Las prisas no funcionan con Espanto, pero lo suyo tampoco es parsimonia. Ser dos personas normales, que no convencionales, es lo que tiene: trabajos, familia y un especial cuidado por hacer las cosas bien. “Cemento” es su nuevo álbum, el primero en casi cinco años; Austrohúngaro, el sello que los acoge hace poco más de una década, y Logroño, el laureado escenario donde viven y fraguan sus obras con solidez clásica.
Tanto monta, monta tanto, Teresa Jimeno como Luis Bayo. Espanto. Esto mismo sugiere la contraportada de su bien cimentado nuevo álbum, “Cemento” (Austrohúngaro, 2021): “Espanto es Teresa es Luis”. Carlos Ballesteros y Genís Segarra, o sea, Hidrogenesse, los asisten en la parte empresarial, gráfica y sonora. Pero Espanto nunca se han parecido más a sí mismos que en estos momentos. Desde “Rock’n Roll” (Austrohúngaro, 2012), pasando por “Fruta y verdura” (Austrohúngaro, 2016), el salto evolutivo del dúo riojano ha sido casi lamarckiano. Su fórmula, si es que algo así pudiese parametrizarse, es transformar las cosas sencillas en algo cítrico –de limón– y luminoso –de soleado, con nubes y claros–, pero sin aspavientos ni grandilocuencias y, sobre todo, con mucha clase. No es casualidad que la pareja se gane la vida como personas “enteras”, que no “enteramente”, según diría el filósofo húngaro Georg Lukács, en un instituto de Secundaria y Bachillerato.
He de reconocer que tengo una extraordinaria conexión con Espanto. Entre otras cosas, por el amor a los malditos y el apego a lo palpable. A propósito de Lawrence Hayward, de Felt y Go-Kart Mozart, héroe común a quien mencionan en “Jagger y Richards”, tema ya añejo del dúo, replican: “Nos acordamos perfectamente de la entrevista que le hiciste en Rockdelux, nos dio mucha rabia que no fuera portada de la revista... ¡Era una ocasión única!”. En cuanto a lo nebuloso de la escucha, eso que se extiende inexorable como en una película de John Carpenter: “Nos encanta que te consideres ‘clásico’ respecto a la experiencia auditiva. Nosotros también lo somos, así que lo entendemos y lo compartimos al 100%. Hace tiempo que les pedí a los amigos del mundillo que dejaran de enviarme sus trabajos por email. Escuchar las cosas en un ordenador me parece tristísimo. No me importa no ser el primero en llegar, pero para disfrutar de un disco necesito que el contexto sea otro”. Bayo dixit.
Como es costumbre en ellos, Teresa y Luis prefieren responder las demandas del entrevistador como la unidad que es Espanto, a través de un intercambio de correos electrónicos que, lejos de resultar frío, tomó la forma de un verdadero diálogo “epistolar”.
“La inteligibilidad es importante para nosotros. Damos mucha importancia a las palabras y están cuidadosamente elegidas. No se trata solo de componer la canción, sino que hay que ‘ser’ esa canción”
¿Cuándo compusisteis las canciones de “Cemento”?
Entre 2017 y 2020, aunque la idea de “Ragazzi e noi” es más antigua. Esta canción lleva orbitando a nuestro alrededor desde hace unos diez años, pero no lográbamos dar con el tono adecuado para ella, por lo que haberla terminado nos enorgullece especialmente.
“Ragazzi e noi” fue el tercer adelanto del disco. En ella homenajeáis a aquellos cantantes italianos de los 70 que se empeñaban en probar suerte con el castellano. Las adaptaciones de Lucio Battisti, al que adoro, eran un poco torpes...
Tienes razón. Tanto traducciones como pronunciación eran mejorables seguramente, pero esas letras nos producen mucha ternura, y el hecho de que solo porque un grupo hubiera triunfado en un país intentara adaptar sus canciones para triunfar en otro, como si estuvieran comprando calles del Monopoly o algo así... También somos superfans de Jonathan Richman y esas adaptaciones locas que hace. En nuestra fantasía, “Ragazzi e noi” triunfará en Italia y sonará en todas las discotecas de la costa mediterránea este verano.
Pandemias aparte, ¿por qué tardáis tanto en completar vuestros discos?
Tenemos un trabajo, una vida familiar y unas obligaciones de ciudadanos normales de las que es imposible evadirse. Ojalá pudiéramos dedicarnos a pensar solo en las canciones... Por otra parte, tampoco nos conformamos con la primera versión de un tema. Hay que darle forma, terminar una letra que nos convenza y pensar cómo se graba y arregla.
¿Cómo componéis y decidís esos arreglos?
