Los Planetas & Niño de Elche: Fuerza nueva.
Los Planetas & Niño de Elche: Fuerza nueva.

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Fuerza nueva

No tocar

Fotos: Davit Ruiz

Rockdelux 387 (Octubre 2019)

El proyecto de Los Planetas junto con Niño de Elche quiere reescribir el legado musical que estos artistas aportan desde la música pop, rock o indie, que de todo hay, y desde el flamenco, el nuevo flamenco o el flamenco expandido, que también la afición gasta en neologismos. Y lo hacen con un giro político inesperado. Claro, no se entiende aquí política como el alistamiento partidista, sino más bien como una toma de conciencia sobre las canciones populares, su transmisión, su circulación y su puesta en el mercado como un asunto verdaderamente político. Esta entrevista fue el motivo de portada del Rockdelux 387 (octubre 2019).

Arte y parte. Llego a Granada desde el desierto almeriense y me doy cuenta de que, sí, es un vergel. Es agosto y mediodía y la primera brisa que me llega al salir de la estación huele a marihuana. Mochileros, hippies y sufíes siguen teniendo Granada como el destino místico de cada verano. Eso está bien: me acompañará los dos días que pasaré con Los Planetas en su ciudad natal y con Niño de Elche, ilicitano, sí, pero de familia granaína emigrante. Y la primera mala noticia es realmente buena y significativa: el nuevo patronato de la Alhambra, hijo del tripartito de derechas que gobierna Andalucía desde hace unos meses, que había cedido sus espacios para este reportaje, cancela su compromiso cuando se entera de que entre los invitados está Niño de Elche. Esta medida policial redefine nuestro paisaje felizmente. Para aquellos que creían que Los Planetas eran algo así como un monumento más del catálogo patrimonial de Granada, unos monstruos oficiales, este gesto de repulsión certifica que no, que bajo el bronce inmovilizador Los Planetas siguen siendo un grupo que continúa vivito y coleando. Además, el veto de la oficialidad ultramontana a Niño de Elche despeja cualquier duda sobre el título del proyecto y del nuevo disco, “Fuerza nueva” (El Ejército Rojo-Sony, 2019). Fuerza nueva no es una invocación esotérica a VOX, sino más bien una toma de conciencia de qué significa este giro bárbaro del populismo que asola Europa desde la derecha nacionalista.

(J, Los Planetas): Nosotros empezamos a investigar con el flamenco a la vuelta de Nueva York, tras grabar Una semana en el motor de un autobús (1998). La escena indie neoyorquina nos resultó decepcionante, la verdad. Estábamos en Granada y la facilidad de conversación nos la regaló Enrique Morente. En esto estamos, flamenco y cultura popular. Y cuando conocimos a Niño de Elche, pensamos en entrar en una segunda dimensión. Habíamos oído sus discos, pero coincidimos con él en las grabaciones de un homenaje a Triana y pensamos, uff, no solo es cómo canta este tío, ¿no? Es que entramos en una dimensión diferente.

¿Provocación conceptual? Más que eso.
¿Provocación conceptual? Más que eso.

(Niño de Elche): Bien, para mí fue un honor y un placer que me llegaran vuestras tímidas primeras invitaciones a grabar o a hacer algo con vosotros. Yo estaba transitando desde la academia y el tablao hacia otra forma de hacer flamenco. El gancho de Enrique Morente, claro, me llevó a escuchar ese flamenco que hacéis, a ver cómo era posible llevarlo y traerlo a diferentes sitios. Yo estaba en una dimensión experimental y ‘performancera’ y no fue hasta mi trabajo con Pony Bravo “Voces del Extremo” (2015), mejor disco nacional del año en Rockdelux– cuando empecé a conocer mejor esta escena y lo que el pop puede significar. Esa tensión popular y pop, a la vez, la encontré en vuestros trabajos como algo que me afecta como flamenco. La dimensión y el entendimiento con que transmitís una letra de flamenco que se nos aparece como críptica fue para mí todo un descubrimiento. Así, que me llamaran Los Planetas fue un halago.

