Nathy, Maria, Rufus, Kings Of Convenience y Two Door Cinema Club, sobreviviendo en directo.
Nathy, Maria, Rufus, Kings Of Convenience y Two Door Cinema Club, sobreviviendo en directo.

TOP 2021

Conciertos en 2021: el año de la montaña rusa

Tras el shock de 2020, este iba a ser el año de la remontada y, aunque las cosas han ido a mejor, la obstinación de la COVID-19 y sus variantes corrigieron a la baja las expectativas en un contexto de idas y venidas, cambios súbitos de protocolos sanitarios y marchas atrás in extremis. Año de gracia abierto a los bruscos, desesperantes, giros de guion, este 2021, y a alguna que otra polémica (o tormenta de verano). Con todo, los artistas hicieron oír su voz, sobre todo los autóctonos, que dispusieron, de nuevo, del grueso del público casi para ellos solos.

Pasamos el peor invierno de la historia para la música en directo y una primavera con un deshielo prometedor que, en el tránsito al verano, la variante delta hizo saltar por los aires, de igual modo que la ómicron se llevaría por delante los risueños planes perfilados en otoño. Este 2021 ha sido otro año fatal en materia de conciertos, aunque, pese a todos los pesares, la música suele encontrar las rendijas por las que hacerse escuchar, abriéndose paso de modo sufrido entre las restricciones, la contención de los hábitos sociales e incluso el ruido acusatorio de los que necesitan indignarse para sentirse vivos (o importantes).

En comparación con 2020 y su desertización forzosa, 2021 representó una tímida reconquista de posiciones, aunque el baile de los protocolos cambiantes, los golpes de volante y las marchas atrás intempestivas nos recordaron invariablemente que la música no figura en una alta posición entre las prioridades de las administraciones. Podríamos incluso sospechar que los escenarios, que cuelgan en buena medida de la imprecisa etiqueta del “ocio nocturno”, son a determinados ojos institucionales un símbolo de algarabía susceptible de ser sacrificado a la primera de cambio, cada vez que conviene transmitir un mensaje de determinación contra la pandemia.

Rufus Wainwright en La Mar de Músicas. Foto: Pilar Morales
Rufus Wainwright en La Mar de Músicas. Foto: Pilar Morales

Como ya se observó el año anterior, la era COVID-19 ha revertido en un mayor protagonismo de las escenas autóctonas, mientras que las giras internacionales han seguido instaladas en una tensa pausa flotante, entre las esperanzas truncadas y las falsas alarmas. Ya desde principios de año se vio que la gran remontada iba a ser improbable: las giras de grandes recintos precisan de un horizonte nítido a medio plazo para planificarse, y con el star system en dique seco, no habría tampoco margen para festivales como Primavera Sound, Mad Cool o Sónar, eventos que precisan, a la postre, del libre movimiento del público internacional. Tratar de conservar vivas sus marcas, y sus patrocinadores, y de mantener a raya la devolución de entradas y abonos seguiría siendo su reto número uno.

Con todo, a partir del primer indicio del deshielo, en la primavera, comenzó un goteo de artistas del exterior, aprovechando los tempraneros resquicios de luz: en primer término, músicos menestrales deseosos de actividad y alegría, aunque la aventura requiriera hacerse hasta cuatro tests PCR o de antígenos: caso del trovador roots Ian Siegal, residente en Ámsterdam, que abrió el 19 de marzo el resistente festival Blues & Ritmes, de Badalona (Barcelona). Poco a poco, al discreto flujo se fueron sumando figuras de aquí y allá (los franceses Nouvelle Vague, el sueco José González, la israelí Noa), siempre en expediciones quirúrgicas, punto a punto, sin giras transfronterizas y viajando, como quien dice, con lo puesto: equipos humanos de mínimos, producción cedida a los agentes locales. Un paso al frente respecto al cierre a cal y canto de 2020, hay que decir. España se convirtió de hecho, a las puertas del verano, en el país europeo más practicable para esas expediciones, con un caso llamativo, el de The Jayhawks, que dispone aquí de una de sus audiencias más estables y que entre el 8 y el 18 de julio se las apañó para consumar una gira de nueve plazas circunscrita a este país, abriendo en Hernani (Guipúzcoa) y cerrando en Vitoria-Gasteiz, con paradas en Gijón, Pontevedra, Barcelona, Madrid, Sevilla, San Javier (Murcia) y Valencia.

El inesperado “efecto delta” se llevó por delante muchas visitas que hasta última hora habían parecido posibles: Ben Harper, Editors, Passenger o Alan Parsons Live Project fueron cayendo uno a uno. Cancelaciones y aplazamientos que engrosaron así la larga lista de citas afectadas en 2020, que incluía a pesos pesados como Iron Maiden, Nick Cave & The Bad Seeds o Dua Lipa. Encontraron, en cambio, el modo de dejarse ver, siempre ligeros de equipaje, artistas como Rufus Wainwright, Omara Portuondo, Zucchero o los (modestos) ganchos internacionales del reformulado festival Cruïlla, Morcheeba y Two Door Cinema Club, cuya celebración se convirtió en un caso único a escala europea en verano.

