Griot contemporáneo. Foto: Benoït Peverelli
Griot contemporáneo. Foto: Benoït Peverelli

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Ballaké Sissoko: el mundo en una kora

Músico tan discreto como prolífico, el malí Ballaké Sissoko, maestro del kora, rubrica una espectacular carrera con “Djourou”, un disco lleno de colaboraciones: lo arropan Salif Keita, Camille, Oxmo Puccino, Piers Faccini y su inseparable Vincent Segal, dando alas a lo que supone el triunfo definitivo de este griot contemporáneo.

Nacer en 1968, en Bamako y en una familia de músicos griots mandingas –cuyo padre, Delimady Sissoko, fue una máxima autoridad y fuente ancestral de conocimiento de una música tradicional que se transmite de manera oral, de padres a hijos– determinó por completo el destino de Ballaké Sissoko. Además, su tío era Sidiki Diabaté, otro virtuoso del repertorio songhai con la kora. Ambos hicieron historia al compartir el disco “Mali: cordes anciennes” (1970), editado por Buda Musique en su colección “Musique du monde”. En el disco tocaban otros koristas, pero fueron ellos dos los que han pasado a la historia como pioneros en la difusión en occidente del sonido cristalino y evocador de la kora, una sofisticada arpa-laúd africana de 21 cuerdas, de origen ancestral, que se ha convertido en el sonido más distintivo del oeste de África.

Explica Sissoko que durante su niñez practicaba a escondidas con la kora de su padre, que murió en 1979 cuando él contaba 11 años. Siendo el hermano mayor, le tocó dejar la escuela y hacerse cargo de la familia. A los 13 heredó el puesto de su padre en L’Ensemble Instrumental de Mali, que había editado clásicos como “L’Ensemble Intrumental National de Mali” (1977), monumento a la música tradicional bambara –la etnia mandinga que habita mayormente en Mali– y “La grande vedette malienne Kandja Kouyaté et l’Ensemble Instrumental de Mali” (1983), publicado primero en casete para el mercado africano y luego en vinilo, a mayor gloria de la poderosa voz de esta cantante, jelimuso (mujer griot) y monumento de la música malí a la que Ballaké Sissoko también ha acompañado en varias giras internacionales.

Ballaké era el miembro más joven del Ensemble, y allí inició un duro aprendizaje de diez años; inmerso por completo en una enseñanza rigurosa y disciplinada, basada en las antiguas tradiciones de la casta musical griot, o djeli. No fue hasta los 23 años cuando entró en contacto con otras músicas. Entonces descubrió a los Beatles, el hip hop y el rock. A principios de los 90 empezó una carrera propia como acompañante de varias jelimuso, entre ellas su mujer, Mama Draba, con la que formó el grupo Mandé Tabolo. En 1997 grabó su propia música en Bamako, pero no se editaría hasta varios años más tarde en el álbum “Kora Music From Mali” (2002), editado por el sello alemán Bibiafrica y acreditado a Jeli Moussa Sissoko.

Música contemplativa que está fuera del tiempo
Música contemplativa que está fuera del tiempo

Su debut fueron unas grabaciones realizadas el mismo 1997 junto a su primo Toumani Diabaté para honrar la memoria de sus padres. Se recogieron en el álbum “New Ancient Strings” –cuyo título hacía referencia al de sus progenitores–, realizado en estrecha colaboración con la musicóloga, radiofonista y productora Lucy Durán y editado en 1999 por el sello Hannibal de Joe Boyd. Su concierto de presentación en Barcelona, en Luz de Gas, quedó grabado a fuego en el recuerdo, demostrando que melodías milenarias pueden comunicar una gran emoción en públicos occidentales, ya sean canciones de amor, veloces escalas pentatónicas o fraseos con la profundidad del toque jondo y la impronta del jazz improvisado.

Desde aquel memorable debut, Ballaké Sissoko ha protagonizado una torrencial trayectoria que lo ha llevado a prodigar su arte por las cuatro esquinas del mundo, y no siempre entre parabienes. Una triste anécdota reciente lo ilustra. Justo antes de la pandemia, tras finalizar una gira por Estados Unidos, cogió en Nueva York un avión de Air France facturando de manera adecuada su precioso instrumento, que, al llegar a París, encontró destruido. Cuando pidió explicaciones, le dijeron que la administración de seguridad del transporte estadounidense lo había desmontado en una inspección. Y no se trataba de una kora cualquiera, sino de una construida especialmente para él por un ingeniero de sonido, que incorporaba un interruptor que le permitía cambiar de tono, algo imposible en un instrumento tradicional.