(Florent y J, Los Planetas): No lo dudes, no lo dudes. Para nosotros es importante que alguien desde el flamenco nos reconozca y pueda pensar que hacemos algo que aporta, que podamos decir cosas. La nuestra es una propuesta periférica. Antes de internet teníamos a Morente como guía: ‘Escucha a Vallejo, escucha a la Niña de los Peines...’. Después, nos perdimos en la red, encontrando miles de cosas, el amplio mundo del flamenco, vastísimo, y basto también, rudimentario y complejísimo. Y ahora te encontramos a ti....

Y si decía arte y parte es porque el que esto escribe ha participado en el trabajo de estos artistas, Los Planetas y Niño de Elche. Pero también Javier Aramburu (diseñador), Andrés Duque (dirección de los audiovisuales) y Casa Maracas (gestión del proyecto): todos han mediado en este tercio. Y no voy a ocultar que mi posición no era favorable al nombre de Fuerza nueva; también algunos miembros de Los Planetas disentían. No olvidemos que este es un proyecto de todo el grupo y no una de las muchas aventuras particulares y hermosas a que nos tienen acostumbrados. Pero, nosotros, los más mayores, seguramente, entendíamos un significado en Fuerza nueva que tenía efectos paralizantes. Tardamos en darnos cuenta de que, lo que nos parecía una boutade, realmente significaba la radiografía terrible de la realidad. A mí, personalmente, me lo demostró “Una, grande y libre”, una de las grandes canciones del disco, de radicalidad lacerante: uno se ve cantando en la ducha, tarareando esos estribillos bárbaros, y se da cuenta del terrible poder de una canción pop, de un hit popular.


“Para nosotros es importante que alguien desde el flamenco nos reconozca y pueda pensar que hacemos algo que aporta, que podamos decir cosas”

Florent y J (Los Planetas)



(J, Los Planetas):
Por otro lado, somos artistas muy diferentes. Lo nuestro es la afición, el estribillo, sacar coplas populares, escuchando discos, escuchando músicas. Somos muy populares en un sentido populachero del término. Trabajamos desde lo inestable, buscando inspiración divina como locos y donde sea. Paco, Niño de Elche, es un músico culto, enormemente sabio, que se ha formado y que decide muy autoconscientemente y desde su sabiduría tomar este camino. Nos encontramos aquí, en este cruce, pero venimos por caminos diferentes.

(Niño de Elche): Claro, yo vengo de una cultura de virtuosos. Entendido malamente, pues el verdadero virtuoso es el que no deja rastro en su hacer. Pero ellos son virtuosos como artistas de circo, entregados a ese no va más. Yo escapo de allí, claro. Cuando tomo conciencia del asunto, mi primera referencia es el minimalismo, y llego allí huyendo de esa artificiosidad técnica de un mal entendido virtuosismo. Y también la música industrial, si es posible hecha por no humanos. Estaba escapando de los gorgoritos y de las finas afinaciones que me colman de ridículo.

La cosa, en realidad empezó ahí, declinando qué significan términos como pop, popular, populismo. Los Planetas han sido grandes constructores de himnos generacionales y Niño de Elche gusta de arrebatar con épica similar a sus seguidores. Las primeras conversaciones versaron sobre esa capacidad que tiene la música popular de hacer himnos para un espacio-tiempo determinado: un jolgorio, un desamor o las fiestas de la patrona. Hay un correlato y un desplazamiento que va de popular a pop, a populismo y a populacho.

El filósofo italiano Giorgio Agamben, más aficionado al flamenco que al rock, todo hay que decirlo, ha escrito páginas memorables sobre esa bifurcación del significado del “pueblo” después de la Revolución Francesa. Por un lado, el “pueblo”, es decir, el depositario de la soberanía popular; por otro, el “pueblo”, el populacho, esa aberración iletrada que se esconde en expresiones garrulas como “ese es de pueblo” o un “pueblerino”.

Hay una extraña ley que ha dejado a los lumpen urbanos fuera de la representación política, es decir, fuera del pueblo soberano, y que, a cambio, les ha otorgado la máxima representación simbólica como constructores de poderosos signos identitarios. No solo pasa con el flamenco; también esa es la historia del rock’n’roll y, hoy mismo, del reguetón o del trap. Es importante entender esa ley que desplaza la soberanía política de la representación simbólica para ver cómo se traslada el término hacia el pop bajo el régimen capitalista financiero o difuso, o hacia el populismo en los regímenes capitalistas estatales o integrados...

