una total contradicción. La música electrónica fue, es y será tecnología, avance e innovación. Cuando eso se estancó desapareció la música electrónica. Si queremos ir más allá, hay que trascender al propio ser. Este álbum no es solo una observación general, sino también personal: la de vivir transiciones radicales, renovación de ideas y una búsqueda por ver qué horizonte hay delante de esa distancia que desaparece”. ∎

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