Maria Arnal i Marcel Bagés presentando “CLAMOR”. Foto: Óscar García
Maria Arnal i Marcel Bagés presentando “CLAMOR”. Foto: Óscar García

Ahí, la polémica estaba casi cantada: esa apuesta del Cruïlla (y de otras dos muestras catalanas, Vida y Canet Rock) por una edición de formato tradicional, con libre circulación y sin distancia social, en la que, he aquí la innovación, cada asistente hubiera dado negativo en un test de antígenos, dejó un rastro de acusaciones airadas y fuerte debate ciudadano. Hablamos del protocolo ensayado en el concierto de Love Of Lesbian, en marzo, para 5000 personas en el Palau Sant Jordi. El estudio posterior de la conselleria de Salud determinó que el público de esos festivales se había contagiado un 58,6% más de lo esperado, y hasta un 76,4% más que el grupo de control (aparejado por edad, sexo, zona de residencia y estado inmunitario). Los festivales argumentaron que no se podía afirmar que todas las infecciones se hubieran producido en sus recintos, y defendieron el cribaje realizado en sus accesos, que había servido para detectar positivos y contribuir a la labor de prevención.

El protocolo del test de antígenos, desarrollado bajo el amparo del departamento de Salud, que le dio el preceptivo visto bueno semanas antes (cuando no había asomado todavía la variante delta), fue una respuesta excepcional del sector de la música en vivo en un momento irrepetible. Una esforzada iniciativa pensada para una sola vez, porque la extensión generalizada de la vacunación debería poner en acción otra clase de procedimientos. En teoría, como todo en esta era COVID-19. El “experimento” (ese término fue utilizado por los propios promotores) expresó la determinación de mantener en pie la música en directo en momentos endemoniados, si bien los festivales no se libraron de las acusaciones de poner en peligro el eslogan de “cultura segura”. Un lema utilitario y razonable, aunque de vidriosa lectura literal: en la era pandémica (como en todas, en realidad), el riesgo cero no existe, y se trata a lo sumo de acordar en qué punto se coloca el listón de lo tolerable.

Pero, aun en un contexto general tan adverso, 2021 no fue un año perdido para muchos artistas locales que siguieron adelante con sus planes, lanzando discos y girando en la medida de lo posible. Hubo noches (y tardes) vibrantes en torno a las presentaciones de Maria Arnal i Marcel Bagés, Rodrigo Cuevas, Tarta Relena, Kiko Veneno, Ferran Palau, Fuerza nueva, Los Hermanos Cubero, Joana Serrat, Califato ¾, la argentina afincada en España Nathy Peluso… y tantos otros. Todo ello, reflejado por una prensa musical que trató de seguir colocando el foco en las cuestiones artísticas y no solo en los farragosos cambios de protocolo o las tensiones políticas, ya sea entre los departamentos de Salud y de Cultura, o entre las distintas comunidades autónomas.

Nathy Peluso en el Vida. Foto: Jordi Vidal
Nathy Peluso en el Vida. Foto: Jordi Vidal

El otoño, con el avance de la vacunación, trajo una cierta normalización de los aforos, incluyendo por fin los grandes recintos, mientras las giras internacionales seguían encalladas, aplazadas una vez más, con la vista desplazada a la primavera de 2022, con la excepción de los nombres reunidos en la segunda edición de Primavera Weekender, el 5 y 6 de noviembre en L’Alfàs del Pi (Benidorm): Mogwai, Danny L Harle, Thurston Moore, Kings Of Convenience (que también realizaron gira propia), entre otros. En esas estábamos cuando una nueva variante, la ómicron, precipitó el nuevo y severo retroceso que vivimos estos días en nuestras carnes: nuevos cierres sumarísimos, enésimos recortes de los patios de butacas, más dolor para un ámbito profesional muy castigado.

Momento de confusión y desconcierto, más aún pensando que la agenda de 2022 luce particularmente intensa y que corre de boca en boca en el mundillo la máxima de que apenas quedan fechas libres en salas y arenas en España para programar conciertos en la próxima primavera-verano, dada la previsible superposición (por triplicado) de giras, las aplazadas y las de nueva planta. Algunos promotores han apuntado, precisamente, al exceso de oferta como una amenaza para la futurible era pospandémica. Interrogante sin resolver en este punto del invierno repentinamente oscurecido, en el que casi nos hemos empezado a acostumbrar a vivir pisando un territorio inseguro, con la improvisación y la decisión a última hora como simpáticas compañeras de viaje. ∎

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