Pero no voy a seguir este escrito por la senda ensayística, no así. Y no por nada. Mientras escribo, estoy escuchando el disco de Los Planetas y Niño de Elche y esta disertación teórica, por muy bien que esté, que no digo que no, no es exactamente lo que suena, y parecería traicionar las “afectos especiales” que de esta música se desprenden: intercambios de pedales clamadores, fraseo psicodélico del teclado, voces y ecos y chorus, y esa reverb tan del gusto de Enrique Morente. Definitivamente, estas canciones hablan otro dialecto y, seguramente, la dialéctica es otra también. A ello atiendo.

(J y Florent, Los Planetas): Al fin y al cabo, toda la música que nos interesa no viene a ser otra cosa que palos del flamenco. Le ponen a la guitarra una sexta cuerda y ese instrumento se convierte, en su pobreza, en el sostén de los estilos que nos interesan. Todo es como un árbol, de esos que retratan en las peñas flamencas, pero en el que las ramas se extienden y los palos llegan hasta el son o el rock’n’roll, hasta la psicodelia, el punk, la escena vanguardista de Nueva York. El principio de la música electrónica no es más que ponerle una pastilla a esa misma guitarra, ampliar su gama de sonido, pero con los mismos acordes y la misma afinación. Hasta que llegan los Sonic Youth, y quizá solo por eso me interesan, nadie se atreve a cambiar en serio la afinación de una guitarra. Morente intentaba comprender ese cambio: ‘Pero esta afinación, ¿qué es?’. Estábamos intentando dar a entender eso, también.

(Niño de Elche): Y, curiosamente, cuando uno escucha las guitarras más pioneras del flamenco, la textura, los roces de la cuerda en Diego del Gastor, pero también en Manolo de Huelva o en Melchor de Marchena, en las grabaciones fuera del estudio, uno ve cómo la cuerda ‘pelá’ nos suena, cómo se pierden las cuerdas en una panda de verdiales... El gran drama que sufre la guitarra flamenca hoy, entre el jazz y el AOR, tiene que recuperar esa dimensión inmediata y popular del sonido.

El lado tenebroso de la cultura popular.
El lado tenebroso de la cultura popular.

En algún momento de la conversación J y Niño de Elche empezaron a hablar del Himno de Andalucía y del bochornoso giro patrimonial que el Gobierno andaluz ha tomado con el flamenco –su confiscación como algo netamente andaluz que se recoge en el Estatuto de Autonomía y la declaración de la Unesco son dos filos del mismo gesto patriarcal y ridículo–. Y también, claro, de las “patéticas versiones del himno andaluz en que embarcan a los flamencos”, concluyen. Los Planetas se plantearon tocarlo con la lírica letra que le dio Blas Infante, y entonces salió el “Santo Dios” de Cantillana, el himno de los segadores de la población sevillana –J pasó en este pueblo sevillano algunos años de su infancia–, del que el político tomó su melodía para la canción nacional andaluza. Y que nadie hable de apropiación cultural, ¡por Dios! Pero sí, es un secreto a voces que el tema fue mangao ahí, en Cantillana. Ocaña, el protagonista de la escena trans de las Ramblas barcelonesas a finales de los años setenta, siempre lo decía así, “mangao”. Pero, aclaremos, “mangar” es pedir, incluso mendigar, pero no robar. “Pido por no robar”, que decía el pícaro y repite Niño de Elche.

(J, Los Planetas): La cultura es una corriente que va cogiendo afluentes de otro ríos. Todo viene de algún lado y nunca nos mojamos en el río con la misma agua, aunque nos lo parezca. El Himno de Andalucía o El novio de la muerte’ me fascinaban sobre todo porque eran canciones. Su peso político las pone en otro sitio, pero para mí eran esas canciones primeras, una oración campesina o un charlestón de bar de travestis. Para nosotros tenían que volver a ser canciones. Mi infancia en Cantillana, eso sale en el ‘Santo Dios’. Pero el hallazgo fue descubrir que Niño de Elche era el verdadero ‘novio de la muerte’: esa épica de Paco enfrentándose a todo, eso nos dio una nueva narración desde la que poder recuperar la canción oculta en el himno legionario.

