Patti Smith, como siempre, dándolo todo. Foto: Juan G. Andrés
Patti Smith, como siempre, dándolo todo. Foto: Juan G. Andrés

Festival

Azkena Rock: resistencia emocional

El regreso de Azkena Rock (del 16 al 18 de junio) a su formato sin restricciones tras dos años de obligado parón se ha saldado con récord de asistencia –ojo, que el festival cumplió 20 años– para una propuesta que, pese a todo, sigue conservando su escala humana. Y en lo estrictamente artístico, mucho que celebrar también.

El Azkena Rock Festival, en su vigésima edición, puede presumir de haber vuelto a lo grande: 48.000 personas pasaron por Mendizabala en los tres días de festival (y digo visitando, que no abarrotando): el rasgo distintivo de Azkena es la comodidad con la que el aficionado puede gozar de los conciertos, bien sea trasegando birra en la hierba –con esa estratégica elevación que permite ver y beber incluso repantigado– o situándose a pie de escenario en tres pasos sin tener que clavarle el codo en el ojo a nadie. No hubo ni colas, ni agobios, ni colapsos logísticos, ni coincidencias horarias de esas que rasgan camisetas de Motörhead. Ni siquiera en el año en que ha conseguido su récord de asistencia. ¿Decía trasegando birra? Este año la cerveza subió a cinco euros, un precio incluso superior al de Primavera Sound. Una circunstancia que en otros lares habría indignado al personal, si no fuera porque el balsámico colegueo de tres días de rock’n’roll apacigua cualquier queja (y es de agradecer que Azkena sea ajeno a esa indignante tendencia del foso VIP).

Para el azkenerío, cruzar las puertas de Mendizabala es un ritual y, a la vez, una suspensión de la realidad durante dos o tres días en los que celebrar la amistad, el buen comer y el poder redentor de todas las derivaciones del rock’n’roll, desde las más cafres a las más sutiles y exquisitas. Ha traspasado los límites de lo musical para poner un pie en la fiesta antropológica, llámese Patum de Berga o Sanfermines (pero aquí no hay hostias ni multitudes). Las acusaciones de falta de artistas femeninas se saldó con un sábado de trío estelar –nada menos que tres pioneras del country-rock, el glam y el punk– y el cariño y conexión generacional entre el público se trasladó también a escena, con Emmylou Harris haciendo un cameo con la Smith, o Lenny Kaye echándole una mano a Robyn Hitchcock.

El matriarcado del sábado tuvo una correspondencia en cifra récord de niños en el festival, unos 800 menores de edad. Para futuras ediciones, uno pediría la ampliación de la morrocotuda carpa Trashville. Ya sabemos que la peste a sobaco es patrimonio del club garagero, pero no hace falta trasladar esto a los festivales. Vinimos buscando el fresquito vitoriano y acabamos asados a 40 grados, pero valió la pena. RM

El stoner rock de Fu Manchu. Foto: Juan G. Andrés
El stoner rock de Fu Manchu. Foto: Juan G. Andrés

Jueves, 16 de junio

Fu Manchu

En plena celebración de su trigésimo aniversario, el grupo estadounidense fue una de las primeras confirmaciones en el Azkena suspendido por la crisis del COVID en 2020. Por eso mismo no quisieron faltar al feliz retorno. Muy esperados en Vitoria, donde es verdadera la devoción que hay por el stoner rock, los de Scott Hill no hicieron prisioneros en una función densa por momentos que, sin embargo, alcanzó altas cotas de intensidad y fue generosa en fuzz, distorsión y desarrollos largos, poderosos y rebosantes de dinámicas. JGA

Hiss Golden Messenger, country-rock sureño. Foto: Juan G. Andrés
Hiss Golden Messenger, country-rock sureño. Foto: Juan G. Andrés

Hiss Golden Messenger

Tras el gozoso concierto de la joven Morgan Wade, una de las grandes tapadas de esta edición, los barbudos de Carolina del Norte aparecieron cuando el mercurio empezaba a ofrecer algo de tregua: no demasiada, el termómetro todavía marcaba 32 grados. MC Taylor y compañía pusieron banda sonora de lujo a un crepúsculo embellecido por melodías de americana y country-rock sureño. Apoyados en el contagioso groove del órgano Hammond, hicieron volar alto la mayor parte de los temas, que precipitaban hacia digresiones instrumentales ricas en matices acústicos y eléctricos. JGA

