El pop melódico sintetizado en Chile sigue estando en buenas manos. Foto: Esteban Vargas
El pop melódico sintetizado en Chile sigue estando en buenas manos. Foto: Esteban Vargas

Entrevista

Francisco Victoria y la democracia del pop

El músico y productor chileno acaba de publicar “Herida”, su segundo álbum, en el que lo acompañan desde el espíritu de Maurice Ravel hasta Charly García y Eurythmics, pasando por Burt Bacharach. Un paseo de su mano por la historia del pop.

Francisco Rojas tiene 26 años y a los 18 dejó su Victoria natal, al sur de Chile, para vivir en Santiago. Fue algo que decidió tres años antes, cuando cantó por primera vez en un festival de la capital y ganó. “Me tocó pisar escenarios e ir a un estudio a grabar. Todo eso me atrapó para siempre. Pensé que era lo único que quería hacer el resto de mi vida”, dice. “Eso” es ser músico y uno de los productores jóvenes más interesantes de la actualidad chilena, trabajando con artistas como Felicia Morales y Benjamín Walker y con créditos de composición y producción en hits como “Summer Love”, “Convéncete” y “Hacerte mal”, entre otros sencillos de Princesa Alba. Francisco Rojas es también Francisco Victoria, quien acaba de autoeditar “Herida” (2022), su segundo disco después de “Prenda” (5AM, 2018).

Al preguntarle si ve valentía o el arrojo de la juventud en su decisión de llegar a Santiago solo, siendo un adolescente, asegura que necesitaba irse “porque no estaba pudiendo existir en ese lugar. No sé de qué otra forma pudo haber sido si miro para atrás. ¿Había otra opción? Yo creo que no; entonces, no se siente como algo valiente, porque era el único camino”. Victoria es una ciudad de 30.000 habitantes a más de 600 kilómetros de Santiago. Se encuentra en la región de La Araucanía, una zona en estado de emergencia, militarizada. Es un territorio en disputa entre las comunidades mapuche que exigen justicia por las tierras robadas por el Estado y el empresariado, en una lucha de largo recorrido. “Crecí en un lugar con mucho clasismo y racismo, en niveles extremos. Para mí siempre ha sido una representación de la sociedad chilena, pero a una escala pequeña. Y todo es extremo. La violencia entre clases sociales y también la pobreza, y es la región más pobre de Chile. Y se volvió sofocante porque eventualmente me llegó mucha violencia homofóbica”, explica, antes de profundizar: “Años más tarde comprendí que probablemente mucho de mi visión de mundo y de cómo me relaciono con las cosas y con la obra viene bastante determinado por este contexto. Es fuerte vivir una adolescencia ‘queer’ en una región de Chile donde hay un conflicto territorial y donde la desconexión con el resto del mundo es tal que ni siquiera se habla de ser gay, lesbiana o trans. Incluso hoy. Quizá hay algunos pequeños círculos donde eso ha ido permeando. Cada vez que vuelvo, siempre hay un pequeño cambio, algo un poco más progresista. Pero en general todo se trata un poco de quién puede consumir más para lograr cierto estatus dentro de la comunidad. Ahora lo veo con más cariño, ni siquiera con condescendencia. Algo así como que esto es lo que forjó probablemente mucho de quien soy ahora y cada vez que vuelvo ya no siento que quiero irme de inmediato”.

“Crecí en un lugar con mucho clasismo y racismo, en niveles extremos. Para mí siempre ha sido una representación de la sociedad chilena, pero a una escala pequeña. Y todo es extremo. La violencia entre clases sociales y también la pobreza, y es la región más pobre de Chile. Y se volvió sofocante porque eventualmente me llegó mucha violencia homofóbica”

¿Por qué decides poner en tu nombre artístico la palabra que define a ese lugar en el que no podías existir?

Volverme hacia ese lugar es casi psicomágico, supongo. Tomar una acción concreta me permitió darle un significado que me hiciera sentir mejor, que no fuera violento, porque soy yo. Cuando me apropié de ese nombre, que significaba una cosa superviolenta para mí, fue cambiando mi relación con el lugar y mi relación conmigo mismo en paralelo. Y a mí me parece lindo eso. Creo que nunca termina de configurarse la razón concreta, quizá me faltan cosas por descubrir todavía.

