La esencia del son. Foto: Paul Bergen / Redferns (Getty Images)
La esencia del son. Foto: Paul Bergen / Redferns (Getty Images)

Entrevista

Eliades Ochoa: “Buena Vista Social Club” en el recuerdo

La reedición por su veinticinco aniversario de “Buena Vista Social Club” sirve para volver a asombrarse con la riqueza desbordante de un proyecto que rescató del olvido a nombres insignes de la música cubana (Ibrahim Ferrer, Rubén González, Omara Portuondo, Compay Segundo...). Hablamos con Eliades Ochoa, que fue a la vez benjamín y capitán de aquella histórica empresa de son supremo.

Lo que debía haber sido un encuentro entre músicos africanos y cubanos, auspiciado por el productor británico Nick Gold, se convirtió (debido a la ausencia de los primeros) en “Buena Vista Social Club” (1997), un álbum histórico que tomó el nombre de un salón musical sito en un barrio de La Habana. Gold, Ry Cooder y el director de orquesta Juan de Marcos González reinventaron el malogrado proyecto, rescatando del olvido a destacados artistas de la escena cubana como Ibrahim Ferrer, Rubén González, Compay Segundo, Pío Leyva o Manuel “Puntillita” Licea. El estudio Areito de La Habana, perteneciente a EGREM (sello nacional cubano), fue testigo, en 1996, de una reunión que, pasados 25 años, podemos calificar de mítica.

Para celebrar las bodas de plata de aquella justa redención, el disco ha sido reeditado, remasterizado, lujosamente empaquetado y se le han añadido nuevas notas, fotografías y letras inéditas. Además, han visto la luz temas descartados del LP original, como “La pluma” o “Vicenta”, esta última interpretada por Compay Segundo y Eliades Ochoa. El excelso guitarrista y cantante, líder del Cuarteto Patria, es, a sus 75 años, el encargado de soplar las velas del pastel. Su testimonio es, en estos momentos, de valiosa importancia, ya que muchos de los compañeros del “Club” fallecieron en los años posteriores a la edición del álbum y al documental homónimo de Wim Wenders que siguió el proceso de grabación, estrenado en 1999.

Ochoa nos atendió, vía videollamada, desde su domicilio en Miami. Pudimos comprobar su buen aspecto físico y ver, en primer plano, su distintiva perilla blanquecina y el legendario sombrero de ala ancha. Valores inalterables.

Creemos que, a raíz del aniversario, puede estar cansado de tantas entrevistas; se lo preguntamos. La respuesta únicamente denota agradecimiento: “Es lo que toca, tenemos que aceptarlo y agradecerlo. Gracias a estas entrevistas el mundo entero se hace partícipe del hecho”.

Veinticinco años parecen muchos, pero pasan volando. “La verdad es que sí, porque yo me sentía más joven que ahora. También se han ido muchos de mis compañeros, que dejaron un enorme sembrado, pero el cariño y el respeto del público sigue vivo. Rubén González, el Compay, Ibrahim, Cachao…  Mis compañeros del proyecto ‘Buena Vista Social Club’. Yo era el hijo más chiquito o el nieto de algunos de ellos, ni había cumplido los 50 años; ya estaban viejecitos cuando comenzamos la grabación en 1996. Siempre los recordaré. Artistas así no mueren nunca”.

Ibrahim Ferrer, Eliades Ochoa, Compay Segundo y Puntillita: el Club. Foto: Susan Titelman
Ibrahim Ferrer, Eliades Ochoa, Compay Segundo y Puntillita: el Club. Foto: Susan Titelman

Nos apetece indagar en el primitivo plan que incluía a músicos africanos. “Nick Gold, el dueño de World Circuit, fue a ver uno de mis conciertos en Londres. Ya me conocía por un disco que grabé con Ñico Saquito y le gustaba mi música. Al terminar la actuación, Juan de Marcos González me comentó que Gold quería hablar conmigo. Nos llevaron a una casa y me planteó la idea de grabar un álbum con músicos africanos de Malí; nos pusimos de acuerdo y volví a La Habana esperando el aviso. Pasado un mes, llamó Juan de Marcos para decirme que lo que habían cuadrado con ellos iba a empezar; me movilicé inmediatamente. Llegué al estudio y no había nadie. Saqué la guitarra y empecé a prepararme mientras Nick estaba en la cabina con su equipo. Pronto supimos que la gente de Malí llegaría al día siguiente. Dos días más tarde seguían sin aparecer, debido a una serie de anormalidades: visados, pasaportes, etc… Nick y Juan de Marcos desecharon la idea para convertirla en una reunión de músicos cubanos respetuosos con el son original. Les costó mucho convencerlos porque permanecían retirados y ya no querían tocar más. Finalmente, lo consiguieron y, así, nació Buena Vista”.

