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Franco Battiato, en el Palau de la Música de Barcelona, el 12 de marzo de 2015. Foto: Jordi Vidal
Franco Battiato, en el Palau de la Música de Barcelona, el 12 de marzo de 2015. Foto: Jordi Vidal

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Franco Battiato. Epílogo

Cuando hoy hace un año la familia de Franco Battiato anunció la muerte del artista, la noticia fue recibida entre generalizadas muestras de sorpresa. Sin embargo, el cantante italiano llevaba ya largo tiempo preparando una despedida que no había sido difícil leer entre líneas a lo largo de sus últimos trabajos, con los que escribió el guion para el último acto de una carrera que la enfermedad había abocado a un final inevitable.

18. 05. 2022

En septiembre de 2015, Franco Battiato (1945-2021) se acercó a nuestro país para concluir en Vigo (día 4) y Madrid (día 6) una pequeña gira hispana que había tenido dos escalas previas medio año antes en Barcelona (12 de marzo) y Oviedo (14 de marzo). Todo parecía apuntar a un encuentro complaciente con su no mayoritario pero sí fidelísimo público local, como solía ser habitual en sus conciertos españoles. Sin embargo, lo que este se encontró allí distó de cualquier asomo autoconmemorativo. La abundancia de canciones centradas en preocupaciones espirituales y religiosas, el rescate de temas desterrados del directo hacía tiempo e incluso una inesperada incursión en su repertorio experimental de los 70 habló a las claras de que aquello, lejos de una sucesión de grandes éxitos de su exitosa etapa pop, iba a ser la puerta de entrada a un proceso en el que el artista había empezado a moldear su cancionero con un objetivo desconocido.

El que las veladas se abrieran con “L’ombra della luce”, desconocido tema de “Come un cammello in una grondaia” (EMI, 1991) –oscuro disco de música sacra cuya cara B Battiato reservó a lieder clásicos de Wagner, Brahms o Beethoven–, demostró que nada iba a transitar por caminos asfaltados. Más simbólico resultaba aún que el artista superara su tradicional aversión a cantar en castellano para convertirlo en “La sombra de la luz” y mostrar así al público en su propio idioma versos como “Devuélveme a las zonas más altas / A uno de tus reinos de calma / Es tiempo de escapar de este ciclo de vida”. Todo parecía indicar que el músico estaba mostrando la primera pieza de un puzle que iría desplegando ante sus seguidores en los próximos años.

No era aquel un momento sencillo en la vida de Battiato. Un año atrás había acompañado en su tránsito hacia la muerte al filósofo siciliano Manlio Sgalambro, a quien el músico había recurrido a mediados de los 90 para trabajar los textos de sus canciones y que no había tardado en convertirse en el amigo más cercano del tramo final de su vida. Y a principios de aquel 2015, la adversidad había vuelto a golpearle duramente: a la conclusión de un concierto en Bari, Battiato se había adelantado en el escenario para saludar al público de las primeras filas, pero se había desequilibrado y había terminado cayendo sobre uno de los monitores. El golpe le provocó rotura de fémur, incidente en principio poco relevante pero que terminó despertando todos los demonios: en una de las numerosas revisiones que jalonaron su recuperación, los médicos le detectaron una enfermedad neurológica degenerativa que avanzaba implacable dejando escaso margen por delante.

El 20 de julio de 2017, en su actuación en el festival La Mar de Músicas, en Cartagena. Foto: Pablo Sánchez del Valle
El 20 de julio de 2017, en su actuación en el festival La Mar de Músicas, en Cartagena. Foto: Pablo Sánchez del Valle


Todo aquello conformó un panorama radicalmente diferente en la vida del artista. El músico llevaba tiempo sumido en una frenética carrera donde su voluntad de búsqueda parecía no tener final: baste recordar que entre sus últimos discos había una ópera –“Telesio” (Sony Classical, 2011)–, un álbum en directo con Antony –“Del suo veloce volo” (Mercury-Universal, 2013)– y un inesperado regreso a la música experimental –junto a Pinaxa– que había abandonado casi cuatro décadas atrás: “Joe Patti’s Experimental Group” (Virgin, 2014). Pero ahora, espoleado por la amenaza del paso del tiempo, Battiato decidiría forzar la máquina y pisar el acelerador de la materia troncal de su repertorio. El primer aviso sería, de hecho, el proyecto más inesperado de su carrera: tras tantos años mostrando su absoluto rechazo a la avalancha de compilaciones que sus sucesivas compañías habían ido lanzado al mercado, decidió ponerse a los mandos de un primer recopilatorio razonado, planificado y supervisado por él mismo. Entre los seis CDs y cuatro DVDs que componían el monumental “Le nostre anime” (Universal, 2015), se mostraba por primera vez un amplio repaso a todas las etapas de su carrera, no esquivando los momentos puramente anticomerciales y alternando cortes originales, remezclas en las que eliminaba cualquier elemento forzado en el estudio por las discográficas e incluso, cuando esto no era posible, completas regrabaciones de algunos de los temas.