The Offspring, recuperando el tiempo perdido. Foto: Juan G. Andrés
The Offspring, recuperando el tiempo perdido. Foto: Juan G. Andrés

The Offspring

Gran parte del público presente viajó a sus años de instituto, skate y acné al comprobar que la voz de Dexter Holland sonaba idéntica a la de aquellas viejas cintas TDK. Con su infalible fórmula –melodía+velocidad–, los californianos apenas tocaron material reciente y apostaron a caballo ganador con pelotazos tan coreables como “Come Out And Play”, “Gotta Get Away”, “Pretty Fly (For A White Guy)”. Por supuesto tampoco faltó “Self Esteem”, sabrosa magdalena proustiana cuyo “la-la-la” puso en danza a todo Mendizabala. JGA

The Toy Dolls, fiesta punk. Foto: Juan G. Andrés
The Toy Dolls, fiesta punk. Foto: Juan G. Andrés

The Toy Dolls

Salieron a escena mientras sonaba el happy birthday para celebrar sus 40 años en el negocio y, quizá también, las dos décadas del Azkena. El gran circo del joven sesentón Michael “Olga” Algar no reparó en gastos ni atrezo –confeti, reparto de globos y gafas amarillas, coreografías, guitarra de tres mástiles– para cerrar la jornada inaugural del jueves con la mejor fiesta punk a golpe de irreverencia y clásicos como “Nellie The Elephant”, “Alec’s Gone”, “Glenda & The Test Tube Baby” y, para finiquitar la tanda de bises, “Idle Gossip”. JGA

Drive-By Truckers, rompiendo tópicos. Foto: Juan G. Andrés
Drive-By Truckers, rompiendo tópicos. Foto: Juan G. Andrés

Viernes 17

Drive-By Truckers

La banda de Patterson Hood y compañía ofreció un resumen perfecto de lo que son sus discos: una mezcla de sarao hedonista, guitarras crujientes y boogie-rock, con poéticas reflexiones sobre la condición humana y su relación con el rock. Cayeron unos cuantos temas de su recién publicado “Welcome 2 Club XIII” (2022), pero vencieron y convencieron con clásicos como “Marry Me” o “Shit Shots Count”: la constatación de que el rock sureño no tiene por qué ser un cancionero lleno de tópicos y progresiones de acordes revenidas sobre la carretera, mi nena y mi caballo de acero. Momento de emoción total: la dicharachera “Let There Be Rock”. RM

Ilegales, incombustibles. Foto: Juan G. Andrés
Ilegales, incombustibles. Foto: Juan G. Andrés

Ilegales

Cada actuación de Ilegales es una constatación de que, cuando no estén, se les echará en falta. Jorge Martínez no para de sacar discos de notable para arriba, que gritan que el pozo de canciones no se ha agotado y que el paso de los años ha afinado esa capacidad para buscar la canción pop perfecta y, a la vez, seguir ejerciendo el rock’n’roll de patada en la boca con toda la mala hostia del mundo. Los Ilegales, celebrando 40 años, ofrecieron la actuación más multitudinaria que recuerdo haber visto en el tercer escenario del festival. Y dejaron claro que hay muy pocas bandas españolas que los puedan tratar de tú a tú. RM

Jerry Cantrell,  de Alice In Chains. Foto: Juan G. Andrés
Jerry Cantrell, de Alice In Chains. Foto: Juan G. Andrés

Jerry Cantrell

Bajo un sol de injusticia, la música de Jerry Cantrell se antojaba algo desubicada. Pero el líder y guitarrista de Alice In Chains ofreció un set mágico. A las siete de la tarde, vació la mitad de esa pantanosa obra maestra llamada “Dirt” (1992), en la que se cruzan la psicodelia californiana con la depresión profunda (“Down In A Hole”) y los himnos grunge (“Would?”), así como recuerdos countryficados a su notable carrera en solitario, combinado con los himnos de rock vitalista de su reluciente “Brighten” (2021). Cierras los ojos y la voz de Greg Puciato (The Dillinger Escape Plan) es la de Layne Staley. RM

