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Tenía que haber ocurrido en 2020, pero el COVID-19 lo ha retardado. Benmont Tench, uno de los maestros de lo suyo dentro del rock clásico estadounidense, por fin ha debutado en directo en nuestro país. Recital largo, de 25 canciones, que se desarrolló fiel al dictado de lo que, entre otras cosas, nos decía el filósofo danés Søren Kierkegaard en su libro “O lo uno o lo otro. Un fragmento de vida” (1843), en relación a que la voz es lo que mejor revela el interior del ser humano, pero el oído es el que mejor lo detecta. Aunque Kierkegaard siempre dudaba que ambas cosas no fueran exactamente lo mismo. Efectivamente, eso es lo que nos transmitió Benmont Tench en su intimista concierto, de voz y piano, con una guitarra acústica para un par de momentos y un teclado con el que arañó alguna ocasional melodía. Empapado de modesta sabiduría, supo guionizar un relato en el que su garganta y nuestras orejas entraron en afectuosa colisión, para acabar ambos siendo algo así como la misma cosa.
Hubo algunos momentos realmente hipnóticos, como la muy personal versión que hizo del blues tradicional “Corrina, Corrina” cerca del ecuador de la actuación, tal vez el highlight de la noche. Uno de esos instantes en que Tench pareció adentrarse a través de su interpretación por un túnel que lo conducía a un estado de apacible trance, como si fuera la Kae Tempest que en su flamante nuevo disco –en la canción “These Are The Days”– reivindica el “let it all grow from the moment”. Tench se pasó ahí buena parte de la noche, en esa profunda e intensa sensación de presente de indicativo que lo tenía felizmente aprisionado, en bucle. Cuando sacó a pasear “American Girl” hacia el final de la actuación –rompiendo con cierta linealidad que estaba adquiriendo el repertorio– fue un arma de deconstrucción original masiva que nos dejó helados. Impactó verlo y escucharlo, atareado en ordenar y resetear su pasado, buscándole algún tipo de cordura como para tolerar o evitar así su desintegración, hasta que se paralizó totalmente, durante siete u ocho segundos al acabar la canción, hundido en el teclado, con él y el teatro en completo silencio. Tampoco había sido manco el golpe emocional que nos había asestado en el segundo tema de la noche, al hacer muy suyo “Love Will Tear Us Apart” de Joy Division y diciéndonos al presentarlo: “De esto que voy a cantar es de lo que va a ir la noche”. De que el amor nos desgarrará. Plan fuerte.