Buscando una identidad propia.
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Entrevista

Chicarica: quema todo y ponle mi nombre

Después de seis años de actividad, el cuarteto chileno publica su primer disco de larga duración. “arde lento” es el testimonio de un proceso creativo sin prisa ni rigidez y de la revuelta que Chile vivió en 2019, con el fuego esparcido por las principales ciudades.

El Colmado, en el centro de Santiago de Chile, no es un café tan amplio como para armar y tocar una batería con comodidad. Por eso, cuando en 2018 recibieron una invitación para hacer un pequeño concierto ahí, los cuatro integrantes de Chicarica probaron algo nuevo: “Estamos en contra del formato acústico, de guitarra y voz, así que decidimos tocar con maquinitas. Y nos quedó gustando para siempre”, recuerda Martín Pérez Roa, encargado por esos días del bajo y el sintetizador, en una alineación que completaban Lorena Pulgar (voz y sintetizador), Felipe Zenteno (guitarra) y Santiago Farah (batería).

Hasta entonces, Chicarica era un grupo con una historia relativamente convencional. Cuatro estudiantes de música que comenzaron a reunirse en 2015, grabaron dos EPs (“Chicarica”, de 2016, y “Dale mami”, de 2018) y los mostraron en pequeñas salas y bares de su ciudad. Pero a partir de esa actuación, torcieron el rumbo que llevaban. Dejaron guardada la batería, descubrieron la comodidad de un nuevo formato más portátil (“podíamos tomar un bus y viajar a tocar con una mochila cada uno”) y, sobre todo, encontraron nuevas posibilidades creativas. “No nos cerramos a una instrumentación fija, usamos lo que necesita la canción. Así también podemos hacer cosas más raras y tener un sonido actual, que es una de nuestras búsquedas. No queremos sonar como una banda más, queremos tener una identidad propia”, explica Martín.

“Espero que todo arda lento / y tengamos suficiente tiempo / para verlo prender bien de lejos”.

El mayor testimonio de esa metamorfosis es “arde lento” (2021), el disco que acaban de editar a través del sello Quemasucabeza, el mismo que antes tuvo entre sus filas a Gepe y hoy publica grabaciones de Niños del Cerro, Gianluca y Bronko Yotte. Dominadas por la voz siempre contenida de Lorena, sobre percusiones electrónicas, sintetizadores y samples, sus doce pistas fueron concebidas con esa nueva instrumentación, a partir de improvisaciones y una dinámica colectiva poco habitual. Una democracia, dicen ellos, y una que funciona: “Hemos aprendido a escucharnos, a darnos espacio, a no chocar con el otro al tocar”, dice Felipe. “Por el lado de las guitarras, por ejemplo, a mí me gusta que sean puntuales, que suenen solo cuando son necesarias. De lo bueno, poco”.

Santiago complementa: “Cuando estás en una banda, es raro que alguien no esté tocando, estás un poco obligado a hacer arreglos para todos. Cuando tienes la libertad de las máquinas, puedes tener solo un bajo y un bombo e importa menos que los otros no hagan nada. Estas canciones también nacen de una idea de producción que tenemos. Todos somos medio productores”. Es cierto, también son inquietos y cada uno ha hecho movimientos por fuera del grupo. La vocalista estrenó recién su proyecto solista aka Lore; Felipe hace electrónica bajo el seudónimo Niteroi; Santiago fue parte del dúo de productores Yaima Cat, y Martín tiene un estudio donde ha grabado numerosos discos chilenos de la última década (Diego Lorenzini, Chini.png, Medio Hermano), además de mantener otros dos proyectos: Merci Merci es electrónica, Winamp es algo más pop.

“Los primeros dos o tres meses estuve pegada en la Plaza Dignidad. La letra alude a eso: había muertos, había personas heridas de manera injusta, entonces me daban ganas de que se quemara todo; ver Santiago quemándose desde lejos, sin que nos pasara nada, para poder volver a empezar”

Lorena Pulgar

Esos intereses diversos confluyen en Chicarica, pero sin prisa. Después de seis años, recién publicaron su primer larga duración y les tomó más tiempo de lo habitual en la era del streaming. Ellos lo saben, “lento” es una palabra que repiten a menudo. Las primeras ideas para el disco aparecieron a mediados de 2019 y se desarrollaron el verano siguiente, durante un claustro de una semana en la localidad costera de Quintay, a pocos kilómetros de Valparaíso. La idea era terminarlo en los meses siguientes, pero la propagación del coronavirus retrasó las sesiones posteriores. Recién a finales de 2020 estuvo listo. No es un asunto que les preocupe demasiado. Por algo la idea acabó en uno de los singles y en el título del disco completo. “Espero que todo arda lento / y tengamos suficiente tiempo / para verlo prender bien de lejos”, canta Lorena en esa canción, pero con templanza, como si no sintiera el peso de líneas como “quema todo y ponle mi nombre”.

El origen de esas frases es muy concreto. La vocalista, autora de todas las letras, dice que es una imagen que le dejaron las inmensas manifestaciones que estallaron en varias ciudades chilenas a partir de octubre de 2019. “Los primeros dos o tres meses estuve pegada en la Plaza Dignidad –la Plaza Baquedano, el principal foco de manifestaciones, fue rebautizada popularmente de esa forma–. Iba casi todos los días, llegué a enfermarme con los gases lacrimógenos y estaba mal de ánimo. Volvía tarde a mi casa, siempre había mucho fuego y un sentimiento de libertad. La letra alude a eso: había muertos, había personas heridas de manera injusta, entonces me daban ganas de que se quemara todo; ver Santiago quemándose desde lejos, sin que nos pasara nada, para poder volver a empezar”. ∎

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