(Niño de Elche): “Y la actitud. La inmediatez del planteamiento musical. El disfrute de la panda en directo. El tocar, la guitarra con su peso, con su levedad y su capacidad de máquina de hacer ritmo. El punk, el trap y el garage psicodélico para mí tienen la potencia de una fiesta en el cortijo Espartero con Diego, Joselero y Paco Valdepeñas con los brazos extendidos”.
“Pero, por simplificar, diremos que sí, que en el lado de las fuerzas rebeldes que se enfrentan al Imperio, el otro nivel de discusión del proyecto es el flamenco”, subrayan a coro J y Niño de Elche. El asunto, la pregunta de “¿es verdaderamente un arte popular el flamenco?”. Obviamente, nadie piensa ya que sea ni un folclore andaluz ni una expresión musical atávica de los gitanos. “Agustín García Calvo refutaba esa condición popular esgrimiendo que nadie pudiera ir canturreando por la calle una soleá o una seguirilla al modo de Antonio Mairena o, incluso, de Pepe Marchena”, recuerda Niño de Elche. Simplifican su opinión, claro está, pero hay en el flamenco una sofisticación técnica y una retórica que lo aleja del gran éxito popular, del mainstream, de las listas de éxitos. “Una de las preocupaciones de Enrique Morente era esa, poder hacer del flamenco algo cantable, que llegara de nuevo a las gentes y al canturreo en la barra de los bares”, afirma J.
El rock, el underground o la psicodelia permiten para un público mayoritario la intensidad de unas cabales o de unas soleares al golpe. “La radicalidad que daba el hambre hay que encontrarla ahora en la sofisticada vanguardia; lo demás es flamenco ‘pompier’”, repiten evocando Los Planetas a Enrique Morente. Esa conversación une mucho a Niño de Elche –esa sí es una influencia morentiana y no su estilo de cantar, que tiene su deuda cierta en maestros como José de la Tomasa, por ejemplo– con Los Planetas.
Ese camino, ese poder hacer himnos con las melodías populares del flamenco –“Los campanilleros”, la “Mariana” o las cantiñas “Santo Domingo” serían los más claros ejemplos–, está en una línea continuista con los proyectos de Los Planetas que arrancaron con “La leyenda del espacio” (2007). En cierto sentido, no es solo una investigación sobre el flamenco; también habría que pensar en el seguidismo del rock’n’roll ibérico con las modas globales, su “corteza” de miras, que dicen los flamencos. Quiero decir que no se trata de ninguna reivindicación identitaria de meridionales o andaluces. Los Planetas encuentran el flamenco a la puerta de su casa, por pura “situación”, no por nacionalidad. Y aquí resulta fundamental el giro que operan al colaborar con Niño de Elche, quien, afortunadamente, no solo desespañoliza el flamenco, sino que también lo desnacionaliza absolutamente.