Tras los pasos de Alex Anwandter. Foto: Esteban Vargas
Tras los pasos de Alex Anwandter. Foto: Esteban Vargas

El mentor, el hermano mayor

Hace cuatro años, Francisco Victoria publicó “Prenda”, un debut en el que trabajó en la producción junto a Alex Anwandter, quien, en los inicios de su carrera, ocupó un lugar de “hermano mayor” y “mentor”. No se le olvida: “Siempre voy a estar muy agradecido de todo lo que me entregó, porque no fue solo la música, sino también varias maneras de enfrentarse al trabajo y a la exposición pública. A pensar un poco más, a no estar en piloto automático. Uno puede escuchar mucho, pero solo cuando te pasan cosas o cuando te sientes de determinada manera aprendes realmente a hacer algo. Lo mismo pasa con la producción y con la composición”.

Cuando apareció tu primer disco se hablaba del parecido en tus canciones a las de Alex. Cuando publicaste “Tírame al fondo del mar”, me llamó mucho la atención lo diferente que era tu voz. Y eso me hace pensar en lo que significa el paso del tiempo y en lo que has aprendido. Por supuesto, han pasado cinco años y eres muy joven…

Para mí Alex es como un hermano mayor, ha existido el proceso de despegarse de esa influencia. No viene desde ese ímpetu adolescente de “yo no quiero parecerme a equis”, porque eso no le hace bien al arte, pienso, sino que más bien vino de una búsqueda personal muy, muy larga y muy difícil, de escucharme. De hacer el mismo trabajo que ya venía haciendo con otros artistas en la producción, de escuchar sus voces y entender dónde estaba su identidad y desarrollar eso. Me pregunté por qué no lo estaba haciendo conmigo mismo.

“Tírame al fondo del mar”, el éxito de “Herida”.

Es mala amante la fama

Durante el 2020, el músico se hizo preguntas: ¿Por qué estaba haciendo lo que hacía? ¿Qué tipo de artista quería ser? Una de las conclusiones fue “buscar la distancia entre yo como persona, en el día a día, viviendo en mi casa, y lo que sucede con la obra”, explica. “Creo que entendí que existe un espectro de lo comercial, lo indie y lo urbano; me ha tocado trabajar en diversos proyectos así. Eso fue superimportante para saber qué estaba dispuesto a transar y en qué lugar me iba a acomodar. Entender que no quería estar expuesto a niveles tales como la música más popular, al mismo tiempo que quería ser democrático en el mensaje; de lo contrario la obra no está completa. No pretendía ser un artista críptico ni el disco pretendía serlo”.

“Estuve leyendo sobre la relación entre la música de Bacharach y Ravel, sobre las referencias de música brasilera en todo lo que él hizo en los 60. Y está todo conectado, porque soy fan de Bacharach y me entero después que Javiera Mena también lo era; es algo que se escucha en ‘Esquemas juveniles’”

Tú tienes una impronta pop innegable. Se podría decir que pop y democracia van de la mano.

Sí, y me encontré mucho en eso. Tenía que encontrar el lugar donde existiera esa sed de compartir, transmitir y comunicar y que de vuelta te entregue algo, no es solo una enunciación de cosas. No me gusta ser un enunciador que dice verdades, más bien es un diálogo. Entendí que mi proyecto iba a estar en ese gris: lograr una comunión con otras personas, pero, al mismo tiempo, no estar dispuesto a transar en otras cosas porque no sé si está en mis fines ulteriores ser famoso. Siento que es superdelicado el asunto de la fama.

Es mala amante la fama, ya lo dijo Rosalía.

Estaba pensando en su canción, sí (lo dice entre risas).

¿Cuáles son esas cosas que no quieres transar?

Hay una generación de realidad, una autoficción en tu propio relato cuando uno se tiene que exponer a tantas personas y todo empieza a volverse truculento en la medida en que se vuelve más difuso el límite entre la verdad y lo que tú quieres que sea la verdad. Me parece que eso es superdifícil de llevar y no es algo con lo que yo quiera cargar.