Y así fue como se incardinó la conversación entre J, Florent y Niño de Elche: “El himno, la enorme alegría épica que nos produce, a las cuatro de la mañana, por la calle, rodeados de amigas y amigos, cantar todos una misma canción”. Ese iba a ser el motor de indagación del proyecto, de este primer disco. Quién sabe si la felicidad de la idea no deparará otra entrega en 2020. Tal vez aprovechen para grabar durante la gira que están preparando: “Qué mejor himno que el que pueda corear el público”, repiten los tres. Pensemos que no se trata, por ejemplo, de Grupo de Expertos Solynieve o de Los Evangelistas en el caso de Los Planetas; tampoco de Exquirla, la aventura de Niño de Elche con Toundra. Aquí no hay ni heterónimos ni seudónimos. Esto son Los Planetas y Niño de Elche juntos y haciendo himnos.

(Niño de Elche): Y el trance. El ritual, lo místico, lo religioso, eso siempre ha estado en nuestro interés, creo, por el concierto, un oficio que es como una misa, un auto sacramental. Yo lo primero que leí de Miguel Hernández fue su auto sacramental. Mi primer trabajo bien remunerado fue cantar saetas en la Semana Santa de Murcia; pagaban mejor que en peñas y festivales. Y, para cantar bien, había que tener comunión. Fue lo mismo que descubrí en mis primeras reuniones políticas. Yo vengo del comunismo y era esa misma fe; esa devoción no la he perdido. Hacía misas rocieras y misas flamencas, con el colgante del Che Guevara como el Cristo. Perdí la fe y la ideología, pero no el ritual. Ahí sigo también como flamenco.


“Claro que se trata de un proyecto cosmopolita. No hay complejos de ser o no andaluces. El flamenco es sobre todo un arte de extranjería”

Niño de Elche



(J, Los Planetas):
Obviamente, el cantante es el sacerdote y desarrolla su concierto con sus fieles, sean más o menos creyentes. El éxito de la música popular en directo viene de esa identificación por parte del público del cantante con aquello que canta. Tiene que parecernos lo mismo, ser la misma cosa. Todo es autobiográfico o misionero; no hay otra salida en ese teatro.

(Florent, Los Planetas): Y empezamos por ahí. La música que nos llegaba a través de las oraciones cantadas en las iglesias con canciones de Bob Dylan o de John Lennon. Esa manera coral fue nuestro primer rock’n’roll.

Pero, como la fuerza, los himnos también tienen su lado tenebroso. Gilles Deleuze emparentaba, ciertamente, la fascinación que produce la música popular con el fascismo. No es eso solo, claro está, pero existe ese peligro. J y Florent lo apuntaban claramente: “Cuando Ian Curtis y Bernard Sumner bautizan Joy Division o New Order, no solo coquetean con cierto militarismo –para otra ocasión dejamos los orígenes castrenses de la música popular moderna: ¡era la milicia la que instruía  al pueblo en rudimentos de solfeo y en grandes instrumentos!–. También son conscientes de lo que significaba el rock como un arte de masas”. Por eso, también, Fuerza nueva es el lado oscuro de la fuerza, y de ahí canciones como la mencionada “Una, grande y libre” o la versión del cupletero y transformista charlestón original “El novio de la muerte”. Incluso del Himno de España, que saldrá próximamente en una aproximación a sus orígenes andalusíes y musulmanes. “Pero no se trata de maniqueísmo alguno, que conste. También el ‘Santo Dios’ de los segadores andaluces o la versión que Guy Debord reescribió de ‘Els segadors’, el himno catalán, dedicándoselo a los héroes de la autonomía obrera, o ‘La canción de los gitanos’, el famoso ‘Gelem, Gelem’, podrían ir por esta senda”, continúa Niño de Elche. Incluso “La cruz”, la versión de “La saeta” de Machado y Serrat, con Miles Davis y Prince flotando en el ambiente, “es un cruce de caminos entre las diversas sensibilidades del disco”, rematan. Nada es calculado. El sonido psicodélico dominante hace bascular los temas constantemente de un lado a otro.