Social Distortion: esta vez sí. Foto: Juan G. Andrés
Social Distortion: esta vez sí. Foto: Juan G. Andrés

Social Distortion

Servidor tenía en la retina una actuación de Social Distortion en la que el público de Barcelona tuvo que volver a sacar al escenario, vía lluvia de vasos, a un vaguete Mike Ness que quería largarse con la pasta tras 32 minutos tocando. Nada de eso. Social Distortion ofrecieron un majestuoso repaso de hora y pico a su trayectoria, en el que clásicos como “Bad Luck” o “So Far Away” sonaron recios y majestuosos. Y Ness, guitarrista de la escuela Neil Young, nos recordó que tres notas carnosas y bien puestas pueden más que escalar arriba y abajo del mástil. Acabó con su versión de “Ring Of Fire” (Johnny Cash), pero una maravillosa, reverberante y metalizada interpretación de “Wicked Game” (Chris Isaak) nos remitió a momentos mágicos vividos en ese escenario (y, de paso, le ajustó las cuentas a la versión que pasea por el mundo el merluzo de Ville Valo). RM

The Afghan Whigs: rabia y precisión. Foto: Juan G. Andrés
The Afghan Whigs: rabia y precisión. Foto: Juan G. Andrés

The Afghan Whigs

Los cabezas de cartel del viernes no defraudaron: The Afghan Whigs ofrecieron un concierto lleno de rabia y precisión, con un Greg Dulli de voz envejecida y macerada por el tiempo, pero con ganas de comerse las canciones. En temas como la reciente “Matamoros” o en clásicos como “Gentlemen” demostraron por qué son una de las rara avis más destacadas del rock de los años 90. A diferencia de Jerry Cantrell, Dulli sí tuvo un recuerdo para su gemelo de cloaca Mark Lanegan, con una sentida versión de “Metamphetamine Blues”. RM

Emmylou Harris contra los elementos. Foto: Juan G. Andrés
Emmylou Harris contra los elementos. Foto: Juan G. Andrés

Sábado 18

Emmylou Harris

Tal vez no eran la hora ni el lugar adecuados, pero tampoco estuvo a la altura esa parte del público que emborronó el concierto de la gran dama del country con su insoportable cháchara. Mientras caía el sol, la de Alabama alternó tonadas marchosas y reposadas: “My Name Is Emmet Till”, “Ohh Las Vegas” (con guiño a Gram Parsons), “Calling My Children Home” (en escalofriante a capela), “All The Roadrunning”, “Michelangelo”, “Rose Of Cimarron”… En un teatro y con tan lujosa formación –que incluía mandolina, acordeón, contrabajo, violín–, este concierto nos habría sabido a caviar. JGA

Joseba Irazoki eta Lagunak desataron la lluvia. Foto: Juan G. Andrés
Joseba Irazoki eta Lagunak desataron la lluvia. Foto: Juan G. Andrés

Joseba Irazoki eta Lagunak

Acumula ya varios trienios, pero nunca ha vivido el navarro un momento tan brillante. Con Ibai Gogorza, Jaime Nieto y Felix Buff –sus actuales lagunak (amigos)–, ofreció piezas como “Lehiakortasuna”, “Zu al zara”, “Salbatzaileak” o ese “Zigorra” final que tan bien plasma su ideario: un furioso rock con fugas hacia la experimentación y lo progresivo pero altamente disfrutable. A base de riffs y muecas chamánicas, Irazoki bordó un bolo tempranero que desató la lluvia y puso fin a una sofocante ola de calor de tres días. JGA

Michael Monroe, fiero después de tantos años. Foto: Juan G. Andrés
Michael Monroe, fiero después de tantos años. Foto: Juan G. Andrés