Apasionado del pop. Foto: Esteban Vargas
Apasionado del pop. Foto: Esteban Vargas

El pop que empezó en Ravel

“Herida” es un disco de pop puro y duro, lleno de referencias. Por ejemplo, en “Perder la vida” aparecen Eurythmics y Charly García. El músico decidió seguir explorando el género y no arrimarse a lo “conveniente”, como el reguetón y el trap, que son ritmos que sí ha trabajado en producciones para otros. Haber tomado ese camino podría haber sido incluso rentable económicamente, pero decidió no hacerlo, al igual que el de no montar una autoficción. Desde fuera se ve casi como ir en contra de la época. “Estoy de acuerdo”, responde, antes de matizar: “Aunque me gusta pensarlo más como un camino en paralelo, porque no es que esté en contra, sino más bien que desde donde lo quiero decir es distinto. Yo tengo mucho respeto por la escena urbana y me gusta mucho trabajar en proyectos de mayor exposición, son un desafío interesante y muy entretenido en lo artístico, pero, a fin de cuentas, hay varias decisiones en este disco que tienen que ver incluso con cómo me quiero sentir yo en diez años más respecto a él. Hablaba con un productor amigo sobre por qué este disco no tiene tantos sub-bajos, tanto brillo, por qué los bombos no son tan ‘punchi’. Y yo pensaba en Charly García, en Eurythmics y Supertramp, y entendí que siempre vuelvo a mucha de la música que a mí más me gusta. Necesitaba que todas estas violentas emociones del disco estuvieran resguardadas en esta cápsula. Que yo en diez años más me pudiera sentir bien respecto a lo que escuchara y que siguiera siendo un buen recordatorio de por qué tomé ciertas decisiones. Para mí fue más una inversión personal que hacia el mercado”. Además, admite que este tratamiento sonoro también tiene elementos de reivindicación y de reconocimiento: “Soy muy romántico respecto a las referencias porque hay un caudal de música que existió antes que nosotros, que nos ayudó a sentir, que nos ha acompañado, y es superlindo poder reverenciarlo. Entonces, ¿cómo voy a hacer como que no existe? Es lindo pensar en cómo ellos se enfrentaron con humildad a su proceso. Me parece que hay que tener mucho respeto por esa música que vino antes”.

Con Francisca Valenzuela: “Te lo pido por favor”.

En este sentido, nuestro interlocutor no se queda en lo teórico, sino que pasa a lo práctico. El solo de guitarra de “Mi corazón me dice la verdad” es un sample del solo de guitarra de “Georgy Porgy” de Toto. En las letras hay referencias a José José y Violeta Parra. “Te lo pido por favor” es el título también de una canción de Juan Gabriel y el arreglo de cuerdas de “Yo creí que eras mi amiga” tiene un sample de “Pavana para una infanta difunta”, de Ravel, que “fue bien criticada en su momento porque no era una pavana tan bailable”.

Hubo un momento en que Francisco se saturó del pop contemporáneo. “Lo único que escuchaba era a Ravel, Mahler, Brahms, Shostakóvich, Stravinski. Y, en particular, con Ravel me pasó que canciones como ‘Pavana…’ plantean desde un momento muy temprano casi el concepto de estribillo. Fue gracioso que, intentando escapar del pop actual, me encontrara con estas lógicas y sintiera que tenía que hacerme cargo de eso. Luego supe que Burt Bacharach con ‘Daphnis And Chloe’ había sentido lo mismo. Estuve leyendo sobre la relación entre la música de Bacharach y Ravel, sobre las referencias de música brasilera en todo lo que él hizo en los 60. Y está todo conectado, porque soy fan de Bacharach y me entero después que Javiera Mena también lo era; es algo que se escucha en ‘Esquemas juveniles’. Es hermoso hacer todas esas conexiones y entender por qué te gustan tanto ciertas cosas ¿Por qué no voy a samplear algo así? Los arreglos de cuerdas de Jean-Claude Vannier en ‘Ballade de Melody Nelson’, de Gainsbourg, por ejemplo. Intentamos traspasar ese ímpetu a ‘Maletas de viaje’. Para mí la música docta es un descanso porque es más lineal, no hay tanta repetición, pero cuando aparecen piezas como ‘Pavana…’ es imposible escaparse de esa cosa democrática que tiene esa lógica de componer, que es inseparable de la música pop de ahora”. ∎

Etiquetas
Compartir

Contenidos relacionados