Normalmente empieza Luis con la guitarra o el piano. Una vez que está esbozada la idea, decidimos si merece la pena seguir trabajando en ella. Cuando llevamos hacia adelante una canción, empezamos a grabar una maqueta sobre la que vamos concretando y experimentando con arreglos y voces. En “Cemento” hay algo que sí ha cambiado, y es que hemos intentado que lo que íbamos grabando en esta primera fase en casa fuera ya aprovechable para el disco.
Por cierto, ¿cómo es trabajar con Genís? ¿Qué papel juega en el sonido de Espanto?
Pues es genial. Los “austrohúngaros” son generosos, ocurrentes, cercanos y brillantes. Genís le quita mucho hierro a todo y hace que sea superfácil entendernos. Además, es muy paciente cuando hay que repetir tomas o lo que sea. En este disco ha hecho la mezcla y el máster, y en algunas canciones ha puesto como unas marimbas que les dan bastante unidad. También hemos utilizado sus vocoders en algún arreglo, pero tampoco es algo que hayamos hablado o acordado previamente. Una vez escuchadas las maquetas, lo único que fijamos son unas fechas para grabar, y lo demás va surgiendo.
Hablando de vocoders, ¿qué opináis del Auto-Tune, de cierto pop nacional, de su lenguaje musical? C. Tangana, Rosalía, Putochinomaricón, Chico Blanco, Antifán...
El Auto-Tune, en sí, ni nos va ni nos viene. Lo consideramos un instrumento más. Cuando los musicólogos del futuro –si es que aún queda alguno– echen la vista atrás, se frotarán las manos porque podrán categorizar muy fácilmente esos géneros urbanos a través del uso del Auto-Tune... Muchas de esas músicas nos resultan bastante ajenas. Quizá no estamos preparados para acceder a ellas. Tenemos curiosidad por lo nuevo, pero con algunas cosas no hay manera… Lo de Putochinomaricón nos resulta más cercano y nos gusta, porque ha construido un mundo y un discurso propio, al margen de si usa o no los estereotipos. Y también podemos entender el fenómeno Rosalía y todo el trabajo que hay detrás.
Antón García Abril parafraseaba a Wagner diciendo algo así como que “la melodía procede de Dios y todo lo demás del cerebro”. Creo que la melodía se ha venido “descuidando” desde hace mucho tiempo y no solo por la música clásica del siglo XX. ¿Cómo enfocáis y equilibráis los distintos elementos de la composición?
No sabemos qué decirte, quizá no hemos analizado lo que hacemos hasta ese punto. Lo que más valoramos es que todo encaje en el conjunto. Para nosotros, las mejores canciones son las que se terminan en una tarde, las que surgen como un fogonazo de inspiración; lo que raramente sucede, claro... Esas canciones, cuando funcionan, son como un regalo también para nosotros, porque llegan frescas y aún no estás acostumbrado del todo a que sean tuyas. Hace un momento no existían y ahora están ahí, nuevecitas y resplandecientes. Casi puedes disfrutarlas como oyente. Para eso, hay que sentarse con el instrumento a diario y estar dispuesto a pescar las ideas. Igual es parecido a eso que decía Wagner, pero nosotros no nos conformamos con que Dios nos dé únicamente la melodía. Puestos a pedir, nos tendría que dar también la letra, por lo menos, ¿no? (ríen)
Lo tengo merecido por metafísico. No solo el cuidado por la melodía, también vuestra dicción me recuerda mucho a artistas como Javier Aramburu, que siempre primaron la claridad. ¿Hasta qué punto es importante esto para vosotros?
Sí, es primordial lo de hacernos entender, da igual el idioma en que sea. Pero la inteligibilidad es importante para nosotros. Damos mucha importancia a las palabras y están cuidadosamente elegidas. No se trata solo de componer la canción, sino que hay que “ser” esa canción, al menos mientras siga sonando...
Nunca he entendido a los grupos españoles que cantan en inglés…
Coincidimos… A no ser que sea tu lengua, es un ejercicio extraño. Siendo de Logroño ya sería…
Siguiendo con Logroño y lo extramusical, en canciones como “La estatua” y “Rodó”, dos pilares de “Cemento” sobre la alienación, se percibe cierto posicionamiento político…
Para nosotros es importante posicionarnos, aunque no creemos que tenga que ser obligatorio para ningún artista pop. Lo curioso es que, en nuestro caso, la canción no nace con afán de mensaje. Es solo cuando casi la hemos dado por terminada, en la fase de reescritura, cuando nos damos cuenta de las barbaridades que estamos diciendo. Nos suele pasar que, mientras las escribimos, nos dejamos llevar sin juzgarlas demasiado. Intentamos dar lo mejor y decir exactamente lo que estamos intentando decir, haciendo que sea comprensible por el máximo número de personas y de la manera más bonita. Nuestra posición siempre será de parte del ser humano y del humanismo, y en contra de la deshumanización... Lo que ahora mismo es llevar bastante la contraria, y eso ya nos resulta liberador en cierto modo... Estamos en contra de los dogmatismos, de las opiniones radicales y de cualquier pensamiento impuesto. La única certeza que tenemos es que no hay nada claro. No nos gusta la gente que “tiene razón” todo el rato. Nosotros mismos no queremos tener razón.