Michael Monroe

Apoteosis total para cerrar el Azkena. Con 60 años cumplidos el día anterior y pasadas las dos de la madrugada, Monroe galvanizó a miles de cuerpos maduritos como el suyo (a diferencia del finlandés, no tenemos ese nivel atlético). Es una fiera en directo y en estudio: picoteó en su espléndido “I Live Too Fast To Die Young” (2022), pero la elección del repertorio –que cubrió sus clásicos de Hanoi Rocks o Demolition 23 (el mejor disco de punk-rock de los 90, no lo dudéis)– dibuja la trayectoria de un artista al que la etiqueta de sleaze-rock o punk se le queda pequeña. La banda que lo acompaña –encabezada por las guitarras de Steve Conte (New York Dolls) y Rich Jones (The Black Halos)– es extraordinaria. En el Rockfest de Barcelona lo pusieron al mediodía y se llevó por delante a todas las fofisanas leyendas del metal que copaban el cartel. ¿Lo veremos algún día en formato festival a una hora que haga justicia a su grandeza? RM

Patti Smith y Emmylou Harris: leyendas. Foto: Juan G. Andrés
Patti Smith y Emmylou Harris: leyendas. Foto: Juan G. Andrés

Patti Smith And Band

La actuación más esperada del festival colmó las expectativas: a diferencia de otras leyendas que se han limitado a cubrir el expediente Azkena (como Bob Dylan), la Smith se vació en el escenario, demostrando cómo una artista de 75 años con nula parafernalia escénica –tan solo con su talento y magnetismo– puede hipnotizar a 25.000 personas. Aparte de descargar sus clásicos con una banda impecable (¡esas chispas guitarreras que saltaron entre su hijo Jackson y Lenny Kaye!), transmitió un mensaje humanista –“El futuro es ahora y es vuestro, no no lo dejéis en manos de las grandes corporaciones”– cuya sinceridad emocionó al público y a la misma artista, que no pudo contener las lágrimas. Hubo mucho rock’n’roll: escuchar lo de “Jesús murió por los pecados de alguien pero no por los míos” como preludio de una sucia “Gloria” tiene peligro. Dedicó un pedazo del Dylan folk a Emmylou Harris, quien le correspondió poniendo coros al gran final de “People Have The Power”. Y pese a que no tocó “Rock And Roll Nigger”, se pegó unos bailoteos con el medley de “Helter Skelter” y “I Wanna Be Your Dog” que se marcó su banda y extasió a todo el público. RM

Robyn Hitchcock con Lenny Kaye. Foto: Juan G. Andrés
Robyn Hitchcock con Lenny Kaye. Foto: Juan G. Andrés

Robyn Hitchcock & Los Del Huevos Band

Que el ex de The Egyptians y The Soft Boys es un genio hay que decirlo más. Y con el soporte excepcional –cromado y triposo– del trío Los Del Huevos Band puso en valor un cancionero de pop flamígero, psicodelia y rock que lo borra del pie de página para ponerlo como capítulo ineludible en la lista de personalidades inglesas que han marcado el rock británico post-punk, como Nick Lowe o Shane MacGowan. Hitchcock es esa rara especie de cantautor-guitarrista que crea canciones dentro de las canciones y, junto con otra fiera de las seis cuerdas, Pablo Magallanes, ofreció una clase magistral de cómo aprovechar el twang y el reverb. Se unió a ellos Lenny Kaye (Patti Smith) para tocar una incandescente versión de “I Wanna Destroy You” (The Soft Boys) dedicada a Trump y Putin. RM

Suzi Quatro, puro revival. Foto: Juan G. Andrés
Suzi Quatro, puro revival. Foto: Juan G. Andrés

Suzi Quatro

Tras Emmylou Harris y Patti Smith, ambas con 75 años, Suzi –que tiene 72– era la tercera figura más veterana de esta edición. La pionera bajista de Detroit ofreció un recital que para algunos fue un show de rock entretenidísimo y para otros no pasó de verbena efectista con sección de vientos, coristas y purpurina. Algo de ambas cosas hubo en hora y cuarto de éxitos como “The Wild One”, “Stumblin’ In”, “48 Crash”, “Can I Be Your Girl” –en la que cambió las cuatro cuerdas por el piano– o “Can The Can”, a los que sumó una versión de “Rockin’ In The Free World” (Neil Young). JGA

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