La obra de Dotore es el viaje sonoro de Pablo Martínez Sanromá, un músico inquieto que irrumpió en la escena de pop español más heterodoxo con “Demonios del otro lado del océano” (2007). Desde entonces, su música no ha hecho más que expandirse estilísticamente.
Lo que comenzó como un viaje por el folk de raigambre setentera fue dejándose permear por la electrónica, el minimalismo y la clásica contemporánea hasta llegar a “Las horas claras” (Foehn, 2022), el disco más ambicioso de Dotore. Su música esquiva las lógicas de mercado: entre “Las horas claras” y su anterior obra, “Variaciones” (Sones, 2014), han pasado ocho años. Estos han sido empleados sobre todo en “aprender cómo poder llevar lo que tenía en mente a la práctica, en superar del todo el proceso de hacer canciones con guitarra y voz y comprender la producción de música electrónica en su totalidad”.
Para Pablo Martinez Sanromá, sacar adelante el proyecto no ha sido sencillo, aunque empezó con un momento de catarsis: “Fue escuchando el ‘De profundis’ de Arvo Pärt, en el que casi todos los sonidos son voces, cuando me di cuenta de que quería sacar adelante un proyecto en el que todo se basara en las armonías corales”. Llevarlo a la práctica fue un proceso de ensayo y error, de entender los desarrollos técnicos que le podían ayudar a convertir en tangible el sonido que ya estaba en su mente. No fue hasta más o menos la mitad del proyecto cuando pudo encontrar una solución a los dilemas tecnológicos: “Entonces entendí que para llevarlo a cabo tenía que mezclar el uso de controladores por ‘faders’, como Phill Niblock, con el teclado MIDI”. Convirtió su voz en un instrumento sintético, hasta el punto de que muchos oyentes dan por hecho que es algún tipo de sintetizador. Su idiosincrática concepción del proceso de creación musical lo ha llevado a trasladar el estudio de grabación casero a lugares insospechados.
Martínez Sanromá exuda pasión por la música, entendida de una forma desprejuiciada y holística. Preguntado por sus mayores influencias, se detiene a hablar, con enorme pasión, de algunos nombres. Uno de ellos es Pärt, pero también Steve Reich. “Ya estaba en mi música en momentos en los que tal vez no resultaba tan evidente a nivel de inspiración. Incluso lo sampleaba en mis dos anteriores discos. Ahora ya no aparece en los álbumes, pero a nivel referencial sigue ahí”, explica. A la hora de hablar de una figura que hila toda su discografía aparece una referencia inevitable: Brian Wilson. Las formidables armonías vocales del genio tras The Beach Boys unen la producción experimental de Dotore con sus primeros álbumes, de regusto más tradicional. Brian Wilson también nos sirve para hilar con alguno de los músicos contemporáneos con los que más se le emparenta, Panda Bear. Nos cuenta cómo escuchó “Person Pitch” (2007) –mejor álbum internacional de ese año para Rockdelux– después de leer comparaciones en prensa entre su música y la del miembro de Animal Collective: “Creo que a los dos nos une, sobre todo, el amor por Brian Wilson”. Otra referencia que sale a colación es el interés por el rap y el R&B, una música que siempre ha estado presente en sus hábitos de escucha. “Yo creía que no había una influencia directa, pero es que me lo ha dicho tanta gente que me lo he tenido que replantear. Incluso me lo dice mi mujer, que sabe lo que escucho mejor que nadie”. Además, apunta a otra influencia que puede pasar más desapercibida: “Estos años he viajado mucho por África por cuestiones de trabajo y me he encontrado con ciertos estilos de música donde todo se hacía con voz y percusión que me han impresionado mucho. Me ha pasado lo mismo escuchando ciertos palos de flamenco in situ en Andalucía; alguna de las experiencias musicales más profundas que he tenido han sido con músicas que usaban solo voz y percusión”.