Desde esa especie de “pensamiento débil” surge a veces la mejor creatividad. Muestra de ello es el protagonismo que le dais a lo sencillo: un árbol, una estatua que huye, una tarta… Cosas que tenemos delante de las narices todos los días.
Puede que saquemos lo nuestro del asombro, incluso del estupor ante lo que nos rodea. Ya ves que le pusimos al grupo “Espanto”. Nos gusta detenernos a mirar las cosas, estar atentos al misterio, buscar ese algo más y comentarlo.
“Hacer música es terapéutico, nos salva la vida. Cantar, tocar la guitarra o girar el potenciómetro de un sintetizador son experiencias muy placenteras a nivel físico.”
Vais tan a contracorriente que las redes sociales, mar proceloso donde ser amable o desagradable cuesta exactamente lo mismo, me parece que no son lo vuestro…
En realidad, no vivimos ajenos a todo. Es verdad que las redes te dan acceso a muchas cosas: puedes conocer y aprender de un montón de proyectos fantásticos. La mayor desventaja que le vemos es el tiempo que te quitan para hacer, para vivir, sin necesidad de proyectarlo todo y de mostrarte continuamente.
¿Qué hay de premeditado y qué de improvisado en un disco de Espanto, si es que algo así puede separarse?
Lo que hacemos es ir terminando las canciones y, cuando tenemos unas cuantas que nos convencen, las agrupamos en forma de disco. Elegimos las que mejor se llevan entre ellas. Quizá la parte de escritura sea más improvisada y lo racional entra en juego a la hora de poner orden. Pocas veces nos hemos forzado a hacer una canción sobre algo. Las ideas llegan de una manera inesperada, por la calle, en el supermercado o viendo una película... El proceso no es del todo consciente. Vamos apuntando cosas que nos llaman la atención y ocurrencias o frases que nos parecen bonitas en libretas, y de ahí van surgiendo canciones.
¿Se sobrevalora el disco “conceptual” en algo tan ligero como el pop? O, al contrario, ¿debe ser vehículo para provocar algo más que el simple “balanceo” del oyente despreocupado?
¡Por supuesto! Queremos que con nuestras canciones la gente baile, que se divierta, que se ría, que disfrute y que piense. Que un disco nuestro parezca conceptual nos parece lógico y no tanto. Si estás escribiendo mucho material durante un período de tiempo, esas canciones, esos cuadros o esas cosas que estás desarrollando, sean lo que sean, son tú, están contando diferentes partes de la misma historia. Quizá los conceptos de cada disco sean tu vida y tus obsesiones durante ese período, pero eso no es un disco conceptual, como “Tommy” (The Who; 1969) o “Berlin” (Lou Reed; 1973). Historias que tienen introducción, nudo y desenlace. “Cemento” es un disco abierto, con canciones independientes que, quizás sí, giran en torno a un mismo concepto.
La portada es una gozada visual que se disfruta mejor con el vinilo: Logroño parece Londres, o viceversa… Aquí sí se aprecia un homenaje claro a vuestra ciudad.
La portada del disco ha sido un acto de amor, sí. Hacer que Logroño parezca tan bonita está cerca del milagro. Nos encanta cómo ha quedado.
Intuyo algo nostálgico en el álbum. La nostalgia tiene mala fama en esta sociedad en la que vivimos. Pero es un sentimiento que se alía con la buena memoria. Uno no siente nostalgia por lo malo del pasado.
Para seguir adelante, a veces es necesario quedarse quieto recordando, solo mirando. Pero conforme vas cumpliendo años hay que saber mantener la nostalgia en su sitio, para algún ratillo… Si no, puede parecer que ya ha pasado todo lo bueno. Preferimos la curiosidad, el no parar de hacer y de generar nuevos buenos recuerdos.
Con tan pocos discos a vuestras espaldas, casi entráis en la categoría de Bartlebys. Esta figura literaria melvilliana siempre me ha fascinado.