(J, Los Planetas): Curiosamente, en la época de la psicodelia la guitarra recupera la escala oriental que se había perdido en todo el despliegue histórico del instrumento a través de geografías diferentes. Los grupos de la psicodelia norteamericana, desde Jefferson Airplane hasta Love o 13th Floor Elevators, todos giran a la escala española, al menor, a la escala bizantina, lo frigio, como quiera llamarse. Buscan otra dimensión y acaban encontrándola en el flamenco, pues eso es el flamenco también. Ellos piensan, por ejemplo, en meter músicas de la India, arabescos orientales, pero salen en Granada o en Córdoba. Los gitanos vienen de la India, ¿no? Algo tendrá que ver. El caso es que ‘White Rabbit’ o ‘Alone Again Or’ deben estar en la historia del flamenco.

La entrevista: Florent, J, Niño de Elche y Pedro G. Romero en el Centro José Guerrero de Granada.
La entrevista: Florent, J, Niño de Elche y Pedro G. Romero en el Centro José Guerrero de Granada.


(Niño de Elche): Y la actitud. La inmediatez del planteamiento musical. El disfrute de la panda en directo. El tocar, la guitarra con su peso, con su levedad y su capacidad de máquina de hacer ritmo. El punk, el trap y el garage psicodélico para mí tienen la potencia de una fiesta en el cortijo Espartero con Diego, Joselero y Paco Valdepeñas con los brazos extendidos.

“Pero, por simplificar, diremos que sí, que en el lado de las fuerzas rebeldes que se enfrentan al Imperio, el otro nivel de discusión del proyecto es el flamenco”, subrayan a coro J y Niño de Elche. El asunto, la pregunta de “¿es verdaderamente un arte popular el flamenco?”. Obviamente, nadie piensa ya que sea ni un folclore andaluz ni una expresión musical atávica de los gitanos. “Agustín García Calvo refutaba esa condición popular esgrimiendo que nadie pudiera ir canturreando por la calle una soleá o una seguirilla al modo de Antonio Mairena o, incluso, de Pepe Marchena”, recuerda Niño de Elche. Simplifican su opinión, claro está, pero hay en el flamenco una sofisticación técnica y una retórica que lo aleja del gran éxito popular, del mainstream, de las listas de éxitos. “Una de las preocupaciones de Enrique Morente era esa, poder hacer del flamenco algo cantable, que llegara de nuevo a las gentes y al canturreo en la barra de los bares”, afirma J.

El rock, el underground o la psicodelia permiten para un público mayoritario la intensidad de unas cabales o de unas soleares al golpe. “La radicalidad que daba el hambre hay que encontrarla ahora en la sofisticada vanguardia; lo demás es flamenco ‘pompier’”, repiten evocando Los Planetas a Enrique Morente. Esa conversación une mucho a Niño de Elche –esa sí es una influencia morentiana y no su estilo de cantar, que tiene su deuda cierta en maestros como José de la Tomasa, por ejemplo– con Los Planetas.

Ese camino, ese poder hacer himnos con las melodías populares del flamenco –“Los campanilleros”, la “Mariana” o las cantiñas “Santo Domingo” serían los más claros ejemplos–, está en una línea continuista con los proyectos de Los Planetas que arrancaron con “La leyenda del espacio” (2007). En cierto sentido, no es solo una investigación sobre el flamenco; también habría que pensar en el seguidismo del rock’n’roll ibérico con las modas globales, su “corteza” de miras, que dicen los flamencos. Quiero decir que no se trata de ninguna reivindicación identitaria de meridionales o andaluces. Los Planetas encuentran el flamenco a la puerta de su casa, por pura “situación”, no por nacionalidad. Y aquí resulta fundamental el giro que operan al colaborar con Niño de Elche, quien, afortunadamente, no solo desespañoliza el flamenco, sino que también lo desnacionaliza absolutamente.