Pese a su carácter compilatorio, es difícil albergar dudas de que Battiato entendió esta antología como una pieza fundamental con la que dar el acabado definitivo a los hitos clave de su repertorio. Y con ello sintió que su tránsito por la composición terminaba y que ahí cerraba su recorrido. El cantante ya no volvería a publicar material nuevo. Los siguientes proyectos en los que se entrampó serían piezas que desbordaban el terreno musical –como su colaboración en dos obras de teatro, un clásico de la literatura dramática italiana, “La lupa” (Giovanni Verga), y una pieza de vanguardia levantada por miembros del Living Theatre, “Mais c’est ne pas ancore la nuit”– o una amplia despedida de su público italiano en compañía de su gran amiga Alice, la misma con la que había participado en el ya legendario Festival de Eurovisión de 1984 interpretando “I treni di Tozeur”, ambos como pulpos en un garaje. Un tour que pareció renovar sus energías y que, por unos instantes, le hizo pensar que todavía sería posible un regreso a los escenarios por sí mismo. Pero no pudo ser: tras un concierto en el Teatro Romano de Catania, cerca de su Riposto natal, asumió que los problemas de voz y de coordinación imposibilitaban la aventura y se vio obligado a cancelar los espectáculos que le quedaban por delante.

Recluido en su casa en las faldas del Etna, el cantante entendió que ahí terminaba todo. Rodeado por un pequeño círculo de familiares e íntimos, Battiato decidió dedicar sus horas de actividad, cada vez más escasas, a la pintura. No a la meditación, que había decidido abandonar tras décadas de práctica. Pocas noticias llegaban de su confinamiento: la prensa italiana, siempre respetuosa con sus artistas, decidió no romper el pacto de silencio y las escasas novedades sobre su estado llegarían a cuentagotas y exclusivamente a través de las pocas personas que tenían acceso a su intimidad. En un gesto de torpeza infinita incluso se intentó calmar la preocupación generalizada por el estado de salud del artista, haciendo llegar a los medios una fotografía supuestamente tranquilizadora. Pero el rostro perdido de Battiato no hizo sino confirmar lo que con tanta insistencia se negaba: que la palabra “alzhéimer” entraba claramente en la ecuación.

En el festival Pirineos Sur, el 15 de julio de 2017, en Lanuza. Foto: Javier Broto
En el festival Pirineos Sur, el 15 de julio de 2017, en Lanuza. Foto: Javier Broto


La situación parecía no tener marcha atrás, pero, conmovido ante las continuas muestras de cariño que pese al hermetismo en el que se había recluido le seguían llegando, Battiato todavía encontraría fuerza suficiente para pensar en ofrecer a sus seguidores una despedida definitiva en forma de álbum. Un álbum que sirviera de testamento y cuya conclusión se antojaba imposible ante los evidentes problemas de coordinación del músico. Pero se encontró una solución de emergencia: revisando las cintas donde había registrado los ensayos para su último intento de gira, su equipo vio que la voz era rescatable y podía dar lugar a una completa grabación con el añadido de un complemento musical de la misma Royal Philharmonic Concert Orchestra que lo había acompañado en aquellas veladas. No puede decirse que este planteamiento frankensteiniano ofreciera las mejores expectativas, pero inesperadamente todo pareció ensamblarse a la perfección y la frágil voz de un Battiato más quebradizo que nunca terminaría siendo punto clave para añadir potencia emotiva al conjunto.

El disco reposa sobre doce clásicos revisitados –no siempre en opciones evidentes, pesan y no poco en el conjunto las piezas esquivas de su repertorio– y dos versiones de temas melódicos italianos de los años de infancia del artista. Pero la gran sorpresa era que en los surcos de “Torneremo ancora” (RCA-Sony, 2019) se escondía también una última composición inédita, la que daba título al álbum, que suponía el inesperado regreso de Battiato a la escritura con el añadido del optimismo y la serenidad con las que, según cuentan sus allegados, afrontó el tramo final de su camino: “La vida no concluye / Es como un sueño / Nacer es despertar / Mientras no seamos libres / Volveremos una y otra vez”. Battiato había conseguido superar el reto y, pese a su compleja situación, había sido capaz de erigir el umbral de salida perfecto a su carrera con una de las composiciones más acertadas de su discografía.

