FOTOCOPIA: el eslogan físico de Teo Cid.
FOTOCOPIA: el eslogan físico de Teo Cid.

Radar

FOTOCOPIA: el camuflaje es el mensaje

A pesar de su nombre, FOTOCOPIA no suena a émulo, sino a una personal declinación de EBM y punk que se presenta en sociedad con una maqueta rebosante de detritus digital. Hablamos con Teo Cid, el hombre tras la copia.

Si el medio es el mensaje, dadas las posibilidades tecnológicas existentes para lograr cualquier resultado, fidedigno o no, una elección bautismal como FOTOCOPIA puede aludir a un rendimiento tan rápido como requiere la urgencia, tan parecido como imperfecto, tan económico como asequible. En mayúsculas, como las voces altas, para que resalte; una proclama al estilo de los manifiestos breves y directos que circulaban de mano en mano fotocopiados hasta desvanecerse, transportando la revolución.

¿Y qué otra cosa si no puede ser el punk? En FOTOCOPIA, el nuevo proyecto musical de Teo Cid (Ourense, 1990), aquella crudeza, esa actitud desafiante y la ética “hazlo tú mismo” envuelven los catorce minutos y medio que conforman una maqueta autoproducida en 2021, con el mismo título fácilmente comprensible en cualquier idioma y subtitulada “demo” para despejar dudas sobre su identidad. Aparece publicada en internet a través de Interruptor, una marca propia con la que ya firmó algunos trabajos, como los presentados en ediciones pasadas del festival WOS de Santiago de Compostela. Tras su paso por bandas como Monstruo, Uzumaki o F.I.G.A. y su pertenencia a la promotora musical PORNO, ya desaparecida, la pandemia lo pilló con ganas de tocar y pocas posibilidades de hacerlo en grupo. “La maqueta es una excusa para buscar conciertos”, asegura, como los que le llevaron durante el último semestre a lugares como el Liceo Mutante de Pontevedra, Fanzine Fest y Acéfala en A Coruña (donde se grabaron las voces de la maqueta), o Casa do Peixe de Santiago de Compostela, entre otros.

Ruido asequible.
Ruido asequible.

Las cinco canciones que integran este debut en solitario fueron construidas en el contexto de aislamiento domiciliario con su ordenador. Y todo lo que suena, cortante, repetitivo, vertiginoso y, sí, bailable, de ahí emana. Cid, quien cita entre sus referencias tanto a Bikini Kill y Fasenuova como a Pantis, el proyecto electrónico del músico de O Grove Rubén Domínguez y su precuela Telephones Rouges, y a los vigueses Lamprea Explosiva, define su nueva criatura como EBM (Electronic Body Music) y punk digital: “Me gustan la música pop y el rock, también el ruidismo y el noise experimental, pero no para un proyecto artístico personal. Prefiero mezclar el rollo intenso y ruidoso-agresivo con la sensibilidad de poder adaptarlo a una melodía con una estructura asequible porque quiero que venga algo de vuelta, por eso estas canciones están hechas para tocar –explica–. Hasta hace no mucho la electrónica no me interesaba porque me parecía que carecía de compromiso; la brevedad y la simplificación vienen del punk y de mi ignorancia para componer música electrónica, pero este formato me gusta porque se asemeja a un eslogan físico, que es crear un espacio en donde la gente te escuche”.

Al escuchar a FOTOCOPIA, las mayúsculas cobran todo el sentido, porque sobre todo grita. “Grito poco en mi vida normal, así que puestos a gritar, mejor hacerlo en un espacio controlado”. Se expresa en los dos idiomas en los que se maneja habitualmente, gallego y castellano, y, al escribir, prueba si las letras funcionan sin música. “Lo primero es sentirme yo cómodo y que no sea demasiado obvio. En este sentido, lo que más me gusta es dejar un punto para que lo complete el receptor, tratar a la gente como seres inteligentes”.

“Quiero volver a la fábrica / quitarme las piezas y verlas en una bandeja” es un verso de “Disforia”, el primer tema de esta maqueta transida de una rabia que se cuela entre las rendijas de un lenguaje armado con metáforas dolorosamente bellas. “¿En qué crees? / Cuando ya no se hace pie la seda aprieta”, a chillido limpio en “Avería”. El retrato de una atmósfera irrespirable concluye con “Puta época” y deja varias preguntas flotando en el aire difícil de la decepción: “Canto van durar as obras eternas do templo? / As reformas dos nosos corpos? / O remendo do disfraz? / (Pena de disfraz) / Esta puta época?”.

¿Original? No, gracias.
¿Original? No, gracias.

Los disfraces son una constante en este lector de Fernando Pessoa y sus heterónimos. También Cid enmascara con nombres diferentes su surtido de personalidades creativas. Su trasunto en el ámbito de la ilustración es Leo Sousa, autor, entre muchas otras obras, de las portadas de los tres discos de Bala, composiciones para medios de comunicación e infinidad de carteles para discos, conciertos, sellos y canales de difusión vinculados a la escena, tan frágil como efervescente, del underground en Galicia. Desde un punto de vista que aúna humor, surrealismo y posicionamiento político, uno de los rasgos más reconocibles del trabajo de este creador de identidades poderosas es su capacidad para reinterpretar imágenes icónicas, como cuando sustituyó las telas de las cabezas de “Los amantes” de René Magritte (1928) por las bolsas de una cadena de supermercados coruñesa. La obra se publicó en 2018 en la revista digital ‘Vinte’ y ejemplifica el modo de trabajar, por encargo, que Sousa ejerce. “Puede que yo sea mi cliente más difícil”, reflexiona.

En su autobiografía, “La chica del grupo” (2015), Kim Gordon invoca el concepto de Maskenfreiheit, referido a la libertad que confieren las máscaras, para describir su actitud en el escenario: “Siempre me ha costado encontrar un espacio para mis emociones […] Tal vez eso sea lo que acabe siendo un escenario para un intérprete: un espacio que poder llenar con lo que no puede ser expresado ni obtenido en ninguna otra parte”. Este vocablo alemán da título a un tema de Monstruo del mismo año. “El poeta es un fingidor / Finge tan completamente / que hasta finge que es dolor / el dolor que en verdad siente”, comienza “Autopsicografía” (1931), uno de los poemas más conocidos de Álvaro de Campos aka Pessoa. La apariencia gráfica que acompaña a FOTOCOPIA es un calco irreconocible de la cara de Cid. “Hacer mi propia portada suponía un compromiso muy grande, porque siempre me mantengo a distancia, me camuflo en un colectivo o busco excusas para no utilizar mi nombre”. Tanto en la música como en la plástica, “mismo” no quiere decir “igual” en el contexto del camuflaje. ∎

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