Es muy tentador lo de Bartleby, pero para nosotros hacer música es terapéutico, nos salva la vida y lo echaríamos mucho de menos. Podríamos prescindir de publicar canciones, pero cantar, tocar la guitarra o girar el potenciómetro de un sintetizador y sentir cómo va evolucionando el sonido son experiencias muy placenteras a nivel físico. Además, cuando ves que quieres seguir en esto y que hay gente que trabaja duro para sacar tus discos, decides que, aunque sea un rollo, tampoco pasa nada por conceder alguna entrevista, aunque siempre nos queda la duda sobre si tenemos algo interesante que decir al margen de las canciones...
“Piel contra el cemento” está entre “Un metro cuadrado” y “La funcionaria”, de Vainica Doble. ¿Puede desprenderse cierto sentimiento de capitulación en “Cemento”?
No, aquí no se rinde nadie. Madrugamos, trabajamos, nos protegemos del exterior buscando en nuestro mundo. Y, a menudo, se encuentran indicios de vida y de felicidad, entre otras muchas cosas, gracias al amor, la amistad, la música, los libros… ∎
La música y el humor siempre se han paseado cogiditos de la mano. Pero también ha sido un matrimonio convulso, amenazado por el malfuncionamiento, la infidelidad y el divorcio. De hecho, si no es por las letras de las canciones y otros aspectos externos a la propia música, esta podría significar cualquier cosa. Espanto no se concibe sin humor, pero tampoco sin cierto grado de, digamos, “saudade”. Una aleación que los mantiene inteligentemente alejados de dos polos no tan disímiles, la bobada y la cursilería. “Nosotros somos como esas canciones: humorísticos y un poco melancólicos. Pero solo un poco, porque no nos gusta dejarnos arrastrar por la tristeza. No sabemos cuál es el mecanismo para que una canción funcione, pero es cierto que la mayor parte de los artistas que nos atraen suelen mezclar esas dos cosas. Siempre buscamos que haya un rayo de luz en la canción. Nos gusta pensar que las canciones son como un agujero que se abre en la realidad para que entre por él la poesía, a veces de un modo más cómico, otras poniéndonos más tremendos. El absurdo y la exageración nos ayudan a entender la vida y a reírnos del drama”.
Luis y Teresa se han especializado desde el principio en este tipo de canciones. Antídoto eficaz contra la crueldad que a menudo conlleva lo cómico –Serge Gainsbourg– o el patetismo de lo excesivamente épico –Bunbury–. Aunque “La tarta”, una de sus nuevas canciones, resulta bastante salvaje: “Realmente, en ‘La tarta’ acentuamos el patetismo, pero es en la exageración donde se halla el humor, creemos”. Exageración sí, pero también cara de póquer. En el EP “Tres canciones nuevas” (Austrohúngaro, 2018), “Los esqueletos” fue casi un anticipo de “El pasodoble de los esqueletos”, la estupenda canción de Miguel Mihura y Daniel Montorio que Hidrogenesse recuperaron en 2020 para su miniálbum “¿De qué se ríen los españoles?”. Ambos temas funcionan muy bien, aunque no siempre es así, insisto, en un género tan resbaladizo como el del humor: “La canción de humor, planteada sin más, no nos atrae nada. Una canción, además, nos tiene que emocionar o divertir. El chiste por el chiste tiene un recorrido corto, es necesario que haya algo más. En la música, el humor por el humor debe ser muy fino y ofrecer un extra para que funcione: absurdo, denuncia, estupor, irreverencia”. Claro está, que diría Yoda, o yo mismo con mascarilla chica.
Y es que lo cómico, como valor estético, si viene acompañado de una intención ética, tanto mejor. Espanto desarrolla esta práctica de una forma sutil, evitando los lugares comunes: “No hay intención de leerle la cartilla a nadie, eso está claro. Pero sí nos gusta decir cosas que en general no se exteriorizan, que todos barremos debajo de la alfombra”. En “Todos de acuerdo” ironizan sobre lo único que une voluntades, y no siempre, entre los españoles. Léase, las actividades festivas, del tipo que sean: “La ‘fiesta’ en sí, como aspiración vital, nos parece que está sobrevaloradísima. Hay muchos talentos que se han perdido en el camino de la fiesta, pero nos gusta una buena fiesta y pasarlo bien, claro. Cuando miramos el mundo, la imagen que recibimos de unos años a esta parte es de alienación generalizada. Espanto es un logro y un ejercicio de superación personal para sobreponernos y no conformarnos con una existencia en bucle de casa al trabajo y del trabajo a casa. Es paradójico que hayamos decidido usar este formato, cuando somos dos personas a las que incomoda mucho llamar la atención y que la gente nos mire”. Bienvenidos al club. ∎