“Lo mejor de esta comunión es que entrábamos en el estudio sin saber lo que íbamos a hacer. Y esa experiencia de tocar sin dirección, a la deriva. Una experiencia tan similar a la del verdadero directo. Recuperar la dimensión performativa”

Florent (Los Planetas)



(Niño de Elche):
Claro que se trata de un proyecto cosmopolita. No hay complejos de ser o no andaluces. El flamenco, y esto cuesta mucho entenderlo, es sobre todo un arte de extranjería. Una cosa que se siente como propia y a la vez es de fuera. La folclorización académica, el mal entendimiento de lo popular como algo ligado a la tierra. La mata de tomate es americana y dile tú algo de eso al integrista del gazpacho. Pero, bueno, a mí del flamenco me interesa también esa incondicionalidad, incluso desde la ignorancia. En el fondo, la pasión del peñero que me insulta es una fuente de energía. Eso me gusta también de vuestra escena: la relación con la escucha, con el hecho de escuchar a los demás, ya sea la tradición o la última moda. Lo que no puede ser es estar todo el día tocando la guitarra como un zombi. O sí: la verdad es que en todos sitios puede saltar lo que me interesa. Yo siempre estoy abierto y cerrado a todo. No es que me dé igual. Me abro y me cierro a todo. Eso también lo encontré en vosotros. Nada de cofradías, ni indie ni na. La membrana siempre permeable; después, claro, es importante saber decir que no, más incluso que aceptar. Es ahí donde se aprende.

Porque, aunque suene afortunado, no se trata solo de sumar a Los Pekenikes con psicodelia. El proyecto es más amplio.“La pregunta sobre lo popular tiene indudablemente una dimensión política, pero aún más dentro de la industria musical”, recuerda Niño de Elche. El disco lo edita El Ejército Rojo, la marca de Los Planetas, pero será distribuido por Sony, que, a su vez, trabaja con Niño de Elche. La dimensión industrial de la música popular es algo que también ha marcado su construcción después de la Segunda Guerra Mundial de forma decisiva. Este no es un proyecto ni buenista ni cínico. “Las implicaciones políticas de las marcas, la distribución, la aparición en redes, el uso de los canales digitales, el tono de esta misma entrevista para Rockdelux, todo tiene la trama popular, pop y populista del proyecto”, recuerdan a la par Los Planetas y Niño de Elche.

El disco se publica en todos sus formatos el 12 de octubre, ¡ay!, Sí, el día de la patria española, pero también el día de la Virgen del Pilar, que en nuestro caso sí que quiere ser francesa... Pero es que cada tema ha sido lanzado así. “La cruz”, en Semana Santa, y “Canción para los obreros de Seat”, el 11 de septiembre, coincidiendo con la Diada de Cataluña. El filósofo italiano Mario Perniola llamó “lumpen-intelligentsia” a ciertas posiciones artísticas, a la Internacional Situacionista, a Hakim Bey, a William S. Burroughs o a las pioneras del feminismo queer, y desde el formalismo ruso se consideraban estas formas de trabajo artístico como una suerte de lumpen-productivismo.

El 16 de octubre se celebra el primer concierto de presentación en la sala madrileña Joy Eslava. Es el día de San Longinos, el santo que alanceó a Cristo en el costado, la santa lanzada, como el rayo eléctrico en Fuerza nueva: no tocar, peligro de muerte. “En algunas paredes andaluzas, durante la Semana Santa, aparece un ‘stencil’ con un paso o trono con Cristo crucificado y la leyenda: ‘Murió para salvar al turismo’”, apunta Niño de Elche. La cultura popular está llena de paradojas, ambigüedades, dobles lenguajes y camuflajes humorísticos. “Entre otras cosas, es una cultura de supervivientes, no solo la resistencia numantina. Se han desarrollado miles de estrategias para que sobrevivan las canciones”, remacha J.

Con Fuerza nueva, Los Planetas y Niño de Elche ensayan eso mismo, de una manera distinta. Pero se trata de eso, efectivamente: de cómo sobreviven las canciones, a pesar de todo, a pesar de distintos avatares históricos, sociales y económicos.

(Florent, Los Planetas): Y, sin embargo, insisto, para nosotros lo mejor de esta comunión es que entrábamos en el estudio sin saber lo que íbamos a hacer. Y esa experiencia de tocar sin dirección, a la deriva. Una experiencia tan similar a la del verdadero directo. Recuperar la dimensión performativa. La guitarra iba aprendiendo sola, tocando y, de pronto, comunicaba, había comunión y se empalmaba con el teclado, las voces de J, y Niño de Elche flotaba. Esa comunión, sí, pienso que a lo mejor era lo que buscábamos.

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