“Se han ido muchos de mis compañeros, que dejaron un enorme sembrado, pero el cariño y el respeto del público sigue vivo. Rubén González, el Compay, Ibrahim, Cachao… Mis compañeros del proyecto ‘Buena Vista Social Club’. Yo era el hijo más chiquito o el nieto de algunos de ellos, ni había cumplido los 50 años; ya estaban viejecitos cuando comenzamos la grabación en 1996. Siempre los recordaré. Artistas así no mueren nunca”

A Eliades siempre le interesó la conexión afrocubana; sus apuestas como “CubAfrica” (Mélodie, 1998) con Manu Dibango y el álbum colectivo “AfroCubism” (World Circuit, 2010) lo demuestran. “Aunque apareció después de Buena Vista, el disco con Manu Dibango fue grabado con anterioridad. Posteriormente nos juntamos el grupo de Diabaté y mi Cuarteto Patria e hicimos lo del afrocubismo. Al principio tuvimos dudas de que encajara su síncopa y nuestra música; sin embargo, resultó ser una enorme escuela para ambos y quedamos muy satisfechos. El africano y el cubano tienen la sangre cerca; de hecho, hay un refrán que dice: ‘Aquí el que no tiene de congo tiene de carabalí’, y es cierto. En Guantánamo todavía quedan nietos y bisnietos de africanos que vivían en Cuba. Haitianos, congoleses y demás trajeron su música y fue quedando acá. A mí me gusta su calidad y desenvolvimiento, ese legado es muy fuerte”.

Retornando al motivo principal de nuestra charla, incidimos en la emoción que supuso desenterrar composiciones maravillosas como “Veinte años”, “¿Y tú qué has hecho?” o “Murmullo”. “Muchas de esas canciones volvieron a unirse en el proyecto, estaban en el cajón del olvido. ‘El carretero’ se seguía escuchando, pero después de Buena Vista cogió una fuerza renovada. ‘Candela’ o ‘El cuarto de Tula’ no las escuchaba nadie en aquel momento, solo las tocaba El Guayabero en Oriente y no tenían repercusión alguna. Con Buena Vista cogieron nueva vida, echaron raíces”.

Las sesiones funcionaron como la seda pese a la colaboración, un tanto intrusiva según algunas fuentes, del guitarrista Ry Cooder. Pero Ochoa desecha esta teoría: “Ry Cooder es un músico muy inteligente y se adaptó perfectamente a nuestro estilo sin conocerlo apenas. Todo lo hizo de maravilla, a mí me encanta lo que hace con el dedal, es un sonido único”.

Juan de Marcos González, Barbarito Torres y Ochoa en las sesiones de grabación del álbum. Foto: Susan Titelman
Juan de Marcos González, Barbarito Torres y Ochoa en las sesiones de grabación del álbum. Foto: Susan Titelman
Eliades, siendo el más joven del grupo, ejerció de líder. Fue la clave, el primero en contestar a la llamada. “Fui el primero, ciertamente. Habíamos hecho el convenio en Londres y al no venir los africanos me convertí en una especie de director, tuve que llevar la batuta. A pesar de ser el más joven, siempre recibí el reconocimiento de los mayores. Con Compay Segundo ya había trabajado mucho. En 1987 se integró al Cuarteto Patria, cantamos a dúo, grabamos discos e hicimos alguna gira. Pero, por ejemplo, con Ibrahim Ferrer hacía más de veinte años o más que no nos veíamos. De Rubén González ni me acordaba, siendo lo que había sido y lo que significa su figura. Imagínate, chico, la emoción que sentimos al encontrarnos en un estudio para grabar nuestra música después de tanto tiempo sin vernos. Estábamos seguros de que el trabajo iba a tener la calidad que el público merecía, porque siempre tocamos con rigor y respeto, lo que ignorábamos era su repercusión”.