El álbum se publicó el 18 de octubre de 2019, mismo día en que su mánager, Francesco Cattini, anunció el abandono definitivo de la música por parte de Battiato. El epílogo había llegado a su final, el artista daba por concluido su testamento y por delante solo quedaba una espera que no se preveía larga y que concluiría cuando, al amanecer del 18 de mayo de 2021, llegó la noticia que no por anunciada resultó menos sentida. Mientras sus familiares celebraban la ceremonia de despedida en una iglesia desconsagrada bajo la ceniza en suspensión de un Etna que aquel día regresó nuevamente a la actividad, la conmoción se extendió por toda Italia: hasta Raffaella Carrà, ya muy enferma, salió del largo mutismo en que vivía desde hacía tiempo para expresar su dolor en la que terminaría siendo su última manifestación pública. Pero de todas las declaraciones de aquellas jornadas, la más sentida, posiblemente la más sincera, fue sin duda de una persona con la que Battiato había tenido una larga relación de amistad: Adriano Celentano. Paralizado por el dolor ante la pérdida de un compañero por el que siempre había mostrado un inmenso respeto, Celentano tardó una semana entera en ser capaz de hablar en público: “La tuya es solo una breve separación entre tú y todos los que te queremos, como yo. Nos vemos pronto”. Su mensaje conmocionó a toda Italia. Que, a sus 83 años, “il Molleggiato” optara no por la fórmula del adiós sino por la del hasta luego recordaba a todo el mundo que, una vez desaparecido Battiato, solo él y Mina evitaban la caída definitiva del telón final de esa gran obra que había sido la mejor música popular italiana. Esa que había aportado a todo un país uno de sus rasgos identificativos más celebrados. ∎

Cinco canciones clave en la despedida de Battiato

01

La sombra de la luz > 1992

La sorprendente elección de la versión en castellano de “L’ombra della luce” para arrancar los conciertos de su última gira española en plenitud de facultades (aún habría otra en 2017, aunque en ella las dificultades por las que atravesaba eran ya evidentes), resultó el pistoletazo de salida hacia ese tránsito con el que Battiato decidió cerrar su carrera y preparar el pausado testamento en los que convirtió los últimos años de su carrera.

02

L’isola elefante > 2014

El proyecto que daría pie a “Joe Patti’s Experimental Group” (2014) supuso no solo una vista atrás hacia la música experimental, sino el refugio en el que Battiato decidió replegarse tras la muerte de su amigo Manlio Sgalambro. Electrónica, minimalismo, rescate de viejas ideas descartadas décadas atrás y loops y melodías de su repertorio más desconocido, como este “L’isola elefante” que Battiato regrabaría en el tramo final de su vida con las bases del “Shackleton”, de su disco en directo “Last Summer Dance” (2003).

03

Se telefonando > 2015

El recuerdo de la música de su infancia comenzó a perseguir a Battiato cuando cruzó la barrera de los 50 y se lanzó a revisar el cancionero popular italiano en una vibrante trilogía –“Fleurs (Esempi affini di scritture e simili” (1999), “Flεurs³” (2002) y “Fleurs 2” (2008)–, pero se hizo obsesivo en los últimos años de su vida, donde reinterpretó una y otra vez sus temas más admirados, como este “Se telefonando” de Mina y Morricone que ocupó un lugar de honor en el recopilatorio “Le nostre anime” (2015).

04

Lode all’inviolato > 2015

Pocos de los temas regrabados por Battiato en el tramo final de su vida tiene tanto sentido como este “Lode all’inviolato”, reflexión sobre la pureza de espíritu necesaria para afrontar la muerte y una de las composiciones más espartanas de su autor, que solo consigue su pulido perfecto reducida a su esqueleto mínimo, con el único acompañamiento de cuerdas, piano y un ocasional sintetizador y despojada de la ornamentación excesiva que la había sobrecargado artificialmente en su edición original del álbum “Caffè de la Paix” (1993).

05

Torneremo ancora > 2019

No se alarme nadie por el proceso de ensamblaje del que hablábamos unas líneas atrás para lograr arquitectar el último disco del artista: el canto a la resurrección espiritual que supone el único tema inédito de la obra, este “Torneremo ancora”, supone una de las despedidas más brillantes que nunca haya ofrecido un músico a través de su cancionero. ∎

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