Resulta lógico disponer de un instrumento sofisticado cuando es tan común verlo tocar con músicos alejados de su órbita. Así, por ejemplo, sus temas más escuchados en Spotify corresponden al disco “Las rutas de la esclavitud” (Alia Vox, 2017), que grabó con Jordi Savall. Su contacto con tan insigne músico medievalista se produjo gracias a su trabajo con el trío 3MA, cuyo nombre hace referencia al lugar de origen de los músicos: malí Ballaké Sissoko (kora), malgache Rajery (valiha) y marroquí Dris El Maloumi (oud), con los que ha grabado dos excelentes discos de fusión africana, “3MA” (Contre-Jour, 2008) y “Anarouz” (Mad Minute Music, 2017).

La kora como refugio: belleza en estado puro.
La kora como refugio: belleza en estado puro.
Otras colaboraciones destacadas son junto al músico italiano Ludovico Einaudi, primero en el notable álbum de duetos de piano y kora “Diario Mali” (Ponderosa, 2003), y, más recientemente, en el ambicioso álbum colectivo “Taranta Project” (2015) y en el último trabajo de Einaudi “Undiscovered” (2020). Pero con quien ha hecho mejores migas, hasta crear un nuevo lenguaje musical, es con el chelista Vincent Segal (Bumcello). Lo indica el título de su primer trabajo conjunto, “Chamber Music” (No Format!, 2009), una innovadora música de cámara que aúna la tradición africana y europea de los protagonistas. Su continuación, “Musique de nuit” (No Format!, 2015), grabado en la terraza de su casa de Bamako, bajo las estrellas y con ruidos ambientales incluidos, es la máxima expresión de la belleza de una música contemplativa que está fuera del tiempo.

La ductilidad del toque de Sissoko es capaz de adaptarse a la música de la India –como se demuestra en el álbum “Master Musicians Meeting Club” (Saraswati, 2002)–, al folk del francés Yann Tambour, también korista, en el exquisito álbum “Thee, Stranded Horse And Ballaké Sissoko” (Talitres, 2008), a la música persa del Trio Chemirani –“Invite” (2011)–, a la griega de Ross Daly -“Microkosmos” (2004)–, a los sonidos chinos de Liu Fang –“Le son de soie (Silk Sound)” (2006)– e incluso a la cubanía de Manuel Galbán –“Blue Cha Cha” (2012)–, por no hablar de su célebre participación en el “Kulanjan” (1999) que compartieron Taj Mahal y Toumani Diabaté, o de su estrecha relación con el eminente cantautor malí Boubacar Traoré. Y como músico de sesión, se le puede encontrar en discos de Carla Bruni, de los brasileños André Abujamra y Roberta Sá, del francés Jean-Louis Aubert (ex-Telephone), del jazzman alemán Hans Lüdemann o del oudista tunecino Jean-Pierre Smadja aka Smadj. ∎

El hechizo de la kora en 3 discos

“Tomora”
(Label Bleu, 2005)

Este álbum permite comprobar su virtuosismo a la kora y saborear a fondo el sonido de los otros dos instrumentos fundamentales de la música griot mandinga: el n’goni (o ngoni), que toca Mahamadou Kamissoko, y el balafón, de Fassély Diabaté. Además, aparecen invitados ilustres, como Toumani Diabaté, dándole la réplica en el tema “Kanou”, y los cantantes Rokia Traoré y Alboulkadri Barry, reafirmando la esencia hipnótica de tan original música.

“Sissoko & Sissoko”
(Homerecords.be, 2019)

Mano a mano con otro primo, Baba Sissoko, con el que compartió aprendizaje en L’Ensemble Intrumental National de Mali. Baba es un músico trotamundos, maestro de la percusión –sobre todo del tambor de axila tama–, del ngoni y cantante. En este disco de duetos, reviven la esencia y a la vez se permiten excursiones en las que crean lo que se podría denominar auténtico blues y jazz africano, en trece temas sin cortapisas que fluyen en largos desarrollos de diálogos improvisados.

“Djourou”
(No Format!, 2021)

En su flamante nuevo disco, Sissoko se muestra más expansivo que nunca, en una serie de duetos que reafirman la ductilidad de su kora, atreviéndose incluso con la “Sinfonía fantástica” de Berlioz. Ya sea dando la alternativa a su sobrina Sona Jobarteh, la primera mujer profesional de la kora, o tocando para el maestro Salif Keita. Gracias a Vincent Segal, conoció a Piers Faccini, que tiñe “Kadidja” de folk mediterráneo, y a Oxmo Puccino, rapero franco-malí con el que ofrece una lección de spoken poetry africana en “Frotter les mains”. Otro personaje importante en su carrera es Laurent Bizot, capo del sello No Format!. Él le puso en contacto con Camille, que convierte “Kora” en un dechado de afro-chanson, y con Feu! Chatterton, cuya colaboración resulta en el momento más brillante del disco: “Un vêtement pour la lune”, cruce entre Dominique A y Benjamin Clementine con sustrato africano. ∎

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