“Nunca es tarde si la dicha es buena. Sin ese rescate, mis compañeros habrían muerto sin sentirse realizados; gracias a él disfrutaron de unos años felices sintiendo el cariño que el público les tenía. Debemos agradecerlo, como dice la canción: ‘Gracias a la vida, que me ha dado tanto’”

Cualquier reedición posee objetivos comerciales. ¿Hasta qué punto la celebración de “Buena Vista Social Club” puede traspasar este hecho y reconducir un modo de tejer sones que parece desdeñado? “El son no va a morir nunca. Es como un ciclón que no hace caer el árbol, seguirá dando sombra. Canciones que han aparecido en estas nuevas ediciones, como ‘Vicenta’ o ‘Saludo Compay’ (la tararea)que cantábamos con Compay, no se escuchaban en las agrupaciones y tienen una belleza tremenda. Cuando grabamos en el 96, tocábamos un tema tras otro, nunca nos cansaba. Se crearon los suficientes para poder hacer un nuevo disco, con la misma calidad que el primero. Los preparamos con cariño, con ganas de que llegaran para quedarse, y así pasó”.

El rescate llegó tarde, pero llegó. Analizamos las causas de aquel abandono. “Nunca es tarde si la dicha es buena. Sin ese rescate, mis compañeros habrían muerto sin sentirse realizados; gracias a él disfrutaron de unos años felices sintiendo el cariño que el público les tenía. Debemos agradecerlo, como dice la canción: ‘Gracias a la vida, que me ha dado tanto’. El mismo Rubén González estaba jubilado de tabaquero, no como artista. La música cubana atravesaba malos momentos, no gozaba de la promoción adecuada y surgieron otras influencias musicales dominantes que la perjudicaron. Si tengo una camisa y no anuncio que la estoy vendiendo, la gente no la compra. Ibrahim, Rubén o Pío se fueron desencantando y dejaron la música de lado. No creo que los ministerios de Cultura puedan influir demasiado, la responsabilidad debería recaer en los directores de programación de conciertos, radios y televisiones”.

Los músicos, antes del concierto en el Carnegie Hall, en 1998. Foto: Ebet Roberts
Los músicos, antes del concierto en el Carnegie Hall, en 1998. Foto: Ebet Roberts

De entre todas las anécdotas relacionadas con “Buena Vista Social Club”, le pedimos a Eliades que rememore aquella que le resulte más importante. “Siempre me viene a la mente el concierto que hicimos en el Carnegie Hall de Nueva York cuando recibimos el Grammy. El público atravesó una bandera cubana en el centro del teatro y me maravillé mucho, mucho. Nos abrazaban, las mujeres lloraban y vi lágrimas de hombre. Nuestra música les traía recuerdos de su familia, de su juventud. En esos instantes uno siente que está haciendo algo con tanta fuerza que te impide abandonarlo. Ahora que me encuentro bien y siento ser el Eliades que soy, pienso que no dejaré la música hasta que cierre los ojos”.

Ochoa, sensiblemente emocionado, rememora aquella “loca juventud” que reza la canción. “Vengo de las intrincadas montañas de la provincia de Santiago de Cuba, la llamada ‘Loma de la Avispa’. El libro que escribió Grisel Maria Sande sobre mi trayectoria –“Eliades Ochoa, de la Trova para el mundo” (2016)– recoge toda mi vida: desde que pasaba el sombrero para recoger propina hasta el año 63, cuando empecé a trabajar en un programa campesino, ya con un salario que daba el estado cubano. Soy consciente de dónde vengo y de todo lo que he pasado. No fui niño, fui muchacho. Recuerdo que tocaba por propinas, limpiaba zapatos en la Plaza de Dolores en Santiago y vendía puros y maní en la puerta del zoológico. Recuerdo toda mi infancia, son cosas pasadas, pero no se olvidan. Hoy en día sigo siendo el mismo Eliades y sé cómo debo ser: humilde, sencillo y continuar dándole gracias a la vida, que me ha dado tanto”.

Llegados a este punto de turbación y sollozo, poco faltaba por añadir. En 2017 editó con Dúo Melodías Cubanas y Cuarteto Patria el álbum “Los años no determinan” (EGREM), un título semejante a una sentencia, aunque Eliades la rectifica: “Deberíamos analizar esa frase profundamente. Los años no determinan si hay salud. Si no la hay, no me gusta tanto”. Por el momento goza de ella y de una clarividencia mental envidiable. De este modo es posible celebrar este 25º aniversario con emoción y alegría, y empezar a preparar una posible gira que debería empezar el año que viene en Colombia para llegar a Europa unos meses más tarde.

Felicitamos a Eliades y a todos los que contribuyeron para que Buena Vista Social Club se convirtiera en inmortal. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados